martes, 5 de marzo de 2013

EL LIBRO PERDIDO DE ENKI - 5





Las Palabras del Señor Enki

 


Sinopsis de la Sexta Tablilla

Enki revela un secreto a los incrédulos líderes: en el Abzu deambula un ser salvaje similar a los Anunnaki;
acrecentando su esencia vital con la de los Anunnaki, se le podrá elevar hasta convertirle en un Trabajador Primitivo inteligente.
La creación pertenece al Padre de Todo Principio, gritó Enlil
Sólo le daremos nuestra imagen a un ser ya existente, arguyó Ninmah
Necesitando urgentemente el oro para sobrevivir, los líderes votan Sí
Enki, Ninmah y Ningishzidda, el hijo de Enki, comienzan los experimentos
Tras muchos fracasos, se consigue el modelo-perfecto Adamu
Ninmah grita triunfante: ¡Mis manos lo han hecho!
Se la renombra Ninti («Dama de la Vida») por su logro Ninki, la esposa de Enki, ayuda a crear a Ti-Amat, una hembra Terrestre
Los terrestres, siendo híbridos, se emparejan pero no procrean
Ningishzidda añade dos ramas de esencia al Árbol de la Vida de los Terrestres
Al descubrir los acontecimientos no aprobados, Enlil expulsa a los Terrestres
La doble hélice del ADN, emblema de Ninghishzidda


 

LA SEXTA TABLILLA

¡Crear un Trabajador Primitivo, forjarlo por la señal de nuestra esencia!
Así dijo Enki a los líderes.
¡El ser que necesitamos existe ya!
Así les reveló Enki un secreto del Abzu.


Asombrados escucharon los demás las palabras de Enki; se quedaron fascinados con sus palabras.
Existen criaturas en el Abzu, dijo Enki, que caminan erectas, sobre dos piernas,
las patas delanteras las utilizan como brazos, de manos están dotados. Viven entre los animales de las estepas. No saben vestirse, comen plantas con la boca, beben agua de los lagos y de las zanjas. Tienen todo el cuerpo peludo, el pelo de la cabeza es como el de un león; ¡retozan con las gacelas, disfrutan con las criaturas prolífícas en las aguas! Los líderes escucharon las palabras de Enki con sorpresa.
¡En el Edin no se había visto ninguna criatura como esa!, dijo Enlil sin podérselo creer.
¡Hace eones, en Nibiru, nuestros predecesores quizá fueron así!, dijo Ninmah.
¡Es un ser, no una criatura!, dijo Ninmah. ¡Debe ser emocionante contemplarlo!
Enki les llevó a la Casa de la Vida; en fuertes jaulas había
unos de estos seres.


Al ver a Enki y a los demás, se pusieron a saltar, golpeaban con los puños en las barras de la jaula.
Gruñían y resoplaban; no decían
palabras.
¡Son macho y hembra!, dijo Enki; tienen masculinidad y femineidad,
procrean como nosotros, los venidos de Nibiru.


Ningishzidda, mi hijo, ha comprobado su Esencia de Elaboración;
es similar a la nuestra, como dos serpientes entrelazadas;
nuestra esencia vital se combinará con la de ellos, nuestra señal se pondrá
sobre ellos,
¡se creará un Trabajador Primitivo! Comprenderá nuestras órdenes, manejará nuestras herramientas, llevará a cabo los trabajos duros en las
excavaciones;
¡dará alivio a los Anunnaki en el Abzu!
Así hablaba Enki, con entusiasmo, sus palabras sonaban excitadas. Enlil vacilaba ante las palabras: ¡Es un asunto de gran importancia! ¡Hace mucho que se abolió la esclavitud en nuestro planeta, los esclavos
son las herramientas, no otros seres!


Quieres traer a la existencia a una nueva criatura, no existente previamente;
¡la creación sólo está en manos del Padre de Todo Principio! Así dijo Enlil, oponiéndose; sus palabras eran severas. Enki le respondió a su hermano: ¡No esclavos, sino ayudantes es mi plan! ¡El ser ya existe!, dijo Ninmah. ¡El plan consiste en darle más capacidad! ¡No se trata de hacer una nueva criatura, sino de hacer más a nuestra imagen una ya existente!, dijo Enki persuasivamente.
¡Con pocos cambios se puede conseguir, sólo se necesita una gota de nuestra esencia!
¡Es éste un asunto grave, y no es de mi agrado!, dijo Enlil. Va en contra de las reglas del viaje de planeta en planeta, se prohibió por las reglas de la venida a la Tierra. ¡Nuestro objetivo era obtener oro, no era reemplazar al Padre de Todo
Principio!


Después de hablar así Enlil, Ninmah fue la que le respondió: ¡Hermano mío!, le dijo Ninmah a Enlil,
el Padre de Todo Principio nos ha dotado de sabiduría y entendimiento, ¿para qué propósito se nos perfeccionó de este modo, si no es para hacer el máximo uso de ello?

El Creador de Todo llenó nuestra esencia vital de sabiduría y entendimiento,
para que fuéramos capaces de hacer cualquier uso de ello, ¿no es eso para
lo que hemos sido destinados? Así fueron las palabras que Ninmah le dirigió a su hermano Enlil.
¡Con eso que se nos concedió en nuestra esencia, hemos perfeccionado herramientas y carros,
hemos hecho añicos las montañas con las armas de terror, y los cielos hemos curado con oro!
Así le dijo Ninurta a su madre.


¡Con la sabiduría no vamos crear nuevos seres, sino a forjar nuevas herramientas,
vamos a aliviar el trabajo con nuevos equipos, no con esclavos!
¡Allá donde nuestro entendimiento nos lleve, a eso hemos sido destinados!
Así dijo Ningishzidda, estaba de acuerdo con Enki y con Ninmah.
¡No podemos impedir que se usen los conocimientos que poseemos!, dijo
Ningishzidda.


¡Ciertamente, el Destino no puede ser alterado, desde el Principio hasta el
Final ha sido determinado! 
Les dijo Enlil a ellos. ¿Es Destino, o es Hado, 
lo que nos ha traído a este planeta, a sacar oro de las aguas, 
a poner a trabajar en las excavaciones a los héroes Anunnaki, a estar
neando la creación de un Trabajador Primitivo? 
¡Ésa, parientes míos, es la cuestión! Así, con gravedad, dijo Enlil. 
¿Es Destino, es Hado? Eso es lo que hay que decidir, 
¿Está ordenado desde el Principio, o es algo por lo que debemos decidirnos?
Decidieron exponer el asunto ante Anu; Anu presentó el asunto ante el consejo.
Se consultó a los ancianos, a los sabios, a los comandantes.
Las discusiones fueron largas y amargas, se dijeron palabras de Vida y Muerte, de Hado y Destino.
¿Hay alguna otra forma de obtener oro? ¡La supervivencia está en peligro! ¡Si hay que obtener oro, que se elabore al ser!, decidió el consejo.


¡Que Anu deje a un lado las reglas de los viajes planetarios, que se salve Nibiru!
La decisión se transmitió desde el palacio de Anu hasta la Tierra; a Enki 
encantó. ¡Que Ninmah sea mi ayudante, tiene conocimientos de estos asuntos! 
Así dijo Enki. Miraba a Ninmah con anhelo.
¡Así sea!, dijo Ninmah. ¡Así sea!, dijo Enlil. 
A través de Ennugi se anunció la decisión a los Anunnaki en el Abzu: ¡Hasta que se consiga el ser, tenéis que volver voluntariamente al trabajo!,
dijo.


Hubo decepción; no hubo rebelión; los Anunnaki volvieron al trabajo. En la Casa de la Vida, en el Abzu, Enki le explicó a Ninmah cómo elaborar el ser.
Llevó a Ninmah a un lugar entre los árboles, era un lugar de jaulas. En las jaulas había extrañas criaturas, algo que nadie había visto en libertad:
tenían la parte superior de una especie, la parte inferior de otra criatura; ¡Enki le mostró a Ninmah criaturas de dos especies combinadas por sus
esencias!


Volvieron a la Casa de la Vida, la llevaron a un lugar limpio con un brillante resplandor.
En el lugar limpio, Ningishzidda le explicó a Ninmah los secretos de la
esencia vital,
cómo se puede combinar la esencia de dos especies, él a ella le mostró. ¡Las criaturas de las tres jaulas son muy extrañas, son monstruosas!, dijo
Ninmah.
¡Sí, lo son!, respondió Enki. ¡Lograr la perfección, para eso se te necesita! ¿Cómo combinar las esencias, cuánto de ellas, cuánto de eso reunir, en qué útero comenzar la concepción, en qué útero deberá dar a luz? Para eso se necesitan tus conocimientos de ayuda y curación; ¡se necesitan los conocimientos de alguien que haya dado a luz, de alguien
que sea madre! En el rostro de Ninmah había una sonrisa; recordaba bien las dos hijas que
había tenido con Enki.


Ninmah supervisó con Ningishzidda las fórmulas sagradas que se guardaban secretamente en los ME,
le preguntaba cómo se había hecho esto y aquello.
Examinó a las criaturas de las tres jaulas, contempló a las criaturas bípedas.
Las esencias se transmiten por inseminación de un macho a una hembra,
las dos hebras entrelazadas se separan y combinan para forjar una descendencia.
¡Que un varón Anunnaki fecunde a una hembra bípeda, que nazca una descendencia de combinación! Así dijo Ninmah.


¡Eso hemos intentado, pero ha habido fallos!, le respondió Enki. 
¡No hubo concepción, no hubo parto!
Viene ahora el relato de cómo se creo al Trabajador Primitivo,
de cómo Enki y Ninmah, con la ayuda de Ningishzidda, forjaron al ser.
Hay que intentar conseguir otra forma de mezclar las esencias, dijo Ninmah.
Hay que encontrar otra forma de combinar las dos hebras de las esencias,
para que no resulte dañada la porción de la Tierra.


¡Se tiene que configurar para que reciba nuestra esencia gradualmente,
sólo se podría intentar poco a poco a partir de las fórmulas ME de la esencia de Nibiru!
Ninmah preparó una mezcla en un recipiente de cristal, puso con mucho cuidado el óvalo de una hembra bípeda,
con ME que contenía simiente Anunnaki, fecundó el óvalo;
insertó de nuevo el óvalo en la matriz de la hembra bípeda.


¡Esta vez había concepción, había un parto en ciernes!
Los líderes esperaron el tiempo previsto para el nacimiento, esperaban los resultados con el corazón lleno de ansiedad.
¡El tiempo previsto se cumplió, pero no hubo nacimiento!
Desesperada, Ninmah hizo un corte, lo que había sido concebido extrajo
con tenazas. ¡Era un ser vivo! Enki exclamó con regocijo. ¡Lo conseguimos!, gritó Ningishzidda jubiloso.
Ninmah sostenía en sus manos al recién nacido, pero ella no estaba llena de gozo:
el recién nacido tenía pelo por todas partes, su parte superior era como las de las criaturas de la Tierra,
las partes inferiores se parecían más a las de los Anunnaki.


Dejaron que la hembra bípeda cuidara del recién nacido, que mamara su
leche. El recién nacido creció rápido, lo que en Nibiru era un día, era un mes en
el Abzu. El niño de la Tierra se hizo más alto, no era a imagen de los Anunnaki;
¡sus manos no se adaptaban a las herramientas, y no emitía más que gruñidos!
¡Tenemos que volver a intentarlo!, dijo Ninmah. Hay que ajustar la mezcla;
¡Dejadme ensayar con los ME, dejad que haga el esfuerzo con este o aquel ME! Con la ayuda de Enki y de Ningishzidda repitieron los procedimientos,
Ninmah consideró cuidadosamente las esencias de los ME,
tomó un poco de uno de ellos, tomó un poco de otro de ellos,
luego fecundó en el cuenco de cristal el óvalo de la hembra de la Tierra.


¡Hubo concepción, cuando se cumpliera el tiempo habría nacimiento!
Éste se parecía más a los Anunnaki;
dejaron que la madre le diera de mamar, dejaron que el recién nacido se
convirtiera en niño.


Por su aspecto, era atractivo; sus manos estaban conformadas para sostener herramientas;
pusieron a prueba sus sentidos, los encontraron deficientes: el niño de la Tierra no podía oír, su visión era vacilante. Una y otra vez, Ninmah reajustó las mezclas, de las fórmulas ME tomó
pizcas y trozos; un ser tenía los pies paralizados, a otro le goteaba el semen, a otro le temblaban las manos, a otro le funcionaba mal el hígado; otro tenía las manos demasiado cortas para alcanzarse la boca, otro no tenía los pulmones adecuados para respirar. Enki estaba decepcionado con los resultados. ¡No conseguimos el
Trabajador Primitivo!, le dijo a Ninmah.


¡Estoy descubriendo a través de ensayos lo bueno o malo en este ser! Respondió Ninmah a Enki. ¡Mi corazón me anima a que siga intentándolo! Una vez más, Ninmah hizo una mezcla; una vez más, el recién nacido era deficiente.
¡Quizás el déficit no se encuentre en la mezcla!, le dijo Enki.


¡Quizás el impedimento no esté ni en el óvulo de la hembra ni en las esencias!
¡De lo que la Tierra misma está forjada, quizá sea eso lo que falta!
¡No uses un recipiente de cristales de Nibiru, hazlo de la arcilla de la Tierra!
Así dijo Enki, en posesión de gran sabiduría, a Ninmah.


¡Quizá se requiera lo que es la propia mezcla de la Tierra, de oro y cobre!
Así animó Enki, el que sabe cosas, a Ninmah, para que usará la arcilla del Abzu.
En la Casa de la Vida, Ninmah hizo un recipiente, lo hizo con la arcilla del Abzu.
Como un baño purificador conformó el recipiente, para hacer dentro de él la mezcla.
Puso con cuidado el óvalo de una hembra terrestre, de una bípeda, en el recipiente de arcilla,
puso en el recipiente la esencia vital extraída de la sangre de un Anunnaki,
a través de las fórmulas ME se dirigió la esencia y poco a poco y con mesura fueron añadidas al recipiente,
después, insertó el óvalo así fertilizado en la matriz de la hembra terrestre.


¡Hay concepción!, anunció alegre Ninmah. Esperaron el tiempo del nacimiento.
Cuando se cumplió el tiempo, la hembra terrestre comenzó a parir,
¡un niño, un recién nacido estaba a punto de llegar! 
Ninmah extrajo al recién nacido con las manos; ¡era un varón!


En sus manos sostuvo al niño; Enki y Ningishzidda estaban presentes.
Los tres líderes se echaron a reír alegremente,
Enki y Ningishzidda se daban palmadas en la espalda, Ninmah y Enki se
abrazaron y se besaron. ¡Tus manos lo han hecho!, le dijo Enki con un destello en los ojos.
Dejaron que la madre diera de mamar al recién nacido; éste creció más
rápido que un niño de Nibiru.


El recién nacido progresó de mes en mes, pasó de bebé a niño.
Sus miembros eran adecuados para el trabajo, hablar no sabía,
¡no comprendía las palabras, emitía gruñidos y resoplidos! Enki valoró el asunto, tomó en consideración lo que se había hecho en
cada paso y en cada mezcla. ¡De todo lo que hemos intentado y cambiado, hay una cosa que nunca se
ha alterado!, le dijo a Ninmah: siempre se ha insertado el óvalo fertilizado en la matriz de una hembra
terrestre;
¡Quizás sea la obstrucción que queda! Así dijo Enki. Ninmah miró a Enki, lo contempló desconcertada. ¿Qué, en verdad, estás diciendo? De él, exigía ella una respuesta. ¡Estoy hablando de la matriz que da a luz!, le respondió Enki. De quién nutre el óvalo fertilizado, de quién da a luz; para que sea a nuestra imagen y semejanza, ¡quizás se necesite una matriz
Anunnaki! En la Casa de la Vida hubo silencio; ¡Enki estaba pronunciando palabras
nunca antes escuchadas! Se miraron uno a otro, estaban pensando en lo que podría estar pensando
el otro.


¡Sabias son tus palabras, hermano mío!, dijo Ninmah por fin. Quizás se insertó la mezcla correcta en la matriz equivocada; Ahora bien, ¿dónde está la hembra entre los Anunnaki que ofrezca su
matriz, para crear quizás al Trabajador Primitivo perfecto, para llevar quizás un
monstruo en su vientre? Así dijo Ninmah, con la voz temblorosa. ¡Deja que le pregunte a Ninki, mi esposa!, dijo Enki. Convoquémosla a la Casa de la Vida, para exponer el asunto ante ella. Se estaba volviendo para marcharse cuando Ninmah le puso la mano en el
hombro:
¡No! ¡No!, le dijo a Enki.
¡Yo hice las mezclas, la recompensa y el peligro deben ser míos! ¡Seré yo la que proporcione la matriz Anunnaki, la que afronte el buen
o el mal hado!


Enki inclinó la cabeza, la abrazó suavemente. ¡Así sea!, le dijo. Hicieron la mezcla en el recipiente de arcilla,
unieron el óvalo de una hembra terrestre con la esencia masculina Anunnaki;
Enki insertó el óvulo fertilizado en la matriz de Ninmah; ¡hubo concepción!
¿El embarazo, concebido por una mezcla, cuánto durará?, se preguntaron uno a otro.
¿Serán nueve meses de Nibiru? ¿Será nueve meses de la Tierra?
Después que en la Tierra, antes que en Nibiru, llegó el parto; ¡Ninmah dio a luz a un varón!
Enki sostuvo entre sus manos al niño; era la imagen de la perfección.


Palmeó las partes traseras del niño; ¡el recién nacido emitió los sonidos adecuados!
Le pasó el recién nacido a Ninmah; ella lo levantó entre sus manos.
¡Mis manos lo han hecho!, exclamó victoriosa.


Viene ahora el relato de cómo se le puso por nombre Adamu,
y de cómo se hizo Ti-Amat para él, una contraparte hembra. 
Los líderes examinaron con atención el aspecto y los miembros del recien nacido:
sus orejas tenían buena forma, no tenía los ojos obstruidos, 
tenía los miembros adecuados, conformados como piernas en la parte inferior y como manos en la parte superior.


No era peludo como los salvajes, su cabello era negro oscuro, su piel era tersa, tersa como la piel de los Anunnaki,
el color de su sangre era rojo oscuro, del mismo tono que la arcilla del Abzu.
Miraron su hombría: su forma era extraña, la parte delantera estaba envuelta con una piel,
¡A diferencia de la hombría de los Anunnaki, le colgaba una piel de la parte delantera!
¡Que el Terrestre se distinga de nosotros, los Anunnaki, por esta piel!, dijo Enki.
El recién nacido empezó a llorar; Ninmah lo estrechó contra su pecho;
le dio el pecho, el niño se puso a chupar del pecho.


¡Hemos conseguido la perfección!, dijo Ningishzidda eufórico. 
Enki miraba fijamente a su hermana; no estaba viendo a Ninmah y a un
ser, sino a madre e hijo.


¿Le pondrás un nombre?, preguntó Enki. ¡Es un ser, no una criatura! Ninmah puso su mano sobre el cuerpo del recién nacido, acarició con sus
dedos su roja y oscura piel. ¡Le llamaré Adamu!, dijo Ninmah. ¡El Que Como Arcilla de la Tierra Es,
ése será su nombre! Hicieron una cuna para el recién nacido Adamu, lo pusieron en un rincón
de la Casa de la Vida. ¡Verdaderamente, hemos conseguido un modelo del Trabajador Primitivo!,
dijo Enki. ¡Ahora se necesita un ejército de trabajadores como él!, les recordó
Ningishzidda a sus mayores. ¡En verdad, será un modelo; por lo que a él se refiere, será tratado como
un primogénito,
del duro trabajo se le protegerá, su sola esencia será como un molde! Así dijo Enki; Ninmah quedó muy complacida con su decreto. ¿Qué matrices llevarán los óvalos fertilizados a partir de ahora?, preguntó
Ningishzidda.


Los líderes ponderaron el asunto; Ninmah ofreció una solución. Ninmah reunió a las sanadoras de su ciudad, Shurubak; les explicó el trabajo que se requería de ellas, las llevó hasta la cuna de Adamu, para que apreciaran al recién nacido
Terrestre. ¡No es un mandato llevar a cabo este trabajo!, les dijo Ninmah: ¡Vuestro
propio deseo es la decisión!


De las Anunnaki reunidas, siete se adelantaron, siete aceptaron la tarea. ¡Que se recuerden sus nombres para siempre!, le dijo Ninmah a Enki. ¡Su trabajo es heroico, gracias a ellas nacerá una raza de Trabajadores
Primitivos! Las siete que se adelantaron, cada una anunció su nombre;
Ningishzidda registró los nombres:
Ninimma, Shuzianna, Ninmada, Ninbara, Ninmug, Musardu y Ningunna,
Éstos fueron los nombres de las siete que, por deseo propio, madres de nacimiento iban a ser,
para concebir y llevar Terrestres en sus matrices, para crear Trabajadores Primitivos.
En siete recipientes, hechos de arcilla del Abzu, Ninmah puso óvalos de las hembras bípedas,
Ninmah extrajo la esencia vital de Adamu, la insertó poco a poco en los recipientes.
Después, hizo una incisión en las partes masculinas de Adamu para dejar salir una gota de sangre;
¡Sea esto un Signo de Vida; proclámese siempre que Carne y Alma se han combinado!
Apretó las partes masculinas para que sangraran, una gota de sangre añadió en cada recipiente para la mezcla.


¡En esta mezcla de arcilla, lo Terrestre y lo Anunnaki se enlazarán! Así dijo Ninmah, un encantamiento pronunció:
¡ A la unidad las dos esencias, una del Cielo, una de la Tierra, juntas se llevarán,
la de la Tierra y la de Nibiru, se enlazarán por parentesco sanguíneo! Esto pronunció Ninmah; Ningishzidda también tomó nota de sus palabras.
Los óvalos fertilizados se insertaron en las matrices de las heroínas alumbradoras.
Hubo concepción; por anticipado, se calculó el tiempo previsto.
¡En el tiempo previsto, tuvieron lugar los partos!


En el tiempo previsto, nacieron siete Terrestres varones,
sus rasgos eran los adecuados, emitían buenos sonidos; fueron amamantados por las heroínas.
¡Se han creado siete Trabajadores Primitivos!, dijo Ningishzidda. ¡Repítase el procedimiento, que siete más asuman el trabajo!
¡Hijo mío!, le dijo Enki. ¡Ni siquiera de siete en siete será suficiente, 
harían falta demasiadas heroínas sanadoras, su trabajo de este modo se haría eterno!
¡Ciertamente, es un trabajo demasiado exigente, es poco menos que insoportable!, les dijo Ninmah.
¡Tenemos que hacer hembras!, dijo Enki, para que sean las parejas de lo»
varones.


Que se conozcan, para que los dos se hagan una sola carne.
¡Que procreen por sí solos, que hagan su propia prole, que por sí mismos hagan nacer Trabajadores Primitivos, para relevar a las
mujeres Anunnaki! ¡Tienes que cambiar las fórmulas ME, ajustarías de varón a hembra! Así
le dijo Enki a Ningishzidda. ¡Para hacer una pareja para Adamu, es necesaria la concepción en la matriz
de una Anunnaki!
Así le respondió Ningishzidda a su padre Enki. Enki dirigió su mirada hacia Ninmah; antes de que ella pudiera hablar, él
levantó la mano.


¡Deja que esta vez llame a mi esposa Ninki!, dijo con voz poderosa, ¡Si está dispuesta, que ella cree el molde para la hembra Terrestre! Al Abzu, a la Casa de la Vida, llamaron a Ninki, le mostraron a Adamu, se lo explicaron todo, le dieron explicaciones del trabajo que se requería, le dieron cuenta del
éxito y del peligro.


Ninki estaba fascinada con el trabajo. ¡Hágase!, les dijo. Ningishzidda hizo los ajustes de las fórmulas ME, con la mezcla se fertilizó un óvalo,
Enki lo insertó en la matriz de su esposa; lo hizo con mucho cuidado. Hubo concepción; en el tiempo previsto, Ninki se puso de parto; no hubo
nacimiento.
Ninki contó los meses, Ninmah contó los meses; El décimo mes, un mes de malos hados, empezaron a llamar. Ninmah, la dama cuya mano había abierto matrices, hizo una incisión con
un cortador.


Llevaba la cabeza cubierta, llevaba protecciones en las manos; hizo la abertura con destreza, la cara se le iluminó de pronto: lo que había en la matriz, de la matriz salió.
¡Una hembra! ¡Has dado a luz a una hembra!, le dijo con regocijo a Ninki. Examinaron con atención el aspecto y los miembros de la recién nacida, sus orejas tenían buena forma, no tenía los ojos obstruidos,
tenía los miembros adecuados, conformados como piernas en la parte inferior
y como manos en la parte superior.


No era peluda, como las arenas de la playa era el color de su cabello, 
su piel era tersa, era como la de los Anunnaki en tersura y en color.
Ninmah sostuvo en sus manos a la niña. Le dio una palmada en la parte trasera;
¡La recién nacida emitió los sonidos adecuados!
Le pasó la recién nacida a Ninki, la esposa de Enki, para que la amamantara, la nutriera y la cuidara.
¿Le pondrás nombre?, le preguntó Enki a su esposa. Es un ser, no una criatura.
¡Está hecha a tu imagen y semejanza,
está hecha a la perfección, has logrado un modelo para trabajadoras hembras!


Ninki puso la mano sobre el cuerpo de la recién nacida, acarició su piel con los dedos.
¡Ti-Amat será su nombre, la Madre de la Vida!, dijo Ninki. 
Será llamada como el planeta de antaño, del cual se forjaron la Tierra Luna,
de las esencias vitales de su matriz se moldearán otras alumbradoras,
¡dará así la vida a una multitud de Trabajadores Primitivos!
Así dijo Ninki; los demás pronunciaron palabras de acuerdo.
Viene ahora el relato de Adamu y Ti-Amat en el Edin,
y de cómo se les dio el Conocimiento de la procreación y al Abzu fueron
expulsados.


Después de que fuera hecha Ti-Amat en la matriz de Ninki, en siete recipientes hechos de arcilla del Abzu puso Ninmah óvalos de
hembras bípedas.


Extrajo la esencia vital de Ti-Amat y la insertó en los recipientes. En los siete recipientes, hechos de arcilla del Abzu, Ninmah formó la
mezcla;
pronunció encantamientos, como requería el procedimiento. En las matrices de las heroínas alumbradoras se insertaron los óvalos fertilizados;
Hubo concepción, en el tiempo previsto hubo alumbramientos,
en el tiempo previsto, nacieron siete hembras Terrestres.
Sus rasgos eran los adecuados, emitían buenos sonidos.
Así se crearon las siete homologas femeninas de los Trabajadores Pri
mitivos; 
los cuatro líderes crearon siete varones y siete hembras. 
¡Después de ser así creados los Terrestres, 
inseminen los varones a las hembras, que los Trabajadores Primitivos ten
gan descendencia por sí mismos!


Así dijo Enki a los demás. ¡Después del tiempo previsto, los descendientes tendrán otros descendientes, abundante será el número de Trabajadores Primitivos, ellos llevarán los
trabajos duros de los Anunnaki!
Enki y Ninki, Ninmah y Ningishzidda estaban contentos, bebieron del elixir del fruto.
Se hicieron jaulas para los siete y siete, las pusieron entre los árboles; ¡Que crezcan juntos, alcancen la virilidad y la femineidad, inseminen los varones a las hembras, tengan descendencia por sí mismos!
Así se decían unos a otros.


¡En cuanto a Adamu y a Ti-Amat, se les protegerá de los duros trabajos de
las excavaciones,
llevémosles al Edin, para mostrar allí nuestra obra a los Anunnaki! Así dijo Enki a los demás; con esto coincidieron los demás.
A Eridú, la ciudad de Enki en el Edin, fueron llevados Adamu y Ti-Amat,
se les construyó una morada en un recinto, para que pudieran vagar por allí.
Los Anunnaki del Edin vinieron a verlos, vinieron del Lugar de Aterrizaje.
Enlil vino a verlos; su disgusto disminuyó ante su visión.
Ninurta vino a verlos; Ninlil también.


Desde la estación de paso en Lahmu, Marduk, el hijo de Enki, también
bajó a ver.
¡Era una visión de lo más sorprendente, una maravilla de maravillas!
Vuestras manos lo han hecho, dijeron los Anunnaki a los forjadores.
Los Igigi, que iban y venían entre la Tierra y Lahmu, estaban todos expectantes también.
¡Se han hecho Trabajadores Primitivos, nuestros días de esfuerzos llegarán a un fin! Así decían todos.
En el Abzu, los recién nacidos crecieron, los Anunnaki esperaban ansiosamente su maduración.
Enki era el supervisor, Ninmah y Ningishzidda también llegaron.
En las excavaciones, los Anunnaki se quejaban, cediendo el paso la paciencia a la impaciencia.
Enki preguntaba a menudo a Ennugi, el supervisor; éste le transmitía las protestas, pidiendo Trabajadores Primitivos.


Las vueltas de la Tierra crecieron en número, se retrasaba la madurez de los Terrestres;
¡Se observó que entre las hembras no había concepción, no había nacimientos!
Ningishzidda se hizo un diván de hierba junto a las jaulas de entre los árboles;
estuvo observando a los Terrestres día y noche para determinar sus acciones.
¡En verdad, los vio emparejarse, los varones inseminaban a las hembras!
Pero no había concepción, no había nacimientos. '


Enki ponderó el asunto en profundidad, reflexionó sobre las criaturas com
binadas; 
¡Ninguna, ninguna de ellas ha tenido descendencia! 
¡Al combinar dos especies, se ha creado una maldición!, dijo Enki a Id
demás. 
¡Examinemos de nuevo las esencias de Adamu y Ti-Amat!, dijo NÜ-gishzidda.
¡Estudiemos poco a poco sus ME para averiguar lo que está mal!


En Shurubak, en la Casa de Sanación, se contemplaron las esencias de
Adamu y Ti-Amat, 
se compararon con las esencias vitales de varones y hembras Anunnaki. Ningishzidda separó las esencias como dos serpientes entrelazadas,
las esencias estaban dispuestas como veintidós ramas en un Árbol de la Vida,
sus porciones eran comparables, determinaban adecuadamente las imágenes y semejanzas.
Veintidós eran en número; ¡no incluían la capacidad de procrear!


Ningishzidda les mostró a los demás otras dos porciones de la esencia presentes en los Anunnaki. Una masculina, otra femenina; ¡sin ellas, no había procreación! Así les
explicaba él a ellos.


¡En los moldes de Adamu y Ti-Amat, en la combinación no se incluyeron! Ninmah escuchó esto y se quedó muy turbada; Enki se vio inundado de
frustración. ¡El clamor en el Abzu es grande, se está preparando de nuevo el motín! Así
les dijo Enki. ¡Hay que procurar Trabajadores Primitivos, para que no se deje de extraer
oro!
Ningishzidda, experto en estos asuntos, propuso una solución; a sus mayores, Enki y Ninmah, les dijo en un susurro en la Casa de
Sanación.


Entre todos, hicieron salir a las heroínas que ayudaban a Ninmah, cerraron las puertas tras ellos, y se quedaron los tres a solas con los dos
Terrestres. Ningishzidda hizo descender un profundo sueño sobre los otros cuatro,
a los cuatro hizo insensibles. De la costilla de Enki extrajo la esencia vital, en la costilla de Adamu insertó la esencia vital de Enki; de la costilla de Ninmah extrajo la esencia vital, en la costilla de Ti-Amat insertó la esencia vital.


Allí donde se hicieron las incisiones, Ningishzidda cerró la carne después. Luego, Ningishzidda los despertó a los cuatro. ¡Ya está hecho!, declaró
con orgullo.
¡Al Árbol de la Vida de ellos se le han añadido dos ramas, con fuerzas procreadoras se han entrelazado ahora sus esencias vitales! ¡Dejémosles vagar libremente, que se conozcan entre sí como una sola
carne!, dijo Ninmah. En los huertos del Edin se puso a Adamu y a Ti-Amat para que vagaran
libremente.


Tomaron conciencia de su desnudez, se hicieron conscientes de su virilidad y su femineidad.
Ti-Amat se hizo un mandil de hojas, para distinguirse de las bestias salvajes.
Enlil paseaba por el huerto con el calor del día, disfrutaba de las sombras.
Se encontró de improviso con Adamu y con Ti-Amat, se dio cuenta de los mandiles con los que cubrían su bajo vientre.


¿Qué significa esto?, preguntó Enlil; Enki le convocó para explicárselo. Enki le explicó a Enlil el asunto de la procreación: Los siete y siete han fracasado, le admitió a Enlil;
Ningishzidda examinó las esencias vitales, ¡hacía falta una combinación adicional!
Grande fue el enfado de Enlil, furiosas eran sus palabras:
Nada de todo esto era de mi agrado, yo me oponía a que actuáramos como Creadores.
¡El ser que necesitamos ya existe! Eso dijiste tú, Enki.


¡Todo lo que tenemos que hacer es poner nuestra señal en él, para así forjar a los Trabajadores Primitivos!
¡A las mismas heroínas sanadoras se las ha hecho correr riesgos, a Ninmah y a Ninki se les ha puesto en peligro,
todo en vano, tu obra era un fracaso!
¡Ahora les has dado a estas criaturas las últimas porciones de nuestra esencia vital,
para que sean como nosotros en el conocimiento de la procreación, quizás para conferirles a ellos nuestros ciclos vitales!


Así, con palabras iracundas, habló Enlil.
Enki llamó a Ninmah y a Ningishzidda para apaciguar con sus palabras a Enlil.
¡Mi señor Enlil!, dijo Ningishzidda. ¡Han recibido el conocimiento de la procreación,
pero no se les ha dado la rama de la Larga Vida en su árbol esencial! Después habló Ninmah, le dijo a su hermano Enlil:
¿Qué elección teníamos, hermano mío? ¿Que acabara todo en el fracaso, que afrontara Nibiru su fatídica suerte,
intentar, intentar, intentar, y hacer que asuman el trabajo los Terrestres a
través de la procreación?


¡Entonces, que estén donde se les necesita!, dijo Enlil furioso. ¡Al Abzu, lejos del Edin, sean expulsados!

 

 

 

 

 

 

Las Palabras del Señor Enki

 


Sinopsis de la Séptima Tablilla

De regreso al Abzu, Adamu y Ti-Amat tienen hijos Los Terrestres proliferan, trabajando en las minas y como sirvientes
Nacen los nietos de Enlil, los gemelos Utu e Inanna
Las parejas Anunnaki tienen otros descendientes en la Tierra
Los cambios climáticos provocan penurias en la Tierra y en Lahmu
La aproximación orbital de Nibiru viene acompañada de trastornos
Enki y Marduk exploran la Luna, la encuentran inhóspita
Enki determina las constelaciones y el Tiempo Celestial
Amargado por su propia suerte, Enki le promete a Marduk la supremacía
Anu ordena a Utu, no a Marduk, la creación de un nuevo espaciopuerto
Enki encuentra y se empareja con dos hembras Terrestres
Una tiene un hijo, Adapa, la otra una hija, Titi Enki mantiene en secreto su paternidad y los cría como expósitos
Adapa, sumamente inteligente, se convierte en el primer Hombre Civilizado
Adapa y Titi se emparejan, tienen dos hijos: Ka-in y Abael
Utu (Shamash) e Inanna (Ishtar)


 

LA SÉPTIMA TABLILLA

¡Al Abzu, lejos del Edin, sean expulsados!
Así lo ordenó Enlil; Adamu y Ti-Amat fueron expulsados desde el Edin al Abzu.
Enki los puso en un recinto entre los árboles; los dejó para que se conocieran. Enki vio con alegría lo que Ningishzidda había provocado: Ti-Amat estaba retozando con un niño.
Ninmah vino para observar el parto: ¡un hijo y una hija, gemelos, les han
nacido a los Seres Terrestres!
Ninmah y Enki veían a los recién nacidos con asombro, era una maravilla como crecían y se desarrollaban; los días eran como meses, los meses acumulaban años para la Tierra. ¡Para cuando Adamu y Ti-Amat tuvieron otros hijos e hijas, los primeros
ya estaban procreando por sí mismos!


Antes de que hubiera pasado un Shar de Nibiru, los Terrestres estaban pro-liferando.
A los Trabajadores Primitivos se les había dotado de entendimiento, entendían los mandatos;
estaban anhelando estar con los Anunnaki, trabajaban duro y bien con sus raciones de comida,
no se quejaban del calor ni del polvo, no refunfuñaban diciendo estar derrengados;
los Anunnaki del Abzu se vieron liberados de las penurias del trabajo.


El vital oro iba llegando a Nibiru,
la atmósfera de Nibiru iba sanando lentamente;
La Misión-Tierra proseguía para satisfacción de todos
Entre los Anunnaki, Aquellos Que del Cielo a la Tierra Vinieron, también
había desposorios y procreación.


Los hijos de Enlil y Enki, de entre hermanas y hermanastras, de entre heroínas sanadoras tomaron esposas. A ellos, les nacieron hijos e hijas en la Tierra;
Aunque estaban dotados con los ciclos vitales de Nibiru, se vieron acelerados por los ciclos de la Tierra.
El que aún había estado en pañales en Nibiru, en la Tierra se había convertido en niño; el que había comenzado a gatear estando en Nibiru, naciendo en la Tierra
ya estaba corriendo por ahí.


Mucha alegría hubo cuando les nacieron gemelos a Nannar y Ningal, una hija y un hijo tuvieron; Ningal les llamó Inanna y Utu. ¡Con ellos, se hacía presente la tercera generación de Anunnaki en la Tierra! Se les asignaron trabajos a los descendientes de los líderes; se repartieron algunas faenas de antaño, entre los descendientes se hacían
más fáciles;
A las faenas de antaño, se les añadían nuevas tareas. Sobre la Tierra el calor era creciente, la vegetación florecía, criaturas salvajes recorrían la tierra;
las lluvias eran más fuertes, los ríos manaban, había que reparar las moradas. Sobre la Tierra cada vez hacía más calor, las zonas de blanca nieve se fundían en agua,
los océanos no contenían las barreras de los mares.

 

Desde las profundidades de la Tierra, los volcanes arrojaban fuego y azufre, el suelo temblaba cada vez que la Tierra se sacudía. En el Mundo Inferior, el lugar de color blanco de nieve, la Tierra gruñía; en la punta del Abzu, Enki estableció un lugar de observación, confió el mando a su hijo Nergal y a su esposa Ereshkigal. ¡Algo desconocido, algo insólito, se está fraguando allí abajo!, dijo Nergal a su padre, Enki. En Nibru-ki, el lugar del Enlace Cielo-Tierra, Enlil observaba las vueltas
celestes, comparaba los movimientos celestes con los ME-de las Tablillas de Destinos;
¡Hay alboroto en los cielos!, le dijo Enlil a su hermano Enki.


Desde el planeta Lahmu, el lugar de la estación de paso, Marduk se quejaba a Enki, su padre.
¡Fuertes vientos están perturbando, están levantando irritantes tormentas de polvo!
Estas palabras le transmitió Marduk a su padre, Enki: ¡En el Brazalete Repujado está habiendo trastornos! Sobre la Tierra, caía azufre del cielo.


Demonios despiadados que causaban estragos, se acercaban violentamente a la Tierra,
se inflamaban con fuegos llameantes en el cielo.


Traían la oscuridad a un día claro, hacían estragos con tormentas y Vientos Malignos.
Estaban atacando la Tierra como proyectiles pétreos,
Kingu, la Luna de la Tierra, y Lahmu también, se veían afligidos por estos estragos, 
¡los rostros de los tres se veían cubiertos con innumerables señales! 
Enlil y Enki le transmitieron a Anu, el rey, palabras urgentes, alertaron a los sabios de Nibiru: 
¡La Tierra, la Luna y Lahmu se enfrentan a una calamidad desconocida!


Desde Nibiru, los sabios respondieron; sus palabras no calmaron los corazones de los líderes:
en los cielos, la familia del Sol estaba tomando posiciones,
los celestiales, de los cuales la Tierra es el séptimo, estaban eligiendo lugares. En los cielos, Nibiru se aproximaba, se acercaba a la morada del Sol. Nibiru se veía perturbado por los siete, en una hilera dispuestos, el sendero a través del Brazalete Repujado había desaparecido, ¡había estado desplazando trozos y piezas del Brazalete! Despojado de la barrera celestial, Lahamu con Mummu se agazapaban cerca del Sol, en los cielos, Lahamu había abandonado su gloriosa morada, se veía atraída hacia Nibiru, el rey celestial, ¡una reina del cielo deseaba ser! Para contenerla, Nibiru hizo aparecer un monstruoso demonio desde la profundidad celestial.


Un monstruo que perteneció una vez al ejército de Tiamat, forjado en la Batalla Celestial,
desde la profundidad celestial se abrió camino, despertado de su sueño por Nibiru. Como un dragón flameante, se extendía desde el horizonte hasta la mitad del cielo, una legua tenía su cabeza, cincuenta leguas de largo tenía, su cola era impresionante.


Por el día, oscurecía los cielos de la Tierra.
Por la noche, arrojaba un hechizo de oscuridad sobre el rostro de la Luna. A sus hermanos, los celestiales, Lahamu pidió ayuda: ¿Quién se enfrentará al dragón, quién lo detendrá y lo matará?, preguntaba. Sólo el valiente Kingu, en otro tiempo protector de Tiamat, se adelantó para responder.
Kingu se apresuró para interceptar al dragón en su sendero: Fiero fue el encuentro, una tempestad de nubes se levantó sobre Kingu; Kingu se sacudió hasta sus cimientos, la Luna se estremeció y tembló por el impacto.


Después, el trastorno celeste se calmó, Nibiru volvía a su distante morada en lo Profundo, Lahamu no abandonó su lugar de morada,
los proyectiles pétreos cesaron en su lluvia sobre la Tierra y Lahmu. Enki y Enlil se reunieron con Marduk y Ninurta, emprendieron la inspección de los estragos.
Enki inspeccionó los cimientos de la Tierra, examinó lo que había acontecido con sus plataformas. Midió las profundidades de los océanos, exploró las montañas de oro
y cobre de los lejanos rincones de la Tierra. No habrá escasez del oro vital. Así dijo Enki. En el Edin, Ninurta fue el inspector, donde las montañas temblaron y los
valles se estremecieron, en su nave celeste, se elevó y viajó. La Plataforma de Aterrizaje estaba intacta; ¡en los valles del norte, la Tierra derramaba líquidos ígneos! Así le contaba Ninurta a su padre, Enlil; descubrió brumas sulfúricas y betunes. 

En Lahmu, la atmósfera estaba dañada, las tormentas de polvo interferían con la vida y con el trabajo,
Así le decía Marduk a Enki. ¡Deseo volver a la Tierra!, desveló a su padre.
Enlil volvió de nuevo sobre sus antiguos planes, reconsideró las ciudades que había planeado y sus funciones.
¡Hay que establecer en el Edin un Lugar del Carro!, les dijo a los demás. Les mostró los antiguos diseños del trazado sobre la tablilla de cristal.


El transporte desde el Lugar de Aterrizaje hasta la estación de paso en
Lahmu ya no es seguro, ¡
¡tenemos que ser capaces de subir hasta Nibiru desde la Tierra! Así les habló Enlil.
Desde el primer amerizaje, se contaban ya ochenta Shars.


Viene ahora el relato del viaje a la Luna de Enki y Marduk, 
y de cómo Enki determinó los tres Caminos del Cielo y las constelaciones.
¡Que se establezca el Lugar de los Carros, cerca de Bad-Tibira, la Ciudad del Metal,
desde allí, llévese el oro directamente desde la Tierra a Nibiru en los carros! Estas palabras les dijo Ninurta, el comandante de Bad-Tibira.


Enlil tuvo en cuenta las palabras de Ninurta, su hijo; estaba orgulloso de la sabiduría de su hijo.
Enlil le transmitió rápidamente el plan a Anu, el rey, diciéndole estas palabras:
Que se establezca un Lugar de Carros Celestiales en el Edin,
que se construya cerca del lugar donde se funde y se refina el mineral de oro.
¡Llévese el oro puro en los carros directamente desde la Tierra hasta Nibiru,
que héroes y suministros sean traídos directamente a la Tierra desde Nibiru!
¡De gran mérito es el plan de mi hermano!, dijo Enki a su padre Anu. Pero una gran desventaja alberga en su núcleo:
¡la atracción de la red de la Tierra es mucho mayor que la de Lahmu; para
superarla, nuestras energías quedarán exhaustas!


Antes de que haya prisa por decidir, examinemos una alternativa:
¡cerca de la Tierra hay un acompañante, se trata de la Luna! La atracción de su red es más pequeña, de ahí que se precise poco esfuerzo para ascender y descender. ¡Considerémosla como estación de paso, que se nos permita a Marduk y
a mí viajar hasta allí!


Anu, el rey, presentó a la consideración de consejeros y sabios los dos planes. ¡Examínese primero la Luna!, le aconsejaron al rey. ¡Examínese primero la Luna!, transmitió Anu la decisión a Enki y a Enlil. Enki se alegró enormemente; la Luna siempre le había resultado atractiva, siempre se había preguntado si habría aguas ocultas en algún lugar, y qué
atmósfera poseía.


En las noches de insomnio, había observado embelesado su frío disco plateado, sus crecientes y decrecientes jugaban con el Sol, y se le antojaban una
maravilla entre las maravillas. Enki deseaba descubrir los secretos que la Luna conservaba desde el
Principio.


En una nave espacial, hicieron Enki y Marduk su viaje hasta la Luna; tres veces circundaron a la compañera de la Tierra, observaron la profunda herida que le había causado el dragón, la cara de la Luna estaba marcada con muchas depresiones, obra de los
destructivos demonios. En un lugar de ondulantes colinas hicieron descender la nave espacial, en
su mitad aterrizaron;
desde aquel lugar pudieron observar la Tierra y la amplitud de los cielos. Tuvieron que ponerse los cascos de águilas; la atmósfera era insuficiente
para respirar.


Dieron un paseo con facilidad, fueron en esta y en aquella dirección; la obra del maligno dragón fue de sequedad y desolación. ¡No se parece a Lahmu, no es adecuado para una estación de paso!, dijo
Marduk a su padre.


¡Vamonos de este lugar, volvamos a la Tierra! ¡No te precipites, hijo mío! Así le dijo Enki a Marduk. ¿Acaso no estás hechizado con la danza celestial de la Tierra, la Luna y el Sol?
Desde aquí, la visión está despejada, la región del Sol está a mano, 
la Tierra no cuelga de nada, como un globo en el vacío. 
¡Con nuestros instrumentos, podemos explorar los cielos distantes, 
en esta soledad podemos admirar la obra del Creador de Todo!
¡Quedémonos, observemos las vueltas, cómo circunda la Luna a la Tierra,
cómo hace sus vueltas la Tierra alrededor del Sol!
Así le hablaba Enki a su hijo Marduk, excitado por lo que veía.


Marduk se persuadió con las palabras de su padre; hicieron su morada en la nave espacial.
Durante una vuelta de la Tierra, durante tres vueltas, permanecieron en la Luna;
midieron sus movimientos con respecto a la Tierra, calcularon la duración de un mes.
Durante seis vueltas de la Tierra, durante doce vueltas alrededor del Sol, midieron el año de la Tierra.
Tomaron nota de cómo se emparejaban ambos, haciendo desaparecer a las luminarias.
Después, prestaron atención a la región del Sol, estudiaron los senderos de Mummu y de Lahamu.
Junto con la Tierra y la Luna, Lahmu constituía la segunda región del Sol,
Seis eran los celestiales de las Aguas Inferiores. Así le explicó Enki a Marduk.


Seis eran los celestiales de las Aguas Superiores, estaban más allá de la
barrera, del Brazalete Repujado:
Anshar y Kishar, Anu y Nudimmud, Gaga y Nibiru; éstos eran los otros seis, eran doce en total, doce era la cuenta del Sol y su familia. De los trastornos más recientes, Marduk inquirió a su padre:
¿Por qué han tomado plazas en una hilera siete celestiales? Así preguntó a su padre.
Enki consideró entonces sus vueltas alrededor del Sol;
Enki observó con atención la gran banda de éstos alrededor del Sol, su progenitor,
las posiciones de la Tierra y la Luna marcó Enki en un mapa, Por los movimientos de Nibiru, no descendiente del Sol, esbozó la anchura de la gran banda.
El Camino de Anu, el rey, decidió Enki nombrarla.


En la amplitud de los cielos profundos, padre e hijo observaron las estrellas;
Enki estaba fascinado con sus proximidades y agrupamientos.
Dibujó imágenes de doce constelaciones, de horizonte a horizonte, en toda
la vuelta de los cielos. En la Gran Banda, el Camino de Anu, emparejó a cada una con los doce
de la familia del Sol,
a cada una le designó una estación, por nombres serían llamadas. Luego, en los cielos por debajo del Camino de Anu, por donde Nibiru se
aproxima al Sol,
diseñó un camino parecido a una banda, lo designó el Camino de Enki; también le asignó a él doce constelaciones por sus formas. A los cielos por encima del Camino de Anu, a la Hilera Superior, la llamó
el Camino de Enlil,
también agrupó allí las estrellas en doce constelaciones. Treinta y seis fueron las constelaciones de estrellas, en los tres Caminos
estaban ubicadas.

 

En lo sucesivo, cuando Nibiru se acerque y se vaya, desde la Tierra su
curso será conocido por las estaciones de estrellas, ¡Así se designará la posición de la Tierra mientras viaja alrededor del Sol! Enki le indicó a Marduk el inicio del ciclo, la medida del Tiempo Celestial: Cuando llegué a la Tierra, la estación a la que di final, la Estación de los
Peces fue nombrada,
¡La nombré con mi propio nombre! «El de las aguas». Así dijo Enki, con satisfacción y orgullo, a su hijo Marduk. Tu sabiduría abarca los cielos, tus enseñanzas sobrepasan mi propia comprensión,
¡pero en la Tierra y en Nibiru, el conocimiento y el gobierno andan separados! Así le dijo Marduk a su padre. ¡Hijo mío! ¡Hijo mío! ¿Qué es lo que no sabes, qué es lo que echas en
falta?, le dijo Enki.


¡Los secretos de los cielos, los secretos de la Tierra he compartido contigo! ¡Ay, padre mío!, dijo Marduk. Había angustia en su voz. Cuando los Anunnaki en el Abzu dejaron de trabajar y te pusiste a forjar al Trabajador Primitivo,
no mi madre, sino Ninmah, la madre de Ninurta, para ayudarte fue convocada,
no yo, sino Ningishzidda, de mí el más joven, para ayudarte fue invitado,
¡con ellos, no conmigo, tus conocimientos de la vida y la muerte compartiste!
¡Hijo mío!, le respondió Enki a Marduk. ¡A tu mandato fue dado de los Igigi y Lahmu ser supremo!
¡Ay, padre mío!, le dijo Marduk. ¡De la supremacía, por el hado hemos sido privados!


Tú, padre mío, eres el Primogénito de Anu; sin embargo, Enlil, y no tú, es
el Heredero Legal; 
tú, padre mío, fuiste el primero en amerizar y en fundar Eridú, 
sin embargo, Eridú está en los dominios de Enlil, los tuyos están en el distante Abzu.
Yo soy tu Primogénito, de tu esposa legítima en Nibiru nací,
sin embargo, el oro se reúne en la ciudad de Ninurta, para de allí enviarlo
o retenerlo, 
la supervivencia de Nibiru está en sus manos, no en mis manos.


Ahora volvemos a la Tierra; ¿cuál será mi trabajo,
el hado me destina a la fama y la realeza, o a ser humillado de nuevo? 
En silencio, Enki abrazó a su hijo, en la desolada Luna le hizo una promesa:
¡Eso de lo cual se me ha privado a mí, tu destino futuro será! 
¡Tu tiempo celestial llegará, una estación mía junto a la tuya habrá! 
Viene ahora el relato de Sippar, el Lugar de los Carros en el Edin, y de cómo los Trabajadores Primitivos volvieron al Edin.


Durante muchas vueltas de la Tierra, padre e hijo estuvieron ausentes de la Tierra;
en la Tierra, no se llevaba a cabo ningún plan; en Lahmu, los Igigi estaban alborotados.
Enlil le transmitió a Anu palabras secretas, sus preocupaciones le transmitió a Anu desde Nibru-ki:
Enki y Marduk han ido a la Luna, durante incontables vueltas se han quedado allí.
Sus acciones son un misterio, no se sabe lo que están tramando; Marduk ha abandonado la estación de paso de Lahmu, los Igigi están
ansiosos, la estación de paso se ha visto afectada por tormentas de polvo, los daños
que pueda haber nos son desconocidos.


El Lugar de los Carros en el Edin debe ser construido, 
desde allí se llevará el oro directamente de la Tierra a Nibiru, a partir de entonces, ya no será necesaria una estación de paso en Lahmu; ése es el plan de Ninurta, su entendimiento es grande en estas materias, ¡Establézcase el Lugar de los Carros en Bad-Tibira, sea Ninurta su primer comandante!


Anu dio mucha consideración a las palabras de Enlü; a Enlil, una respuesta le dio:
Enki y Marduk están volviendo a la Tierra;
¡Escuchemos primero sus palabras de lo que en la Luna han descubierto! De la Luna partieron Enki y Marduk, a la Tierra regresaron; dieron cuenta de las condiciones allí; ¡no es viable una estación de paso
ahora!, informaron.
¡Que se construya el Lugar de los Carros!, dijo Anu. ¡Sea Marduk su comandante!, dijo Enki a Anu. ¡Esa tarea está reservada para Ninurta!, gritó Enlil con rabia. ¡Ya no hace falta comando para los Igigi, Marduk tiene conocimientos de
esos trabajos,
que se haga cargo Marduk del Pórtico del Cielo! Así le dijo Enki a su padre. Anu reflexionó sobre el asunto con preocupación: ¡Ahora los hijos se ven
afectados por las rivalidades!


Con sabiduría estaba dotado Anu, con sabiduría tomó sus decisiones: El Lugar de los Carros para conducir el oro por nuevos caminos está designado, pongamos en manos de una nueva generación lo que viene a partir de ahora.
Ni Enlil ni Enki, ni Ninurta ni Marduk estarán al mando, ¡que asuma la responsabilidad la tercera generación, sea Utu el comandante! ¡Construyase el Lugar de los Carros Celestiales, sea su nombre Sippar, Ciudad Pájaro!


Ésta fue la palabra de Anu; inalterable fue la palabra del rey. 
La construcción comenzó en el Shar ochenta y uno, se siguieron los planos de Enlil.
Nibru-ki estaba en el centro, Enlil lo designó como Ombligo de la Tierra,
por su ubicación y por distancias, las ciudades de antaño se situaron como
en círculos, 
se dispusieron como una flecha, desde el Mar Inferior hacia las montañas
él trazó una línea sobre los picos gemelos de Arrata, hasta los cielos en 
norte, 
donde la flecha intersectaba la línea de Arrata, marcó el lugar de Sippar, el Lugar de los Carros de la Tierra;
¡a él llevaba directamente la flecha, desde Nibru-ki estaba exactamente ubicado por un círculo igual!
Ingenioso era el plan, todos se maravillaban por su precisión.


En el octuagésimosegundo Shar se terminó la construcción de Sippar; se le dio el mando al héroe Utu, nieto de Enlil. Se forjó para él un casco de águila, se decoró con alas de águila.
Anu llegó en el primer carro que, desde Nibiru, vino directamente hasta Sippar;
deseaba ver por sí mismo las instalaciones, quería maravillarse con lo que se había conseguido.
Para la ocasión, los Igigi, comandados por Marduk, bajaron de Lahmu a la Tierra,
desde el Lugar de Aterrizaje y desde el Abzu vinieron los Anunnaki.


Hubo palmadas en las espaldas y vítores, fiesta y celebración. 
Inanna, nieta de Enlil, obsequió a Anu con cantos y danzas; 
antes de partir, Anu convocó a los héroes y a las heroínas. 
¡Una nueva era ha comenzado! Así les dijo.
¡Con el suministro directo de la salvación dorada, el fin del duro trabajo está próximo!


En el momento haya suficiente oro de protección amontonado y almacenado en Nibiru,
podrá reducirse el trabajo en la Tierra, ¡héroes y heroínas volverán a Nibiru! Esto prometió Anu, el rey, a los allí reunidos, les transmitió una gran espe-
ranza:
¡Unos cuantos Shars más de duro trabajo, y volverán a casa!
Anu ascendió de vuelta a Nibiru con mucha pompa; oro, oro puro llevaba
con él. Utu llevó a cabo su nueva tarea con cariño; Ninurta conservó el mando en
Bad-Tibira.


Marduk no volvió a Lahmu; tampoco fue al Abzu con su padre. Deseaba vagar por todas las tierras, recorrer la Tierra en su nave celeste, de los Igigi, algunos en Lahmu, otros en la Tierra, se hizo a Utu comandante. Tras el regreso de Anu a Nibiru, los líderes en la Tierra tenían grandes
expectativas:
esperaban que los Anunnaki trabajaran con renovado vigor. Amasar rápidamente oro, para volver a casa cuanto antes. ¡Pero eso, ay, no fue lo que vino a suceder! En el Abzu, las expectativas de los Anunnaki no eran las de continuar con
el duro trabajo, sino las de liberarse de él,
¡ahora que los Terrestres están proliferando, que se encarguen ellos del trabajo!
Así decían los Anunnaki en el Abzu.


En el Edin, los trabajos eran mayores; hacían falta más moradas, más provisiones. Los héroes del Edin exigieron Trabajadores Primitivos, hasta entonces
confinados en el Abzu, ¡Durante cuarenta Shars, sólo se ha proporcionado alivio en el trabajo en
el Abzu!, gritaban los héroes en el Edin, nuestro trabajo se ha incrementado más allá de toda resistencia, ¡tengamos
también Trabajadores! Mientras Enki y Enlil debatían el asunto, Ninurta tomó la decisión en sus
manos:
dirigió una expedición hasta el Abzu con cincuenta héroes, iban pertrechados con armas.
En los bosques y las estepas del Abzu, persiguieron a los Terrestres,
con redes los capturaron, llevaron varones y hembras al Edin.


Los entrenaron para hacer todo tipo de faenas, tanto en los huertos como en las ciudades.
Enki se enfadó con lo sucedido, también se enfureció Enlil:
¡Has revocado mi decisión de expulsar a Adamu y a Ti-Amat! Así le dijo Enlil a Ninurta.
¡Para que no se repitiera en el Edin el motín que hubo una vez en el Abzu!
Así le dijo Ninurta a Enlil. Con los Terrestres en el Edin, los héroes se cal
marán, 
¡unos cuantos Shars más, y no habrá de qué preocuparse! Así dijo Ninurta
a Enlil.


Enlil no se apaciguó; ¡Así sea!, le dijo refunfuñando a su hijo.
¡Amontónese con rapidez el oro, volvamos todos pronto a Nibiru! 
En el Edin, los Anunnaki observaban con admiración a los Terrestres:
Tienen inteligencia, comprenden las órdenes.
Se encargaron de todo tipo de faenas; iban desnudos al realizar sus trabajos.
Entre ellos, varones y hembras se emparejaban constantemente, prolifera-ban con rapidez:
¡En un Shar, a veces cuatro, a veces más, tenían lugar sus generaciones!
Mientras los Terrestres crecieran en número, tendrían trabajadores los Anunnaki,
los Anunnaki no se saciaban con los alimentos;
en las ciudades y en los huertos, en los valles y en las colinas, 
los Terrestres estaban buscando comida constantemente.


En aquellos días, todavía no se habían hecho los cereales, 
no había ovejas, aún no se había creado el cordero.
Acerca de todo esto, Enlil le dijo palabras airadas a Enki: 
¡Con tus actos has generado confusión, así que busca tú la salvación! 
Viene ahora el relato de cómo vino a ser el Hombre Civilizado,
de cómo se creó, mediante un secreto de Enki, a Adapa y a Titi en el Edin.
Con la proliferación de los Terrestres, Enki estaba complacido, Enki estaba preocupado;
el grupo de los Anunnaki se había acomodado en gran medida, su descontento había decrecido,
con la proliferación, los Anunnaki rehuían el trabajo, los trabajadores se estaban convirtiendo en siervos.


Durante siete Shars, el grupo de los Anunnaki se acomodó mucho, su descontento disminuyó.
Con la proliferación de los Terrestres, lo que crecía por sí solo era insuficiente para todos; en tres Shars más hubo escasez de pescado y de caza, ni Anunnaki ni
Terrestres quedaban saciados con lo que por sí mismo crece. En su corazón, Enki estaba planeando una nueva empresa; concebía la creación de una Humanidad Civilizada. ¡Cereales que sean sembrados por ellos para ser cultivados, ovejas para
que las apacienten! En su corazón, Enki estaba planeando una nueva empresa; reflexionaba
sobre cómo conseguirlo.


Observó para estos planes a los Trabajadores Primitivos del Abzu, reflexionó sobre los Terrestres en el Edin, en las ciudades y en los huertos. ¿Qué se les podría adecuar para los trabajos? ¿Qué hay que no se haya
combinado en la esencia vital?
Observó a los descendientes de los Terrestres, constató algo alarmante: ¡Con la repetición de las cópulas, se estaban degradando hacia sus antepasados salvajes!


Enki estuvo mirando por las zonas pantanosas, navegó por los ríos y observó;
con él, sólo iba Isimud, su visir, el que guardaba los secretos. Vio que en la orilla del río se bañaban y retozaban unos Terrestres; entre ellos, había dos hembras de salvaje belleza, firmes eran sus senos. Contemplándolas, el falo de Enki se humedeció, tenía un ardiente deseo. ¿Les doy un beso a las jóvenes?, le preguntó Enki a su visir Isimud. Llevaré la embarcación hasta allí, ¡besa a las jóvenes!, le dijo Isimud
a Enki. Isimud dirigió la barca hasta allí, Enki saltó de la barca a tierra firme.


Enki llamó a una joven, ella le ofreció una fruta. Enki se inclinó hacia ella, la abrazó, en los labios la besó; dulces eran sus labios, firmes de madurez eran sus senos. En su matriz derramó su semen, en el apareamiento la conoció. Ella guardó en su vientre el sagrado semen, quedó fecundada con el semen del señor Enki.


Enki llamó a la segunda joven, ella le ofreció bayas del campo. 
Enki se inclinó hacia ella, la abrazó, en los labios la besó; 
dulces eran sus labios, firmes de madurez eran sus senos. 
En su matriz derramó su semen, en el apareamiento la conoció.
Ella guardó en su vientre el sagrado semen, quedó fecundada con el semen
del señor Enki. 
¡Quédate con las jóvenes, por ver si quedan embarazadas! 
Así le dijo Enki a su visir Isimud.


Isimud se sentó junto a las jóvenes; hacia la cuarta cuenta aparecieron sus abultamientos.
Hacia la décima cuenta, la novena se había completado, la primera joven se puso en cuclillas y dio a luz, de ella nació un niño; la segunda joven se puso en cuclillas y dio a luz, de ella nació una niña. Al amanecer y al crepúsculo, lo cual delimita un día, en el mismo día dieron a luz las dos, como las Llenas de Gracia, Amanecer y Crepúsculo, a partir de entonces
se les conoció en las leyendas. En el nonagésimotercer Shar, engendrados por Enki, nacieron los dos en
el Edin.


Isimud llevó rápidamente a Enki noticia de los alumbramientos.
Enki estaba en éxtasis con los alumbramientos: ¡Quién había oído hablar
de algo así!
¡Se consiguió la concepción entre Anunnaki y Terrestres, he traído al ser al Hombre Civilizado! Enki dio instrucciones a su visir, Isimud: ¡Mi acción debe permanecer en
secreto! Que los recién nacidos sean amamantados por sus madres; después de eso,
los traerás a mi casa, ¡Entre las aneas, en cestas de junco, los he encontrado!, dijo Isimud a todo
el mundo.


Ninki tomó cariño a los expósitos, los crió como a sus propios hijos. Adapa, el Expósito, llamó al niño; Titi, Una con Vida, llamó a la niña. A diferencia del resto de niños Terrestres, la pareja era: de crecimiento más lento que los Terrestres, mucho más rápidos de comprensión;
estaban dotados de inteligencia, eran capaces de hablar con palabras. 
Hermosa y agradable era la niña, muy diestra con las manos;
Ninki, la esposa de Enki, le tomó cariño a Titi; le enseñó todo tipo de oficios.
A Adapa, fue el mismo Enki quien le enseñó, le instruyó en cómo hacer anotaciones.
Enki le mostró orgulloso a Isimud sus logros, 
¡he creado al Hombre Civilizado!, le dijo a Isimud.


¡De mi simiente, ha sido creado un nuevo tipo de Terrestre, a mi imagen y
semejanza!
De las semillas, harán crecer alimentos; y apacentarán ovejas, ¡a partir de entonces, los Anunnaki y los Terrestres quedarán saciados! Enki envió palabras a su hermano Enlil; Enlil vino desde Nibru-ki hasta
Eridú.
¡En el desierto, ha aparecido un nuevo tipo de Terrestre!, dijo Enki a Enlil. Son rápidos en aprender, se les pueden enseñar conocimientos y oficios. Que se nos traigan de Nibiru semillas de las que se siembran, que se nos traigan de Nibiru ovejas para repartir por la Tierra, enseñemos a esta nueva raza de Terrestres la agricultura y el pastoreo, ¡saciémonos juntos Anunnaki y Terrestres! Así le dijo Enki a Enlil. ¡Ciertamente, son similares a nosotros los Anunnaki en muchos aspectos!,
dijo Enlil a su hermano. ¡Es una maravilla de maravillas que hayan aparecido por sí mismos en el
desierto!


Llamaron a Isimud. ¡Entre las aneas, en cestas de juncos, los encontré!, dijo. Enlil ponderó el asunto con gravedad, sacudía la cabeza con asombro. ¡Ciertamente, es una maravilla de maravillas, que haya emergido una
nueva raza de Terrestres,
que la misma Tierra haya hecho un Hombre Civilizado, se les puede enseñar agricultura y pastoreo, oficios y elaboración de herramientas!
Así le decía Enlil a Enki. ¡Enviemos palabras a Anu de la nueva raza! Se transmitieron palabras de la nueva raza a Anu, en Nibiru. ¡Que se nos envíen semillas que puedan ser plantadas y ovejas para el pastoreo!
Esto sugirieron Enki y Enlil a Anu.
¡Que el Hombre Civilizado sacie a los Anunnaki y a los Terrestres!


Anu escuchó las palabras, quedó asombrado con ellas:
¡Que un tipo de esencias vitales lleve a otro no es algo inaudito!, les dijo en respuesta.
¡pero nunca se había oído algo así, que en la Tierra apareciera tan rápidamente un Hombre Civilizado a partir del Adamu!
Para la siembra y el pastoreo hará falta un gran número; ¿son capaces de proliferar los seres?
Mientras los sabios de Nibiru reflexionaban sobre el asunto, en Eridú ocurrían cosas importantes:
Adapa conoció a Titi en el apareamiento, él derramó su semen en su matriz.


Hubo concepción, hubo alumbramiento:
¡Titi alumbró gemelos, dos hermanos!
Se transmitieron palabras del nacimiento a Anu en Nibiru:
¡La pareja es compatible para la concepción, pueden proliferar!
¡Que se repartan por la Tierra semillas que se puedan sembrar y ovejas para el pastoreo,
que comience la agricultura y la ganadería en la Tierra, saciémonos todos! Así dijeron Enki y Enlil a Anu en Nibiru.


¡Permanezca Titi en Eridú, para amamantar y cuidar de los recién nacidos, tráigase a Nibiru a Adapa, el Terrestre! Así pronunció su decisión Anu.

 

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