miércoles, 6 de marzo de 2013

LOS DOCE TRABAJOS DE HERACLES








Los doce trabajos de Heracles

Los doce trabajos (en griego Δωδέκαθλος, AFI:ðɔðɛkaθlοs) de Heracles (en la mitología romana, Hércules) son una serie de arcaicos episodios relacionados por una narración continua posterior, sobre la penitencia llevada a cabo por Heracles, el mayor de los héroes griegos. Los enfrentamientos individuales de éste con varios animales le sitúan antes de la literatura griega y los temas orientales: «Es una cuestión abierta si los antiguos griegos tuvieron alguna oportunidad de ver un león vivo, pero la migración de la imagen del león y de las escenas de lucha con éste está bien documentada arqueológicamente» (Burkert 1985, p. 209), aduciendo también la serpiente con siete cabezas de Ugarit y el Antiguo Testamento. El establecimiento de un ciclo fijo de doce trabajos era atribuido por los griegos a un poema épico (hoy perdido) escrito por un tal Peisandros de Rodas, quizás sobre el 600 a. C. (Burkert).

Tal como se conservan, los trabajos de Heracles no se narran en ningún lugar único, sino que deben ser recompuestos a partir de muchas fuentes. Ruck y Staples (p. 169-170) aseveran que no hay una forma única de interpretar los trabajos, pero que seis estaban situados en el Peloponeso, culminando con la rededicación de Olimpia y los otros seis, parte de la misma secuencia, llevaron al héroe mucho más lejos. En cada caso, el patrón era el mismo: Heracles era enviado a matar o conquistar, o a buscar para el representante de Hera Euristeo un animal o planta mágicos. «Todos los lugares seleccionados eran previamente baluartes de Hera o de la “Diosa” y Entradas al Otro Mundo» (p. 169).

Una reorientación helenística de los trabajos con los signos del Zodiaco se discute con detalle más adelante.

Zeus, tras dejar embarazada a Alcmena, que sería así madre de Heracles, proclamó que el próximo hijo nacido en la casa de Perseo se convertiría en rey. Al oír esto Hera, la esposa de Zeus, hizo que Euristeo naciera dos meses antes, pues pertenecía a la casa de Perseo, al igual que Heracles, a quien hizo nacer con tres meses de retraso. Cuando Zeus advirtió lo que había sucedido montó en cólera, pero, no obstante, su imprudente proclama siguió en pie.

En un ataque de locura provocado por Hera, Heracles mató a sus propios hijos y a dos de sus sobrinos con sus propias manos. Cuando recuperó la cordura y advirtió lo que había hecho se aisló del mundo, y se fue a vivir solo a las tierras salvajes. Fue hallado por su hermano Ificles y convencido de que visitase el oráculo de Delfos. En penitencia por esta execrable acción, la sibila délfica le dijo que tenía que llevar a cabo una serie de doce trabajos que dispusiera Euristeo, el hombre que había usurpado su legítimo derecho a la corona y a quien más odiaba.

Por la fuerza que tenía Heracles, Euristeo lo envidiaba, y cada vez que le mandaba un trabajo esperaba que acabase muerto, pero el héroe vivió hasta cumplir todos las tareas impuestas por su primo. Moriría después por causa de su esposa Deyanira.

1.- La muerte del león


El primero de los doce trabajos de Heracles fue matar al león de Nemea y despojarle de su piel.

El león había estado aterrorizando los alrededores de Nemea, y tenía una piel tan gruesa que resultaba impenetrable a las armas. Cuando Heracles se dirigía a cazar al león se hospedó en casa de Molorco, partiendo después hacia la guarida de la fiera.

Cuando Heracles se enfrentó a él por primera vez, usando su arco y sus flechas, un garrote hecho de un olivo (que él mismo había arrancado de la tierra) y una espada de bronce, todas las armas resultaron inútiles. La morada del animal tenía dos entradas: Heracles lo azuzó hasta que el animal penetró en ella, taponó una de las entradas y acorralándolo por la otra lo atrapó y lo estranguló.

Heracles llevó el cuerpo del león a Micenas para que lo viera el rey Euristeo, quien elegía qué tareas debía cumplir el héroe en el camino de los doce trabajos. Pero éste se asustó tanto que prohibió a Heracles volver a entrar a la ciudad, y le ordenó que de ahí en adelante le mostrase el fruto de sus trabajos desde fuera. Euristeo mandó a sus herreros que le forjasen una tinaja de bronce que escondió bajo tierra, y en la que se refugiaba cada vez que se anunciaba a Heracles, comunicándole sus instrucciones a través de un heraldo.

Heracles empleó horas intentando desollar al león sin éxito. Por fin Atenea, disfrazada de vieja bruja, ayudó a Heracles a advertir que las mejores herramientas para cortar la piel eran las propias garras del león. De esta forma, con una pequeña intervención divina, consiguió la piel del león, que desde entonces vistió a modo de armadura, usando su cabeza como yelmo.

2.- Hidra de Lerna

En la mitología griega, la Hidra topeada (en griego antiguo Λερναία Ὕδρα) era un antiguo y despiadado monstruo acuático ctónico con forma de serpiente policéfala (cuyo número de cabezas va desde 3, 5 ó 9 hasta 100 e incluso 10.000 según la fuente) y aliento venenoso a la que Heracles mató en el segundo de sus doce trabajos. La Hidra poseía la virtud de regenerar dos cabezas por cada una que perdía o le era amputada, y su guarida era el lago de Lerna en el golfo de la Argólida (cerca de Nauplia), si bien los arqueólogos han confirmado que este lugar sagrado es anterior incluso a la ciudad micénica de Argos, pues Lerna fue el lugar del mito de las Danaides. Bajo sus aguas había una entrada al Inframundo que la Hidra guardaba.

La Hidra era hija de Tifón y la Equidna. Fue criada por Hera bajo un plátano cerca de la fuente Amimone en Lerna. Se decía que era hermana del León de Nemea y que por ello buscaba venganza por la muerte de éste a manos de Heracles. Por esto se decía que había sido elegida como trabajo para Heracles, de forma que éste muriese.

Tras llegar a la ciénaga cercana al lago Lerna, Hércules y su sobrino Yolao se cubrieron sus bocas y narices con una tela para protegerse del aliento venenoso de la Hidra. Hércules disparó flechas en llamas al refugio del monstruo (la fuente de Amimone) para obligarle a salir. Entonces se enfrentó a ella con su espada y empezó a cortarle las nueve cabezas que tenía. Pero cada vez que se le cortaba una, otra renacía en el mismo lugar más fuerte que la anterior. Su sobrino le ayudó quemando el cuello de la cabeza cortada para que no renaciera otra. Al final, la Hidra murió sin cabezas y Hércules mojó las puntas de sus flechas con la sangre de la Hidra para que así fueran letales.

Los detalles del enfrentamiento son explicados por Apolodoro:[3] advirtiendo que no podría derrotar a la Hidra de esta forma, Heracles pidió ayuda a su sobrino Yolao. Éste tuvo la idea (posiblemente inspirada por Atenea) de usar una tela ardiendo para quemar el muñón del cuello tras cada decapitación, cauterizando la herida y evitando así que las dos nuevas cabezas brotasen. Heracles cortó todas las cabezas y Yolao quemó los cuellos abiertos, matando así a la Hidra. Heracles tomó entonces su única cabeza inmortal y la enterró bajo una gran roca en el camino sagrado entre Lerna y Eleia,[4] mojando sus flechas en la sangre venenosa de la Hidra y completando así su segundo trabajo.

En una versión alternativa, Hera enviaba un cangrejo para que mordiese los pies de Heracles y le estorbase, esperando provocar así su muerte. No obstante, Heracles aplastó a la criatura y siguió luchando contra la Hidra.

Cuando Euristeo, el rey que asignaba los trabajos a Heracles, supo que había sido su sobrino quien le había dado la antorcha, declaró que no había completado el trabajo solo y por tanto no contaba para el total de diez labores que se le habían asignado. Este elemento mítico es un ambiguo intento de resolver el conflicto entre los antiguos diez trabajos y los doce más recientes.

3.- Cierva de Cerinea

La Cierva de Cerinea es un animal mitológico, perteneciente a la mitología griega.

Heracles debía capturar a la cierva para llevarla viva a Micenas y entregarla a Euristeo. La Cierva de Cerinea tenía pezuñas de bronce y cornamenta de oro, estaba consagrada a Artemisa ya que era una de las cinco ciervas que la diosa había intentado capturar para engancharlas a su carro y había sido la única que había logrado escapar. Pero la cierva era muy veloz (tanto que las flechas no la alcanzaban) y no le fue fácil atraparla, por lo que la persiguió día y noche sin descanso hasta el país de los Hiperbóreos. Allí la capturó mientras ésta tomaba agua y la llevó a Euristeo. Heracles tardó 12 meses en capturarla.

Heracles, era consciente de que si derramaba una sola gota de sangre de la cierva tendría que dar explicaciones, y sufrir el consiguiente castigo. Aprovechando que la cierva estaba bebiendo, Heracles le atravesó las dos patas por la piel utilizando una flecha que hizo pasar entre el tendón y el hueso, sin llegar a derramar su sangre. Una vez inmovilizada, la apresó y la llevó a Micenas. Su gran hazaña sirvió de ejemplo a otros muchos héroes de la antigüedad como Yhuidr y Casto.

4.- Jabalí de Erimanto

En la mitología griega, el jabalí de Erimanto era una criatura que causaba estragos en todo el contorno y que vivía en Erimanto, un monte de la Arcadia y la Élide (hoy se llama Olonos) y nombre, también, de un afluente del Alfeo (hoy Diminiza o Azicolos).

En el camino hacia Erimanto, Heracles hizo una parada para visitar a su amigo el centauro Folo, quien en memoria de tiempos lejanos compartió con él su comida y su vino. Pero los otros centauros, al oler el vino que estaba especialmente reservado para ellos se enfurecieron de tal manera que atacaron a Heracles, quien primero los rechazó y luego con sus flechas envenenadas mató a varios de ellos mientras los demás se retiraban.

Mientras Heracles enterraba a sus víctimas, su amigo Folo sacó una de las flechas de Heracles y la examinó asombrado de que algo tan pequeño pudiese dar muerte a criaturas tan formidables, pero con tal torpeza que la flecha se le cayó hiriéndolo en un pie y matándolo. Heracles lo enterró al pie de la montaña que tomó su nombre.

Retomando el trabajo que tenía que finalizar, Heracles encontró al jabalí y, persiguiéndolo durante varias horas, lo fue acorralando a una zona cubierta de nieve donde, saltando sobre su lomo, lo ató con cadenas y se lo llevó a Micenas vivo, cargándolo sobre sus hombros. Cazar a esta enorme criatura fue el cuarto (tercero en algunas versiones, Pierre Grimal)[1] trabajo de los doce que Euristeo mandó realizar a Heracles.

Era un jabali que se alimentaba de hombres , creaba terremotos y sus colmillos fueron capaces de arrancar árboles de raíz.

5.- Augías

En la mitología griega Áugeas o Augías (griego antiguo Αυγείας, Augeías ‘brillante’) era un rey de Élide hijo del dios-Sol Helios y de Naupidame. Otras versiones atribuyen su paternidad a Poseidón, a su hijo Eleo y Eurícide o a Forbante e Hirmina. Tuvo como hijos a Epicaste, Fileo, Agameda, Agástenes y Éurito.

Augías formó parte de la expedición de los argonautas, siendo el encargado de intentar convencer a su hermanastro Eetes de que entregara el vellocino de oro voluntariamente. A esta iniciativa se unieron sus sobrinos, agradecidos de que los argonautas les hubieran rescatado tras un naufragio. Pero Eetes no lo quiso reconocer como hermano, y los expulsó de su palacio amenazándoles con torturarlos y matarlos.

Por designio de los dioses el ganado de Augías no sufría de enfermedades, por lo que logró poseer el mayor rebaño de todo el país. Doce toros que le había regalado su padre Helios defendían al resto de la manada, haciendo que el ganado de Augías tampoco sufriera bajas por las fieras de los alrededores. Eran conocidos sus establos, que nunca habían sido limpiados hasta que lo hizo Heracles en un solo día en cumplimiento de su quinto trabajo. Euristeo le encargó esta extraña misión con el fin de humillarle y ridiculizarle, pues tal era la cantidad de excrementos acumulados en los establos que era prácticamente imposible limpiarlos en un sólo día. Así el gran Heracles, vencedor de terribles monstruos y hazañas heroicas, caería humillado ante una tarea tan denigrante. Pero el astuto héroe cumplió su trabajo abriendo un canal que atravesaba los establos y desviando por él el cauce de los ríos Alfeo y Peneo, que arrastraron toda la suciedad.

Augías montó entonces en cólera, pues había prometido a Heracles regalarle una parte de su ganado si realizaba la misión en un sólo día. Se negó a cumplir su promesa alegando que el trabajo lo habían realizado los ríos, y cuando el testimonio de su hijo Fileo convenció a los jueces para que le dieran la razón a Heracles, Augías le desterró del reino. Euristeo por su parte tampoco consideró el trabajo como uno de los diez, ya que Heracles había sido contratado por Augias.

Heracles abandonó Élide y buscó alianzas entre los príncipes de toda Grecia para atacar a Augías, pero fue derrotado por los moliones, que mataron a su hermano Ificles. Los corintios, aliados de Heracles, proclamaron entonces la tregua ístmica, ante las numerosas bajas que el ejército de Augías estaba provocando.

Tres años más tarde, Heracles aprovechó que los eleos estaban celebrando un festival en honor a Poseidón para tender una emboscada en la que mató a los moliones y a Éurito, hijo de Augías, dejándole así sin sus mejores generales. Posteriormente volvió a reclutar otro ejército entre las ciudades del Peloponeso y con él saqueó la Élide y mató a Augías, poniendo al desterrado Fileo en el trono de su padre. Para celebrar la victoria, Heracles instauró los famosos juegos olímpicos.

Pausanias, en cambio, afirma que que Heracles perdonó la vida de Augías y le restauró en el trono, mientras Fileo se estableció definitivamente en Duliquio. Según esta versión, a la muerte de Augías su hijo Agástenes le sucedería en el trono.

6.- Pájaros del Estínfalo

En la mitología griega, los pájaros del Estinfalo eran unas aves que tenían picos, alas y garras de bronce y cuyos excrementos venenosos arruinaban los cultivos y también eran carnívoras. Poblaban la región y el bosque alrededor del lago Estínfalo. Euristeo comandó entonces a Heracles que acabase con la amenaza de dichas aves, como parte de Los doce trabajos de Heracles, ya que en ocasiones atacaban al ganado o a la población. Heracles se dirigió al Estínfalo, y ahí se encontró desolado pues la misión era especialmente difícil de completar: las aves eran demasiadas para sus flechas y su legendaria fuerza no le servía de nada.

Entonces apareció Atenea y le socorrió dándole un cascabel (o una campana) de bronce y le mandó a que lo tocara desde una colina elevada, al hacerlo las aves asustadas emprendieron vuelo y nunca más se las volvió a ver en el bosque y el lago. Muchas de ellas fueron derribadas por las flechas de Heracles y las que consiguieron escapar huyeron hacia la isla de Ares, en el Mar Negro, donde fueron encontradas años después por los Argonautas.

Cuando Heracles volvió con Euristeo, éste se hallaba en su refugio debido a que varios de los pájaros de bronce volaban alrededor de su palacio. Al ver esto, Heracles sonó su cascabel y los pájaros se alejaron de ahí.

7.- Toro de Creta

El Toro de Creta es un animal de la mitología griega. El séptimo trabajo de Heracles consistió en capturar un toro salvaje que expulsaba fuego por sus narices y que causaba estragos en Creta.

Este toro es el que Poseidón hizo salir del mar cuando el rey Minos prometió ofrecer un sacrificio al dios; pero Minos lo encontró tan hermoso que lo incorporó a sus rebaños como semental en vez de sacrificarlo y el dios, enfurecido, hizo que la reina Pasífae se enamorara del animal y concibiera de él un hijo, el Minotauro, tras lo cual hizo enloquecer al toro.

Así pues, Heracles se presentó a Minos, que le autorizó para capturar al toro, si podía. Heracles consiguió subir a lomo del animal y lo condujo, a través del mar Egeo, hasta Micenas. Euristeo, al ver al hermoso animal lo quiso ofrecer a Hera, pero la diosa lo rechazó al ver la ferocidad del toro, por lo que Euristeo lo dejó libre.

El toro causó estragos allá por donde pasó. Atravesó la Argólide, cruzó el istmo de Corinto hasta que finalmente el héroe ateniense Teseo consiguió matarlo en la llanura de Maratón (cerca de Atenas).

8.- Yeguas de Diomedes

El octavo de los doce trabajos de Heracles consistía en capturar a las cuatro Yeguas de Diomedes, que comían carne humana. Éste las tenía atadas con cadenas y las alimentaba con la carne de sus inocentes huéspedes. Heracles partió con un grupo de voluntarios, consiguiendo arrebatárselas a Diomedes, quien fue con su ejército a atacar a Heracles, pero él lo mató arrojando el cuerpo de este aún con vida a sus yeguas y su ejército huyó. Tras devorarlo, las yeguas se volvieron tan mansas que el héroe las pudo atar al carro de Diomedes y se las llevó a Micenas, donde fueron regaladas a Hera. Durante la lucha, las yeguas devoraron a Abderus, amigo de Heracles, quien había quedado encargado en custodiarles, entonces Heracles fundó en su honor la ciudad de Abdera.

Se dice que las yeguas murieron en el monte Olimpo devoradas por las fieras y las alimañas. Según la tradición, Bucéfalo, caballo de Alejandro Magno, descendía de una de estas yeguas.

9.- Hipólita

En la mitología griega, Hipólita (en griego antiguo Ιππολύτης) es la reina amazona, dueña de un cinturón mágico que le había regalado su padre, Ares, el dios de la guerra; su madre fue la también reina amazona Otrera. Es hermana de Melanipa, Antíope y Pentesilea.

El noveno trabajo de Heracles fue obtener el cinturón, a petición de Admete, la hija de Euristeo. En una versión de la historia, Hipólita se enamoraba de Heracles y le daba el cinturón voluntariamente. De acuerdo con otra Heracles obtenía el cinturón secuestrando a la hermana de Hipólita, Melanipa, y exigiendo el cinturón como rescate, y liberándola tras conseguirlo. En cuanto al hacha de Hipólita, fue entregado a la reina Ónfale quien lo guardó en las regalías de los reyes lidios. Más tarde, dicho hacha estuvo empuñada por una estatua de Zeus.

Después de que Heracles obtuviese el cinturón, Teseo, uno de los compañeros de Heracles, secuestra a Antíope, otra hermana de Hipólita. Las amazonas atacan entonces (porque Hera, la enemiga de Heracles, había difundido el malintencionado rumor de que Heracles estaba allí para atacarlas o secuestrar a Hipólita), pero Teseo y Heracles escapan con el cinturón y con Antíope. Según otra versión, Heracles mata a Hipólita en su huida. Para rescatar a Antíope, las amazonas atacan Atenas pero fracasan, muriendo en algunas versiones Antíope durante el ataque.

En muchas versiones Teseo se casa con Antíope o con Hipólita, teniendo un hijo llamado Hipólito. Teseo terminaría casándose con Fedra, bien tras haber abandonado a su anterior esposa, o tras la muerte de ésta en el parto. En la versión en la que Teseo está casado con Hipólita y la abandona, ésta intenta vengarse llevando a las amazonas a la boda de Teseo y Fedra con la intención de matar a todos, aunque fracasa al ser asesinada, según las versiones, por los hombres de Teseo o por Pentesilea, otra amazona.

Origen

Cuando el sol está en la constelación de Aries, la constelación de Andrómeda se pone. Esta última, que parece tener una larga falda, se considera femenina en la mitología griega. Tiene también tres brillantes estrellas cercanas alineadas, que dan la impresión de ser un cinturón (como las tres de estrellas de la constelación de Orión).

La constelación completa parece tener algo sujeto a su parte superior, que en el mito griego del sacrificio de Andrómeda se identifica con una cadena. Otras historias lo identifican con una espada (descartando las partes de la cadena que forma parte de la constelación), dando a entender que la constelación es una guerrera amazona, probablemente Hipólita.

Hacia la dirección del tránsito del sol, tras Andrómeda, están las Pléyades, consideradas en la mitología griega siete hermanas. Tras obtener el cinturón de Hipólita, Heracles tuvo que enfrentarse a una banda de mujeres (más amazonas).

10.- Gerión

En la mitología griega, Gerión (en griego antiguo Γηρυών Gêruôn o Γηρυόνης Gêruônês) era un monstruoso gigante, hijo de Crisaor y Calírroe.

Gerión es descrito como un ser antropomorfo formado por tres cuerpos, con sus respectivas cabezas y extremidades, según la mayoría de las versiones. Aunque no se suele especificar la forma exacta de la unión entre los tres cuerpos, se le suele representar con una unión lineal o radial por las cinturas. A veces se le retrata con alas, pero no es usual. Aparte de estas características, su aspecto mayoritario era humano.

Gerión vivía en la isla Eriteia (actualmente la Isla de León, en San Fernando, Cádiz), más allá de las columnas de Hércules al oeste Mediterráneo, ya en el curso del Océano. Era dueño de un perro de dos cabezas llamado Ortro, que era el hermano de Cerbero, y de una espléndida cabaña de ganado que era guardado por Ortro y por un pastor llamado Euritión.

Heracles lo mató, pues era el décimo de sus 12 trabajos y le robó su rebaño de vacas rojas y bueyes. Gerión fue en busca de venganza y luchó contra Heracles, pero éste le lanzó una flecha envenenada con la sangre de la Hidra que atravesó sus tres cuerpos y acabó con él.

El décimo trabajo de Heracles consistió en robar el ganado de Gerión. Mientras viajaba hacia allí, cruzó el desierto libio (Libia era el nombre genérico de África para los griegos) y quedó tan frustrado por el calor que disparó una flecha a Helios, el sol. Helios le rogó que parase y Heracles pidió a cambio la copa dorada que el dios usaba para cruzar el mar cada noche, de oeste a este. Heracles usó esta copa dorada para llegar a Eritia, en lo que constituye uno de los motivos de los pintores de vasijas.

Heracles intentó robar el ganado y mató primero a Ortro y luego a Euritión. Cuando llegó Gerión, en algunas versiones tras haber sido informado por Menecio, el pastor del Hades, Heracles le mató, desgarrando su cuerpo en tres partes.

Heracles tuvo entonces que arrear el ganado hasta Euristeo. En las versiones romanas de la historia, Caco robó en el monte Aventino de Roma parte del ganado de Gerión a Heracles mientras éste dormía, haciendo que las reses caminasen de espaldas para no dejar nuevas huellas, una repetición del truco del joven Hermes. Según algunas versiones, Heracles pasó con el resto del ganado frente a una cueva donde Caco escondía las reses robadas, y empezaron a llamarse unas a las otras, pero en otras Caca, la hermana de Caco, le dijo a Heracles dónde se escondía su hermano. Heracles mató entonces a Caco y, de acuerdo con la mitología romana, fundó un altar en el lugar donde el Foro Boario, el mercado de ganado, se celebraría posteriormente.

Para molestar a Heracles, Hera envió un tábano para que picase al ganado, irritándolo y esparciéndolo. Hera envió entonces una inundación que elevó el nivel de un río tanto que Heracles no podía vadear el ganado. Heracles apiló piedras en el río para hacer que el agua fuera menos profunda, y más tarde Equidna asaltó a Héracles para robarle los bueyes de Gerión, y cuando éste fue a reclamarlos Equidna le dijo que no se los entregaría a menos que el héroe tuviese relaciones sexuales con ella. Heracles lo hizo, y de esta unión nacieron Agatirso, Gelono y Escites. Cuando por fin llegó a la corte de Euristeo, el ganado fue sacrificado a Hera.

El poeta Estesícoro escribió una ‘canción de Gerión’ (Gerioneis) en el siglo VI a. C., que es la mejor fuente de esta épica, y que también contiene la primera referencia a Tartessos.

Asociaciones ctónicas

A veces se identifica a Gerión como un demonio de la muerte ctónico, principalmente por su asociación con la dirección de extremo oeste. En La divina comedia de Dante Gerión se convierte en una bestia con cola de escorpión pero rostro de hombre honesto que mora en el Flegetón al borde del Séptimo Círculo (el círculo de la violencia) descendiendo al infierno. Allí señala el paso al Octavo Círculo mientras se baña al borde del abismo en el Cocito.

Origen

Cuando el sol alcanza la constelación de Géminis, se encuentra con la constelación Auriga. Muchas creencias antiguas asociaban el camino diario del sol por el cielo con el dios sol conduciendo un ardiente carro, y de esta forma, aquí, el camino anual del sol (su tránsito) consigue su carro (Auriga). Posteriormente la mitología griega consideró que el sol usaba una copa para cruzar el cielo.

En esta región del cielo hay también un vasto espacio sin estrellas fácilmente visibles (ahora ocupadas por las modernas constelaciones de Lynx y Camelopardalis), que los antiguos griegos describían como un desierto. Una historia basada en esta región del cielo requiere por tanto un vasto desierto, siendo el mejor conocido por los griegos antiguos el de Libia. Sin embargo, al estar esta zona desértica lejos de muchas constelaciones en esta región del cielo, situar una historia en él requería de alguien que lo cruzase hasta su localización principal. Dado que el Auriga es la constelación más cercana desde el comienzo del tránsito del sol hasta el borde del espacio vacío, un carro solar (más tarde convertido en copa) se convierte en la forma de cruzar el desierto.

La Vía Láctea fue bautizada así por los griegos antiguos porque parece ser una mancha de leche cruzando el cielo. Algunos, sin embargo, eran capaces de discernir algunas estrellas individuales en ella, y de esta forma pasó a parecer un vasto rebaño de vacas, cuya leche llenaba los huecos entre ellas. La estrella Capella, que es parte del Auriga, era conocida por los griegos como la «estrella del pastor» (pues algunos consideraban que el Auriga era un pastor conduciendo un carro, incluyendo a éste, mientras llevaba una cabra colgada de su hombro izquierdo). Capella está muy cerca, aunque fuera, de la Vía Láctea y como tal, considerada como un pastor, parece estar arreándola.

En Géminis, la constelación Canis Major (el ‘gran perro’) queda junto a la Vía Láctea. La cabeza de la constelación mira en dirección contraria al sol. Sin embargo, al otro extremo de la constelación (donde estaría la cola) queda la estrella Sirius, considerada maligna por muchas mitologías antiguas debido a su titileo y rojez, que era considerada a su vez un perro («estrella perro»), por asociación con la constelación. Así, la constelación tenía dos cabezas, una la normal y otra, Sirius, al otro extremo.

Más cerca del sol que Canis Major, y también guardando la Vía Láctea en esta zona de su tránsito de forma parecida a Canis Major y Capella, está Orión el gigante. Tradicionalmente Orión es considerado un único gigante, pero es igualmente posible distinguir en ella tres cuerpos completos separados unidos por la cintura, como se describía a Gerión, particularmente al aparecer las piernas en direcciones bastante diferentes, y dibujos alternativos de la constelación (que tienen en cuenta estrellas ligeramente más débiles que los diagramas básicos) suelen mostrar tres en lugar de dos brazos, compartiendo el segundo y tercero el mismo hombro derecho.

El sol logra superar estos obstáculos, cruzando la Vía Láctea. El Auriga parece haberse dejado en la propia Vía Láctea, y por esto algunas de las vacas del rebaño están en él. Tras la Vía Láctea, el sol se encuentra con Géminis. Las representaciones de Géminis varían según se incline a este u oeste, siendo posible en esta último caso dibujar la constelación como dos hombres, descansando sus pies en la Vía Láctea. En las representaciones que la inclinan al este, uno de los gemelos está en la Vía Láctea y el otro fuera de ella, y así uno ha «robado algunas vacas» y el otro, al que cruza el tránsito del sol, no. En el mito de Cástor y Pólux (los nombres habitualmente dados a los gemelos), sus muertes se deben a una disputa por el robo de un ganado.

Leyendas posteriores

Según algunos autores, el gigante arrancó de cuajo un olivo para utilizarlo como arma contra Heracles. El árbol se hizo pedazos al estrellarse contra la coraza de bronce del héroe, que contraatacó con la misma arma. Las poderosas manos del gigante se juntaron para detener el choque y de esta forma desarmó a Heracles, que huyó corriendo a refugiarse a un bosque.

Gerión, tras convencer a su madre (que había presenciado todo el suceso) de que debía dar captura a Heracles, sobrevoló la zona buscándolo. Heracles aprovechó entonces para disparar una de sus flechas envenenadas, que alcanzó al gigante atravesándole los tres corazones. Cayó al suelo y de la sangre que emanó de su herida nació un drago. Otra leyenda identifica al drago que se conserva en el jardín de la Facultad de Bellas Artes de Cádiz con el surgido de la sangre de Gerión.[1]

Según se recoge en la Crónica General de Alfonso X el Sabio, escrita en el siglo XIII, Gerión obligaba a sus súbditos a entregarle la mitad de sus bienes, e incluso a sus hijos, hasta que llegó a estas tierras Hércules. Los aterrorizados habitantes le pidieron ayuda, y éste retó a Gerión a una lucha a muerte. Después de tres días de batalla, la cabeza del gigante fue enterrada en el mismo lugar donde se levantó la Torre de Hércules en La Coruña.

En el primer intento de dar validez histórica a Gerión, Pompeyo Trogo, conocido a partir del epítome que de su obra hizo Marco Juniano Justino, afirma que Gerión no era un gigante con tres cuerpos, sino que se trataba de tres hermanos, que atacaron a Hércules al verle robar su ganado:

El mismo Gerión, no era un hombre con tres cuerpos, como nos dicen las fábulas, sino que se trataba de tres hermanos, que vivían en tal armonía, que parecían actuar movidos por una misma alma; y ellos no atacaron a Hércules motu proprio, sino que, viendo robar sus reses, pretendieron recuperar lo que les había sido arrebatado por medio de la fuerza.[2

11.- Hespérides

En la mitología griega las Hespérides (en griego antiguo Ἑσπερίδες) eran las ninfas que cuidaban un maravilloso jardín en un lejano rincón del occidente, situado cerca de la cordillera del Atlas en el Norte de África al borde del Océano que circundaba el mundo.[1]

Según el poeta griego siciliano Estesícoro, en su poema la Canción de Gerión, y el geógrafo griego Estrabón, en su libro Geografía (volumen III), las Hespérides estaban en Tartessos, un lugar situado en el sur de la península Ibérica.

Para la época romana, el Jardín de las Hespérides había perdido su lugar arcaico en la religión, reduciéndose a una convención poética, forma en la que fue resucitado en la poesía renacentista, para aludir tanto a un jardín como a las ninfas que moraban allí.

Las ninfas del atardecer

Normalmente las Hespérides eran tres en número, como otras tríadas griafas (las Cárites o las Moiras). «Como las propias Hespérides son meros símbolos de los dones que encarnan las manzanas, no pueden ser actores en los dramas humanos. Sus nombres abstractos e intercambiables son un síntoma de su impersonalidad», señaló Evelyn Harrison.[2] Entre los nombres que recibían están Egle (‘brillo’ o ‘esplendor’), Aretusa, Eritia (o Eriteis), Hesperia (alternativamente Hespereia, Héspere, Héspera, Hesperusa o Hesperetusa), Lípara, Astérope y Crisótemis, como aparece en una escena de la apoteosis de Heracles/Hércules en una hidria del siglo V de Midias, actualmente en Londres.[3] A veces se las llamaba Doncellas de Occidente, Hijas del Atardecer o Erythrai, ‘Diosas del Ocaso’, todas ellas designaciones aparentemente ligadas a su imaginada situación en el distante oeste. Hésperis es apropiadamente la personificación del atardecer (como Eos es la del amanecer) y la estrella vespertina es Héspero. Además de cuidar del jardín, se decía que obtenían gran placer al cantar.

A veces eran retratadas como las hijas vespertinas de Nix (la Noche), tanto sola[4] como con Érebo (la Oscuridad),[5] de la misma forma que Eos en el más lejano este, la Cólquida, era la hija del titán solar Hiperión. Según otras fuentes eran hijas de Atlas o de Zeus y bien Hésperis o Temis, o de Forcis y Ceto.

Eritía (‘la roja’) era una de las Hespérides. Este nombre se aplicaba a la isla cercana a la costa del sur de Hispania que fue la ubicación de la colonia púnica original de Gades (actual Cádiz). Plinio el Viejo recoge sobre esta isla de Gades: «En el lado que mira hacia Hispania, a unos 100 pasos de distancia, hay otra isla larga, de unas 3 millas de ancha, sobre la que estuvo la ciudad original de Gades. Por Éforo y Filístides es llamada Eritea, por Timeo y Sileno Afrodisias, y por los nativos la Isla de Juno.»[6] La isla era el hogar de Gerión, que fue derrotado por Heracles.

El Jardín de las Hespérides es el huerto de Hera en el oeste, donde un único árbol o bien toda una arboleda daban manzanas doradas que proporcionaban la inmortalidad. Los manzanos fueron plantados de las ramas con fruta que Gea había dado a Hera como regalo de su boda con Zeus. A las Hespérides se les encomendó la tarea de cuidar de la arboleda, pero ocasionalmente recolectaban la fruta para sí mismas. Como no confiaba en ellas, Hera también dejó en el jardín un dragón de cien cabezas llamado Ladón como custodio añadido.

Después de que Heracles completase sus primeros diez trabajos, Euristeo le asignó dos más afirmando que no contaban ni el de la Hidra (porque le había ayudado Yolao) ni el de los establos de Augías (porque fue pagado por él, o porque los ríos hicieron el trabajo). El primero de estos dos trabajos adicionales fue robar las manzanas del Jardín de las Hespérides. Heracles capturó primero al anciano del mar (halios geron),[7] el dios marino que cambiaba de forma, para saber dónde estaba ubicado dicho jardín.[8]

En algunas variantes Heracles conoce al principio o al final de su trabajo a Anteo, quien era invencible siempre que estuviese en contacto con su madre, Gea, la Tierra. Heracles lo mató sujetándolo en vilo y aplastándolo con un fuerte abrazo.[9]

Heródoto afirma que Heracles se detuvo en Egipto, donde el rey Busiris decidió hacer de él su sacrificio anual, pero Heracles rompió sus cadenas.

Llegando finalmente al Jardín de las Hespérides, Heracles engañó a Atlas para que recuperase algunas manzanas de oro ofreciéndose a sujetar el cielo mientras iba a buscarlas (Atlas podría tomarlas en esta versión porque era el padre de las Hespérides o tenía algún parentesco con ellas). Al volver, Atlas decidió no aceptar los cielos de vuelta, y en su lugar se ofreció a llevar las manzanas a Euristeo él mismo, pero Heracles volvió a engañarlo aceptando quedarse en su lugar a condición de que Atlas sujetase el cielo un momento para ponerse su capa más cómodamente. Atlas accedió, y entonces Heracles tomó las manzanas y se marchó.

Hay otra variante de la historia en la que Heracles era la única persona que robaba las manzanas (además de Perseo), si bien Atenea las devolvía luego a su lugar correcto en el jardín. Eran consideradas por algunas las mismas «manzanas de dicha» que tentaron a Atalanta, frente a la «manzana de la discordia» usada por Eris para provocar un concurso de belleza en el Olimpo (que terminaría dando lugar a la Guerra de Troya).

 

12.- Cerbero

En la mitología griega, 'Cerbero' (en griego Κέρβερος Kérberos, ‘demonio del pozo’), también conocido como Can Cerberos, era el perro de Hades, un monstruo de tres cabezas, con una serpiente en lugar de cola.

Cerbero guardaba la puerta del Hades (el inframundo griego) y aseguraba que los muertos no salieran y que los vivos no pudieran entrar. Era hijo de Equidna y Tifón, y hermano de Ortro. La existencia de un perro infernal en la entrada de los infiernos parece que ya estaba presente en la mitología indoeuropea original, pues aparece en los mitos de otros pueblos indoeuropeos, como es el caso del perro ensangrentado Garm en la mitología escandinava.

El último de los doce trabajos de Heracles fue capturar a Cerbero. Viajó primero a Eleusis para ser iniciado en los misterios eleusinos y aprender así cómo entrar y salir vivo del Hades, y de paso para absolverse a sí mismo de la culpa por haber matado a sus hijos. Encontró la entrada al inframundo en Ténaro. Atenea y Hermes le ayudaron a traspasar la entrada a la ida y a la vuelta. Gracias a la insistencia de Hermes y a su propio aspecto fiero, Caronte le llevó en su barca a través del Aqueronte.

Mientras estaba en el inframundo, Heracles liberó a Teseo, pero la tierra tembló cuando intentó liberar a Pirítoo, por lo que tuvo que dejarlo atrás. Ambos habían sido encarcelados por Hades, quien los había sujetado mágicamente a un banco cuando intentaron secuestrar a Perséfone. Dicha magia era tan fuerte que cuando Heracles tiró de Teseo para liberarlo, parte de los muslos de éste quedaron pegados al banco, lo que explicaría por qué sus descendientes tenían muslos notablemente delgados

En algunas versiones, Heracles simplemente pidió permiso a Hades para llevarse a Cerbero, a lo que éste accedió siempre que Heracles no hiciera daño al perro, pero en otras versiones Heracles disparó una flecha a Hades. Tras esto, en algunas versiones Heracles luchó con el perro y lo arrastró fuera del Hades, pasando por la cueva Aquerusia, pero en otras Heracles trató con amabilidad al fiero perro por primera vez, y éste le acompañó afuera dócilmente.

La constelación de Piscis no estuvo siempre asociada con dos peces, pues el pez estelar original era Piscis Austrinus. También se creyó que eran dos personas, unidas (que en algunas historias eran transformadas en peces, lo que terminó evolucionando a simples peces). Ambas estarían unidas bajo la eclíptica, el área que se creía que representaba el inframundo. La eclíptica, el tránsito del sol, corta dicho vínculo. Uno de ellos queda prácticamente fuera (el más occidental) y el otro parece seguir unido a la eclíptica y dirigirse hacia abajo (el más oriental). Sin embargo, parte del primero sigue unida.

El que la persona que Heracles logró liberar de su trampa en el inframundo sea Teseo indica el conocimiento de que los mitos sobre él le relacionan con la reina de las amazonas, y de que por tanto deben aparecer en la siguiente historia como compañero de Heracles. Este énfasis en la continuidad está posiblemente relacionado con el hecho de que la constelación que representa la siguiente historia también aparece parcialmente sobre Piscis.

Bajo Piscis está la constelación Cetus, normalmente considerado un monstruo marino o una ballena. Sin embargo, es igualmente posible verlo como dos puertas cerradas con sus postes y un grupo de tres estrellas tras el centro de ambas. Dado que miran hacia la eclíptica y están muy cerca de ella, dichas puertas serían las del inframundo, que estaría bajo la eclíptica. El guardián de las puertas del Hades era tradicionalmente Cerbero, que tenía tres cabezas, una asociación que requiere el uso de las tres principales (aunque comparativamente débiles) estrellas de la constelación moderna de Fornax a modo de cola.

Dado que Cerbero era considerado un elemento permanente del Hades, poco podía ocurrirle que le hiciese daño. Al no haber ninguna otra constelación en esta región, poca historia más podía dársele aparte de la de hacer algo no permanente, como moverle al otro lado de las puertas.

Alternativamente, una versión anterior podría no haber incluido la historia de Teseo encarcelado, lo que podría haber sido una reelaboración posterior del papel de las constelaciones en la historia. En tal caso, la rama de Piscis que no escapa de la eclíptica podría haberse destinado a representar el consiguiente ascenso de Cerbero (pero aún atado, y teniendo por tanto que volver al final).

En sus trabajos, Heracles iba acompañado a menudo por su erómeno: su sobrino Yolao. Aunque se suponía que sólo tenía que realizar diez trabajos, esta ayuda hizo que tuviera que sufrir dos más.  Euristeo no tuvo en cuenta el trabajo de la Hidra (en el que lo ayudó Yolao) ni el de los establos de Augías (porque se le pagó a cambio o, según otras versiones, porque fueron los ríos los que habían hecho el trabajo), por lo que le mandó dos más, que convertirían el total de diez en un total de doce.

Muerte de Heracles

Tras concluir sus doce trabajos, Heracles se dirigió a Ecalia. Allí reinaba Éurito, quien había enseñado a Heracles a manejar el arco cuando el héroe era joven. Éurito estaba convencido de que nadie superaría a él ni a sus hijos en el dominio de aquella arma, y por eso prometió entregar a su hija Yole en matrimonio a quien lo venciera en una competición de tiro con arco. Heracles llegó dispuesto a aceptar el desafío y se impuso con gran facilidad sobre Éurito y sus hijos. Sin embargo, el rey se negó a darle la mano de su hija, pues Éurito ya sabía lo que Heracles hizo con su antigua esposa, y no quería que le hiciese lo mismo a su pequeña Yole. Al sentirse rechazado, Heracles sufrió un rapto de ira, blandió su espada e impuso una gran batalla con el rey. Dos de sus hijos pelearon con su padre, pero el más pequeño peleó con Heracles, mas, él sabía que su causa era justa. Sin embargo en el fragor del combate, Heracles no distinguió entre sus enemigos y sus amigos, y el pequeño Ífito salió despedido desde la torre en la que peleaban. Heracles, al volver a matar a un inocente, regresó al Oráculo; su purificación estaba clara. Tenía que servirle a la reina Ónfale de Lidia, durante 3 años. La reina Ónfale, cuando estaba a solas con Heracles, lo humillaba, haciéndole vestirse con un largo manto, como si fuese mujer, y le hacía hilar el lino a los pies de su cama. A los 3 años, Heracles, a su libertad, tras muchas aventuras, llegó a Calidón, en Etolia, donde le dijo a Deyanira que su hermano Meleagro le echaba de menos. Deyanira era tan hermosa que Heracles, a los pocos días, se casó con ella. Durante un viaje, la pareja tuvo que cruzar el río Eveno. El centauro Neso se ofreció en llevar a Deyanira sobre su grupa mientras Heracles atravesaba la corriente a nado. Neso se había enamorado de Deyanira, y cuando se halló en tierra firme, galopó para raptarla. Al ver a su esposa en peligro, Heracles disparó una flecha contra Neso, que le acertó en el corazón. Mientras el centauro agonizaba le dijo a Deyanira que tomara un poco de su sangre: -Cuando sientas que empiezas a perder el cariño de Heracles, úsala sin dudarlo y recuperarás su amor al instante. Heracles regresó a Ecalia y raptó a Yole.

Para celebrar la victoria sacrificó doce bueyes en honor a Zeus. Heracles encargo a Deyanira una túnica pues la que llevaba estaba estropeadísima para tal acontecimiento. Deyanira, muerta de celos, echó la sangre de Neso en la túnica de Heracles. Sin embargo, la sangre de Neso no era un talismán, si no un veneno mortal de devastadores efectos. Cuando Heracles se arropó la túnica, su piel se quemaba; se tiró al río, pero se puso peor. Cuando Deyanira se enteró, se hundió un puñal en el pecho, y Heracles acabó muriendo con la piel del león de Nemea, su masa, su arco y tales flechas del veneno de la hidra de Lerna. Tal y como cuenta la historia, la muerte de Heracles fue una gran pérdida para los humanos.


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