La masturbación, tanto femenina como masculina, es la estimulación
de los órganos genitales con el objeto de obtener
placer sexual, pudiendo llegar o no al orgasmo.
El verbo «masturbar» hace referencia a la práctica de la masturbación. La
masturbación puede realizarse por uno mismo en solitario o como estimulación
realizada sobre los genitales de otra persona con los mismos fines placenteros,
como ocurre en la masturbación mutua.
La masturbación suele efectuarse con las manos o mediante el frotamiento de
los genitales contra algún objeto adecuado, como los llamados «juguetes
sexuales», para obtener este tipo de excitación.
Se atribuye a Sigmund Freud el descubrimiento de que la
masturbación es algo común en la infancia. Curiosamente, el padre del psicoanálisis sostuvo
hasta una edad avanzada que la masturbación adulta era la causa de una de las
formas de neurosis conocidas por aquel entonces bajo el nombre de neurastenia,
equivalente en la actualidad a la llamada fibromialgia
o fatiga crónica.
Sin embargo, debemos más el conocimiento de la sexualidad humana en la
actualidad a un coetáneo suyo: Havelock
Ellis. Este autor no sólo señaló que la masturbación era común en
los hombres, sino que también se trataba de una práctica habitual en las
mujeres de todas las edades.
Se han empleado diferentes términos a la hora de denominar a esta actividad
sexual: autoerotismo, ipsación, masturbación, onanismo,
entre otros. En todo caso, el origen del vocablo masturbación es
incierto. La primera referencia conocida viene de Marcial,
un poeta satírico hispanorromano del siglo I
de la era cristiana. La voz podría derivar de una palabra compuesta por raíces latinas:
manus, "mano" y turba, "alteración",
"perturbación", "excitación". Con lo que masturbación
significaría "excitar el pene". También podría proceder exclusivamente del latín:
manus stuprare, "violar con la mano", o manus turbare,
"excitar con la mano".
En todo caso, suele preferirse manus stuprare, porque históricamente
se ha considerado "sucio" masturbarse. Aunque manus turbare resulta
más ecléctico e indica en qué consiste el acto y no prejuzga ni el sexo de
quien lo practica, ni si la actividad a la que se refiere es buena o mala.
A pesar de utilizarse como sinónimos, el término "onanismo"
no significaba en su origen lo mismo que masturbación. La palabra hacía alusión
al coito interrumpido, actividad sexual que habría
practicado el personaje bíblico Onán con la viuda de su hermano.
El patriarca
Judá
tuvo tres hijos: Er, Onán y Selá. A su debido tiempo, casó al malvado Er con una cananea
llamada Tamar, pero el dios
Yahveh,
avisado de la maldad de Er, lo hizo morir. Entonces Judá le pidió a Onán que se
casara con su cuñada y procurara descendencia a su hermano muerto —un favor que
después Moisés
haría obligatorio con la Ley del levirato—. No obstante, Onán
sabía que aquella descendencia nunca sería suya y por ello «trillaba dentro
pero sembraba fuera»; es decir, aunque tenía relaciones sexuales con Tamar a
menudo, practicaba el coitus interruptus, literalmente 'coito interrumpido', eyaculando
fuera de la vagina
de su cuñada. De esta manera, evitaba tener que mantener hijos que no llevarían
su propio apellido e impedía que la herencia de su padre se repartiera. Por
este pecado Dios hizo que la Tierra se lo tragara.
Para lograr una descendencia propia, Tamar hizo que el patriarca Judá
tuviera relaciones sexuales con ella disfrazándose de prostituta sagrada,
llamadas q'desháh en contraposición a las prostitutas laicas.
Con el paso de los años, el significado ha ido variando y hoy en día es
sinónimo de masturbación. Otro frecuente eufemismo
generado por esta historia es "mal de Onán".
Existen variantes en la masturbación. La mayoría de los hombres se
masturban agarrando el pene
con la mano, moviéndola de arriba hacia abajo o de atrás hacia adelante, según
la postura del individuo. Otros no utilizan toda la mano sino que agarran la
zona del frenillo
entre los dedos índice y medio, y el pulgar por el otro lado. Otra técnica es
emplear las dos manos en el pene. Otros sólo frotan su pene con una mano y con
la otra se estimulan los testículos o pezones, entre otras partes del cuerpo.
Los hombres no circuncidados, no suelen necesitar el uso de
lubricantes, porque el prepucio ya mitiga los efectos del roce directo por sí solo,
aunque los hay que los emplean para añadir sensaciones a su actividad. El uso
de lubricantes es más frecuente entre los hombres que tienen su pene circuncidado,
con el fin de facilitar el deslizamiento de la mano sobre el glande.
Existen artilugios eléctricos y mecánicos para que los hombres se
masturben: muñecas inflables, vaginas
artificiales, bombas de vacío, etc. También pueden utilizar vibradores,
concentrando su actividad sobre el frenillo
Masturbación femenina
La mayoría de las mujeres se masturba estimulando la zona del clítoris.
Una cuarta parte de ellas suelen añadir también el estímulo vaginal
introduciéndose sus dedos para incrementar la sensación placentera. Pero el
estímulo exclusivo de la vagina para masturbarse es un procedimiento
minoritario, a pesar de lo que muestran las películas pornográficas.
Las mujeres suelen utilizar los dedos para masturbarse. Estimulando el
clítoris indirectamente al frotarlo a través del prepucio del clítoris o, menos
frecuentemente, estimulando directamente el glande del clítoris. Suelen lubricarse los
dedos, sobre todo si estimulan directamente el glande del clítoris, bien introduciéndolos de
vez en cuando en la vagina
para extender su humedad al clítoris o, bien, mojándolos con su propia saliva.
La gran mayoría de las mujeres se masturban acostadas, o en el baño, y con
las piernas abiertas, un 10% lo hace boca abajo y las piernas más juntas o muy
juntas. La mitad de estas últimas no emplean los dedos para masturbarse, sino
que se frotan contra una almohada, el rebujo de las sábanas o montando algún
peluche. El 3% de las mujeres se masturba en cualquier postura simplemente
contrayendo los muslos. Otro 2% lo hace empleando el chorro de agua de la ducha
o la bañera. Y existe un 2% más que lo hace sin manos, estimulándose sólo con
fantasías. A pesar de las numerosas técnicas existentes para masturbarse, la
mayoría de las mujeres (71%) suelen serle fiel a una de ellas durante toda su
vida.
El uso de dildos, vibradores y otros juguetes eróticos parece estar
extendiéndose entre la población femenina. No resulta fácil saber cuántas los
emplean. Pero las diferentes encuestas demuestran que entre una de cada cuatro
y dos de cada tres mujeres, según los países, utilizan estos artilugios.
Extensión de la
masturbación
Prácticamente toda la población sana se masturba desde edades tempranas
hasta el final de su vida, si su salud se lo permite. Se han visto con
ecografías a fetos de ambos sexos masturbándose en el seno materno.
El análisis de las estadísticas arrojan como cifra probable de hombres que
se masturban la del 92% o 94%. Para las mujeres, los datos son más inseguros
por la conocida inhibición femenina a la hora de reconocer esta práctica. Pero
del estudio de las diferentes cifras manejadas por los investigadores, se sabe
que se masturban entre el 85% y el 93% de las mujeres, en conjunto. Si el
análisis se centra sólo en las mujeres orgásmicas, y lo es el 90% de la
población femenina, se encuentra que se masturban entre el 91% y el 99% de
ellas, prácticamente todas. Sin embargo, otras fuentes indican que el número de
mujeres orgásmicas podría ser mucho menor. Según el Journal of the American
Medical Association, un 43% de las mujeres americanas siguen padeciendo
disfunciones que les impiden alcanzar el orgasmo.
La masturbación a lo
largo de la historia
La medicina
moderna reconoce que la masturbación no produce daños significativos a corto o
largo plazo, y la considera una práctica normal, incluso antiestresante.
A lo largo de la historia, sin embargo, siempre hubo voces que afirmaron
que la masturbación era un acto inmoral. La base de tal criterio residiría,
según esas voces, en que la masturbación impediría que la especie humana se
mantuviera viva sobre el planeta por la emisión improductiva de semen en el caso de la
masculina. Y en el caso de la masturbación femenina se afirmaba que si las
mujeres se masturbaban podrían alejarse de los hombres por preferir
autocomplacerse.
No fue hasta el siglo XVIII que al supuesto "daño
moral" que ocasionaría la masturbación se añadió el "daño
físico": comenzó a decirse que la masturbación, además de condenar las
almas, ocasionaba un sinnúmero de enfermedades. Se idearon muchos métodos para
descubrir a los niños y niñas masturbadores y se crearon numerosos remedios
contra la masturbación. Algunos de ellos incluían: circuncisión sin anestesia,
guantes ásperos, aparatos especiales que impedían acceder a los genitales,
descargas eléctricas, tratar los genitales con ortigas, o
extirparlos quirúrgicamente.
En décadas posteriores, el terrorismo psicológico reemplazó a las otras
medidas. Por ejemplo, se decía a los niños que si se masturbaban les crecerían
pelos en las manos, la cara se les volvería verde, se les secaría el pene o el clítoris,
se volverían locos, les saldrían granos en la cara... En los EE. UU.
y otros países angloparlantes, se comenzó a practicar de forma rutinaria la circuncisión
neonatal debido a un supuesto efecto preventivo contra la masturbación y la
clitoridectomía a las chicas que eran descubiertas haciéndolo. Esta última se
abandonó bien entrados los años treinta, pero la circuncisión neonatal de
los varones se sigue practicando.
Afirmaciones populares
acerca de la masturbación
Según explica el psiquiatra español Jesús Ramos Brieva, existen diversos prejuicios
en la cultura popular en relación con la masturbación:
Los hombres se masturban más
Suele afirmarse que los hombres se masturban con una frecuencia semanal,
que es el doble de veces la de las mujeres. Pero existen investigaciones que
demuestran que los hombres mienten sistemáticamente en las encuestas sexuales
exagerando la frecuencia con la que acuden al autoerotismo, mientras que las
mujeres mienten en sentido contrario, minimizando la frecuencia (es típica la
respuesta femenina de hacerlo una vez al mes). Si corregimos las afirmaciones
de unos y otros, como han realizado algunas investigaciones serias, los datos
tienden a converger: así, hombres y mujeres se masturban con una frecuencia
similar.
Los hombres comienzan a masturbarse antes que las mujeres
Según los estudios recopilados por Ramos Brieva, tampoco es cierto que los
hombres se inicien en la masturbación antes que las mujeres por tener un órgano
sexual tan "evidente" y que tienen que tocarse a diario por razones
fisiológicas e higiénicas.
Está demostrado que hay más mujeres que hombres que se inician en la
masturbación antes de los 10 años de edad. Lo hacen así entre el 20% y el 42%
de las mujeres, al menos, y entre el 3% y el 13% de los hombres. También hay un
42% a 52% de mujeres que comienzan a hacerlo, como los hombres, durante la
adolescencia. Por eso, las mujeres aprenden a masturbarse espontáneamente con
mayor frecuencia que los hombres (lo hacen siendo más niñas y sin haber hablado
con nadie del tema), quienes suelen iniciarse más tarde, tras hablar con sus
compañeros o leer sobre el tema (mujeres: entre el 57% y el 62%; hombres: 28%)
Las personas dejan de masturbarse cuando inician relaciones sexuales
Según los estudios citados en la obra, los hombres y las mujeres continúan
masturbándose después de establecer relaciones de pareja. Incluso aunque tales
relaciones sean satisfactorias, el 75% de los varones y el 75% al 91% de las
señoras emparejados continúan haciéndolo.
Se ha observado que mientras la frecuencia con la que los hombres emparejados
acuden a la masturbación disminuye desde el momento que comienzan a tener
relaciones sexuales y sigue descendiendo con el paso del tiempo, en las mujeres
la frecuencia se mantiene igual o aumenta en la mayoría de los casos, sobre
todo entre las que son más jóvenes. Esta idea contradice, igualmente, la
afirmación popular.
Quienes se masturban se aíslan socialmente
El psiquiatra Jesús Ramos niega este supuesto, concluyendo que la
masturbación no produce aislamiento, habiéndose comprobado que la mayoría de
los seres humanos se masturban y tienen relaciones sexuales con normalidad.
Otras fuentes explican que en las personas aisladas que no saben
relacionarse con los demás se desarrolla la masturbación como forma de
satisfacción sexual al no tener la oportunidad de desarrollar la actividad
sexual que apetece compartir con otras personas, al no ser capaces de
relacionarse con esas personas.
Cultura popular
- Las enseñanzas de la Iglesia Católica sobre la masturbación fueron la inspiración para la canción Todo esperma es sagrado en la película de los Monty Python: El sentido de la vida.
- En el tema "Yo quiero ser muy promiscuo", del cantautor madrileño Ismael Serrano, el artista pone en boca de su protagonista la afirmación de que "quiere ser muy promiscuo, [...] porque está un poco harto del pecadillo de Onán". El mismo autor en el tema "Canción del amor propio" canta: "...y allá voy, menudo soy, me dedico un arrechucho, sin riesgos, sin contemplaciones, dudo que nada me satisfaga mejor que un servidor".
La masturbación
trascendental es un un término acuñado por la sexóloga
Betty Dodson que sugiere
la idea de que la masturbación puede ser una práctica ritual de desarrollo personal, que incluye técnicas de meditación
con el fin de promover la salud y lograr la armonía cuerpo-mente. Esta práctica
incluye técnicas que provienen del tantra hindú.[1
Se denomina cultivo
en solitario o ejercicio genital, a aquellas prácticas taoístas
de masturbación
encaminadas al desarrollo de la propia sexualidad, el desarrollo personal y la promoción de la salud. Una de sus
principales técnicas está encaminada al desarrollo de la capacidad de controlar
la eyaculación.
El término cultivo en solitario fue introducido en occidente a través
del maestro taoísta Mantak Chia.
La actividad sexual en los humanos
es una forma natural de intimidad física. Puede ejercerse con el propósito de la reproducción
biológica, trascendencia espiritual, para expresar afecto
o por placer y entretenimiento (conocido en este contexto como
"gratificación sexual"). El deseo por el sexo
es una de las motivaciones básicas del comportamiento humano. Todas las especies
animales que tienen reproducción sexual, y todas las culturas humanas, tienen
una serie de conductas que se dividen en: cortejo,
intimidad y actividad sexual.
El comportamiento sexual humano es por lo tanto el comportamiento
que desarrollan los seres humanos para buscar compañeros sexuales, obtener la
aprobación de posibles parejas, formar relaciones, mostrar deseo sexual, y el coito.
Este comportamiento se estudia en dos grandes áreas: la antropología
(las prácticas de diversas culturas), y la informativa
(conocimientos que pueden ser útiles a los individuos que pueden involucrarse
en este tipo de comportamientos, o que consideran la posibilidad de llevar a
cabo una actividad sexual).
El comportamiento sexual humano es una expresión muy amplia. Se refiere
tanto a comportamientos usuales como a los menos frecuentes, e incluye toda una
serie de comportamientos sexuales desde las relaciones matrimoniales hasta el abuso sexual.
Aunque en muchos casos el comportamiento sexual se dirige o se lleva a cabo
dentro de una relación, no es un elemento imprescindible, y hay muchos
comportamientos sexuales fuera de una relación interpersonal.
En la actualidad el onanismo o masturbación sigue siendo visto como un tabú y tachado como actividad vergonzante, pero no siempre fue así. En la antigüedad era un acto común, personal y privado (la mayoría de veces), pero jamás denigrante ni prohibido por ninguna ley. No está muy claro desde cuando empezó a ser condenada y vista como algo perverso y amoral, pero de lo que si estamos seguros, es que gran parte de la culpa fue de la iglesia.
Los mitos más antiguos de la Mesopotamia y Egipto hablan del dios Apsu, que nació del océano primigenio, creándose a sí mismo mediante masturbación, saliva y lágrimas, y de esa forma dio vida a la Vía Láctea. Por eso no es nada raro que las reinas egipcias fueran enterradas hace más de cuatro mil años con todos los objetos que necesitarían en el más allá, principalmente ropa, peines y sus dildos (también llamados consoladores).
Aunque sólo el rígido código de los espartanos condenaba la masturbación, el resto de griegos la consideraba un don de los dioses puesto que el dios Hermes le enseñó a su hijo Pan, más conocido como Fauno, a masturbarse para aguantar el desdeño de la ninfa Echo. El Fauno aprendió bien la lección, superó su dolor y transmitió la enseñanza a los primeros pastores de la arcadia griega.
La masturbación era común en hombres y mujeres, pero es importante destacar que, por más que haya sido un obsequio de los dioses, era considerada una actividad privada y muy personal, aunque como toda regla tenía su excepción. Por ejemplo, el filósofo Diógenes se levantaba la toga y se masturbaba frente al público en el ágora. Obviamente el pueblo se sorprendía y las chicas -unas más, unas menos- se sonrojaban. Diógenes trataba de enseñar que todas las actividades humanas merecen ser hechas en público, que ninguna de ellas es tan vergonzosa como para requerir privacidad. De todas formas, aunque innovadora y audaz en todo sentido su propuesta, sus contemporáneos no estuvieron de acuerdo y no fue secundada.
El famoso médico griego Galeno sostenía que la retención de semen en el organismo era peligrosa y causante de mala salud. Citaba al mismo Diógenes como ejemplo de una persona culta, que practicaba el sexo y también se masturbaba para evitar los riesgos de la retención.
Los dramaturgos también mencionaban los consoladores en sus comedias, mientras los artesanos los representaban en sus jarras y cuencos. La ciudad de Mileto para esa fecha, se había hecho famosa en todo el Mediterráneo debido el cuero con el que confeccionaban sus consoladores. Tanto así, que Lisístrata, la heroína de la obra homónima de Aristófanes, se quejaba tristemente de la escasez de dildos:
“Y ni siquiera de los amantes ha quedado ni una chispa, pues desde que los milesios nos traicionaron, no he visto ni un solo consolador de cuero de ocho dedos de largo que nos sirviera de alivio «cueril». Así que, si yo encontrara la manera, ¿querríais poner fin a la guerra con mi ayuda?”
Línea 110
Para quienes no lo saben, Lisístrata es una comedia que narra la historia de un grupo de mujeres que decidieron suspender las relaciones sexuales con sus maridos, hasta que estos pusieran fin a la interminable guerra entre Atenas y Esparta. Para cumplir su objetivo, echan de menos los buenos consoladores de Mileto confeccionados con piel de perro, si, de perro.
Hay algo que es importante señalar, y es que la masturbación entre los hombres griegos adultos, también era vista como un signo de pobreza, ya que cuando tenían dinero preferían pagar a una trabajadora sexual.
Bueno, continuando con el curso de la historia, la masturbación cayó en desgracia en Europa con el inicio del cristianismo, pero lo curioso es que la Biblia no hace mención alguna sobre la masturbación. A pesar de eso, los primeros padres de la iglesia se oponían a esta práctica del mismo modo que a cualquier tipo de sexo no reproductivo. Por ejemplo, Augustine de Hipona (350–430 d.C), un obispo influyente de los primeros años de la iglesia cristiana, enseñaba que la masturbación y otras formas de relaciones sin penetración eran pecados peores que la fornicación, la violación, el incesto o el adulterio. Sostenía que la masturbación y otras actividades sexuales no reproductivas eran pecados "antinaturales" porque eran anticonceptivos. Como la fornicación, la violación, el incesto y el adulterio podían conducir al embarazo, eran pecados "naturales" y por lo tanto muchos menos graves que los pecados "antinaturales". De esta manera y desde esta fecha, la masturbación fue considerada como un pecado más grave que una violación o el incesto.
Agustín de Hipona, por Boticcelli
La condena de Augustín de Hipona a la masturbación como pecado antinatural fue aceptada por toda la iglesia durante la Edad Media y restablecida en el Siglo XIII por Santo Tomás de Aquino en su Summa Theologica.
La historia bíblica de Onan, citada frecuentemente como un texto en contra de la masturbación, en realidad se refiere al pecado que cometió Onan al rehusarse a obedecer el mandamiento de Dios de fecundar a su cuñada viuda. Onan copuló con ella pero se retiró antes de eyacular y "derramó su simiente" fuera del cuerpo de la mujer, o sea realizó un común y silvestre coitus interruptus. La Ley de Moisés dictaba que cualquier persona que derramase su semen en tierra infértil lo estaba haciendo en el lugar incorrecto. En el siglo XVI Martín Lutero confunde aquel interruptus con "palma de la mano", y con eso contribuye a aumentar el estigma que ya llevaba.
La historia bíblica de Onan, citada frecuentemente como un texto en contra de la masturbación, en realidad se refiere al pecado que cometió Onan al rehusarse a obedecer el mandamiento de Dios de fecundar a su cuñada viuda. Onan copuló con ella pero se retiró antes de eyacular y "derramó su simiente" fuera del cuerpo de la mujer, o sea realizó un común y silvestre coitus interruptus. La Ley de Moisés dictaba que cualquier persona que derramase su semen en tierra infértil lo estaba haciendo en el lugar incorrecto. En el siglo XVI Martín Lutero confunde aquel interruptus con "palma de la mano", y con eso contribuye a aumentar el estigma que ya llevaba.
Para el Siglo XV, el teólogo Jean Gerson en su modelo penitencial De Confessione Mollities, aleccionaba a los sacerdotes sobre cómo inducir a las mujeres y a los hombres a confesar "ese detestable pecado". Gerson sugería guiarlos con una inocente pregunta así: "Amigo, ¿recuerda haber tenido el pene erecto durante su niñez, alrededor de los 10 o 12 años?" Luego, sugería pasar a preguntarle directamente al penitente si se había tocado o eyaculado.
Los manuales de penitencias también especificaban las sanciones correspondientes, que, hay que decirlo, eran relativamente leves en comparación a otras penas. Generalmente fluctuaban en el rango de los treinta días de oraciones especiales y ayuno. Vamos, una bagatela.
Los manuales de penitencias también especificaban las sanciones correspondientes, que, hay que decirlo, eran relativamente leves en comparación a otras penas. Generalmente fluctuaban en el rango de los treinta días de oraciones especiales y ayuno. Vamos, una bagatela.
A fines del siglo XVI, el científico Gabriello Fallopio les enseñaba a los varones a tirar de sus penes de forma enérgica y frecuentemente para estirarlo, fortalecerlo y de este modo aumentar su potencia de procreación, pero sus teorías igual fueron repudiadas por la iglesia.
En el siglo XVIII hace su aparición el nefasto médico Samuel August Tissot, con un libro publicado en 1760 que debió haber sido quemado. De ese pafleto se editaron cientos de ediciones que fueron leídas desde Voltaire y Rousseau hasta los fundadores de los Estados Unidos, en el que se difundían los más horripilantes mitos acerca de la masturbación y del síndrome "post-masturbatorio". Europa y Norteamérica se empaparon de las advertencias que hacía Tissot sobre la masturbación y curiosamente fue publicado hasta bien entrado el siglo XX, logrando crear un temor casi universal. En su tratado Tissot ilustra una anécdota de un hombre, que según el autor, había recibido tratamiento tardío para la terrorífica enfermedad:
En el siglo XVIII hace su aparición el nefasto médico Samuel August Tissot, con un libro publicado en 1760 que debió haber sido quemado. De ese pafleto se editaron cientos de ediciones que fueron leídas desde Voltaire y Rousseau hasta los fundadores de los Estados Unidos, en el que se difundían los más horripilantes mitos acerca de la masturbación y del síndrome "post-masturbatorio". Europa y Norteamérica se empaparon de las advertencias que hacía Tissot sobre la masturbación y curiosamente fue publicado hasta bien entrado el siglo XX, logrando crear un temor casi universal. En su tratado Tissot ilustra una anécdota de un hombre, que según el autor, había recibido tratamiento tardío para la terrorífica enfermedad:
". . . fui a su hogar y lo que encontré era más un cadáver que un ser vivo yaciendo sobre heno, escuálido, pálido, exudando un hedor nauseabundo, casi incapaz de moverse. De su nariz fluía agua sanguinolenta, babeaba constantemente, sufría ataques de diarrea y defecaba en su lecho sin notarlo, había un flujo constante de semen, sus ojos, saltones, borrosos y sin brillo habían perdido toda capacidad de movimiento, su pulso era extremadamente débil y acelerado, su respiración era dificultosa, estaba totalmente emaciado, salvo en los pies que mostraban signos de edema."
"El trastorno mental era igualmente evidente, no tenía ideas ni memoria, era incapaz de conectar dos oraciones, no tenía capacidad de reflexión, sin temor por su destino, falto de todo sentimiento salvo el de dolor que volvía por lo menos cada tres días con cada nuevo ataque. Esto lo hundía al nivel de una bestia, un espectáculo de horror inimaginable, era difícil de creer que alguna vez había pertenecido a la raza humana. Murió varias semanas después, en junio de 1757 con todo su cuerpo cubierto de edemas."
"Los problemas que experimentan las mujeres son tan explicables como los de los hombres. Como los humores que pierden son menos preciosos, menos perfectos que el esperma masculino, no se debilitan tan rápidamente; pero cuando se entregan excesivamente, por ser su sistema nervioso más débil y naturalmente con mayor inclinación a los espasmos, los problemas son más violentos."
Así se representaba la agonía de un hombre aquejado del mal de la masturbación
También en la época victoriana se vio a la masturbación casi como la raíz de muchos de los problemas del mundo. Varios libros de medicina del siglo XIX describen como secuelas directas de la masturbación el aletargamiento, locura pasiva y la inevitable pérdida del cabello. Imagínense la mala fama que se llevaba un pobre calvo inglés. Algunos textos incluso la consideraban una práctica potencialmente mortal. "En mi opinión", escribió el Dr. Reveillè , "ni la peste ni la guerra han tenido efectos tan desastrosos para la humanidad, como el miserable hábito de la masturbación". Empezó entonces una lucrativa oleada de tratamientos para esta “enfermedad”, llevando a los curanderos hasta los Estados Unidos. Se patentaron dispositivos insólitos para evitar las erecciones nocturnas no deseadas.
Igual, en esta misma época se presentó un curioso fenómeno: los médicos solían combatir la histeria femenina acariciando manualmente el clítoris de las pacientes hasta que pudieran alcanzar el orgasmo, que en esa época era conocido como paroxismo histérico, puesto que consideraban que el deseo sexual femenino reprimido era una enfermedad. Increíblemente esta costumbre dio origen al nacimiento de los vibradores ya que los médicos se cansaban de manipular manualmente "tantos clítoris".
Ya a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, aparece Sigmund Freud y reconoce que la masturbación podía tener efectos beneficiosos como como aliviar el estrés y evitar las enfermedades de transmisión sexual, sin embargo advertía que la masturbación podía causar trastornos neuróticos, especialmente neurastenia.
El siglo XX fue avanzando y con el los conocimientos médicos (fisiológicos y psicológicos). Los expertos comenzaron a descartar los argumentos de que la masturbación causaba trastornos físicos, no obstante, muchos seguían manteniendo la creencia de que la masturbación era la consecuencia o conducía a trastornos mentales. En 1930, por ejemplo, el sexólogo Walter Gallichan, advertía que la masturbación en las mujeres era la causante de la apatía y frialdad femenina, que "sus gratificaciones solitarias opacaban su sensibilidad para el coito matrimonial".
A mediados de siglo el estigma contra la masturbación seguía siendo todavía muy fuerte. Los estudios demostraban que nueve de cada diez niños a los que se los encontraba masturbándose eran severamente amenazados, castigados y aterrorizados con el argumento de que se volverían locos o ciegos, o que les iban a cortar el pene o a coser la vagina. Un 82% de los alumnos de primer año de la universidad, todavía creían que la masturbación era peligrosa.
Tuvo que llegar Alfred Kinsey (junto a un grupo de colegas) y publicar los resultados de más de 15 años de investigaciones sobre la conducta sexual humana. Una de las contribuciones más importantes de ese trabajo fue precisamente considerar a la masturbación como algo normal y debilitar el estigma que la rodeaba. Los resultados eran reveladores: el 97% de los hombres y el 62% de las mujeres se habían masturbado alguna vez en su vida y habían alcanzado el orgasmo.
A mediados de siglo el estigma contra la masturbación seguía siendo todavía muy fuerte. Los estudios demostraban que nueve de cada diez niños a los que se los encontraba masturbándose eran severamente amenazados, castigados y aterrorizados con el argumento de que se volverían locos o ciegos, o que les iban a cortar el pene o a coser la vagina. Un 82% de los alumnos de primer año de la universidad, todavía creían que la masturbación era peligrosa.
Tuvo que llegar Alfred Kinsey (junto a un grupo de colegas) y publicar los resultados de más de 15 años de investigaciones sobre la conducta sexual humana. Una de las contribuciones más importantes de ese trabajo fue precisamente considerar a la masturbación como algo normal y debilitar el estigma que la rodeaba. Los resultados eran reveladores: el 97% de los hombres y el 62% de las mujeres se habían masturbado alguna vez en su vida y habían alcanzado el orgasmo.
Alfred Kinsey
Es curioso. Los hombres, la sociedad, podían aceptar el informe de Kinsey sobre las actividades sexuales masculinas, pero no podían aceptar “la dura realidad” de las conductas sexuales de las mujeres norteamericanas. Fue como un shock, como un balde de agua fría al machismo, el enterarse (o que les dijeran en la cara) que una mujer podía masturbarse, tener orgasmos, tener sexo antes y fuera del matrimonio o con otras mujeres. La iglesia levantó su voz de protesta en todo el país. Sin ni siquiera echar un vistazo o leer el trabajo de Kinsey, el entonces carismático religioso Billy Graham escribió: “Es imposible estimar el daño que va a causar este libro a la ya deteriorada moral norteamericana". El remezón fue tal, que hasta un Senador (como siempre, McCarthy) denunció al trabajo de Kinsey como parte de la conspiración comunista. En todo el país, personas con el apellido Kinsey publicaban avisos en los diarios para aclarar que no estaban relacionadas con el autor. Finalmente y a causa del furor provocado, la Fundación Rockefeller retiró su apoyo al trabajo de investigación de Kinsey, pero ya era muy tarde, la sociedad (al menos el mundo occidental) se había despojado de los tabúes sexuales.
Los estudios llevados a cabo después de la muerte de Kinsey confirmaron sus conclusiones. Para la década de los 70, el 84% de estudiantes universitarios ya no creía que la masturbación les causara inestabilidad emocional o mental, el mito había caído. Aún así, en diciembre de 1994, en una conferencia sobre el SIDA patrocinada por la ONU, la entonces jefa del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos, doctora Joycelyn Elders, dijo que tal vez la masturbacion deberia ser enseñada en las escuelas, como una parte de los programas educativos escolares sobre sexualidad. Por estas declaraciones el presidente Bill Clinton le pidio que renunciara al cargo, cosa que no hizo. Finalmente, fue cesada.
A pesar de que la ciencia hace algunas décadas comenzó a tratar a la masturbación como una conducta normal, hasta ahora las más prominentes instituciones religiosas se han negado a reevaluar los principios sexuales que las rigen desde hace más de quince siglos.
A pesar de que la ciencia hace algunas décadas comenzó a tratar a la masturbación como una conducta normal, hasta ahora las más prominentes instituciones religiosas se han negado a reevaluar los principios sexuales que las rigen desde hace más de quince siglos.
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