Wikipedia - La Enciclopedia Libre
Varón es un ser humano de
sexo masculino, independientemente de su edad. La palabra
“varón” designa biológicamente al “macho” humano, pero esta última expresión puede ser
peyorativa y reservada a las especies animales y vegetales, mientras el varón
es restringido al hombre como especie. La palabra «hombre»
tiene un mayor abanico de conceptos y por lo mismo la palabra «varón» se usa
cuando se quiere hacer una distinción sexual con la «mujer». Muchas veces la
palabra «hombre» se usa para varones que han alcanzado su edad adulta, mientras
la palabra «varón» no tiene en cuenta la edad. La palabra «varón» en castellano
deriva del latín
vir que traduce literalmente «viga»: el varón era para los romanos «la
viga que sostiene la casa».
La testosterona
es una hormona
androgénica propia del macho en muchas especies, que permite desarrollar los músculos
del varón con poco esfuerzo y es determinante en parte de su desarrollo físico y de las características
sexuales secundarias.
El aparato reproductor masculino garantiza que el varón tenga la capacidad
de fecundar
el óvulo
femenino y en ello la transmisión de la información
genética por medio de la célula
espermatozoidal. Los órganos
sexuales primarios del varón son exteriores, a diferencia de los de
la mujer que son internos. La andrología
es la ciencia que estudia el aparato reproductor masculino.
Entre las características secundarias más comunes que empiezan a
desarrollarse a partir de la pubertad y la edad viril (y que no necesariamente son siempre
así) sin que su ausencia vaya en contra de la identidad masculina, se cuentan
las siguientes:
- Tono de voz grave y fuerte.
- Estatura superior a la femenina.
- Crecimiento de pelo en el rostro (barba
y bigote).
- Tórax
amplio y pelvis
estrecha; forma triangular del torso.
- Mayor volumen corporal.
- Carencia de grasa
subcutánea.
- Mayor tendencia a la calvicie.
- Piel
gruesa y más oscura.
Las características biológicas descritas arriba no bastan para definir la
percepción que el propio individuo tiene de sí mismo. La materia se extiende al
intrincado mundo de la psicología humana, se llama identidad
sexual y comprende un largo proceso en el cual se entremezclan
diversos elementos y la cultura circundante y qué idea tiene esta de la
identidad sexual masculina. En algunos casos la identidad
sexual no coincide con la biología o la genética.
Tanto varones como mujeres son víctimas del mismo tipo de enfermedades
que azotan al género humano, pero cada género tiene una
tendencia mayor a un determinado tipo. Las enfermedades que más se acentúan en
el varón son el Autismo,
el Daltonismo
y el Mal de Alzheimer que ataca principalmente en la
edad mayor, pero puede presentarse en varones jóvenes.
Las expectativas de vida masculina, como las
femeninas, varían considerablemente de acuerdo al desarrollo de cada sociedad.
Sin embargo los estudios estadísticos en muchos países, tanto ricos
como pobres,
coinciden en que las expectativas vitales de la mujer son superiores a las del
varón en un rango de 5 años más para ellas, debido a las circunstancias de cada
sexo, actualmente ésta distancia disminuye; y en un futuro no habrá
prácticamente diferencia
En cuanto a la tasa de mortalidad infantil a nivel global, se considera que
los varones
recién nacidos tienen una mayor esperanza de
vida que las niñas. A esto se suma que en muchas culturas del mundo
la vida de la niña es trágicamente menos valorada que la del varón y en muchos
casos su muerte es provocada en un abierto atentado contra los derechos del niño.
La desfase entre la población neonata
masculina y femenina se equipara durante la adolescencia,
tiempo en el cual aumenta en todos los continentes la morbilidad
masculina por encima de la femenina debido a la tendencia natural
del varón a participar o a ser inducido en confrontaciones armadas, guerras o
simplemente en el desafío del peligro.
Otros riesgos como el consumo de estupefacientes,
alcohol,
enfermedades de transmisión sexual
y violencia
urbana, mayor entre los varones que entre las muchachas, reducen la
población masculina adolescente en todo el mundo.
En estos siglos tanto varones como mujeres tienen los mismos derechos y
obligaciones por lo que la discriminación entre ambos estaría por demás.
En estos últimos años con el avance de la ciencia se ha destituido de las
políticas de muchos países este concepto de machismo o feminismo, por tener
orígenes dañinos, por haberse comprobado la igualdad intelectual, la capacidad
física para todo tipo de trabajos en las mujeres, y psicologías favorables.
La más popular alteración física de la constitución sexual del varón es la circuncisión,
una práctica muy antigua y que tiene desde razones religiosas
hasta de salud.
La circuncisión es una operación que se practica por lo general al recién
nacido con la remoción del prepucio de su pene. Aparte de las razones religiosas que se tienen, la
circuncisión ha probado ser un método de prevención contra el cáncer de
pene. Pero la circuncisión no es tan restringida a un grupo
religioso como muchos piensan. Las estadísticas hablan de que en el mundo por
lo menos un 20% de los varones son circuncisos, especialmente en las sociedades
judías,
América del Norte, las Filipinas,
Corea del Sur
y los países
musulmanes.
Un ser humano del género masculino es varón desde el momento en el cual es concebido:
el espermatozoide
contiene los cromosomas sexuales diferenciados XY,
mientras la hembra
tiene los cromosomas
homogaméticos
XX.
La combinación cromosómica entre el espermatozoide
y el óvulo
determina el sexo
del individuo
concebido,
lo que da como resultado que un feto pueda ser determinado como “hembra” si la combinación cromosómica
es XX
y como varón
si es XY. La combinación genética XX es más frecuente que la combinación
genética XY, mientras que la mortalidad infantil es menor en varones recién
nacidos que en niñas.
El varón infante recibe el nombre de “niño” al menos hasta el inicio de su pubertad.
También es popular llamarlo “mozo”, palabra que lo determina hasta su primera
juventud (aproximadamente hasta los 20 años de edad). Durante este
tiempo comienza todo el proceso de desarrollo físico, psicológico y social como
“varón” que le permitiría desarrollar un rol
determinado por la cultura a su condición humana
masculina.
En este contexto, el varón que llega a la edad adulta y
que alcanza todos los estereotipos sexuales y culturales, es llamado
“hombre”. Es decir, el varón es un ser humano masculino maduro, preparado para desempeñar el rol sexual
masculino en sociedad.
Cultura y estudios de género
La prevalencia del varón en las sociedades da lugar a lo que se ha
denominado como el machismo. Áreas como la política,
la religión
y la ciencia
entre otros han sido vistas tradicionalmente como “cosas de hombres” sin que
deje de ser un supuesto asumido. En general este ha sido el elemento de batalla
de los grupos
feministas. Pero la figura del varón se ha visto además afectada por
múltiples elementos culturales entre los cuales ha jugado un papel importante
el fenómeno de globalización, el feminismo,
las crisis sociales y otros factores. En cuanto a los Medios de comunicación, estos, dominados
especialmente por la Civilización Occidental, han impuesto la
figura greco-romana del varón atlético. En tal caso, la figura del varón
occidental puede verse en muchos casos reflejada en países del mundo en donde
adolescentes siguen las modas de cantantes y actores especialmente.
La discusión acerca de las diferencias entre varones y mujeres,
especialmente en Occidente no es unánime. Psicológicamente, la asociación
tradicional de aptitudes y actitudes a un género normalmente se basa en
suposiciones consolidadas por el hábito de la observación directa, de la
actividad y personalidad de las personas de ambos géneros en el contexto
social. Esta asociación se arraiga principalmente en la edad infantil.
Los estereotipos masculinos varían según el nivel cultural de la sociedad,
la edad y el momento histórico. Por ejemplo, estudiantes y personas adultas
definen de forma diferente lo que se considera masculino. Los estudiantes
elaboran unos estereotipos de rol de género más claramente definidos que las
personas adultas. Los estereotipos masculinos normalmente están más definido
que los estereotipos femeninos. No obstante, esta asignación de
características es cada vez más alejada de la realidad, por lo que los mismos
estereotipos de género van cambiando paulatinamente, conforme al cambio de
tareas tradicionalmente asignadas a uno de los dos sexos como, por ejemplo, la
incorporación de la mujer al mundo laboral. Así mismo, el incremento de la
actividad de las mujeres en los ámbitos deportivos propicia un cambio del
estereotipo tradicional masculino.
Las sociedades
y culturas
orientales
o más conservadoras, asumen muchos de esos estereotipos como lo que es o debe
ser en el varón, pero la era de la globalización
poco a poco los hace entrar en el debate. Entre los estereotipos más célebres
se pueden enumerar:
- Es más agresivo que la mujer.
- Tiene un espíritu mayor de aventura
y es más valiente ante el peligro que la mujer.
- Tiene un espíritu de competitividad más amplio que el de
la mujer.
- Menos empatía y conciencia social que la mujer.
- Una mayor seguridad personal, incluso al punto del orgullo y por lo
tanto un mayor liderazgo que la mujer.
- Menos emocional y más racional
que la mujer.
- Mayor capacidad técnica que la mujer.
- Menos abierto al pensamiento abstracto que la mujer.
Muchos de estos paradigmas tienen fundamento científico, mientras que otros
no. Por ejemplo, no es sencillo separar los elementos innatos de la biología
masculina de aquellos que han sido influenciados por la cultura. En tal caso,
la agresividad puede darse tanto en el varón como en la mujer de acuerdo al
ambiente en que estos se desenvuelvan. La mayor masa corporal y muscular del
varón y las culturas
patriarcales contribuyen a acentuar el estereotipo de la agresividad
masculina. Los grupos feministas en sus estudios señalan que en la violencia
intrafamiliar, el abuso
infantil, el maltrato infantil y la violencia contra la mujer, tienen como
principal verdugo en la mayoría de los casos al varón tanto de países industrializados como en vías de
desarrollo.
Algunos de estos estereotipos se asocian, en ocasiones erróneamente y en
ocasiones acertadamente con los niveles de hormonas sexuales masculinas, como la testosterona,
o la menor cantidad de hormonas sexuales femeninas, como los estrógenos.
En el caso de la agresividad, tradicionalmente relacionada con el nivel de
testosterona, algunos estudios indican que dicha relación no corresponde con
sus resultados.
Desde su nacimiento se viste a los varones de celeste y se les enseña a
creer que productividad, conquista, poder, hiperactividad y penetración son
sinónimos de virilidad. De pequeños se les enseña a no llorar, a no ser
vulnerables, a no quejarse, a no mostrar sus debilidades ni sus sentimientos y
a ser autosuficientes y no pedir ayuda. Se les enseña a confundir acción y
agresión con masculinidad, a rendir en los deportes aún a expensas de su propia
salud, a exponerse a peligros y a deportes de riesgo. Las consecuencias de la
adecuación a este marcado estereotipo social se las puede encontrar en los
servicios de terapia intensiva de los hospitales con mayoría masculina, en la
población carcelaria, donde la gran mayoría de los reclusos son varones, en las
estadísticas de accidentes y en los hechos delictivos que leemos en los diarios
La educación
masculina depende en gran parte de la discusión de los estereotipos
masculinos en el grado en que estos sean asumidos por una sociedad. La
educación entonces que parte desde el hogar
dada al niño, pasa por la formal y se expresa en las relaciones
sociales y en la imagen que presentan los medios de comunicación, tiene diversos
matices que dependen de la cultura del país, continente o región del mundo.
La primera educación de la sexualidad y socialización
del niño parte del hogar. El padre y la madre son los encargados de transmitir la primera información
sobre el rol sexual que desempeñará el niño en sociedad.
En general, el padre transmitirá al hijo varón las características psicológicas
de su sexualidad. En ello entran en juego los
paradigmas asumidos y las maneras de ser del varón en la sociedad en la que
nació. La manera de vestirse, de llevar el cabello, de hablar, de modular la
voz, el tipo de
juegos, los juguetes, las exigencias
disciplinarias diferenciadas entre el hijo varón y la hija mujer, la
casi ausencia de cosméticos y otros muchos elementos, determinan poco a poco la
conciencia propia del ser un varón en sociedad. Llegada la pubertad,
el papel del padre adquiere un rol más activo en la educación del hijo varón.
En muchas culturas
este paso entre el niño y el hombre es celebrado. Entre culturas del orden
natural como tribus
y clanes,
el muchacho debe afrontar un número determinado de desafíos que le permitirán
ser respetado en su grupo social como un varón adulto.
En antiguas culturas célebres por su formación militar como los griegos (Esparta
por ejemplo), China,
Japón
(los Samurái),
los Azteca,
los Quechua
y los Chibcha,
el paso a la edad adulta del muchacho era marcado por su capacidad de
prepararse como un guerrero y su aceptación y aprecio social nacían de su coraje
demostrado en las luchas, artes
marciales y batallas. Pero también la religión
tiene un papel del primer orden en la formación masculina del muchacho. La pubertad
está marcada por un rito de iniciación que da al muchacho un estatus social
y religioso. Por ejemplo, para el Judaísmo
este viene representado en el bar mitzvah, celebración que le da al varón
adolescente el derecho de leer los libros
sagrados en la Asamblea. Para el Cristianismo
ese momento viene marcado por la Confirmación.
Pasada la pubertad,
el muchacho comienza un camino de desarrollo final hacia la adultez en la cual
compite por demostrar la capacidad de su identidad como varón. Los deportes de
competencia y fuerza física, por ejemplo, adquieren una enorme importancia, el
afán por tener una novia, el ingreso en un grupo social de adolescentes (la pandilla),
la búsqueda de una vocación y otros son la preocupación del muchacho,
situaciones no siempre pacíficas. Resta el peligro del consumo de drogas, alcohol,
fumar,
delincuencia
y otros males sociales en el cual el joven ingresa en muchos casos llevado por
el ánimo de una búsqueda de su propia identidad e independencia.
El rol sexual del varón adquiere su máxima
plenitud en el matrimonio como marido y como padre. El rol masculino ha
tenido una diversidad de influencias a lo largo de la historia. La Revolución industrial, la Revolución
Femenina y otros momentos, han tenido sus consecuencias en la figura
del padre y marido. Obviamente partimos de una lectura de Occidente,
porque en otras culturas no occidentales, este papel puede estar marcado por
una concepción más tradicionalista como la llamada Familia patriarcal en la cual la figura
paterna es el centro de toda autoridad. En India y otros sitios de la
tierra, se practica la dote
en la cual el padre de la hija paga una cierta cantidad al padre del hijo
varón. Dicha práctica trae como desventaja principal un cierto desdén en la
concepción de las niñas, las cuales son vistas más como una carga y abre las
puertas al infanticidio femenino. En otros países en
cambio, como Camboya,
la tradición es al contrario, es el padre del hijo varón quien da la dote al padre de la hija.
Pero en ambos casos, la libertad de ambos jóvenes se ve restringida en la
escogencia del cónyuge, la cual es decisión de sus padres. Casos similares se
presentan entre las culturas musulmanas,
muchas de las cuales todavía practican la poligamia,
es decir, el varón puede casarse con varias mujeres.
- Orientación sexual
No siempre la heterosexualidad en el varón fue vista como la única opción.
De hecho, en sociedades antiguas la atracción hacia otros varones y la
actividad sexual con ellos era considerada tan normal como la expresada hacia
las mujeres, y esta característica predomina en la cultura grecorromana. La
milicia utilizó este tipo de relaciones para unir a los guerreros con fines de
autoprotección y compañerismo, mientras que ciertos autores griegos y latinos
dan por hecho que todos los hombres sienten deseo homosexual en algún momento.
Masculinidad
Se entiende por masculinidad un conjunto de características
asociadas al rol tradicional del hombre.
Algunos ejemplos de esas características son la fuerza, la valentía,
la virilidad,
el triunfo,
la competición, la seguridad,
el no mostrar afectividad etc. De manera que a lo largo de la
historia, y todavía hoy día, los hombres
han sufrido una gran presión social para responder con comportamientos
asociados a esos atributos.
Se entiende por «masculinidades» a un conjunto de construcciones
culturales a través de la historia, por las cuales se les asignan a los varones
ciertos roles sociales propios de su género. Desde esta perspectiva se le
asignan, también, otras características a las mujeres.
La masculinidad hegemónica o Machismo
están asociadas directamente con el patriarcado
como lógica de relación y de comprensión del mundo, donde el varón es el género
predominante en la condición humana. Esta postura antropológica
es, desde hace varias décadas, cuestionada a partir de los estudios
antipatriarcales, en particular en los estudios feministas. Estos análisis son
reflexiones, en el mayor de los casos, de prácticas políticas asociadas a
organizaciones de mujeres en busca de la liberación de las mismas.
Los estudios de género con respecto a las mujeres
lograron cuestionar la política sexista como prescripción de género, pero no
con respecto a los varones, por lo cual éstos quedaron fijados en su rol de
género. De esta manera se esquematiza el rol del ejercicio de la masculinidad y
se la confunde con la representación social reduciéndose así las diferencias
entre los varones y aumentándolas con respecto a las mujeres.1
Dentro de los «roles» característicos que se les asigna a la masculinidad hegemónica se encuentran: virilidad, caballerosidad, superioridad, fortaleza, temple, competición, entre otros. Esto lleva a una división social del trabajo desigual donde el varón tiene un lugar en el mundo asociada a la fuerza de trabajo y la mujer al de la reproducción.
«Además, como es el
más fuerte, el más inteligente, el racional, "el hombre de la casa",
debe asumir como propias de su masculinidad una serie de tareas que lo hacen
encarar obligaciones y funciones de manera aberrante (lo mismo que sucede en la
mujer: como la lleva dentro por nueve meses, la parió y puede amamantarla, es
la única capacitada y llamada al cuido de la prole). Así el hombre es el
llamado al sostén y mantenimiento de la familia, a asumirse únicamente como
proveedor de las cuestiones materiales de la familia (obviando nutrir con otros
alimentos básicos de la convivencia humana), a no manifestar preocupaciones
cuando la situación socioeconómica aprieta, etc.»
Las consecuencias de este marcado estereotipo social se puede encontrar en
los servicios de terapia intensiva de los hospitales, en la población
carcelaria, donde la gran mayoría de los reclusos son varones, en las
estadísticas de accidentes, en los hechos delictivos que leemos en los diarios
pues los varones tendrían una mayor propensión a cometer delitos, etc.
Ser varón es un factor de riesgo tanto para las estadísticas de suicidio como para las estadísticas de accidentes de tránsito.
Ser varón es un factor de riesgo tanto para las estadísticas de suicidio como para las estadísticas de accidentes de tránsito.
Esto no se debe a que la violencia o la agresividad sean algo inherente al
ser varón
sino a que los varones son más reticentes a consultar cuando se sienten mal y
por eso suelen terminar internados cuando la situación ya es grave, a que los
varones tienden más que las mujeres a exponerse a situaciones de riesgo porque
eso es lo que se espera de ellos y porque son empujados socialmente a la pelea,
la disputa, la demostración de fuerza física y el despliegue muscular.
Desde su nacimiento se los viste de azul, se les enseña a no quejarse, a no mostrarse vulnerables porque eso significa debilidad, a no demostrar sus sentimientos en especial la ternura, a no pedir ayuda, a ser siempre activos y no mostrar su desconocimiento, a confundir acción y agresión con virilidad, a confundir el poder, la productividad, la conquista, la hiperactividad y la penetración con masculinidad, a luchar hasta no dar más, a rendir en los deportes a expensas de la propia salud, se les indica que no deben llorar, que deben competir y ganar siempre en las peleas, sobresalir en los deportes de riesgo, exponerse a peligros sin sentir temores, entre otros.
Desde muy pequeños a los varones se les retacea la ternura que se les brinda a las niñas condenándolos a la independencia, la madre les niega los besos y abrazos que prodiga a sus hermanas, no se los halaga por sus esfuerzos de seducción sino que se les enseña a no ser coquetos, no se los protege contra la angustia de la soledad porque «los hombres no tienen miedo», a través de frustraciones experimentan desde muy temprano el desamparo, su destete es más brutal que el de las niñas, se le dice «un hombre no pide besos», «un hombre no se mira en el espejo», «un hombre no llora». Se les inculca desde muy temprano el orgullo por la trascendencia de su sexo como compensación por todas las frustraciones padecidas.
Para la sociedad la eficiencia del varón se identifica exclusivamente con el rendimiento productivo, laboral, económico, profesional o bélico, sin tener en cuenta sus reales necesidades tanto emocionales como físicas, sus sentimientos, su salud física o mental o su deseo sexual. Los varones son compelidos a tener una vida sexual frecuente y a estar siempre disponibles, como si más fuera sinónimo de mejor, con lo que la sexualidad masculina se convertiría más en un mandato social que en un placer singular.
Pero como estos «valores masculinos» son socialmente más valorizados que los «valores femeninos», muchas veces los varones tienden a confundir más fácilmente identidad personal con identidad de género que las mujeres, o sea, lo que se espera de ellos según el estereotipo social, con lo que realmente son.
La búsqueda de nuevas masculinidades está asociada a la posibilidad de
pensar un acompañamiento o una cooperación a los procesos de liberación de las
mujeres. Estas nuevas masculinidades han establecido una brecha entre aquellos
roles estereotipados históricamente y la posibilidad de establecer relaciones
igualitarias entre varones, mujeres y otras identidades sexuales.
«Ciertos estudios
confirman la existencia, en diferentes sociedades e incluso en una misma
sociedad, de múltiples masculinidades. Ahora bien, algunos investigadores
sociales encontraron, como un factor común en la mayoría de los grupos sociales
por ellos estudiados, una misma tendencia a exaltar un modelo de masculinidad
por encima de otros existentes, el cual se busca imponer de forma hegemónica a
todos los varones pertenecientes al grupo. También establecieron que en la
constitución de tales modelos hegemónicos intervienen factores de diferentes
órdenes: políticos, económicos, sociales y culturales.»
Desde hace algunas décadas, varones preocupados por la imposición de relaciones de dominación sobre las mujeres a partir del patriarcado, se han comenzado a organizar para acompañar a las mujeres en sus luchas. Dichos colectivos de «Varones Antipatriarcales» hacen aportes a las críticas al capitalismo a partir de matrices de pensamiento alternativas, muchas veces ligadas a las prácticas feministas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario