martes, 16 de abril de 2013

CUEVA DE LOS TAYOS - ECUADOR







La desconcertante red de túneles de la Cordillera del Cóndor

Recientemente tuve la oportunidad de charlar en Madrid con el periodista español Miguel Pedrero y con el Director de la reconocida revista Año/Cero, Enrique de Vicente. El tema principal de nuestra plática se concentró en los túneles secretos de América.

 
Gracias a Pedrero, pudimos compartir momentos de nuestra expedición a ese extraño sistema de túneles en el programa Milenio, de Radio Galega.
 
Sin duda es un expediente abierto que aún suscita interrogantes y las más diversas teorías.
  • ¿Quién construyó esos túneles?
  • ¿Existe una biblioteca metálica con información de civilizaciones perdidas en La Cueva de los Tayos?
  • ¿Por qué el astronauta Neil Armstrong la visitó?
Aunque en la sección “intraterrestre” incluimos un resumen de lo que significa ese enigma, pienso que hoy es una buena oportunidad para recordar porqué ese punto del mundo sigue vigente como un misterio sin resolver.EL HALLAZGO

Nadie se pone de acuerdo en la fecha del descubrimiento. Pero lo más probable es que éste se haya producido gracias a las exploraciones militares ecuatorianas en el oriente del país, aunque fue gracias a Juan Moricz que la existencia de esos misteriosos túneles se dio a conocer a escala internacional, con todo el escándalo que traería más tarde. Corría el año 1969.

Juan Moricz era un flemático húngaro nacionalizado argentino, espeleólogo aficionado y experto en leyendas ancestrales. Su investigación del mundo subterráneo le condujo a Sudamérica y, más tarde, a las selvas del Ecuador a mediados de los años 60, llegando a la zona de los túneles que custodian los indios shuaras en Coangos.
 
Se afirma que gracias a su conocimiento del antiguo dialecto húngaro, el magiar – similar a la lengua de los nativos shuaras - pudo entablar amistad con los guardianes de estos túneles, que suelen frecuentar debido a la presencia de los Tayos, unas aves nocturnas que son codiciadas en la comunidad indígena por sus huevos.
Juan Moricz (de cabello canoso) con su abogado, Peña Matheus.
 
Morizc, supuestamente, con ayuda inicial de los indios hizo sus primeras exploraciones entre 1964 y 1969, este último año el decisivo para dar a conocer su inquietante hallazgo.

Leyendo tan sólo el acta notarial de su descubrimiento, fechada el 21 de julio de 1969 en la ciudad costeña de Guayaquil, a cualquiera se le encrespan los cabellos frente a sus detonantes afirmaciones:
"...he descubierto valiosos objetos de gran valor cultural e histórico para la humanidad. Los objetos consisten especialmente en láminas metálicas que contienen probablemente el resumen de la historia de una civilización extinguida, de la cual no tenemos hasta la fecha el menor indicio..."
Esta afirmación extraordinaria ponía en segundo plano la propia existencia de los túneles que, de acuerdo a la opinión de Moricz, eran artificiales: supuestas construcciones de una civilización ignorada que vivía en las entrañas de la Tierra.
 
Lo que resaltaba en su Acta de descubrimiento no era la naturaleza artificial de esos túneles, sus dinteles, techos pulidos o pasillos cortados como por un láser, sino la presunta Biblioteca Metálica.
  • ¿Qué información contenía exactamente?
  • ¿Era obra de una humanidad intraterrestre?
  • ¿O de una civilización ignorada de superficie que debido a un cataclismo tuvo que refugiarse en el mundo subterráneo?
  • ¿Cómo llegó Moricz a este descubrimiento?
El enigma solo estaba empezando.
"Boca de ingreso a la Cueva de los Tayos"

 

UBICACIÓN Y DESCRIPCIÓN DE LA CUEVA

A una altitud aproximada de 800 metros, en una zona montañosa irregular, en las faldas septentrionales de la Cordillera del Cóndor, se sitúa la entrada “principal”, o más bien, la entrada “conocida” al mundo subterráneo de la Cueva de los Tayos.
 
El acceso consiste en un túnel vertical, una suerte de chimenea con unos 2 metros de diámetro de boca y 63 de profundidad. El angustioso descenso - no apto para cardíacos - se realiza con un cabo y polea. De allí, un verdadero laberinto se abre al explorador por kilómetros de misterio que se siguen enterrando en las profundidades, una ruta de galerías y pasillos que deben ser recorridos en la más absoluta oscuridad. Las linternas más potentes son nada ante semejantes espacios en donde una catedral entera podría caber.
 
Y no exagero.

Como adelantaba líneas atrás, la Cueva es denominada habitualmente “de los Tayos” debido a que su sistema de cavernas es el hábitat de unas aves nocturnas llamadas Tayos (Steatornis Caripensis), que constituyen la misma especie que se ha hallado en otras cavernas de Sudamérica, como por ejemplo, los “guacharos” en Caripe, Venezuela.
 
El estudio inicial de esta conexión intraterrestre entre especies de aves nocturnas lo abordó detalladamente el sabio alemán Alejandro de Humboldt, en su obra: “Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente” (1800). Es sumamente sospechoso que una misma especie de aves ciegas esté diseminada en diversas cavernas de Sudamérica.
 
¿Será que todos aquellos laberintos intraterrestres no son cavernas aisladas y guardan una conexión?
“Descendiendo por la boca principal”
 
En las inmediaciones de la Cueva de los Tayos del Ecuador viven los Shuaras, quienes en el pasado fueron conocidos con el nombre “Jíbaro” - denominación despectiva para ellos - famosos en el pasado por su bravura y el arte de reducir cabezas. Ellos son los primeros exploradores del sistema subterráneo, ya que cada mes de abril bajaban a la cueva para hurtar los huevos e incluso los polluelos de los Tayos, que son más grandes que una paloma.
 
Y en medio de esta faena, los indios cuentan que se toparon con una serie de sorpresas. La más resaltante, fue sin duda, el hallazgo de gigantescas huellas sobre bloques de piedra que, por sus ángulos rectos y simetría, sugieren un origen artificial. Moricz recogió estos relatos en su visita al oriente ecuatoriano, pudiendo comunicarse sin mayor dificultad con los nativos gracias a su dominio del magiar.
 
Obviamente, Moricz sabía muy bien a qué blanco apuntar. Desde 1950 seguía pacientemente la “pista” que lo podría llevar al reino subterráneo.
 
Algunas fuentes, incluso, lo vinculan con una extraña orden esotérica húngaro-germana, hecho que podría explicar el profundo conocimiento esotérico que esgrimía en sus controvertidas entrevistas a los medios de prensa. Sea como fuere, Moricz estuvo en Perú, Bolivia y Argentina buscando estas entradas antes de llegar al Ecuador. En más de una entrevista subrayó lugares como Cusco, el Lago Titicaca y Tierra del Fuego, como los posibles lugares desde donde “se puede descender al reino subterráneo”.
 
Según él, la Cueva de los Tayos es sólo una de las tantas entradas a este mundo perdido, y lo más apabullante: que aun así, estaríamos hablando de un simple “arañazo” al mundo real de estos seres intraterrestres, que yacen a profundidades difíciles de alcanzar por el ser humano.

Pero la cosa no queda allí. Quizá una de las aseveraciones más inquietantes es la existencia de esa presunta biblioteca metálica que menciona en su Acta de descubrimiento. De existir, y siempre bajo el testimonio de Moricz, allí encontraríamos registrada la historia de la humanidad en los últimos 250.000 años, una cifra que moviliza a cualquiera.

Un punto a tener en cuenta en relación a estas planchas, nos lleva en línea recta a los extraños objetos que en su momento custodió el padre salesiano Carlo Crespi, en el patio de la Iglesia María Auxiliadora de Cuenca. Los objetos habían sido encontrados por nativos quienes, en acto de amabilidad y gratitud, se los cedieron al padre Crespi para su custodia.
 
Muchos de estos preciados objetos - por no decir todos - posteriormente fueron robados.
 
Si el padre Crespi aun estuviese con vida, quizá podríamos rastrear el origen exacto de tan enigmáticas piezas que parecían ser muy antiguas, mostrando indiscutibles ideogramas en relieve, una suerte de “código de información” o “escritura”.
“El Padre Crespi con los enigmáticos objetos que recibió de los indios”
 
Teniendo en cuenta que estos objetos - muchos de ellos consistían en planchas metálicas, como si fuesen de oro y mostrando complejos símbolos - se hallaron en el Ecuador, no era descabellado darle al menos el beneficio de la duda a la biblioteca metálica descubierta por Moricz en la Cueva de los Tayos.
 
Todo esto no tardaría en atraer la atención de los cazadores de lo misterioso.
 
 

ERICK VON DÄNIKEN Y NEIL ARMSTRONG
Y la cosa se puso color de hormiga. Primero apareció en escena el famoso escritor suizo Erick Von Däniken, quien supo cautivar a Moricz para que le diese material fotográfico y la versión oculta de su hallazgo, hecho que fue espectacularmente explotado en el libro “El Oro de los Dioses” (1974), donde Däniken no sólo se limitó a fantasear con la versión original de la historia, sino que, por si fuera poco, sostuvo haber ingresado él mismo a la Cueva de los Tayos - en sus sueños - y haber visto con sus propios ojos la biblioteca metálica.
 
El libro fue un bestseller mundial, vendiendo 5 millones de copias y traducido a 25 idiomas. Ni un peso para Moricz.

El libro cautivó de manera particular al lector europeo - Däniken incluyó fotografías del Archivo Moricz-Peña Matheus que mostraban el interior de las cuevas, e imágenes de la planchas metálicas del Padre Crespi - y fue así como el ingeniero escocés Stanley Hall contacta con Moricz para proponerle una expedición internacional a la Cueva de los Tayos.
 
Moricz aceptó siempre y cuando él fuese el Jefe de la Expedición y que ningún objeto hallado en el mundo subterráneo podría ser retirado.
 
Como era de esperarse, Hall no aceptó la propuesta. Inmediatamente desechó la presencia de Moricz en la Expedición y se comunicó con el Gobierno de Inglaterra. Resultado: En julio de 1976 se llevaría a cabo una expedición Ecuatoriano-Británica, con un intimidante personal militar y científico y, para añadir la cereza a la torta, la presencia del astronauta norteamericano Neil Armstrong (¿?).

Desde luego, esta no sería la primera incursión del astronauta en un lugar donde “las papas queman”. Recordemos tan sólo sus presuntas visitas a Paysandú, Uruguay, debido a la intensa actividad OVNI en la Estancia de la Aurora - popularizada por el escritor brasilero Trigueirinho.
 
El mismísimo dueño de la Estancia donde ocurrieron los hechos, Angel Tonna - con quien tuve la oportunidad de compartir en su casa de Paysandú en 1999 - recordaba las visitas de Armstrong quien, además, le confió en su propia estancia de Uruguay que la misión Apolo XI de 1969, enfrentó un supuesto encuentro cercano del tercer tipo en la Luna.
“Armstrong dentro de la Cueva de los Tayos"
 
Recientemente, debo añadir, este tema saltó en los medios de comunicación de Uruguay, ya que dos investigadores consultaron a EE.UU. si realmente Armstrong había visitado el país después de haber estado en la Luna. La respuesta fue negativa. Y por consiguiente no hay nada que avale el testimonio de Tonna, quien falleció hace pocos años en su Estancia de Paysandú. Una pena, pues de estar vivo hubiese sido interesante constatar de qué pruebas disponía para sostener su afirmación.
 
Sea como sea, de la visita de Armstrong en Ecuador no se puede dudar, pues hay documentos, fotografías, y hasta una declaración a medios de prensa, aunque siempre bajo la fachada de “expedición científica”.

Las investigaciones de esta controvertida expedición se desarrollaron por 35 días, instalando un generador de electricidad en el campamento base, a escasos metros de la boca misma de la Cueva, descendiendo a diario a las profundidades para desarrollar sus “investigaciones geológicas y biológicas”. Según el informe final, la comisión de estudiosos concluyó que la Cueva de los Tayos no tenía origen artificial, y que no existían indicios de trabajo humano. Todo lo había hecho la naturaleza...
 
Aparentemente, la misión era enterrar el misterio de la Cueva.
 
No obstante, para varios investigadores la conclusión del Informe resultó desconcertante teniendo en cuenta los claros dinteles y bloques de piedra que se pueden encontrar en el sistema intraterreno, muy similares a los que halló, paradójicamente, el mismísimo equipo de arqueólogos de la expedición a mitad de camino entre el campamento base y la unión del río Coangos con el Santiago, antes de descender a la Cueva.
 
Los arqueólogos hallaron un muro megalítico de aproximadamente 4,50 metros de largo por 2,5 metros de alto, tal como los que se pueden ver en la galerías subterráneas.
 
¿Y qué se dice ante esto?
 
A fin de cuentas, el Informe de la Expedición echó por tierra el verdadero secreto que yace en la Cueva de los Tayos, mientras a mitad de todo el jaleo, se llevaban cuatro cajas selladas de madera que no permitieron abrir a los shuaras, quienes se sintieron engañados y estafados. Hoy en día recuerdan claramente aquel triste episodio.

Los nativos piensan que se llevaron “algo” de las cuevas...

Y para añadir la cuota curiosa al asunto, cuando Neil Amstrong salió del sistema de túneles -donde permaneció tres días- declaró a los medios de prensa que su visita al mundo subterráneo había superado su vivencia en la Luna (!).
 
 

¿QUE SE BUSCABA?

Aunque el tufillo del robo británico es inundante, dudamos que se hayan llevado las presuntas planchas metálicas. Los guardianes de ese mundo intraterreno no hubiesen permitido que ninguna expedición, por más apertrechada que fuese - la Expedición Británica costó dos millones de dólares, el doble de inversión frente a la investigación internacional que se realizó en el 2002/2003 en las selvas de Manú para hallar Paititi - ponga los dedos sucios encima de lo sagrado.
 
A estos recodos del camino, y a la luz de nuestra experiencia de contacto, la biblioteca metálica hallada por Moricz en el mundo intraterrestre guarda importantes patrones en común con lo que nosotros veníamos conociendo.

En 1976, en la primera página de la revista norteamericana Ancient Skies, apareció un revelador artículo del filólogo hindú Dileep Kumar, quien analizando los símbolos que se muestran en una de las piezas del padre Crespi - una lámina aparentemente de oro, de unos 52 cms. de alto, 14 cms. de ancho y 4 cms. de grosor - concluyó que los ideogramas pertenecían a la clase de escritura Brahmi, utilizada en el período Asokan de la historia de la India, hace unos 2.300 años...
 
Cuatro años más tarde, el doctor Barry Fell - Profesor de Biología de la Universidad de Harvard - identificaba 12 signos de la lámina en cuestión con los propios signos empleados en el Zodíaco. También debemos mencionar que en nuestros grupos de contacto es bien conocido que muchos de estos ideogramas son similares a los signos empleados para leer y cantar música gregoriana.
 
Ello nos llevó a pensar en aquel entonces que estos registros no habían sido hechos para ser leídos, sino para ser “cantados”, quizá con el mismo efecto de un mantram de poder.

Otro detalle extraño en relación a la Cueva de los Tayos fue su millonaria financiación. ¿Quién puso la pasta?
 
De acuerdo al espeleólogo argentino Julio Goyen Aguado - presente en las primeras expediciones a la Cueva de los Tayos, incluyendo la incursión ecuatoriano-británica - la expedición de 1976 fue financiada por la Iglesia Mormona, ya que las planchas metálicas que citaba Moricz recordaban las propias planchas de oro que recibiera el profeta Joseph Smith de manos del ángel Moroni.
Teniendo en cuenta que leyendas mormonas apuntan a que los citados registros estarían ocultos actualmente en algún lugar de la cordillera de los Andes, es curioso notar que la zona donde se ubica la Cueva de los Tayos se denomina “Morona”, similar al nombre del “enviado” que contactara a Smith.
 
Sea como sea, Aguayo - ya fallecido - sospechaba que Stanley Hall pertenecía a los Servicios Secretos del Reino Unido, además de formar parte de la masonería inglesa, sumamente interesada en encontrar la biblioteca metálica. Neil Armstrong, y recordemos bien esto, también era masón.
 
El tema de la biblioteca metálica ha atraído a muchos buscadores, despistando a quienes se embarcaban en esta odisea del verdadero secreto del mundo subterráneo.
Imagen de la expedición británica que muestra detalles
de las posibles construcciones artificiales en los Tayos
 
Un secreto que va más allá de la Biblioteca Metálica. Un secreto que nosotros re descubrimos in situ cuando descendimos a ese sistema de túneles en agosto de 2002.



A una altitud aproximada de 800 metros, en una zona montañosa irregular, en las faldas septentrionales de la Cordillera del Cóndor en Ecuador, se sitúa la entrada “principal”, o más bien, la entrada “conocida” a este fascinante mundo subterráneo.



Fue en 1969 cuando Juan Moricz, un flemático húngaro nacionalizado argentino, espeleólogo aficionado y experto en leyendas ancestrales, encaró este apasionante misterio del oriente selvático del Ecuador. Aunque Moricz no era el primero en tropezarse con el intrincado de túneles y galerías subterráneas que dan cobijo a los Tayos, aves nocturnas cuyos polluelos son muy codiciados por los indios shuaras¾, es innegable su valentía y arrojo al haber sido, sin duda, el primero en dar a conocer a nivel mundial la existencia de este sistema intraterrestre.

Leyendo tan sólo la acta notarial de su hallazgo, con fecha 21 de julio de 1969, en la ciudad costeña de Guayaquil, a cualquiera se le encrespan los cabellos frente a estas detonantes afirmaciones:
“…he descubierto valiosos objetos de gran valor cultural e histórico para la humanidad. Los objetos consisten especialmente en láminas metálicas que contienen probablemente el resumen de la historia de una civilización extinguida, de la cual no tenemos hasta la fecha el menor indicio…”

Frente a esto, es inevitable pensar en la posible relación entre las planchas que menciona Moricz -halladas en una cámara secreta de la Cueva de los Tayos- con las planchas metálicas de complejos ideogramas que han sido visualizadas en nuestra experiencia de contacto, aquella biblioteca cósmica que los Guías extraterrestres denominaron “El Libro de los de las Vestiduras Blancas”.
Veamos a continuación los intrincados de este misterio -que palpita aun en la selva ecuatoriana- y cómo llegó Moricz a descubrir los túneles de esa esquiva humanidad subterránea.

UBICACION Y DESCRIPCION DE LA CUEVA
 

A una altitud aproximada de 800 metros, en una zona montañosa irregular, en las faldas septentrionales de la Cordillera del Cóndor, se sitúa la entrada “principal”, o más bien, la entrada “conocida” al mundo subterráneo de la Cueva de los Tayos. El acceso consiste en un túnel vertical, una suerte de chimenea con unos 2 metros de diámetro de boca y 63 de profundidad. El descenso -no apto para cardíacos- se realiza con un cabo y polea. De allí, un verdadero laberinto se abre al explorador por kilómetros de misterio, que deben ser recorridos en la más absoluta oscuridad. Las linternas más potentes son nada ante semejantes galerías donde una catedral entera podría caber.
La Cueva es denominada habitualmente “de los Tayos” debido a que su sistema de cavernas es el hábitat de unas aves nocturnas llamadas Tayos (Steatornis Caripensis), que constituyen la misma especie que se ha hallado en otras cavernas de Sudamérica, como por ejemplo, los “guacharos” en Caripe, Venezuela. El estudio inicial de esta conexión intraterrestre entre especies de aves nocturnas lo abordó detalladamente el sabio alemán Alejandro de Humboldt, en su obra: “Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente” (1800). Es sumamente sospechoso que una misma especie de aves ciegas esté diseminada en diversas cavernas de Sudamérica. ¿Será que todos aquellos laberintos intraterrestres no son cavernas aisladas y guardan una conexión?

En las inmediaciones de la Cueva de los Tayos del Ecuador viven los Shuaras, quienes en el pasado fueron conocidos con el nombre “Jíbaro” -denominación despectiva para ellos-, famosos -también en el pasado- por su bravura y el arte de reducir cabezas. Ellos son los primeros exploradores del sistema subterráneo, ya que cada mes de abril bajaban a la cueva para hurtar los polluelos de los Tayos -que son más grandes que una paloma-. Y en medio de esta faena se toparon con una serie de sorpresas. La más resaltante, fue sin duda, el hallazgo de gigantescas huellas sobre bloques de piedra que, por sus ángulos rectos y simetría, sugieren un origen artificial. Moricz recogió estos relatos en su visita al oriente Ecuatoriano, pudiendo comunicarse sin mayor dificultad con los nativos gracias a su dominio del Magiar, un antiquísimo lenguaje húngaro similar al dialecto Shuar. Obviamente, Moricz sabía muy bien a qué blanco apuntar.

Desde 1950 seguía pacientemente la “pista” que lo podría llevar al reino subterráneo. Algunas fuentes, incluso, lo vinculan con una extraña orden esotérica húngaro-germana, hecho que podría explicar el profundo conocimiento esotérico que esgrimía en sus controvertidas entrevistas a los medios de prensa. Sea como fuere, Moricz estuvo en Perú, Bolivia y Argentina buscando estas entradas antes de llegar al Ecuador. En más de una entrevista subrayó lugares como Cusco, el Lago Titicaca y Tierra del Fuego, como los posibles lugares desde donde “se puede descender al reino subterráneo”. Según él, la Cueva de los Tayos es sólo una de las tantas entradas a este mundo perdido, y lo más apabullante: que aun así, estaríamos hablando de un simple “arañazo” al mundo real de estos seres intraterrestres, que yacen a profundidades difíciles de alcanzar por el ser humano.

LAS PLANCHAS METÁLICAS DEL PADRE CRESPI

 

Pero la cosa no queda allí. Quizá una de las aseveraciones más inquietantes es la existencia de la presunta biblioteca metálica. De existir, y siempre bajo el testimonio de Moricz, allí encontraríamos registrada la historia de la humanidad en los últimos 250.000 años, una cifra que moviliza a cualquiera.

Un punto a tener en cuenta en relación a estas planchas, nos lleva en línea recta a los extraños objetos que en su momento custodió el padre salesiano Carlo Crespi, en el patio de la Iglesia María Auxiliadora de Cuenca. Los objetos habían sido encontrados por nativos quienes, en acto de amabilidad y gratitud, se los cedieron al padre Crespi para su custodia. Muchos de estos objetos -por no decir todos- posteriormente fueron robados. Si el padre Crespi aun estuviese con vida, quizá podríamos rastrear el origen exacto de tan enigmáticas piezas que parecían ser muy antiguas, mostrando indiscutibles ideogramas en relieve, una suerte de “código de información” o “escritura”.
En 1976, en la primera página de la revista norteamericana Ancient Skies, apareció un revelador artículo del filólogo hindú Dileep Kumar, quien analizando los símbolos que se muestran en una de las piezas del padre Crespi -una lámina aparentemente de oro, de unos 52 cms. de alto, 14 cms. de ancho y 4 cms. de grosor- concluyó que los ideogramas pertenecían a la clase de escritura Brahmi, utilizada en el período Asokan de la historia de la India, hace unos 2.300 años… Cuatro años más tarde, el doctor Barry Fell -Profesor de Biología de la Universidad de Harvard- identificaba 12 signos de la lámina en cuestión con los propios signos empleados en el Zodíaco.

Y bien, teniendo en cuenta que estos objetos se hallaron en el Ecuador, no era descabellado darle al menos el beneficio de la duda a la biblioteca metálica descubierta por Moricz en la Cueva de los Tayos.

Todo esto no tardaría en atraer la atención de los cazadores de lo misterioso.

ERICK VON DÄNIKEN Y NEIL ARMSTRONG

Y la cosa se puso color de hormiga. Primero apareció en escena el famoso escritor suizo Erick Von Däniken, quien supo cautivar a Moricz para que le diese material fotográfico y la versión oculta de su hallazgo, hecho que fue espectacularmente explotado en el libro “El Oro de los Dioses” (1974), donde Däniken no sólo se limitó a fantasear con la versión original de la historia, sino, por si fuera poco, sostenía haber ingresado él mismo a la Cueva de los Tayos ¾en sus sueños¾ y haber visto con sus propios ojos la biblioteca metálica. El libro fue un bestseller mundial, vendiendo 5 millones de copias y traducido a 25 idiomas.

NI UN PESO PARA MORICZ.

El libro, cautivó de manera particular al lector europeo ¾Däniken incluyó fotografías del Archivo Moricz-Peña Matheus que mostraban el interior de las cuevas, e imágenes de la planchas metálicas del Padre Crespi¾, y fue así como el ingeniero escocés Stanley Hall contacta con Moricz para proponerle una expedición internacional a la Cueva de los Tayos. Moricz aceptó siempre y cuando él fuese el jefe de la expedición y que ningún objeto hallado en el mundo subterráneo podría ser retirado. Como era de esperarse, Hall no aceptó la propuesta. Inmediatamente desechó la presencia de Moricz en la expedición y se comunicó con el Gobierno de Inglaterra. Resultado: En julio de 1976 se llevaría a cabo una expedición Ecuatoriano-Británica, con un intimidante personal militar y científico y, para añadir la cereza a la torta, la presencia del astronauta norteamericano Neil Armstrong.
Desde luego, esta no sería la primera incursión del astronauta en un lugar donde “las papas queman”. Recordemos tan sólo sus frecuentes visitas a Paysandú, Uruguay, debido a la intensa actividad Ovni en la estancia de la Aurora -popularizada por el escritor brasilero Trigueirinho-. El mismísimo dueño de la estancia donde ocurrieron los hechos, Angel Tonna -con quien tuve la oportunidad de compartir en su casa de Paysandú en 1999- aun recuerda las visitas de Armstrong quien, además, le confió en su propia estancia de Uruguay que la misión Apolo XI de 1969, enfrentó un encuentro cercano del Tercer tipo en la Luna.

¿UN PLAN SECRETO?

Las investigaciones Ecuatoriano-Británicas se desarrollaron por 35 días, instalando un generador de electricidad en el campamento base, a escasos metros de la boca misma de la Cueva, descendiendo a diario a las profundidades para desarrollar sus “investigaciones geológicas y biológicas”. Según el informe final, la comisión de estudiosos concluyó que la Cueva de los Tayos no tenía origen artificial, y que no existían indicios de trabajo humano. Todo lo había hecho la naturaleza…
Una conclusión desconcertante teniendo en cuenta los claros dinteles y bloques de piedra que se pueden encontrar en el sistema intraterreno, muy similares a los que halló, paradójicamente, el equipo de arqueólogos de la expedición a mitad de camino entre el campamento base y la unión del río Coangos con el Santiago. Hallaron un muro megalítico de aproximadamente 4,50 metros de largo por 2,5 metros de alto.

El espeleólogo argentino Julio Goyen Aguado -presente en las primeras expediciones a la Cueva de los Tayos, incluyendo la incursión ecuatoriano-británica- sostenía que la expedición de 1976 fue financiada por la Iglesia Mormona, ya que las planchas metálicas que aludía Moricz recordaban las propias planchas de oro que recibiera el profeta Joseph Smith de manos del ángel Moroni. Teniendo en cuenta diversas leyendas mormonas apuntan a que los citados registros estarían ocultos actualmente en algún lugar de la cordillera de los Andes, es curioso notar que la zona donde se ubica la Cueva de los Tayos se denomina “Morona”, similar al nombre del “enviado” que contactara a Smith. Sea como sea, Aguayo -ya fallecido- sospechaba que Stanley Hall pertenecía a los Servicios Secretos del Reino Unido, además de formar parte de la masonería inglesa, sumamente interesada en encontrar la biblioteca metálica. Neil Armstrong, y recordemos bien esto, también era masón.
No obstante a todo ello, aunque el tema de la biblioteca metálica ha atraído a muchos buscadores, en verdad este tesoro oculto despistó a quienes se embarcaban en su busca del verdadero secreto del mundo subterráneo: aquellos seres que grabaron las planchas.

A fin de cuentas, el informe de la Expedición echó por tierra el verdadero secreto que yace en la Cueva de los Tayos, mientras a mitad de todo el jaleo, se llevaban cuatro cajas selladas de madera que no permitieron abrir a los shuaras, quienes se sintieron engañados y estafados. Hoy en día recuerdan claramente aquel triste episodio. Los nativos piensan que se llevaron “algo” de las cuevas… Cuando Neil Amstrong salió de la Cueva de los Tayos -donde permaneció tres días- declaró a los medios de prensa que su visita al mundo subterráneo había superado su vivencia en la Luna (!).

Despues de treinta años de silencio, uno de los pocos supervivientes de las expediciones que exploraron la Cueva de los Tayos en 1976, el escocés Stanley Hall, ha empezado a desvelar en entregas quincenales de su pagina web detalles de su participacion en el tema. Resucita así el interés por las investigaciones de Juan Moricz, el aventurero hungaro que se autoproclamó descubridor de las cavernas y de su supuesta biblioteca. Según Hall, Moricz descubrió el recinto-biblioteca gracias a los aborígenes shuaras, que le pusieron tras la pista de “ciertas cosas” que sus antecesores habían dejado atrás.

Pero Moricz llevó sus especulaciones aún más lejos al asegurar que entre la lengua shuara y el idioma de su tierra natal, el Magyar, existían notables analogías.

Siempre al lado de Moricz estuvo el espeleólogo vasco-argentino Julio Goyen Aguado, de religión mormona, que logró el apoyo para la primera expedición al lugar (1968) junto a directivos de la “Iglesia de los Santos de los Últimos Días”. Lo hicieron porque el relato de Moricz concordaba con el mito de las láminas perdidas del “Libro de Mormón” que dio origen a su fe.

Aunque entonces ni Moricz ni Goyen Aguado pudieron probar la realidad de la biblioteca de los Tayos, Hall consideró que debían revisarse los trabajos de Moricz. A la vez, entre 1997 y 1998, Aguado se interesó en ayudar al productor de televisión Alex Chionetti (del que procede esta información) para elaborar un completo documental sobre el tema y se ofreció a guiarlo hasta la biblioteca perdida. Pero por desgracia, la entonces guerra abierta entre Ecuador y Perú en la región truncaría sus intenciones.

Ahora, parece que partes perdidas de la historia de los Tayos contadas por Goyen Aguado (muerto accidentalmente en una expedición a los Andes argentinos en 1999) reemergen: Aguado nunca reveló a Chionetti que tenía parte de la “biblioteca perdida” en su poder. Fue un acto de silencio y lealtad a Moricz, que no quebrantó en vida ni con su propia mujer. De hecho, ha sido un viejo amigo y compañero de oficina de Aguado, Guillermo Aguirre, quien mientras ayudaba a su viuda a organizar sus archivos y biblioteca, dio con varias laminas de oro y plata presuntamente recuperadas en los Tayos.

Aunque algunas de estas laminas muestran similitudes estilísticas con las del padre Crespi (un salesiano de Cuenca, Ecuador, que contaba con un Museo  privado en su parroquia y que atesoraba fragmentos de la mítica biblioteca, como el de la foto que acompaña a esta información), hay otras de un estilo muy diferente, casi indígena, aunque distinto a la orfebreria regional del área de los Tayos.

Al morir Juan Moricz en 1991 se llevó todas las respuestas de este enigma a su tumba. No dejó testamento. Tan solo un opúsculo con sus interpretaciones acerca del origen de la humanidad y de los magyares en las estribaciones de la cuenca amazonica.

Confíemos que nuevas investigaciones de campo y exploraciones al lugar puedan arrojar en breve alguna luz a esta historia de nunca acabar, y se recupere (si realmente sigue ahí abajo) la biblioteca de oro de los Tayos.

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Conozco a Bolívar G. y  Paulina Y, esposos y a Marcelo Y.; quienes han ingresado a las Cuevas de los Tayos en varias ocasiones, su testimonio es sorprendente por las experiencias vividas en el interior. Es valiosa la documentación fotográfica del lugar propiamente dicho y de sus alrededores. Sus conocimientos van mas allá que las observaciones físicas vistas y encontradas. Espero tener la oportunidad de viajar con ellos ante un proyecto de viajar a la Cueva de los Tayos, mis experiencias también serán compartidas con la humanidad.

HarveyMD

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Expediciones Tayos 1969 y 1976
Los británicos-ecuatoriana Tayos Cuevas de expedición de 1976 fue esencialmente una extensión científica de la "Expedición Moricz 1969" y el "Moricz-Hall Stones Expedición" de 1975.


 

A continuación se presentan fotografías de algunos de los lugares y de los participantes, incluidos los astronautas profesor Neil A. Armstrong , presidente de honor de la expedición de 1976.
 
Tayos espectacular cueva

 Tayos Catedral:
Expedición Moricz 1969

Crespi placa de metal.
Magyar? Sánscrito? Pali?

Tayos inframundo: Coangos
1976
 

Tayos Tumba Cavernosa 1976.
Tumba situado en lo alto de la margen derecha.


Otro enigma puerta

Nivello, Hall, Moricz, Peña y Punin
1975

Tayos 'Anfiteatro'

Padre Pedro Porras G.
Tumba Descubrimiento

Neil Armstrong:
Segundo paso pequeño

El capitán Luis Hernández (1995 'Héroe de Twintza'),
con Armstrong

Armstrong con Holden: parte más profunda del sistema de cuevas


Espeleología británico y Equipos Médicos

 


Ecuador Fuerzas Especiales en el sitio Cueva




Fuente:

 
 http://www.bibliotecapleyades.net/arqueologia/cueva_tayos01.htm


Muchos pueden no estar familiarizados con lo que llamamos la Colección Crespi , pero era / es una de las colecciones más increíble de artefactos de América del Sur y Central, que ha sido traído todos juntos. Padre Carlos Crespi era un monje Silesian- que vivió en Ecuador. Él hizo el trabajo misionero entre la población indígena en los valles remotos durante su vida. Crespi recibido o comprado muchos artefactos de los pueblos indígenas en Ecuador. Cuando se les pregunta, ellos le dijeron que habían encontrado en los sistemas de cuevas subterráneas en las selvas. A medida que pasaba el tiempo, muchas de estas reliquias fueron reunidos y mantenidos en el patio de la iglesia María Auxiliadora. Desafortunadamente, muchos de los artefactos fueron destruidos en un incendio en 1962 o más tarde, cuando la iglesia fue restaurada. Además, muchos se perdieron o terminaron con cazadores de tesoros. Después de Padre Crespi falleció, los artefactos restantes de la colección original se retiraron e hicieron inaccesibles para el público. Algunos todavía pueden ser almacenados en el archivo de bodega de la iglesia Maria Auxiliadora.


Colección del Padre Crespi.   

La edad y el origen de estos elementos aún se desconoce en la actualidad. Padre Crespi nunca trató de clasificar. Los motivos de imagen son extraños, no entendía su significado. Estos objetos muestran las imágenes de una cultura desconocida.
 
Fueron dejados por civilizaciones desconocidas? Las piezas más conocidas son las tabletas de plata, hoja de oro y otras aleaciones con letras y símbolos misteriosos desconocidos.

 
 

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