martes, 5 de marzo de 2013

EL LIBRO PERDIDO DE ENKI - 6





Las Palabras del Señor Enki

 

 

Sinopsis de la Octava Tablilla

La amplia comprensión de Adapa asombra a los sabios en Nibiru 
Por orden de Anu, llevan a Adapa a Nibiru
El primer viaje espacial de un Terrestre Enki revela a Anu la verdad de su paternidad de Adapa Enki justifica su acción por la necesidad de alimentos Se envía de vuelta a Adapa para que comience con la agricultura y el pastoreo Enlil y Enki crean semillas de cultivo y linajes de ovejas
Ninurta enseña el cultivo a Ka-in
Marduk le enseña a Abael el pastoreo y la elaboración de la lana Luchando por el agua, Ka-in golpea y da muerte a Abael
Ka-in es juzgado por asesinato y sentenciado al exilio
Adapa y Titi tienen otros descendientes que se casan entre ellos
En su lecho de muerte, Adapa bendice a su hijo Sati como su heredero
Un descendiente, Enkime, es llevado a Lahmu por Marduk
Ninurta y su símbolo del Águila Divina


 

LA OCTAVA TABLILLA

¡Tráigase a Nibiru a Adapa, el Terrestre! Así pronunció su decisión Anu.
A Enlil no le complacía la decisión: ¡Quién iba a pensar esto,
que forjado por un Trabajador Primitivo, el ser se haría como nosotros,
dotado de conocimiento, que entre el Cielo y la Tierra viajaría!
En Nibiru, beberá de las aguas de la larga vida, comerá el alimento de la
larga vida,
¡como uno de nosotros, los Anunnaki, el de la Tierra se convertirá! Así decía Enlil a Enki y a los demás líderes. Enki tampoco estaba complacido con la decisión de Anu; después de que
hablara Anu, su rostro se puso sombrío. Después de que hablara Enlil, Enki se mostró de acuerdo con su hermano
Enlil:
¡Es cierto, quién lo iba a pensar! Así dijo Enki a los demás. Los hermanos se sentaron y reflexionaron; Ninmah también se sentó con
ellos para deliberar. ¡El mandato de Anu no se puede evitar!, les dijo ella.


¡Que nuestros jóvenes acompañen a Adapa a Nibiru, su miedo a disminuir, se le explique a Anu! Así dijo Enki a los demás. ¡Que Ningishzidda y Dumuzi sean sus acompañantes,
y que, de paso, vean con sus propios ojos Nibiru por vez primera!
Ninmah apoyó la sugerencia: Nuestros jóvenes, nacidos en la Tierra,
se están olvidando de Nibiru, sus ciclos vitales se están viendo superados por los de la Tierra;
viajen los dos hijos de Enki, sin casar todavía, a Nibiru,
¡Quizás encuentren novias allí para sí mismos!


Cuando llegó a Sippar la siguiente cámara celestial procedente de Nibiru,
Ilabrat, un visir de Anu, salió de la cámara.
¡Vengo en busca del Terrestre Adapa! Así dijo a los líderes.
Los líderes le presentaron a Adapa a Ilabrat; también le mostraron a Titi
y a sus hijos.


¡Ciertamente, tienen nuestra imagen y semejanza! Así dijo Ilabrat. Se le presentaron a Ilabrat a Ningishzidda y a Dumuzi, hijos de Enki. ¡Se les ha elegido para que acompañen a Adapa en su viaje!, le dijo Enki. ¡Anu estará complacido de ver a sus nietos! Así dijo Ilabrat. Enki convocó ante él a Adapa para darle instrucciones. A Adapa le dijo así: Adapa, a Nibiru, el planeta de donde hemos venido, vas a ir, ante Anu, nuestro rey, llegarás, ante su majestad se te presentará; ante él te inclinarás. ¡Habla sólo cuando se te pregunte, da breves respuestas a las preguntas!


Se te dará ropa nueva; ponte las prendas nuevas. Te darán un pan que no se encuentra en la Tierra; ¡el pan es mortal, no lo
comas! Te darán un elixir en un cáliz para que lo bebas; ¡el elixir es mortal, no
bebas de él! Contigo irán mis hijos, Ningishzidda y Dumuzi, ¡atiende a sus palabras,
y vivirás!


Así instruyó Enki a Adapa. ¡Lo recordaré!, dijo Adapa. Enki convocó a Ningishzidda y a Dumuzi y les dio una bendición y consejo. Vais a ir ante Anu, el rey, mi padre; ante él os inclinaréis y le rendiréis pleitesía;
no os encojáis ante príncipes ni ante nobles, de ellos sois sus iguales. ¡Vuestra misión es traer a Adapa de vuelta a la Tierra, no os dejéis hechizar por las delicias de Nibiru! ¡Lo recordaremos!, dijeron Ningishzidda y Dumuzi. Enki abrazó al más joven, Dumuzi, le besó en la frente; Enki abrazó al sabio, a Ningishzidda, le besó en la frente. A hurtadillas, puso una tablilla sellada en la mano de Ningishzidda, ¡A mi padre, Anu, entregarás esta tablilla en secreto! Así le dijo Enki a Ningishzidda.


Después, partieron hacia Sippar los dos junto con Adapa, al Lugar de los Carros Celestiales fueron,
ante Ilabrat, el visir de Anu, se presentaron los tres.


A Ningishzidda y a Dumuzi se les dio el atuendo de Igigi, se vistieron como águilas celestiales.
En cuanto a Adapa, se le afeitó su cabello suelto, se le dio un casco como el de un águila,
en lugar de su taparrabos, le hicieron ponerse una vestimenta ajustada, se le puso entre Ningishzidda y Dumuzi en el interior de Lo Que Asciende. Cuando se dio la señal, el Carro Celestial rugió y se estremeció; Adapa se encogió de miedo y gritó: ¡El águila sin alas se está elevando!


Ningishzidda y Dumuzi le pusieron los brazos en los costados, con palabras tranquilas lo calmaron.
Cuando se elevaron en lo alto una legua, echaron un vistazo sobre la Tierra;
vieron sus tierras, separadas en partes por mares y océanos. Cuando estuvieron a dos leguas de altura, el océano se había hecho pequeño como una bañera, la tierra era del tamaño de una cesta.
Cuando estuvieron a tres leguas de altura, nuevamente echaron un vistazo al lugar del que habían partido;
la Tierra era ahora una bola pequeña, tragada por un mar de oscuridad en la vastedad.
De nuevo, Adapa se agitó; se encogió y gritó: ¡Llevadme de vuelta!, gritó.


Ningishzidda puso la mano en la nuca de Adapa; en un instante, Adapa se tranquilizó.
Cuando aterrizaron en Nibiru, había mucha curiosidad,
por ver a los hijos de Enki, nacidos en la Tierra, pero incluso más por encontrase con un Terrestre:
¡Ha llegado a Nibiru un ser de otro mundo! Así decían las masas.
Fueron llevados con Ilabrat al palacio, para ser lavados y perfumados con ungüentos.
Se les dieron vestimentas frescas y adecuadas;
Teniendo en cuenta las palabras de Enki, Adapa se puso las nuevas ropas. En el palacio, nobles y héroes se arremolinaban; en el salón del trono, se reunían los príncipes y los consejeros.


Ilabrat les llevó hasta el salón del trono, Adapa detrás de él; luego, los dos
hijos de Enki. En el salón del trono, ante Anu, el rey, se inclinaron; Anu se adelantó
desde su trono. ¡Mis nietos! ¡Mis nietos!, exclamaba. Abrazó a Dumuzi, abrazó a Nin-
gishzidda,
con lágrimas en los ojos los abrazó, los besó. Ofreció a Dumuzi que se sentara a su derecha, Ningishzidda se sentó a su
izquierda.


Después, Ilabrat le presentó a Anu a Adapa, el Terrestre. ¿Entiende lo que hablamos?, le preguntó el rey a Ilabrat. ¡Por supuesto, le enseñó el señor Enki!, respondió Ilabrat. ¡Ven aquí!, dijo Anu a Adapa. ¿Cómo te llamas y cuál es tu ocupación? Adapa se adelantó, de nuevo se inclinó: ¡Mi nombre es Adapa, sirviente
del señor Enki!


Así habló Adapa; sus palabras causaron gran asombro. ¡Maravilla de maravillas la conseguida en la Tierra!, declaró Anu. ¡Maravilla de maravillas la conseguida en la Tierra!, exclamaron los reunidos.
¡Que se celebre, demos la bienvenida a nuestros invitados!, dijo Anu. Anu llevó a todos los que se habían reunido hasta el salón de banquetes,
indicando alegremente hacia las mesas llenas.


En las mesas llenas, le ofrecieron a Adapa pan de Nibiru; Adapa no comió. En las mesas llenas, le ofrecieron a Adapa elixir de Nibiru; Adapa no bebió. Anu, el rey, quedó confundido con esto, estaba ofendido: ¿Por qué ha enviado Enki a Nibiru a este maleducado Terrestre, para revelarle los caminos celestes? ¡Venga, Adapa!, le dijo Anu a Adapa. ¿Por qué no comes ni bebes, por qué
rechazas nuestra hospitalidad?


Mi maestro, el señor Enki, me ordenó: ¡No comas pan, no bebas elixir! Así respondió Adapa al rey Anu. ¡Qué extraño es esto!, dijo Anu. ¿Para qué le iba a prohibir Enki nuestra
comida y nuestro elixir a un Terrestre?


Le preguntó a Ilabrat, le preguntó a Dumuzi; Ilabrat no sabía la respuesta, Dumuzi no pudo explicárselo.
Le preguntó a Ningishzidda. ¡Quizá se encuentre aquí la respuesta!, le dijo Ningishzidda a Anu.
Y entonces le dio a Anu, el rey, la tablilla secreta que había llevado escondida.
Anu estaba confuso, Anu estaba preocupado; se fue a su cámara privada para descifrar la tablilla.
Viene ahora el relato de Adapa, el progenitor de la Humanidad Civilizada, y de cómo por sus hijos, Ka-in y Abael, se dio inicio a la saciedad en la
Tierra.


En su cámara privada, Anu rompió el sello de la tablilla, insertó la tablilla en el explorador para descifrar el mensaje de Enki.
¡Adapa nació por mi simiente de una mujer Terrestre! Así decía el mensaje de Enki.
Del mismo modo, Titi fue concebida por mi simiente en otra mujer
Terrestre. Están dotados de sabiduría y de palabra; pero no de la larga vida de Nibiru.
Adapa no debería comer del pan de la larga vida, tampoco debería beber del elixir de la larga vida.
Adapa debe volver para vivir y morir en la Tierra, la mortalidad debe ser
su suerte, ¡con la siembra y el pastoreo de sus descendientes, habrá saciedad en la
Tierra! Así reveló Enki el secreto de Adapa a su padre, Anu.


Anu quedó sorprendido con el mensaje secreto de Enki; no sabía si enfadarse o reír.
Llamó a Ilabrat, su visir, a su cámara privada, a él le dijo:
¡Este hijo mío, Ea, ni siquiera como Enki ha enmendado su libertinaje con las mujeres!
A Ilabrat, su visir, le mostró el mensaje de la tablilla. ¿Cuáles son las normas, qué debe hacer el rey?, le preguntó Anu a su visir. Nuestras normas permiten las concubinas; ¡pero no existen normas de cohabitación interplanetaria!


Así le respondió Ilabrat al rey. ¡Si hay algún perjuicio, que se restrinja,
que Adapa vuelva inmediatamente a la Tierra, que Ningishzidda y Dumuzi
se queden más tiempo!


Después, Anu llamó a Ningishzidda a su cámara privada; ¿Sabes lo que decía el mensaje de tu padre?, le preguntó a Ningishzidda. Ningishzidda bajó la cabeza, con un susurro dijo: No lo sé, pero puedo adivinarlo. He sometido a prueba la esencia vital de
Adapa, ¡es de la simiente de Enki! ¡Ése es en verdad el mensaje!, le dijo Anu. ¡Adapa debe volver a la Tierra
inmediatamente,
su destino será convertirse en el progenitor del Hombre Civilizado! ¡En cuanto a ti, Ningishzidda, volverás a la Tierra con Adapa, de la Humanidad Civilizada, al lado de tu padre, serás el maestro! Ésa fue la decisión de Anu, el rey; él determinó el destino de Adapa y el
de Ningishzidda. Anu y los otros dos volvieron junto a los sabios y nobles reunidos, junto
a los príncipes y los consejeros, Anu anunció palabras de decisión ante los asambleados: No se debe extender en demasía la bienvenida al Terrestre, en nuestro planeta no puede comer ni beber; todos hemos visto sus asombrosas capacidades, dejemos que vuelva a la
Tierra,
¡labren los campos en la Tierra sus descendientes, y pastoreen en las praderas!


Para cuidar de su seguridad y evitar su agitación, Ningishzidda volverá
con él, con él se enviarán las semillas de cereales de Nibiru, que se multiplicarán
en la Tierra;
Dumuzi, el más joven, permanecerá con nosotros durante un Shar, ¡Después volverá con ovejas y la esencia de las ovejas! Ésta fue la decisión de Anu, ante las palabras del rey todos inclinaron la
cabeza en señal de acuerdo. En el momento señalado, Ningishzidda y Adapa fueron llevados hasta el
Lugar de los Carros Celestiales,
Anu y Dumuzi, Ilabrat y los consejeros, nobles y héroes fueron a despedirlos.


Hubo estruendo y estremecimiento, y el carro se elevó; 
vieron como el planeta Nibiru se hacía más pequeño, después vieron los cielos desde el horizonte hasta el cenit.
En el viaje, Ningishzidda le habló a Adapa de los dioses planetas. 
Del Sol, la Tierra y la Luna le dio lecciones,
le enseñó cómo se siguen los meses y cómo se cuenta el año de la Tierra.
Cuando regresaron a la Tierra, Ningishzidda le relató a su padre, Enki, todo lo que había sucedido.
Enki se rió y se dio palmadas en los muslos: ¡Todo fue como yo esperaba!,
dijo con regocijo; ¡Excepto la retención de Dumuzi, que es desconcertante para mí! Así dijo
Enki.


Enlil se quedó muy desconcertado por el rápido regreso de Ningishzidda y de Adapa,
¿Qué ocurre, qué pasa por Nibiru?, preguntó a Enki y a Ningishzidda. ¡Llamemos también a Ninmah, que sepa también lo que pasa!, le dijo Enki. Después de que llegara Ninmah, Ningishzidda les contó todo a Enlil y a ella. Enki también contó lo de su cohabitación con las dos hembras Terrestres;
¡No he roto ninguna norma, he asegurado nuestra saciedad! Así les dijo Enki.
¡No has roto ninguna norma, pero con una acción precipitada has determinado los hados de los Anunnaki y los Terrestres!


Así dijo Enlil, enfurecido. ¡Ahora, la suerte está echada, el hado se ha
impuesto al destino!
Enlil se dejó llevar por la furia, con ira se dio la vuelta y los dejó plantados. Marduk llegó a Eridú, le había llamado su madre Damkina. El quería verificar los extraños acontecimientos de su padre y su hermano. Padre y hermano decidieron ocultarle el secreto a Marduk; Anu estaba cautivado con lo del Hombre Civilizado, ¡dio la orden de que
todos en la Tierra se saciaran de inmediato! Así, sólo revelaron parte de la verdad a Marduk.
Marduk quedó impresionado con Adapa y Titi, les tomó cariño a los niños. ¡Mientras Ningishzidda instruye a Adapa, dejad que sea yo el maestro de
los niños!


Así dijo Marduk a su padre Enki y a Enlil. 
¡Que Marduk enseñe a uno, que Ninurta enseñe al otro!, les respondió
Enlil. Ningishzidda se quedó en Eridú con Adapa y con Titi, le enseñó a Adapa
los números y la escritura.
Ninurta se llevó al gemelo que nació primero a su ciudad, a Bad-Tibira, Ka-in, Aquél Que en el Campo Hace Crecer Alimentos, le llamó. Le enseñó a cavar canales de irrigación, a sembrar y a cosechar le enseñó. Ninurta hizo para Ka-in un arado con madera de los árboles, para que con
él labrara la tierra.


Al otro hermano, hijo de Adapa, se lo llevó Marduk a las praderas, Abael, El de las Praderas Mojadas, le llamó a partir de entonces. Marduk le enseñó cómo construir rediles; para empezar con el pastoreo,
esperaron el regreso de Dumuzi. Cuando se cumplió el Shar, Dumuzi regresó a la Tierra, la simiente esencial de la oveja y ovejas para la cría trajo con él, ¡transportó animales cuadrúpedos de Nibiru hasta otro planeta, la Tierra! Su regreso con simiente esencial y ovejas fue causa de muchas celebraciones,
al cuidado de su padre, Enki, Dumuzi regresó con su preciosa carga. Entonces, los líderes se reunieron, reflexionaron sobre cómo proceder con
la nueva especie: Nunca antes había habido una oveja en la Tierra, nunca se había dejado
caer un cordero desde los cielos a la Tierra, nunca antes una cabra había alumbrado a su cabrito, ¡nunca antes se había tejido lana de oveja! Los líderes Anunnaki, Enki y Enlil, Ninmah y Ningishzidda, que fueron
los creadores,
decidieron establecer una Cámara de Creación, una Casa de Elaboración. Sobre el puro montículo del Lugar de Aterrizaje, en las Montañas de los
Cedros, se estableció, la Cámara de Creación se estableció cerca de donde se habían plantado las
simientes de elixir que había traído Ninmah, allí comenzó la multiplicación de cereales y de ovejas en la Tierra. Ninurta era el mentor de Ka-in para la siembra y la cosecha,
Marduk era el mentor de Abael en las artes de cría y pastoreo de ovejas y corderos.


¡Cuando se recojan las primeras cosechas, cuando madure la primera oveja,
se hará la Celebración de las Primicias!, proclamó Enlil como decreto.
Ante los Anunnaki reunidos se presentaron los primeros granos, los primeros corderos,
a los pies de Enlil y Enki, Ka-in puso su ofrenda, dirigido por Ninurta; a los pies de Enlil y Enki, Abael puso su ofrenda, dirigido por Marduk. Enlil dio a los hermanos una alegre bendición, ensalzó sus labores. 
Enki abrazó a su hijo Marduk, levantó el cordero para que todos lo vier ¡Carne para comer, lana para vestir ha llegado a la Tierra!, dijo Enki.


Viene ahora el relato de las generaciones de Adapa,
y el del asesinato de Abael por Ka-in, y lo que sucedió después.
Cuanto terminó la Celebración de las Primicias, la cara de Ka-in estaba sombría;
se sentía muy herido porque Enki no le había bendecido.


Cuando los hermanos volvieron a sus trabajos, Abael alardeó delante de su hermano:
¡Yo soy el que trae la abundancia, el que sacia a los Anunnaki,
el que da fuerza a los héroes, el que proporciona lana para sus ropas!


Ka-in se sintió ofendido con las palabras de su hermano, objetó contundentemente su alarde:
¡Soy yo el que llena de abundancia las llanuras, el que hace pesados de grano los surcos,
en cuyos campos se multiplican los pájaros, en cuyos canales se hacen abundantes los peces,
el pan sustentador lo produzco yo, con pescado y caza he variado la dieta de los Anunnaki!
Una y otra vez, los gemelos discutían entre sí, a lo largo del invierno discutieron.
Cuando llegó el verano, no hubo lluvia; las praderas estaban secas, los pastos disminuían.
Abael llevó sus rebaños a los campos de su hermano, para que bebieran
agua de los surcos y los canales. Ka-in se enfureció por esto; le ordenó a su hermano que se llevara los
rebaños.


Agricultor y pastor, hermano y hermano, palabras de acusación pronunciaron.
Se escupieron uno a otro, con los puños pelearon. Sumamente enfurecido, Ka-in tomó una piedra, con ella le golpeó en la
cabeza a Abael.
Una y otra vez le golpeó, hasta que Abael cayó, manando sangre de él. Abael quedó en el suelo inmóvil, su alma había partido de él. Ka-in se quedó junto al hermano al que había dado muerte, durante mucho
tiempo estuvo sentado, llorando.


Fue Titi la primera en saber, por una premonición, lo del asesinato: En una visión-sueño, mientras dormía, vio la sangre de Abael, estaba en la
mano de Ka-in.
Ella despertó a Adapa de su sueño, a él le contó su visión-sueño. Un gran pesar llena mi corazón, ¿habrá sucedido algo terrible? Así le dijo Titi a Adapa; estaba muy agitada.
A la mañana siguiente, partieron los dos de Eridú; fueron hasta donde solían encontrarse Ka-in y Abael. Encontraron en el campo a Ka-in, todavía estaba sentado junto al muerto
Abael. Titi soltó un gran grito de angustia, Adapa se puso barro sobre la cabeza.


¿Qué has hecho? ¿Qué has hecho?, le gritaron a Ka-in.
Silencio fue la respuesta de Ka-in; se echó al suelo y lloró.
Adapa volvió a la ciudad de Eridú, le contó al señor Enki lo que había
sucedido.


Enki se enfrentó a Ka-in con furia. ¡Maldito seas!, le dijo. ¡Tienes que irte del Edin, no te vas a quedar entre los Anunnaki y los
Terrestres Civilizados! En cuanto a Abael, su cuerpo no puede quedarse en los campos debido
a las aves salvajes;
como es costumbre entre los Anunnaki, será enterrado en una tumba, debajo de un montón de piedras.
Enki les mostró a Adapa y a Titi cómo enterrar a Abael, pues la costumbre les era desconocida a ellos.
Durante treinta días y treinta noches, fue Abael llorado por sus padres. Ka-in fue llevado a Eridú para ser juzgado, Enki deseaba que se pronunciara una sentencia de exilio.


¡Por su acción, Ka-in debe ser muerto! Así, con ira, dijo Marduk.
¡Que se reúnan los Siete Que Juzgan! Así dijo Ninurta, el mentor de Ka-in.
¿Quién ha oído hablar nunca de una reunión así?, gritó Marduk, ¿Que para
uno que no es de Nibiru haya que llamar a los líderes Anunnaki para
que juzguen?


¿No es suficiente que el apadrinado por Ninurta haya asesinado a aquel al que yo favorecía?
¿No es así como Ninurta venció a Anzu, así se levantó Ka-in contra su hermano?
¡La suerte de Ka-in debe de ser como la suerte de Anzu, se le tiene que extinguir el aliento vital!
Así le dijo Marduk, lleno de ira, a Enki, Enlil y Ninurta.
Ninurta se entristeció con las palabras de Marduk; silencio, no palabras, fue su respuesta.
¡Dejad que hable en privado con mi hijo Marduk!, les dijo Enki.
Cuando en las cámaras privadas de Enki estuvieron él y Marduk,
¡Hijo mío! ¡Hijo mío! Enki le habló suavemente a Marduk. Tu angustia es
grande. ¡No agravemos la angustia con más angustia! ¡Deja que te cuente un secreto que mucho me pesa en el corazón!


En cierta ocasión, mientras paseaba por el río, dos doncellas Terrestres cautivaron mi capricho,
por ellas, de mi simiente, fueron concebidos Adapa y Titi,
una nueva clase de Terrestres, un Hombre Civilizado, se trajo de este modo a la Tierra;
nuestro rey, Anu, tenía dudas de si serían capaces de procrear, con el nacimiento de Ka-in y de Abael, Anu y el consejo en Nibiru se convencieron.


Una nueva fase de la presencia Anunnaki en este planeta fue bienvenida y aprobada;
ahora que Abael ha sido asesinado, y si a Ka-in se le extingue también,
¡la saciedad llegará a su final, los motines se repetirán, todo lo que se ha
conseguido se desmoronará!


No es de sorprender que le tomaras cariño a Abael, ¡era el hijo de tu hermanastro!
Ahora, ten piedad del otro, ¡deja que sobreviva el linaje de Adapa! Este secreto le reveló Enki a Marduk con tristeza.
Al principio, Marduk se sorprendió con la revelación, después se vio vencido por la risa: De tus proezas haciendo el amor mucho se ha rumoreado, ¡ahora estoy
convencido de ello!
¡Perdónese la vida de Ka-in, que se le destierre a los confines de la Tierra! Así le dijo Marduk a su padre, cambiando de la ira a la risa. En Eridú, Enki pronunció la sentencia sobre Ka-in: ¡Ka-in debe partir hacia el este, a una tierra por la que errará por su mala
acción,
pero su vida debe ser perdonada, a él y a sus generaciones se les distinguirá!
Ningishzidda alteró la esencia vital de Ka-in:
Ninghishzidda cambió la esencia vital de Ka-in para que en su cara no creciera la barba. Con su hermana Awan como esposa, Ka-in partió del Edin, a la Tierra de
Errar se encaminó.


Entonces, los Anunnaki se sentaron y se preguntaron entre sí: Sin Abael, sin Ka-in, ¿quién hará crecer el cereal y hará pan para nosotros, quién será el pastor, las ovejas multiplicará, de lana para ropa proveerá? ¡Que por Adapa y Titi haya más proliferación! Así dijeron los Anunnaki. Con la bendición de Enki, Adapa conoció una y otra vez a su esposa Titi; una hija, otra hija, cada vez, una y otra vez nacían. En el nonagésimo quinto Shar, Adapa y Titi tuvieron finalmente un hijo; Sati, El Que Ata la Vida de Nuevo, le llamó Titi; por él se contaron las
generaciones de Adapa.


En total, treinta hijos y treinta hijas tuvieron Adapa y Titi, de ellos, hubo labradores de la tierra y pastores que trabajaron para los
Anunnaki, por ellos volvió la saciedad a los Anunnaki y a los Terrestres Civilizados.
En el nonagésimo séptimo Shar, a Sati le nació un hijo de su esposa Azura.
Se le anotó en los anales con el nombre de Enshi; Maestro de la Humanidad significaba su nombre.
Adapa, su padre, le hizo comprender la escritura y los números,
y Adapa le contó a Enshi quiénes eran los Anunnaki y todo sobre Nibiru.
Los hijos de Enlil le llevaron a Nibru-ki; le enseñaron secretos de los Anunnaki.


Nannar, el mayor en la Tierra de Enlil, le mostró el modo de los ungüentos perfumados,
Ishkur, el más joven de Enlil, le enseñó a preparar el elixir de los frutos Inbu.
Fue a partir de entonces que los Anunnaki fueron llamados señores por el Hombre Civilizado.
Y fue el comienzo de los ritos de culto de los Anunnaki.
Después, Enshi tuvo un hijo con su hermana Noam;
Kunin, El de los Hornos, significaba su nombre.


Su tutor fue Ninurta, en Bad-Tibira aprendió de hornería y de hornos,
se le enseñó cómo hacer fuegos con betunes, cómo fundir y refinar;
en la fundición y el refinado del oro para Nibiru trabajaron él y sus descendientes.
En el nonagésimooctavo Shar ocurrió todo esto.
Viene ahora el relato de las generaciones de Adapa después de que fuera
exiliado Ka-in, 
y de los viajes celestiales de Enkime y de la muerte de Adapa. En el nonagésimonoveno Shar le nació un hijo a Kunin, por Mualit, hermanastra de Kunin, fue concebido. Malalu, El Que Interpreta, le nombró ella; sobresalía en música y en canto. Para él hizo Ninurta un arpa con cuerdas, conformó una flauta para él;
Malalu interpretaba himnos a Ninurta; junto con sus hijas, los cantaba ante Ninurta.


La esposa de Malalu era la hija del hermano de su padre, Dunna era su nombre.
En el centesimo Shar desde que comenzara la cuenta en la Tierra, 
les nació un hijo a Malalu y a Dunna, era su primogénito; 
Irid, El de las Aguas Dulces, le llamó su madre Dunna. '
Dumuzi le enseñó cómo excavar pozos, cómo proveer de agua a los rebaños en distantes praderas.
Fue allí, junto a los pozos en las praderas, que pastores y doncellas se reunieron,
donde los desposorios y la proliferación de la Humanidad Civilizada abundó sobremanera.


En sus días, los Igigi venían con más frecuencia a la Tierra. Para observar y ver, los cielos poco a poco abandonaron, vigilar y ver lo que ocurría en la Tierra deseaban cada vez más; Enki le suplicó a Marduk que estuviera con ellos en Lahmu, vigilar y ver lo que ocurría en la Tierra deseaba Marduk fervientemente. En un pozo, en las praderas, se encontró Irid con su esposa; Baraka era su nombre, era la hija del hermano de su madre. A la conclusión del centesimo segundo Shar, les nació un hijo, con el nombre de Enki-Me, por Enki ME Comprensión, se le llamó en los
anales.


Era sabio e inteligente, comprendió con rapidez los números. Tenía mucha curiosidad por los cielos y por todas las materias celestiales. El señor Enki le tomó cariño, él le contó los secretos que una vez le revelara a Adapa.
De la familia del Sol y de los doce dioses celestiales le enseñó Enki, y de cómo los meses se contaban por la Luna y los años por el Sol, y de cómo se contaban los Shars por Nibiru, y de cómo Enki combinaba
las cuentas,
de cómo el señor Enki había dividido el círculo de los cielos en doce partes, de cómo había asignado Enki una constelación a cada una, doce estaciones en un gran círculo había dispuesto, de cómo, para honrar a los doce grandes líderes Anunnaki, había puesto
nombres a las estaciones.


Enkime ansiaba explorar los cielos; hizo dos viajes celestiales. Y éste es el relato de los viajes de Enkime a los cielos,
y de cómo dio comienzo Marduk a los matrimonios mixtos y a los problemas con los Igigi.
Se envió a Enkime para que estuviera con Marduk en el Lugar de Aterrizaje,
desde allí, Marduk se lo llevó en una nave espacial hasta la Luna.


Allí, Marduk le enseñó a Enkime lo que había aprendido de su padre, Enki.
Cuando Enkime volvió a la Tierra, se le envió para que estuviera con Utu en Sippar, el Lugar de los Carros.
Allí, Utu le dio a Enkime una tablilla para escribir lo que estaba aprendiendo,
Utu lo instaló en su brillante morada como un Príncipe de los Terrestres. Le enseñó los ritos, para comenzar con las funciones del sacerdocio. Enkime residía en Sippar, con su esposa Edinni, una hermanastra, a ellos les nació un hijo en el centesimo cuarto Shar,
Matushal le llamó su madre, El Que se Elevó por las Brillantes Aguas significaba su nombre.
Fue después de eso que Enkime hizo su segundo viaje a los cielos, esta vez también fue Marduk su mentor y compañero.


En un carro celestial se remontaron hacia el cielo, hacia el Sol y más allá de él hicieron un círculo.
Marduk se lo llevó para visitar a los Igigi, en Lahmu,
los Igigi le tomaron cariño, de él aprendieron sobre los Terrestres Civilizados.
De él se dice en los Anales que partió hacia los cielos,
que en los cielos se quedó hasta el final de los días.


Antes de que Enkime partiera hacia los cielos, de todo lo que en los cielos se le había enseñado,
hizo un registro por escrito Enkime, para que sus hijos lo supieran lo escribió;
tomó nota de todo lo que hay en los cielos en la familia del Sol, y de las regiones de la Tierra y sus tierras y sus ríos también. Confió sus escritos en manos de Matushal, su primogénito,
para que, junto con sus hermanos Ragim y Gaidad, los estudiara y se atuviera a ellos.


En el centesimo cuarto Shar había nacido Matushal,
él fue testigo de los problemas de los Igigi y de lo que Marduk había hecho.
A Matushal le nació un hijo de su esposa Ednat, Lu-Mach, Hombre
Poderoso, fue su nombre. En sus días, las condiciones sobre la Tierra se hicieron más difíciles; en los
campos y las praderas, los trabajadores se quejaban. Los Anunnaki designaron a Lu-Mach como capataz, para hacer cumplir
las cuotas, para reducir las raciones. En sus días fue cuando a Adapa le llegó la hora de morir; y cuando Adapa supo que sus días habían llegado a su fin, ¡Que todos mis hijos y los hijos de mis hijos se reúnan ante mí!, dijo. Para que antes de que yo muera pueda bendecirles, y les hable antes de morir. Y cuando Sati y los hijos de los hijos se habían reunido, ¿Dónde está Ka-in, mi primogénito?, les preguntó Adapa. ¡Id a buscarle!,
les dijo a todos ellos. Sati presentó el deseo de su padre ante el señor Enki, le preguntó al señor
qué hacer.
Entonces, Enki llamó a Ninurta: ¡Que el desterrado, de quien tú eras mentor, sea traído ante el lecho de muerte de Adapa!


Ninurta se subió en su Pájaro del Cielo, hasta la Tierra de Errar voló;
sobre las tierras deambuló, buscó desde los cielos a Ka-in.
Y cuando lo encontró, llevó a Ka-in hasta Adapa como sobre las alas de
un Águila. Cuando se le informó a Adapa de la llegada de su hijo, ¡Que vengan ante
mí Ka-in y Sati!, dijo Adapa. Los dos fueron ante su padre; Ka-in, el primogénito, a su derecha. Sati,
a su izquierda.


Y fallándole la visión a Adapa, para reconocer a sus hijos tocó sus rostros;
y el rostro de Ka-in, a la derecha, era imberbe, y el rostro de Sati, a la
izquierda, tenía barba.
Y Adapa puso su mano derecha sobre la cabeza de Sati, el de la izquierda,
y le bendijo y dijo: De tu simiente se llenará la Tierra, y de tu simiente,
como un árbol con tres ramas, la Humanidad sobrevivirá a una Gran
Calamidad.
Y puso su mano izquierda sobre la cabeza de Ka-in, a su derecha, y le dijo: Por tu pecado, de tu derecho de nacimiento estás privado, pero de tu
simiente vendrán siete naciones,
en un reino aparte medrarán, tierras distantes habitarán;
pero por haber asesinado a tu hermano con una piedra, por una piedra llegará tu fin.
Y cuando Adapa terminó de decir estas palabras, dejó caer las manos, sus-
piró y dijo:
Llamad ahora a mi esposa Titi, y a todos los hijos y a todas las hijas,
y después de que mi espíritu me deje, llevadme al lugar en que nací, junto al río,
y enterradme con la cara hacia el Sol naciente.
Titi gritó como una bestia herida, cayó sobre sus rodillas al lado de Adapa.
Y los dos hijos de Adapa, Ka-in y Sati, envolvieron su cuerpo en una tela,
en una cueva que les mostró Titi, junto a las orillas del río, enterraron a Adapa.
En mitad del nonagésimotercer Shar había nacido, a finales del centesimo octavo murió.
Una larga vida para un Terrestre; pero no tenía el ciclo vital de Enki.


Y después de que Adapa fuera enterrado, Ka-in se despidió de su madre y
de su hermano.
Ninurta lo llevó de vuelta en su Pájaro del Cielo a la tierra de errar.
Y en un distante reino, Ka-in tuvo hijos e hijas,
y para ellos construyó una ciudad, y mientras la construía, la caída de una piedra le mató.
En el Edin, Lu-Mach sirvió a los Anunnaki como capataz,
en los días de Lu-Mach, Marduk y los Igigi se casaban con las Terrestres.

 

 

 

Las Palabras del Señor Enki

 


Sinopsis de la Novena Tablilla

La Humanidad prolifera; el linaje de Adapa sirve como realeza Desafiando a Enlil, Marduk se casa con una mujer Terrestre 
Trastornos celestiales y cambios climáticos afectan a Lahmu
Los Igigi descienden a la Tierra,
toman a mujeres Terrestres como esposas
El promiscuo Enki engendra un hijo humano, Ziusudra
Sequías y pestes causan sufrimientos en la Tierra
Enlil lo ve como una retribución por el hado, quiere volver a casa
Ninmah, envejecida por los ciclos de la Tierra, también quiere volver
Un emisario misterioso les advierte que no desafien su destino
Aumentan las señales de la inminencia de un calamitoso Diluvio
La mayoría de los Anunnaki empieza a partir hacia Nibiru Enlil impone un plan para dejar que la Humanidad perezca Enki y Ninmah empiezan a preservar las Simientes de Vida de la Tierra El resto de los Anunnaki se prepara para el Día del Diluvio Nergal, Señor del Mundo Inferior, ha de dar el aviso
Enki divulga el secreto del Diluvio


 

LA NOVENA TABLILLA

En los días de Lu-Mach, Marduk y los Igigi se casaban con las Terrestres.
En aquellos días, las tribulaciones eran crecientes en la Tierra,
en aquellos días, Lahmu estaba envuelto en polvo y aridez.
Los Anunnaki que decretan los hados, Enlil, Enki y Ninmah, consultaron entre sí.
Se preguntaban qué es lo que se estaba alterando en la Tierra y en Lahmu. Habían observado estallidos en el Sol, había alteraciones en las fuerzas de la red de la Tierra y de Lahmu. En el Abzu, en la punta, frente a la Blancatierra, instalaron instrumentos de observación;
los instrumentos se pusieron a cargo de Nergal, el hijo de Enki, y de su esposa Ereshkigal.
Ninurta fue asignado a la Tierra Más Allá de los Mares para establecer un Enlace Cielo-Tierra en las montañas.


En Lahmu, los Igigi estaban inquietos; a Marduk se le dio la tarea de pacificarlos:
¡Hasta que sepamos qué está causando las tribulaciones, debe mantenerse la estación de paso de Lahmu! Así le dijeron los líderes a Marduk.
Los tres que decretan los destinos consultaron entre sí; se miraron unos a otros. ¡Qué viejos están!, pensó cada uno sobre los demás. Enki, que lloraba la muerte de Adapa, fue el primero en hablar. ¡Han pasado más de cien Shars desde que llegué!, dijo a su hermano y a su hermana.


Yo era entonces un gallardo líder;
¡ahora, con barba, cansado y viejo!
¡ Yo era un héroe entusiasta, dispuesto a la jefatura y la aventura!, dijo después Enlil.
Ahora tengo hijos que tienen hijos, todos nacidos en la Tierra;
¡Nos hemos hecho viejos en la Tierra, pero los que nacieron en la Tierra
serán aún más viejos dentro de poco! Así, lamentándose, dijo Enlil a su hermano y a su hermana. ¡En cuanto a mí, me llaman vieja oveja!, dijo Ninmah tristemente. ¡Mientras que el resto ha estado yendo y viniendo, ha estado haciendo turnos de servicio, nosotros, los líderes, nos hemos quedado! ¡Quizás ha llegado el momento de partir! Así dijo Enlil. De esto me suelo preguntar, les dijo Enki. ¡Cada vez que uno de nosotros tres desea visitar Nibiru, siempre nos llegan palabras de Nibiru para impedir que vayamos! De eso yo también me pregunto, dijo Enlil: ¿Es algo de Nibiru, algo de la Tierra? Quizás tiene que ver con las diferencias en los ciclos vitales, dijo Ninmah.


Los tres líderes decidieron observar y ver lo que ocurre. 
En aquel momento, el asunto estaba en manos del Hado, ¿o sería del Destino?
Por ello, vino a suceder que, poco después, Marduk vino hasta su padre Enki, deseaba discutir con su padre, Enki, una cuestión de suma gravedad. En la Tierra, los tres hijos de Enlil habían elegido esposas: Ninurta se había casado con Bau, una joven hija de Anu; Nannar había elegido a Ningal, Ishkur había tomado a Shala; Nergal, tu hijo, ha tomado por esposa a Ereshkigal, nieta de Enlil, amenazando con matarla, arrancó de ella su consentimiento. Por esperar mis desposorios, siendo tu primogénito, Nergal no esperó, los otros cuatro, por deferencia, están esperando mis desposorios. ¡Deseo elegir novia, tener una esposa es mi deseo! Así le dijo Marduk a su padre, Enki. ¡Tus palabras me hacen feliz!, le dijo Enki a Marduk. ¡Tu madre también se alegrará! Marduk levantó la mano para que su padre guardara estas palabras ante Ninki. ¿Es acaso una de las jóvenes que curan y dan socorro?, fue a preguntar Enki.


¡Es una descendiente de Adapa, de la Tierra, no de Nibiru, es!, dijo en un suave susurro Marduk.
Enki se quedó sin palabras, con el desconcierto en la mirada; después, pronunció palabras incontroladas:
¡¿Un príncipe de Nibiru, un Primogénito titulado para la sucesión, casarse con una Terrestre?!
¡No una Terrestre, sino una descendiente tuya!, le dijo Marduk.
¡Es una hija de Enkime, el que fuera arrebatado al cielo, su nombre es Sarpanit!
Enki llamó a su esposa Ninki, a ella le contó lo que ocurría con Marduk. Marduk le repitió a Ninki, su madre, el deseo de su corazón, y dijo:
Cuando Enkime vino conmigo de viaje, y yo le estaba enseñando del cielo y la Tierra,
presencié con mis propios ojos lo que mi padre una vez me había contado:
Paso a paso, en este planeta, a partir de un ser Primitivo, hemos creado a uno como nosotros,
a nuestra imagen y semejanza es el Terrestre Civilizado, ¡excepto por la larga vida, es como nosotros!
¡Una hija de Enkime ha cautivado mi capricho, deseo casarme con ella!


Ninki ponderó las palabras de su hijo. Y la doncella, ¿aprecia tu mirada?, le preguntó a Marduk.
En verdad que sí, le dijo Marduk a su madre. ¡Ese no es un asunto para considerar!, dijo Enki levantando la voz. Si nuestro hijo hiciera esto, nunca podría ir a Nibiru con su esposa, ¡perdería para siempre sus derechos principescos sobre Nibiru!


A esto respondió Marduk con una sonrisa amarga: Mis derechos sobre Nibiru son inexistentes,
incluso en la Tierra, mis derechos como Primogénito han sido pisoteados.
Esta es mi decisión: ¡De príncipe a rey en la Tierra convertirme, señor de este planeta!
¡Así sea!, dijo Ninki. ¡Así sea!, dijo también Enki.
Llamaron a Matushal, el hermano de la novia; le hablaron del deseo de Marduk.
Matushal se vio abrumado, con humildad pero con alegría. ¡Así sea!, dijo. Cuando se le contó a Enlil la decisión, se llenó de furia.


¡Una cosa es que el padre tenga relaciones sexuales con las Terrestres,
pero otra muy distinta es que el hijo se case con una Terrestre, concediéndole a ella el señorío!
Cuando se le contó el asunto a Ninmah, quedó enormemente decepcionada.
Marduk podría casarse con cualquier doncella de las nuestras, incluso podría elegir a cualquiera de mis propias hijas, de las que tuve con
Enki, ¡podría casarse con sus hermanastras, como es la costumbre real!. Así dijo
Ninmah.


Con furia, Enlil le transmitió palabras sobre el asunto a Anu en Nibiru: ¡Este comportamiento ha ido demasiado lejos, no se puede consentir!, le dijo Enlil a Anu, el rey. En Nibiru, Anu convocó a los consejeros para discutir urgentemente el asunto.
No encontraron ninguna norma sobre ello en los libros de normas. Anu convocó también a los sabios para discutir las consecuencias del asunto.
¡Adapa, el progenitor de la doncella, no pudo quedarse en Nibiru!, le dijeron a Anu.
¡Por tanto, a Marduk habría que impedirle regresar nunca a Nibiru con
ella! ¡Incluso habiéndose acostumbrado a los ciclos de la Tierra, a Marduk
podría resultarle imposible volver, aún sin ella!


Así le dijeron los sabios a Anu; con esto coincidieron también los consejeros. ¡Transmítase la decisión a la Tierra!, dijo Anu: ¡Marduk puede casarse,
pero ya no será príncipe en Nibiru!
La decisión fue aceptada por Enki y por Marduk, Enlil también acató la
palabra de Nibiru.
¡Celébrese la boda, y que sea en Eridú!, les dijo Ninki. ¡En el Edin, Marduk y su esposa no pueden quedarse!, anunció Enlil, el
comandante.


¡Hagamos un regalo de boda a Marduk y a su novia, unos dominios para ellos, lejos del Edin, en otra tierra! Así le dijo Enki a Enlil.
Enlil estaba pensando si consentir que Marduk fuera enviado lejos:
¿De qué tierra, de qué dominios estás hablando?, le dijo Enlil a su hermano Enki.
¡Unos dominios por encima del Abzu, en la tierra que llega hasta el Mar Superior,
una que está separada del Edin por las aguas, a la que se puede llegar con embarcaciones!
Así le dijo Enki a Enlil. ¡Así sea!, dijo Enlil.
Ninki dispuso una celebración de boda en Eridú para Marduk y Sarpanit. Sus habitantes anunciaron la cereremonia a golpe de tambor de cobre, con siete panderos, las hermanas de la novia presentaron a la esposa.


Una gran multitud de Terrestres Civilizados se reunió en Eridú, la boda era
para ellos como una coronación. También asistieron jóvenes Anunnaki, Igigi de Lahmu vinieron en gran
número.


¡Venimos para celebrar la boda de nuestro líder, para presenciar una unión de Nibiru y la Tierra!
Así explicaron los Igigi su numerosa presencia. 
Viene ahora el relato de cómo los Igigi raptaron a las hijas de los Terrestres,
y de las aflicciones que siguieron y del extraño nacimiento de Ziusudra.
Gran número de Igigi vinieron de Lahmu a la Tierra,
sólo un tercio de ellos quedaron en Lahmu, a la Tierra vinieron doscientos.
Para estar con su líder Marduk, para asistir a la celebración de su boda, fue su explicación;
Desconocido para Enki y para Enlil era su secreto: raptar y tener unión era su plan.
Desconocido para los líderes en la Tierra, una multitud de Igigi se reunieron en Lahmu,
¡Lo que se le permite a Marduk no se nos debería de impedir a nosotros!, se decían entre sí.
¡Basta de sufrimiento y de soledad, de no haber tenido descendientes!, era su eslogan.
Durante sus idas y venidas entre Lahmu y la Tierra,
a las hijas de los Terrestres, las Mujeres Adapitas como les llamaban ellos, veían y codiciaban; y los conspiradores se decían entre ellos: ¡Venid, elijamos esposas de entre las Mujeres Adapitas, y engendremos
hijos!


Uno de ellos, Shamgaz era su nombre, se convirtió en su líder. ¡Aun cuando ninguno de vosotros me siga, yo solo haré la acción!, les
decía a los demás. ¡Si se impusiera un castigo por este pecado, yo solo lo asumiré por todos
vosotros!


Uno a uno, los demás se unieron a la trama, prestaron juramento de hacerlo juntos.
Para la boda de Marduk, doscientos de ellos descendieron en el Lugar de
Aterrizaje,
bajaron sobre la gran plataforma en la Montaña de los Cedros. Desde allí viajaron a Eridú, pasaron entre los Terrestres que trabajaban, junto con la multitud de Terrestres llegaron a Eridú. Después de que hubiera tenido lugar la ceremonia de boda de Marduk y
Sarpanit,
por una señal convenida previamente, Shamgaz dio la señal a los demás.
Cada uno de los Igigi tomó a una doncella Terrestre, por la fuerza las raptaron,
los Igigi fueron con las mujeres hasta el Lugar de Aterrizaje en las
Montañas de los Cedros,
en una fortaleza se emplazaron, a los líderes les formularon un desafio: ¡Basta de privaciones y de no tener descendientes! Queremos casarnos con
las hijas de los Adapitas. ¡Tenéis que darle la bendición a esto, o de lo contrario lo destruiremos todo
en la Tierra por el fuego! Los líderes estaban alarmados, le exigieron a Marduk, comandante de los
Igigi, que se hiciera cargo de la situación. ¡Si tengo que buscar una solución al asunto, mi corazón está de acuerdo
con los Igigi! Así les dijo Marduk a los demás. ¡Lo que yo he hecho no se les puede impedir a ellos!


Enki y Ninmah sacudieron la cabeza, a regañadientes mostraron su acuerdo.
Sólo Enlil se enfureció en lugar de apaciguarse:
¡Una mala acción ha sido seguida por otra, los Igigi han adoptado de Enki
y de Marduk la fornicación, nuestro orgullo y nuestra sagrada misión han quedado abandonados a los
vientos, por nuestras propias manos, este planeta se verá invadido por multitudes
de Terrestres! Enlil hablaba muy disgustado. ¡Que los Igigi y sus mujeres partan de la
Tierra!


¡En Lahmu, la situación se ha hecho insoportable, no es posible la supervivencia!
Así dijo Marduk a Enlil y a Enki. ¡No pueden quedarse en el Edin!, gritó iracundo Enlil. Dejó la reunión
muy disgustado;
en su corazón, Enlil tramaba cosas contra Marduk y sus Terrestres. En la Plataforma de Aterrizaje, en las Montañas de los Cedros, quedaron
recluidos los Igigi con sus mujeres, allí les nacieron hijos, Hijos de las Naves Espaciales les llamaron.
Marduk y Sarpanit, su esposa, también tuvieron hijos, Asar y Satu se llamaron los dos primeros hijos.
A Marduk y a Sarpanit les concedieron los dominios de arriba del Abzu, Marduk invitó a los Igigi,
Marduk llamó a los Igigi para que vivieran en dos ciudades que para sus hijos había construido.


Algunos de los Igigi y sus descendientes llegaron a los dominios en la tierra de color oscuro;
Shamgaz y otros se quedaron en la Plataforma de Aterrizaje en las Montañas de los Cedros,
hasta las lejanas tierras del este, tierras de altas montañas, fueron algunos de sus descendientes.
Ninurta observaba con atención de qué modo Marduk incrementaba su
propia fuerza con Terrestres.


¿Qué están tramando Enki y Marduk?, le preguntó Ninurta a su padre Enlil. ¡La Tierra será heredada por los Terrestres!, le dijo Enlil a Ninurta.
¡Ve, encuentra a los descendientes de Ka-in, prepara con ellos tus propios
dominios!


Ninurta fue al otro lado de la Tierra; encontró a los descendientes de Ka-in. Les enseñó cómo hacer herramientas e interpretar música, les mostró las técnicas de la minería y a fundir y retinar, les mostró cómo construir embarcaciones de madera de balsa, les guió para
que cruzaran un gran mar. En una nueva tierra establecieron sus dominios, construyeron una ciudad
con torres gemelas. Era un dominio más allá de los mares, no era la tierra montañosa del nuevo
Enlace Cielo-Tierra. En el Edin, Lu-Mach era el capataz, su deber consistía en hacer cumplir las
cuotas,
reducir las raciones de los Terrestres era su tarea. Su esposa fue Batanash, ella era hija del hermano del padre de Lu-Mach. Era de una belleza deslumbrante, Enki se quedó encandilado con su belleza. Enki le envió una palabra a su hijo Marduk: ¡Llama a Lu-Mach a tus
dominios,
para que aprenda cómo pueden construir una ciudad los Terrestres! Y cuando fue llamado Lu-Mach a los dominios de Marduk, llevaron a su esposa Batanash a la casa de Ninmah, en Shurubak, la Ciudad
Refugio,
para protegerla y resguardarla de las enfurecidas masas de Terrestres. Poco después, Enki fue a Shurubak a visitar a su hermana Ninmah. En el techo de una morada, cuando Batanash se estaba bañando, Enki la tomó por los muslos, la besó, derramó su semen en su matriz. Batanash tenía un hijo, el vientre se le estaba hinchando; se le envió palabra a Lu-Mach desde Shurubak: ¡Vuelve al Edin, vas a tener un hijo!


Al Edin, a Shurubak, regresó Lu-Mach, Batanash le mostró el niño. Tenía la piel blanca como la nieve, del color de la lana era su cabello, sus ojos eran como los cielos, sus ojos brillaban con un resplandor. Asombrado y asustado estaba Lu-Mach; fue corriendo hasta su padre Matushal.


¡Batanash ha tenido un hijo que no parece Terrestre, estoy muy confuso
con este alumbramiento! Matushal fue hasta Batanash, vio al recién nacido, quedó sorprendido por
su aspecto. ¿El padre del niño es uno de los Igigi? Matushal exigió la verdad de
Batanash:
¡Revélale a Lu-Mach, tu esposo, si este niño es hijo suyo! ¡Ninguno de los Igigi es el padre del niño, de esto juro por mi vida! Así
respondió Batanash. Entonces, Mathusal se volvió a su hijo Lu-Mach, le puso la mano tranqui-
lizadoramente sobre el hombro. El niño es un misterio, pero en su misma extrañeza se te ha revelado un
augurio,
es único, para una tarea única ha sido elegido por el destino.


¡Qué trabajo es, no lo sé; cuando llegue el momento, se sabrá! 
Así le dijo Matushal a su hijo Lu-Mach; se refería a lo que en la Tierra
estaba sucediendo: 
en aquellos días, los sufrimientos iban aumentando en la Tierra, 
los días se iban haciendo más fríos, los cielos retenían sus lluvias, las cosechas disminuían en los campos, en los rediles había pocos corderos. ¡Que el hijo que te ha nacido, extraño como es, sea un augurio de que nos
llega un respiro!


Así le dijo Matushal a su hijo Lu-Mach. ¡Sea su nombre Respiro! Batanash no reveló el secreto de su hijo a Matushal ni a Lu-Mach; le llamó Ziusudra, El de Largos y Brillantes Días de Vida; creció en
Shurubak.


Ninmah le concedió al niño su protección y su afecto.
Estaba dotado de mucha comprensión, ella le proporcionó conocimientos.
Enki adoraba enormemente al niño, le enseñó a leer los escritos de Adapa,
el niño, como un joven, aprendió cómo observar y realizar los ritos sacerdotales.
En el centesimo décimo Shar nació Ziusudra,
en Shurubak creció y se casó con Emzara, y ella le dio tres hijos. 
En sus días, los sufrimientos se intensificaron en la Tierra; plagas y hambre afligían a la Tierra.
Viene ahora el relato de las tribulaciones de la Tierra antes del Diluvio, y de cómo las misteriosas decisiones de Galzu de vida y muerte dirigieron
en secreto. Enlil estaba muy molesto con la unión de los Igigi y las hijas de los
Terrestres, Enlil estaba muy turbado con los desposorios de Marduk con una mujer
Terrestre.


A sus ojos, la misión de los Anunnaki en la Tierra se había pervertido, para él, las ruidosas y estridentes masas de los Terrestres se habían convertido en anatema;
las declaraciones de los Terrestres se le hacían agobiantes, ¡Las uniones me quitan el sueño!. Así dijo Enlil a los otros líderes. En los días de Ziusudra, plagas y pestes asolaban la Tierra, dolores, mareos, escalofríos y fiebres abrumaban a los Terrestres. ¡Enseñemos a los Terrestres a curarse, que aprendan a darse remedios por
sí mismos! Así dijo Ninmah. ¡Lo prohibo por decreto!, replicó Enlil a sus súplicas. En las tierras donde se han extendido los Terrestres no manan las aguas de
sus fuentes,
la tierra ha cerrado su matriz, no brota vegetación. ¡Enseñemos a los Terrestres a hacer estanques y canales, que obtengan
pescado y sustento de los mares! Así dijo Enki a los otros líderes. ¡Lo prohibo por decreto!, le dijo Enlil a Enki. ¡Que perezcan los Terrestres
de hambre y de enfermedades!


Durante todo un Shar, los Terrestres comieron las hierbas de los campos; durante el segundo Shar, el tercer Shar, sufrieron la venganza de Enlil. En Shurubak, la ciudad de Ziusudra, el sufrimiento se estaba haciendo
insoportable.
Ziusudra, portavoz de los Terrestres, fue hasta Eridú, se dirigió a la casa del señor Enki, invocó el nombre de su señor, le suplicó ayuda y salvación; Enki estaba atado por los decretos de Enlil.


En aquellos días, los Anunnaki estaban preocupados por su propia supervivencia;
sus propias raciones disminuían, ellos mismos se estaban viendo afectados por los cambios en la Tierra.
Tanto en la Tierra como en Lahmu, las estaciones habían perdido su regularidad.
Durante un Shar, durante dos Shars, se estuvieron estudiando las vueltas celestes desde Nibiru,
desde Nibiru se observaron cosas extrañas en los destinos planetarios.
Estaban apareciendo manchas negras en el rostro del Sol, se disparaban llamas desde su rostro;
Kishar también se comportaba mal, su hueste había perdido el equilibrio, inestables eran sus vueltas.


El Brazalete Repujado se veía estirado y empujado por invisibles fuerzas de red,
por motivos incomprensibles, el Sol estaba perturbando a su familia;
¡los destinos de los celestiales se veían abrumados por hados desagradables!
En Nibiru, los sabios dieron la voz de alarma, la gente se reunía en las plazas públicas;
¡el Creador de Todo, está devolviendo los cielos a los días primordiales,
iracundo está el Creador de Todo!, gritaban algunas voces entre el pueblo.


En la Tierra, las tribulaciones aumentaban, el miedo y el hambre elevaban sus cabezas.
Durante tres Shars, durante cuatro Shars, estuvieron observando los instrumentos frente a la la Blancatierra,
Nergal y Ereshkigal habían registrado extraños estruendos en las nieves de la Blancatierra:
¡El hielo de nieve que cubre la Blancatierra ha empezado a deslizarse!, informaron desde la punta del Abzu.
En la Tierra Más Allá de los Mares, Ninurta puso instrumentos de predicción en su refugio,
terremotos y temblores en el fondo de la Tierra descubrió con los instrumentos.


¡Algo extraño está pasando!, envió Enlil palabras de alarma a Anu en Nibiru.
Durante el quinto Shar, durante el sexto Shar, los fenómenos ganaron
fuerza,
en Nibiru, los sabios dieron la alarma, de calamidades hicieron advertencia al rey:
La próxima vez que Nibiru se acerque al Sol, la Tierra quedará expuesta a la fuerza de la red de Nibiru,
Lahmu, en sus vueltas, se situará al otro lado del Sol.


La Tierra no tendrá protección en los cielos ante la fuerza de la red de
Nibiru,
Kishar y su hueste se agitarán, Lahamu también se sacudirá y temblará; en el gran Abajo de la Tierra, el hielo de nieve de la Blancatierra está perdiendo base;
la próxima vez que Nibiru se aproxime a la Tierra, el hielo de nieve de la superficie de la Blancatierra se deslizará. Provocará una calamidad de agua: ¡La Tierra será arrollada por una gigantesca ola, un Diluvio! En Nibiru fue grande la consternación, inseguros ante el propio hado de
Nibiru, el rey, los sabios y los consejeros estaban también muy preocupados por la
Tierra y por Lahmu. El rey y los consejeros tomaron una decisión: ¡prepararse para evacuar la
Tierra y Lahmu! En el Abzu, se cerraron las minas de oro, desde allí fueron los Anunnaki
hasta el Edin; en Bad-Tibira, se cesó en la fundición y el refinado, todo el oro se envió a
Nibiru. Vacía, dispuesta para la evacuación, una flota de rápidos carros celestes
regresó a la Tierra; En Nibiru se vigilaban las señales de los cielos, en la Tierra se tomaba nota
de los temblores. Fue entonces cuando de uno de los carros celestiales salió un Anunnaki de
cabello blanco,
Galzu, Gran Conocedor, era su nombre. Con paso majestuoso se dirigió hasta Enlil, a él le presentó un mensaje
sellado de Anu. Soy Galzu, emisario plenipotenciario del Rey y del Consejo, le dijo a Enlil.


Enlil se sorprendió por su llegada: No me había llegado palabra alguna de Anu sobre esto.
Enlil examinó el sello de Anu; estaba intacto, y era auténtico.


En Nibru-ki se leyó el mensaje de la tablilla, la codificación era de toda confianza.
¡Galzu habla en nombre del Rey y del Consejo, sus palabras son mis órdenes! Eso afirmaba el mensaje de Anu.
Que se llamara también a Enki y a Ninmah fue la petición de Galzu.
Cuando llegaron, Galzu le sonrió agradablemente a Ninmah. ¡Somos de la misma escuela y edad!, le dijo a ella.


Ninmah no podía recordar aquello; el emisario era tan joven como un hijo, ¡ella era como su anciana madre!
¡La explicación es sencilla!, le dijo Galzu: ¡La causa se halla en nuestros ciclos vitales de sueño invernal!
De hecho, este asunto es parte de mi misión; hay un secreto acerca de la evacuación.
Desde que Dumuzi estuvo en Nibiru, se ha estado examinando a los Anunnaki que volvían a Nibiru;
aquéllos que más tiempo habían estado en la Tierra eran los más afectados al volver:
sus cuerpos ya no se habituaron a los ciclos de Nibiru,
su sueño estaba alterado, su visión fallaba, la fuerza de la red de Nibiru pesaba en sus pasos.
Sus mentes también se vieron afectadas, ¡dado que los hijos eran más viejos que los padres a los que habían dejado!


La muerte, camaradas míos, llegó con rapidez a los retornados; ¡por eso estoy aquí, para advertiros!
Los tres líderes, los que más tiempo habían estado en la Tierra, guardaron silencio ante las palabras.
Ninmah fue la primera en hablar: ¡Era de esperar!, dijo. Enki, el sabio, se mostró de acuerdo con sus palabras: ¡Era evidente!, dijo. Enlil montó en cólera: ¡Antes, los Terrestres se estaban haciendo como nosotros,
ahora, nosostros nos hemos hecho como los Terrestres, para quedar prisioneros de este planeta!
¡Toda la misión se ha convertido en una pesadilla, con Enki y sus
Terrestres como señores, acabaremos siendo esclavos! Galzu escuchó con compasión el estallido de Enlil. De hecho, mucho hay
que reflexionar, dijo, en Nibiru se ha estado pensando mucho, y profundas cuestiones se han
estado planteando al examen de conciencia: ¿Se debería haber dejado a Nibiru a su suerte, fuera lo que fuera lo que el
Creador de Todo pretendiera, para dejar que ocurriera, o fue la llegada a la Tierra concebida por el Creador de Todo, y nosotros
no fuimos más que emisarios inconscientes? ¡Sobre esto, camaradas míos, el debate continúa! Así les dijo Galzu. Y he aquí la orden secreta de Nibiru: ¡Vosotros tres permaneceréis en la Tierra; sólo volveréis a Nibiru para
morir!

 

En carros celestiales, circundaréis la Tierra, esperaréis la calamidad en el
exterior; al resto de los Anunnaki, se les debe dar la opción de irse o de esperar la
calamidad en el exterior. Los Igigi que se casaron con Terrestres deben elegir entre la partida o las esposas:
¡A ningún Terrestre, ni siquiera Sarpanit, la de Marduk, se le permitirá viajar a Nibiru!
¡Todos los que quieran quedarse y ver lo que sucede, deberán salvaguardarse en los carros celestes! ¡En cuanto a todos los demás, deben estar preparados para partir hacia
Nibiru de inmediato! Así, en secreto, reveló Galzu las órdenes de Nibiru a los líderes.
Viene ahora el relato de cómo los Annunaki decidieron abandonar la Tierra,
y de cómo prestarobn juramento para dejar perecer a la Humanidad en el Diluvio.
Enlil convocó un consejo de comandantes Anunnaki e Igigi en Nibru-ki,
también estaban presentes los hijos de los líderes y sus hijos.
Enlil les reveló el secreto de la inminente calamidad.


¡La Misión a la Tierra ha llegado a un amargo final!, les dijo solemnemente.
Todos los que quieran partir en barcos celestiales, que se preparen para ser evacuados a Nibiru,
pero si tienen esposas Terrestres, tendrán que irse sin las esposas.
¡Los Igigi que se afeiten a sus esposas y descendientes, que escapen a los picos más altos de la Tierra!
¡En cuanto a los pocos Anunnaki que decidan quedarse, en Barcos del Cielo permaneceremos sobre los cielos de la Tierra,
para esperar la calamidad en el exterior, para presenciar la suerte de la Tierra!
¡Como comandante, seré el primero en quedarme! Así habló Enlil. 
¡Los demás, que decidan por sí mismos!


¡Decido quedarme con mi padre, afrontaré la calamidad!, anunció Ninurta.
¡Después del Diluvio, volveré a las Tierras de Más Allá de los Océanos!
Nannar, el primogénito de Enlil en la Tierra, anunció un extraño deseo:
esperar el Diluvio no en los cielos de la Tierra, sino en la Luna; ése fue su deseo.
Enki levantó una ceja; Enlil, aunque desconcertado, aceptó.
Ishkur, el más joven de Enlil, tomó la decisión de quedarse en la Tierra con su padre.
Utu e Inanna, los hijos de Nannar que habían nacido en la Tierra, declararon quedarse.
Enki y Ninki, optaron por quedarse y no abandonar la Tierra; lo anuncia
ron con orgullo.


¡No abandonaré a los Igigi ni a Sarpanit!, afirmó Marduk con ira.
Uno a uno, los demás hijos de Enki anunciaron su decisión de quedarse:
Nergal y Gibil, Ninagal y Ningishzidda, y Dumuzi también. Todos los ojos se volvieron entonces a Ninmah; declaró con orgullo su
decisión de quedarse: ¡El trabajo de toda mi vida está aquí! ¡A los Terrestres, mis creados, no los
abandonaré! Ante sus palabras, se removió un clamor entre los Anunnaki y los Igigi;
preguntaron por la suerte de los Terrestres.
Que los Terrestres por las abominaciones perezcan; asi lo proclamó Enlil. Un asombroso ser fue creado por nosotros, por nosotros debe ser salvado,
le gritó Enki a Enlil.


Ante esto, replicó Enlil también con gritos:
¡Desde el mismo principio, en cada ocasión, tú modificaste las decisiones! ¡Tú les diste la procreación a los Trabajadores Primitivos, a ellos los dotaste de Conocimiento!
Tomaste en tus manos los poderes del Creador de Todo, para después caer en las abominaciones.
¡Concebiste a Adapa con fornicación, le diste Entendimiento a su linaje! ¡A su descendencia te has llevado a los cielos, has compartido con ellos
nuestra Sabiduría!


Has roto todas las normas, has ignorado decisiones y órdenes, por culpa tuya, un hermano Terrestre Civilizado mató a otro hermano, por culpa de Marduk, tu hijo, los Igigi, imitándole a él, se casaron con las
Terrestres.
¡Nadie sabe ya quién es el representante de Nibiru, el único al que le pertenece la Tierra!
¡Basta! ¡Basta!, es todo lo que digo. ¡La abominación no puede continuar! ¡Ahora que una calamidad ha sido ordenada por un destino desconocido, que suceda lo que tenga que suceder! Así proclamó Enlil, enfurecido; que todos los líderes juren solemnemente que no interferirán en los acontecimientos, exigió Enlil a todos. El primero en prestar juramento de silencio fue Ninurta; otros del lado de
Enlil le siguieron.


¡Acato tus órdenes!, le dijo Marduk a Enlil. Pero, ¿de qué sirve el juramento? Si los Igigi abandonaran a sus esposas, ¿no se difundiría el miedo entre los
Terrestres? Ninmah estaba anegada en lágrimas; susurró débilmente las palabras del
juramento.
Enlil miró fijamente a su hermano Enki. ¡Es la voluntad del rey y del consejo!, le dijo.
¿Por qué quieres atarme con un juramento?, le preguntó Enki a su hermano Enlil.
¡Tú has tomado la decisión, en la Tierra es un mandato!
No puedo detener la inundación, no puedo salvar a las multitudes de Terrestres,
así pues, ¿para qué quieres atarme con un juramento? Así le preguntó Enki
a su hermano. Para que todo ocurra como si hubiera sido decretado por hado, que se
conozca como Decisión de Enlil, ¡que quede sobre Enlil solo la responsabilidad para siempre! Así dijo Enki
a todos.


Después, Enki se fue de la asamblea; Marduk también se fue con él. Con ágiles palabras de mandato, Enlil llamó al orden a la asamblea. Asignó tareas para lo que había que hacer con firmes decisiones, hizo grupos entre los que iban a partir y los que se iban a quedar, para designar plazas para la asamblea, para recoger equipos, para asignar
carros. Los primeros en partir fueron los que tenían que volver a Nibiru,
con muchos abrazos y estrechar de brazos, la alegría mezclada con el pesar, embarcaron en las naves celestiales;
uno tras otro, los vehículos rugieron y se elevaron desde Sippar.
Al principio, los que quedaban atrás gritaban ¡Viajad sin novedad!; luego, los gritos enmudecían.


Tras completarse los lanzamientos hacia Nibiru,
llegó el turno de Marduk y de los Igigi con esposas Terrestres;
Marduk los reunió a todos en el Lugar de Aterrizaje, les ofreció una elección:
con él y con Sarpanit, y con los dos hijos y las hijas, ir a Lahmu y esperar allí que pasara la calamidad,
o dispersarse en las distantes tierras montañosas de la Tierra, para encontrar un refugio ante el Diluvio.
Después, Enlil tuvo en cuenta a los que se quedaron, por grupos les asignó carros.
Enlil mandó a Ninurta a las tierras montañosas más allá de los océanos para que informara del retumbar de la Tierra;
también asignó a Nergal y a Ereshkigal la tarea de vigilar la Blancatierra; a Ishkur le dio la tarea de vigilar contra cualquier avalancha de Terrestres,
para que prohibiera accesos, para que levantara y reforzara barreras y cerrojos.


Sippar, el Lugar de los Carros Celestiales, fue el centro de todos los preparativos; desde Nibru-ki, Enlil se llevó a Sippar las Tablillas de los Destinos, allí
estableció un Enlace Cielo-Tierra temporal. Después, Enlil se dirigió a su hermano Enki, a él le dijo así: Para el caso de que se pudiera sobrevivir a la calamidad, que se recuerde
todo lo que ha sucedido. ¡Que se entierren y resguarden las tablillas de los registros en Sippar, en
las profundidades de la Tierra, para que en los días por venir se descubra lo que desde un planeta se hizo
en otro! Enki aceptó de buen grado las palabras de su hermano. Almacenaron los
ME y otras tablillas en arcones dorados, los enterraron para la posteridad en Sippar, en las profundidades de la
Tierra.


Así dispuesto todo, los líderes esperaron la señal de partir, vigilaron con aprensión la aproximación de Nibiru en su gran vuelta. Fue en aquellos momentos de ansiosa espera cuando Enki se dirigió a su
hermana Ninmah, a ella, le dijo así Enki:
¡En su preocupación por los Terrestres, Enlil no ha prestado atención a todas las demás criaturas vivas! Cuando la avalancha de aguas barra las tierras, otras criaturas vivas, algunas de Nibiru originadas por nosotros, la mayor
parte evolucionada en la misma Tierra, quedarán condenadas en un golpe repentino a la extinción. ¡Preservemos tú y yo su simiente de vida, extraigamos sus esencias vitales
para salvaguardarlas!


Ninmah, la que da la vida, a las palabras de Enki dio su favor: ¡Lo haré en Shurubak, tú hazlo con las criaturas vivas del Abzu! Así le dijo
a Enki.


Mientras los demás esperaron sentados y ociosos, Enki y Ninmah emprendieron un desafiante trabajo;
a Ninmah le ayudaron algunas de sus asistentes en Shurubak,
a Enki le ayudó Ningishzidda en el Abzu, en la antigua Casa de la Vida.
reunieron esencias masculinas y femeninas, y huevos de vida,
de cada especie, de dos en dos, de dos en dos los preservaron en Shurubak y en el Abzu,
para salvaguardar, mientras en la Tierra se daba la vuelta, para recombinar después las especies vivas.
Entonces, llegaron las palabras de Ninurta: ¡Los estruendos de la Tierra son siniestros!


Entonces, llegaron las palabras de Nergal y de Ereshkigal: ¡La Blancatierra se estremece!
En Sippar, se reunieron todos los Anunnaki, esperaban el Día del Diluvio.

 

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