La Involución del Ser Humano en la Actualidad
Por Harvey Rivadeneira Galiano
Investigador y Conferencista Internacional
En un tiempo marcado por la velocidad, la saturación informativa y el aparente progreso material, el ser humano se enfrenta silenciosamente a una de las crisis más profundas de su historia: la pérdida de su eje interior. No se trata de una caída económica, política o ecológica exclusivamente; lo que vivimos es una verdadera involución del alma, una regresión de la conciencia a estados cada vez más desconectados del sentido, del espíritu y de la armonía cósmica.
Este escrito nace como una reflexión urgente sobre dicha involución. Desde una perspectiva que conjuga filosofía, espiritualidad y pensamiento crítico, invito al lector a observar con profundidad las señales de este proceso de desconexión: la fragmentación interna del ser, la ruptura con la naturaleza, la sobredependencia tecnológica y la pérdida del sentido trascendente.
Pero este análisis no es una condena, sino un llamado al despertar. Porque si bien estamos involucionando en muchos niveles, también es posible —y necesario— un retorno: un viaje de regreso hacia el ser esencial, hacia la sabiduría que ha vivido siempre en lo más profundo del alma humana. Que estas páginas sirvan como espejo, como brújula y como impulso para quienes aún creen en el poder del espíritu y en la urgencia de una nueva humanidad.
Durante siglos, la humanidad ha exaltado la noción de evolución como un progreso lineal e inevitable hacia el conocimiento, la civilización y la perfección moral. Sin embargo, una mirada crítica y espiritual al presente revela una inquietante paradoja: en muchos aspectos esenciales, el ser humano está involucionando. Ya no hablamos solo del colapso ecológico o de las crisis políticas globales, sino de un proceso interno más profundo, silencioso y devastador: el olvido de sí mismo.
En el mundo moderno, el ser humano ha sustituido el cultivo del espíritu por el culto al ego. La espiritualidad, otrora guía y fuente de sabiduría interior, ha sido relegada por el consumismo, el materialismo y la dependencia tecnológica. Se confunde información con sabiduría, comodidad con felicidad, y superficialidad con éxito.
Este fenómeno puede describirse como una involución del alma, donde la conciencia, en lugar de expandirse, se contrae hacia la trivialidad. Lo esencial ha sido sustituido por lo accesorio, y lo eterno por lo efímero.
El ser humano contemporáneo vive fragmentado:
- Mentalmente, disperso entre pantallas, redes y estímulos.
- Emocionalmente, anestesiado o sobrecargado por tensiones que no comprende ni gestiona.
- Espiritualmente, desconectado de su propósito trascendente.
Este quiebre interior impide la armonía, la lucidez y la auténtica evolución. Como dijera el maestro Gurdjieff, “la mayoría de los hombres no pueden hacer porque no son”.
El avance científico y tecnológico ha sido deslumbrante, pero carente de guía moral o filosófica. Hemos llegado a manipular genes, explorar Marte y crear inteligencias artificiales, pero seguimos sin resolver las guerras, el hambre ni el sufrimiento existencial.
Esto representa una involución ética: la tecnología avanza, pero la sabiduría retrocede. Sin un centro moral, el conocimiento se convierte en arma o adorno. La mente se desarrolla, pero el corazón se endurece.
La involución también se manifiesta en la ruptura con la Tierra, madre y maestra de todos los tiempos. La pérdida del vínculo sagrado con la naturaleza refleja una desconexión con lo sagrado en nosotros. Al devastar los ecosistemas, nos devastamos espiritualmente.
En las antiguas culturas, el cosmos era visto como un todo vivo. Hoy, es explotado como recurso muerto. Esta visión mecánica del universo está en la raíz de nuestra involución.
Vivimos en una era de abundancia material, pero de carencia de sentido. Muchas personas sufren de angustia ontológica, una sensación de vacío y desconexión que no puede ser resuelta con objetos ni entretenimiento.
En el contexto de la involución del ser humano contemporáneo, emerge un fenómeno silencioso pero decisivo: la angustia ontológica. Esta no es la angustia común que se deriva de situaciones externas como la pérdida, la enfermedad o el conflicto. Es una inquietud existencial profunda, un eco interior que resuena cuando el ser humano se enfrenta al vacío de sentido, a la fugacidad del tiempo, y a la conciencia de su ser finito.
En el torbellino vertiginoso de la modernidad, donde la técnica ha reemplazado al asombro y la velocidad ha sofocado la contemplación, el ser humano enfrenta una silenciosa pero profunda angustia ontológica. Esta angustia no es miedo común ni ansiedad pasajera: es el grito sordo del alma que ha perdido el vínculo con su razón de ser, su esencia, su propósito profundo de existencia.
La involución del ser humano no se da únicamente en lo biológico o lo cultural, sino en lo espiritual y esencial. En un mundo que rinde culto al tener y ha olvidado el ser, la angustia ontológica surge como una señal de alerta: el ser humano ha dejado de habitar su propia morada interior.
Ya no sabemos quiénes somos, porque hemos dejado de preguntarlo. Ya no miramos al cielo en busca de sentido, porque lo hemos cubierto con neones y pantallas. Hemos externalizado tanto la vida, que hemos vaciado el centro. Esta es la verdadera crisis de nuestra era: la deserción del alma.
Y sin embargo, esta angustia tiene un valor sagrado. Es el susurro del Ser que aún vive en nosotros, llamándonos desde el abismo interior a recuperar la vía de la trascendencia. Es la herida por donde puede entrar la luz, si tenemos el valor de mirar hacia adentro.
La involución del ser humano no es definitiva, pero exige un despertar. Volver a la raíz, al silencio, al misterio que nos habita. Porque solo cuando el ser humano recupere su dimensión ontológica, podrá verdaderamente evolucionar. No hacia afuera, sino hacia adentro. Hacia lo esencial. Hacia el Ser.
En una sociedad hiperconectada pero desconectada del alma, la angustia ontológica se manifiesta como síntoma de una conciencia fragmentada. El individuo, alienado por el consumo, la tecnología y el ruido constante, empieza a intuir que algo esencial le falta. Este vacío existencial puede llevarlo al borde de la desesperanza… o abrirle la puerta a una búsqueda sagrada: la reconexión con su esencia espiritual.
Cuando la angustia ontológica es comprendida y no reprimida, se transforma en una fuerza iniciática. El alma humana, enfrentada a la sombra de su vacío, comienza a recordar su origen trascendente. Así, lo que parecía un abismo se convierte en una llamada al despertar interior, en una invitación a descubrir la verdad del Ser más allá de las máscaras sociales y materiales.
Los grandes sabios, místicos y filósofos han transitado por este valle de sombras antes de alcanzar la luz. Buda, al contemplar el sufrimiento del mundo; San Juan de la Cruz, en su “noche oscura del alma”; Heidegger, al meditar sobre el “ser-para-la-muerte”; todos reconocen en la angustia una etapa necesaria del camino iniciático.
Desde esta perspectiva, la angustia ontológica no es un error, sino un síntoma sagrado de la lucidez. Es el rugido del alma que aún no ha sido completamente anestesiada por la superficialidad moderna. Es el primer susurro del Maestro Interior que llama desde lo profundo.
Caminos para trascenderla
- El silencio interior y la contemplación
- La filosofía existencial y sapiencial
- La práctica espiritual (meditación, oración, autoconocimiento)
- El arte y la belleza como reveladores de lo eterno
- El compromiso ético como forma de integrar el sentido
En tiempos de involución, la angustia ontológica es a la vez señal del extravío y faro del despertar. Reconocerla, nombrarla y abrazarla puede ser el primer paso hacia una revolución interior. Porque solo quien se ha sentido vacío puede volver a llenarse de lo eterno.
Paralela a la angustia ontológica, se despliega con fuerza la crisis de identidad, fenómeno que se presenta cuando el individuo ha perdido el contacto con sus raíces simbólicas, culturales y espirituales. La identidad, entendida no como etiqueta social, sino como el reconocimiento profundo del "quién soy" en un contexto trascendente, se ve constantemente debilitada por los imperativos de una sociedad que promueve lo superficial por sobre lo esencial.
El sujeto contemporáneo, sobreestimulado por imágenes externas, busca pertenencia en estereotipos, modas o ideologías cambiantes. Esta fragmentación interna impide el desarrollo de una identidad sólida, auténtica y centrada en el alma. La crisis de identidad no es un mero problema psicológico: es una desorientación del ser, un extravío del alma que ha olvidado su linaje cósmico y espiritual.
Esta crisis se manifiesta de múltiples formas:
- La pérdida de conexión con la historia y la tradición espiritual propia.
- La adopción compulsiva de estilos de vida ajenos a la esencia individual.
- El debilitamiento del sentido de pertenencia a una comunidad con valores trascendentes.
- La negación o represión de la dimensión interior, lo que produce vacío y desesperanza.
- La confusión entre el “yo social” y el “yo profundo”, que genera un continuo estado de insatisfacción.
En lo más profundo, la crisis de identidad es una fractura entre el ser auténtico y las máscaras adoptadas para sobrevivir en una civilización que premia la imagen por encima de la verdad del alma. Es el grito silencioso de un ser que ha olvidado su nombre verdadero.
Cuando la angustia ontológica y la crisis de identidad son comprendidas y no reprimidas, se transforman en fuerzas iniciáticas. El alma humana, enfrentada a la sombra de su vacío, comienza a recordar su origen trascendente. Así, lo que parecía un abismo se convierte en una llamada al despertar interior, en una invitación a descubrir la verdad del Ser más allá de las máscaras sociales y materiales.
En tiempos de involución, la angustia ontológica y la crisis de identidad son a la vez señales del extravío y faros del despertar. Reconocerlas, nombrarlas y abrazarlas puede ser el primer paso hacia una revolución interior. Porque solo quien se ha sentido vacío puede volver a llenarse de lo eterno. Solo quien ha perdido su nombre puede volver a recibir uno verdadero.
Este vacío es la prueba de una crisis de identidad: el ser humano ha olvidado quién es, de dónde viene y hacia dónde va. Ha perdido la brújula interior que lo orientaba hacia la plenitud.
Pero toda crisis es también un umbral. La involución puede ser la antesala de un nuevo despertar si somos capaces de mirar con valentía hacia dentro. No todo está perdido: el alma humana conserva su chispa sagrada, esperando ser reavivada por el conocimiento interior, la práctica consciente y el servicio amoroso.
El regreso a la esencia del ser requiere:
- Silencio interior.
- Estudio de las sabidurías antiguas.
- Reconexión con la naturaleza.
- Meditación y discernimiento.
- Acción ética y compasiva.
La involución actual del ser humano no es definitiva. Es un reflejo de una humanidad extraviada en sus espejismos, pero aún capaz de recordar su origen divino. No basta con evolucionar técnicamente; es hora de involucionar hacia el alma, hacia lo esencial, hacia el fuego sagrado que nunca se extinguió del todo.
Volver al corazón, volver a la Tierra, volver al Ser: ese es el verdadero camino de retorno.
Bibliografía
Bibliografía Sugerida
- Kierkegaard, S. (1844). El concepto de la angustia.
- Heidegger, M. (1927). Ser y tiempo.
- Sartre, J.-P. (1943). El ser y la nada.
- Frankl, V. (1946). El hombre en busca de sentido.
- Steiner, R. (1904). La ciencia oculta.
- Krishnamurti, J. (1969). La libertad primera y última.
- Gurdjieff, G. (1950). Relatos de Belcebú a su nieto.
- Fromm, E. (1941). El miedo a la libertad.
- Jung, C. G. (1957). La dinámica del inconsciente.
- Gurdjieff, G. I. Relatos de Belcebú a su nieto. Ediciones Sol, 1980.
- Krishnamurti, Jiddu. La libertad primera y última. Kairós, 2005.
- Steiner, Rudolf. La misión de la ciencia espiritual. Antroposófica, 1924.
- Dyer, Wayne. El poder de la intención. Ed. Urano, 2004.
- Tolle, Eckhart. El poder del ahora. Gaia Ediciones, 2000.
- Bhagavad Gītā. Trad. Swami Prabhupāda. Editorial Bhaktivedanta, 1986.
- Tao Te Ching de Lao Tsé. Trad. Thomas Cleary, Shambhala, 1993.
- Los Upanishads. Trad. Juan Mascaró, Penguin Classics, 2000.
- Evangelio de Tomás (Evangelios Gnósticos), Biblioteca de Nag Hammadi.
- Morin, Edgar. La vía: para el futuro de la humanidad. Paidós, 2012.
- Capra, Fritjof. La trama de la vida. Anagrama, 2002.
- Han, Byung-Chul. La sociedad del cansancio. Herder, 2012.
- Lipovetsky, Gilles. La era del vacío. Anagrama, 1993.
Apuntes personales del autor:
- Rivadeneira Galiano, Harvey. Notas inéditas sobre conciencia y espiritualidad en la era digital, Cuadernos de Investigación Personal, 2022–2025.
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