jueves, 23 de mayo de 2013

MATERNIDAD







Ser madre es una de las mayores responsabilidades que hay en el mundo. Hay tanta gente en los divanes de los psicoanalistas, y hay tanta gente loca en los manicomios y fuera de los manico­mios. Si profundizas en la neurosis de la humanidad, siempre en­contrarás a la madre, porque hay tantas mujeres que quieren ser madres pero no saben cómo serlo.

 En cuanto la relación entre la madre y el niño va mal, la vida entera del niño va mal, porque ese es su primer contacto con el mundo, su primera relación. Todo lo demás estará en continuidad con ello. Y si el primer paso va mal, la vida entera va mal...
Una mujer debería hacerse madre sabiendo lo que hace. Estás tomando una de las mayores responsabilidades que puede tomar un ser humano.
Los hombres son un poco más libres en ese sentido porque no pueden tomar la responsabilidad de ser madre. Las mujeres tienen más responsabilidad. Así que sé madre, pero no des por sentado que por el mero hecho de ser una mujer eres necesariamente una madre, eso es una falacia.
La maternidad es un gran arte; tienes que aprenderlo. ¡Así que empieza a aprenderlo! Me gustaría decirte algunas cosas:
Primero, nunca trates al niño como si fuera tuyo, nunca lo poseas. Viene a través de ti, pero no es tuyo. Dios te ha usado como vehículo, como instrumento, pero el niño no es una posesión tuya. Ámalo, pero nunca poseas al niño. Si la madre empieza a poseer al niño, entonces se destruye la vida. El niño empieza a ser un prisio­nero. Estás destruyendo su personalidad y lo estás reduciendo a una cosa. Sólo una cosa puede ser poseída: una casa puede ser poseída, un coche puede ser poseído, nunca una persona. Así que ésta es la pri­mera lección, prepárate para ella. Antes de que llegue el niño debe­rías estar lista para recibirlo como un ser independiente, como una persona por derecho propio, no simplemente como tu hijo o tu hija.
Y lo segundo: trata al niño como tratarías a una persona adul­ta. Nunca trates al niño como a un niño. Trata al niño con profun­do respeto. Dios te ha elegido como anfitriona. Dios ha entrado en tu ser como huésped. El niño es muy frágil, desvalido. Es muy di­fícil respetar al niño. Es muy fácil humillar al niño. La humillación resulta fácil porque el niño está desvalido y no puede hacer nada, no puede tomar represalias, no puede reaccionar.
Trata al niño como a un adulto, y con gran respeto. En cuanto respetas al niño, no tratas de imponerle tus ideas. No tratas de im­ponerle nada. Simplemente le das libertad, libertad para explorar el mundo. Le ayudas a hacerse más y más poderoso en la exploración del mundo, pero nunca le das instrucciones. Le das energía, le das protección, le das seguridad, todo lo que necesite, pero le ayudas a alejarse de ti para explorar el mundo.
Y, por supuesto, la libertad incluye también el error. Es muy di­fícil para una madre aprender que cuando das libertad al niño no se trata sólo de libertad para el bien. Es también necesariamente la libertad para hacer mal, para cometer errores. Así que haz que el niño esté alerta, sea inteligente, pero nunca le des mandamientos, nadie los cumple, y la gente se vuelve hipócrita. Así que si real­mente amas al niño, lo que hay que recordar es: nunca, nunca le ayudes de forma alguna, nunca le fuerces de forma alguna a vol­verse hipócrita.
Y lo tercero: no escuches a la moralidad, no escuches a la reli­gión, no escuches a la cultura, escucha a la naturaleza. Todo lo que es natural es bueno, incluso si a veces te resulta muy difícil, muy in­cómodo. Porque no te han educado según la naturaleza. Tus padres no te educaron con verdadero arte, amor. Fue algo accidental. No re­pitas los mismos errores. Muchas veces te sentirás muy incómoda...
Por ejemplo, un niño pequeño comienza a jugar con sus órga­nos sexuales. La tendencia natural de la madre es parar al niño, porque le han enseñado que eso está mal. Incluso si siente que no hay nada malo en ello, si hay alguien presente se siente un poco avergonzada. ¡Siéntete avergonzada! Ese es tu problema; no tiene nada que ver con el niño. Siéntete avergonzada. Incluso si pierdes respetabilidad en la sociedad, piérdela, pero nunca interfieras con el niño. Deja que la naturaleza siga su curso. Tú estás ahí para fa­cilitar lo que la naturaleza vaya desarrollando. Tú no eres quién para dirigir a la naturaleza. Estás ahí para ayudar.
Así son estas tres cosas... y empieza a meditar manifiesta Harvey Rivadeneira Galiano MD. Antes de que nazca el niño deberías entrar todo lo profundamente que puedas en la meditación.
Cuando el niño está en tu vientre, cualquier cosa que haces va continuamente al niño como vibración. Si estás enfadada, tu estó­mago tiene la tensión de la ira. El niño lo siente inmediatamente. Cuando estás triste, tu estómago tiene la atmósfera de la tristeza. Inmediatamente el niño se siente apagado, deprimido.
El niño depende totalmente de ti. Del humor que estés tú, de ese humor está el niño. Ahora mismo el niño no tiene indepen­dencia. Tu atmósfera es su atmósfera. Así que no más peleas, no más enfados. Por eso digo que ser madre es una gran responsabili­dad. Tendrás que sacrificar muchas cosas.
Ahora, durante los siete meses que vienen tienes que estar muy, muy alerta. El niño es más importante que ninguna otra cosa. Si alguien te insulta, acéptalo, pero no te enfades.
Di: «Estoy embarazada, y el niño es más importante que enfadarme contigo. Este episodio pasará y a los pocos días no recordaré quién me ha insultado y lo que he hecho. Pero el niño va a estar al menos se­tenta, ochenta años en el mundo. Es un gran proyecto.» Si quie­res, puedes tomar nota de ello en tu diario. Cuando nazca el niño, entonces te puedes enfadar, pero no ahora mismo. Simplemente di: «Soy una madre embarazada. No me puedo enfadar, no está per­mitido.» Esto es lo que yo llamo comprensión sensible.
No más tristeza, no más ira, no más odio, no más peleas con tu pareja. Ambos tenéis que cuidar del niño. Cuando hay un niño, vo­sotros dos sois secundarios; el niño tiene todas las preferencias. Porque va a nacer una nueva vida... y va a ser vuestro fruto.
Si ya desde el principio entra en la mente del niño ira, odio, conflicto, entonces estáis causándole el infierno. Sufrirá. Entonces es mejor no traer al niño al mundo. ¿Para qué traer un niño al su­frimiento? El mundo está en un sufrimiento tremendo.
En primer lugar, traer un niño a este mundo es algo muy arriesgado. Pero incluso si quieres hacerlo, al menos trae a un niño que será totalmente diferente en este mundo, que no será desgra­ciado, que al menos contribuirá a que el mundo tenga un poco más de celebración. Traerá un poco más de festividad al mundo... un poco más de risa, amor, vida.
Así que durante estos días, celebra. Baila, canta, escucha músi­ca, medita, ama. Sé muy suave. No hagas nada apresurado, con pri­sa. No hagas nada con tensión. Hazlo lentamente. Aminora el paso absolutamente. Va a llegar un gran huésped, tienes que recibirlo. God Is Not For Sale, cap 6
.
¿Cómo puedo cumplir mejor mi deber como madre?
No lo consideres un deber. Uno tiende a considerarlo un deber, y el día que lo consideras un deber, algo muere, algo con un valor inmenso desaparece. La relación se ha roto. Considéralo una cele­bración. El niño es un regalo de la Divinidad. Sé respetuosa con el niño, no sólo amorosa, sino también respetuosa. Si no hay respeto, el amor se vuelve posesivo. Si hay respeto, ¿cómo vas a poseer?
No puedes poseer a alguien a quien respetas. La idea misma es fea, irrespetuosa. Poseer a una persona significa reducirla a una cosa. Y una vez que el niño es tu posesión, te sientes cargada. En­tonces hay un deber que cumplir, y luego las madres hablan du­rante toda su vida de cuánto han hecho.
Una madre verdadera nunca dirá una sola palabra sobre lo que ha hecho, y no sólo no lo dirá: nunca siente que lo haya hecho. Lo ha disfrutado; se siente agradecida al niño. No es sólo el naci­miento del niño: simultáneamente naces de una forma nueva, la madre nace. Un aspecto es el nacimiento del niño; otro aspecto es que ha nacido tu maternidad. El niño te ha transformado tremen­damente. Te ha dado algo. Ya no eres la misma persona. Hay una gran diferencia entre una mujer y una madre.
Así que sé amorosa, sé respetuosa, y ayúdale a crecer de tal forma que no le pongas trabas. Desde este mismo momento, des­de el mismo comienzo, hay que estar alerta sobre esto. Y recuer­da no repetir el mismo patrón que has aprendido de tu madre. Eso es muy natural porque eso es lo que sabes sobre cómo debe ser una madre, y repetirás con tu niño la conducta de tu madre, y eso será un error. Sé absolutamente nueva. Olvídate de todo lo que has aprendido de tu madre; no sigas eso. Sé completamente nueva, responde de forma nueva. Escucha las necesidades de tu niño y responde con unas cuantas nociones absolutamente cer­teras.
Una de ellas es: da amor, pero nunca des una estructura. Da amor, pero nunca des un carácter. Da amor, pero la libertad tiene que permanecer intacta. El amor no debería ser una invasión de su libertad. Nadie piensa en la libertad de un niño pequeño, pero ¿cuándo pensarás en ello? Mañana seguirá siendo pequeño..., ¿pa­sado mañana...? De hecho, la madre nunca considera a su hijo o hija como una persona adulta capaz de ser libre. Nunca. Porque la distancia entre tú y el hijo o hija siempre seguirá siendo la misma. Si es una distancia de veinte años, seguirá siendo de veinte años. Así que desde este mismo momento, desde el mismo comienzo, sé respetuosa y dale libertad.
Y si a veces llora, no es necesario preocuparse por ello. Deja que llore, déjalo solo un poco. No es necesario correr siempre y es­tar siempre atenta para servirle. Eso parece amor, pero en realidad estás interfiriendo en su libertad. Puede que no necesite leche; a veces un niño simplemente llora. Un niño simplemente disfruta llorando, esa es su única forma de expresarse. No tiene lenguaje, ese es su lenguaje; grita, llora. Deja que llore, no hay nada de malo en ello. Está intentando relacionarse con el mundo. No trates de consolarlo, no le des el pecho inmediatamente. Si no tiene hambre, darle el pecho es como una droga.
Las madres usan sus pechos como una droga, ¿mm? El niño empieza a beber, se olvida de llorar y se duerme. Es cómodo, pero has empezado a invadirle. Si no quiere la leche, si no está anhe­lándola, déjalo. Entonces nunca necesitará ninguna terapia esen­cial. Las personas que gritan en la terapia esencial son las perso­nas con las que se interfirió durante su infancia y nunca se les permitió gritar.
Permíteselo todo y deja que sienta que es él mismo. Déjale más y más que sienta que es él mismo; interponte menos y menos en su camino. Ayúdale, nútrelo, pero deja que crezca por sí mismo. Incluso a veces, cuando sientas que va mal, no eres quien para juz­gar. Si va mal en tu opinión, esa es sólo tu opinión. Eso es lo que tú piensas. Puede que no vaya mal.
Él no está aquí en este mundo para seguir tu opinión. Y es muy fácil imponerle tus opiniones porque él está desvalido. Su supervi­vencia depende de ti; tiene que escucharte. Si dices: «No hagas eso», incluso si quiere hacerlo y se siente bien haciéndolo, tendrá que parar, porque es arriesgado ir contra ti.
Una madre verdadera permitirá a su niño tanta libertad que, incluso si quiere ir contra su opinión, se lo permitirá. Simplemen­te díselo con claridad: «En mi opinión eso no está bien, pero eres libre para hacerlo.» Déjale que aprenda con su propia experiencia. Así es como uno se hace realmente maduro; de otra forma la gen­te sigue siendo infantil. Crecen en edad, pero no crecen en su conciencia. De forma que su edad física puede ser de cincuenta años, y su mente quizá es de sólo once, diez, doce años o algo así. Trece años es la edad mental media de la gente. Eso significa que dejan de crecer a esa edad, y esa es la media. En el cálculo de esa media se incluye a Albert Einstein y a los Budas y a los Cristos. Si piensas en personas reales, su edad mental es muy baja. Viene a ser de unos siete u ocho años; alrededor de los siete años el niño se para. Y nunca crece, simplemente sigue.
Dale tu amor, comparte tu experiencia, pero nunca le impon­gas nada. Y entonces crecerá y será una bella persona. Don't Look Befare You Leap, cap. 30..
Siempre que nace un niño, no sólo nace el niño —esa es una par­te del asunto—; también la madre nace. Antes era una mujer co­rriente; mediante el nacimiento se convierte en una madre. Por una parte nace el niño; por la otra, nace la madre. Y una madre es to­talmente diferente a una mujer. Existe una diferencia, toda su exis­tencia se vuelve cualitativamente diferente. Antes puede que fuera una esposa, una amada, pero de pronto eso ya no es importante. Ha nacido un niño, ha llegado un nuevo tipo de vida: es madre.
Es por eso por lo que los maridos siempre tienen miedo a los niños. Básicamente nunca les gustan los niños porque un tercer miembro entra en la relación; y no sólo entra, sino que este ter­cer miembro se convierte en el centro. Y después de eso la mujer ya nunca es la misma esposa, es diferente. Después de eso, si un marido quiere realmente amor tiene que volverse como un hijo, porque esta mujer que se ha vuelto madre ya nunca puede ser una esposa corriente otra vez. Se ha vuelto madre, ya no hay nada que hacer. Lo único que te queda es volverte como un hijo para ella. Esta es la única manera en que puedes conseguir su amor de nue­vo; de otra forma, su amor se dirigirá a su hijo. The Mustard Seed: My Most Loved Cospel on Jesús, cap. 18..
Cuando una mujer se hace madre, le sucede algo tremen­damente significativo. Para una mujer es casi como un nuevo na­cimiento. Es algo que resulta muy difícil de comprender para un hombre a no ser que sea creativo. Si él ha dado a luz una pintura o poema, entonces quizá pueda hacerse una pequeña idea. Cuando un poeta ha dado a luz un poema, se siente tremendamente feliz. Nadie puede comprender lo que ha sucedido simplemente por componer un poema. Pero no es sólo un poema. Había mucha agi­tación en su interior, y el poema ha clarificado muchas cosas.
Pero eso no es nada comparado con una mujer que se ha he­cho madre, nada. Un poema es un poema: en el momento en que nace ya está muerto. Cuando está dentro del poeta tiene vida; en el momento en que se lo expresa es un mueble muerto. Puedes col­garlo en la pared. Puedes tirarlo a la basura o hacer lo que quieras, pero ya no está vivo.
Cuando una mujer da a luz un niño, es vida. Cuando mira al niño a los ojos, mira su propio ser. Cuando un niño empieza a cre­cer, ella crece con él. Get Out ofYour Own Way, cap. 3.
Dar a luz un niño es una cosa, ser madre es totalmente distin­to. Cualquier mujer puede dar a luz un niño; este es un fenómeno muy simple. Pero para ser una madre se necesita mucho arte, se necesita mucho entendimiento.
Estás creando un ser humano, ¡esta es la mayor de las crea­ciones!
La mujer pasa por esos nueve meses de agonía y éxtasis. ¡Y el trabajo aún no se ha acabado! De hecho, es entonces cuando el tra­bajo, el verdadero trabajo, comienza, cuando nace el niño. Y el niño trae de nuevo una cualidad fresca a la vida. Todo niño es pri­mitivo, un bárbaro; ahora la madre tiene que civilizarlo. Todo niño es un bárbaro; recuerda: es un animal salvaje. Y la madre tiene que darle cultura, tiene que enseñarle las formas de vida, las formas humanas. Es un trabajo enorme.
Tienes que recordar que tu trabajo no ha terminado, acaba de empezar. ¡Tómatelo con alegría! Estás creando algo inmensamen­te valioso, estás tallando una vida, estás protegiendo una vida. Es un trabajo tal que no hay sacrificio excesivo, cualquier sacrificio se puede y se debe hacer. Esto es lo primero.
Lo segundo: no te lo tomes muy en serio, porque si no des­truirás al niño. Tu seriedad se volverá destructiva. ¡Hay mucha responsabilidad! Pero hay que tomársela como un juego. Trata al niño como si fuera un instrumento musical. Que ahora el niño sea tu instrumento. Trátalo con mucho cuidado, pero a la vez como un juego. Si te pones muy seria, el niño empezará a sentir tu seriedad y quedará abrumado y paralizado. No agobies al niño; no empieces a sentir que estás haciendo algo grande por él. Cuan­do digo que estás haciendo algo grande, quiero decir que te lo es­tás haciendo a ti misma. Ayudando al niño a crecer y volverse un bello ser humano, un buda, te estarás volviendo la madre de un buda. No estarás complaciendo al niño: simplemente estarás disfrutando tu propia vida; tu propia vida se volverá una fragan­cia a través del niño.
Es una oportunidad, una oportunidad que te da Dios.
Y estos son los dos peligros: o descuidas al niño, te cansas de él, o te lo tomas demasiado en serio y empiezas a agobiarlo, a po­nerle en deuda contigo. Ambas actitudes son erróneas. Ayuda al niño, pero simplemente por la alegría que ello te proporciona. Y nunca pienses que está en deuda contigo. Por el contrario, siénte­te agradecida de que te haya elegido para ser su madre. Que tu ma­ternidad florezca a través de él.
Si puedes florecer en tu maternidad, te sentirás agradecida al niño para siempre.
Y, naturalmente, no faltarán los sacrificios, pero hay que ha­cerlos... con alegría. ¡Sólo entonces es un sacrificio! Si lo haces sin alegría, no es un sacrificio. Sacrificio viene de la palabra «sacro». Cuando lo haces con alegría, es sagrado. Cuando no lo haces con alegría, simplemente estás cumpliendo una obligación, y todas las obligaciones son feas, no son sagradas.
Esta es una gran oportunidad. Medita sobre ella, profundiza en ella. Nunca encontrarás una relación semejante; de hecho, no exis­te ninguna como la que hay entre un niño y una madre. Ni siquie­ra la de marido y mujer, amante y amado o amada, la relación no es tan profunda como entre madre e hijo. No puede ser nunca tan profunda con nadie más, porque el niño ha vivido en ti durante nueve meses, como parte de ti; nadie más puede vivir en ti duran­te nueve meses como parte de ti.
Y el niño se volverá un individuo separado tarde o temprano, pero en alguna parte profunda del inconsciente la madre y el hijo o hija permanecerán conectados.
Si tu hijo o hija se puede volver un buda, tú te beneficiarás de ello; si crece y se vuelve un bello ser humano, tú te beneficiarás de ello, porque siempre permanecerá conectado contigo. Sólo la conexión física se ha desconectado; la conexión espiritual no se desconecta nunca.
¡Da gracias a Dios! La maternidad es una bendición. Walk Without Feet, Fly Without Wings and think Without Mind.
.
Buda dice: «Ser madre es dulce.» ¿Por qué? Dar a luz a un niño no es suficiente para ser una madre, recuerda. De otra forma, hay millones de madres en la Tierra, y parece que no hay dulzura. De hecho, si preguntas a los psicólogos te dirán justo lo contrario. Te dirán que el único problema que hay que solucionar es la madre. La única patología que sufren millones de personas es la ma­dre. Y lo que dicen lo dicen tras cincuenta, sesenta años de conti­nuo análisis de miles de personas. La enfermedad de todo el mun­do tiene un punto básico: que te ha sido dada, que te ha sido transmitida por tu madre.
Hay personas que tienen miedo a las mujeres, y si les tienes miedo no puedes amarlas. ¿Cómo va a surgir amor del miedo? ¿Y por qué tienes miedo a las mujeres?, porque has vivido tu infan­cia con miedo a tu madre. Ella estaba continuamente detrás de ti, ella te estaba martilleando continuamente. Te decía continua­mente que hicieras esto y que no hicieras aquello, por supuesto, por tu propio bien. Ella te ha lisiado, ha destruido muchas cosas en ti. Te ha hecho falso porque te ha dicho lo que se debe hacer. Te guste o no, surja espontáneamente en ti o no, tienes que obe­decer la orden. Y tú estabas tan desvalido... tu supervivencia de­pendía de tu madre, así que tenías que escucharla. Ella te ha con­dicionado. Y es a causa del miedo a tu madre que tienes miedo a las mujeres.
Millones de maridos están dominados por sus mujeres por la sencilla razón de que sus madres eran demasiado fuertes. No tie­ne nada que ver con la esposa; simplemente están proyectando a la madre en la esposa. La esposa es sólo una nueva edición de la madre. Están esperando de la esposa todo lo que esperaban de la madre. Por un lado, esto los paraliza; por el otro, empiezan a es­perar cosas que no son posibles por parte de la esposa, porque ella no es tu madre. Y se sienten frustrados. ¿Cómo vas a poder hacer el amor a tu esposa?
Un muchacho que ha estado realmente dominado por su ma­dre, que ha sido reducido a la obediencia absoluta, no podrá hacer el amor a una mujer, porque cuando se acerque a la mujer psico­lógicamente se volverá impotente. ¿Cómo vas a poder hacer el amor a tu madre? Es imposible.
Por eso, muchos hombres se vuelven impotentes con sus mujeres, pero sólo con sus mujeres. Con las prostitutas no son impotentes. Es extraño: ¿por qué no son impotentes con la pros­tituta? Por la sencilla razón de que no pueden pensar en su madre como una prostituta; eso es imposible. ¿Su madre, una pros­tituta? La prostituta es un mundo aparte. Pero sí pueden pensar en su esposa como una madre, pueden proyectar a la madre. La esposa se vuelve simplemente una pantalla. Quieren que su es­posa los cuide como a un niño pequeño, y si no lo hace se sien­ten ofendidos.
Hay miles de personas neuróticas y psicóticas en el mundo a causa de la madre.
Y Buda dice: «Ser madre es dulce.» Debe querer decir otra cosa.
¡No puede referirse a las madres judías, rusas, ecuatorianas, etc...! No se refiere sólo a dar a luz a un niño; eso no hace que una mujer sea una madre. Ser maternal es un fenómeno totalmente diferente. Es algo ab­solutamente humano; trasciende la animalidad. No tiene nada que ver con la biología. Es amor, amor puro, amor incondi­cional.
Cuando una madre ama incondicionalmente —y sólo una ma­dre puede amar incondicionalmente—, el niño aprende el gozo del amor incondicional. El niño se vuelve capaz de amar incondicio­nalmente. Y ser capaz de amar incondicionalmente es ser reli­gioso.
Y es lo más fácil para una mujer. Es fácil para ella porque está preparada para ello naturalmente. Ella está a punto de trascender la biología al ser madre. Puedes ser maternal sin dar a luz a un niño. Puedes ser maternal con cualquiera. Puedes ser maternal con un animal, con un árbol. Puedes ser maternal con cualquier cosa. Es algo que hay en ti.
Ser maternal significa ser capaz de amar incondicionalmente, de amar a alguien por el puro gozo de amar, de ayudar a alguien por el puro gozo de ver a alguien crecer.
Un terapeuta auténtico es una madre. Si no lo es, no es un te­rapeuta auténtico. Es sólo un profesional que explota a la gente, que los explota porque sufren. Pero un terapeuta auténtico es una madre. Se convierte en un útero para el paciente. Da un nuevo na­cimiento al paciente. Empieza la vida del paciente de nuevo desde el principio. Le da una hoja en blanco para que escriba su vida de nuevo.
A eso me refiero cuando hablo de «la psicología de los budas»; eso es terapia auténtica. Un maestro espiritual - Shakinah - es un terapeuta auténtico; su mera presencia es terapéutica. Te rodea como una madre. Es una nube que te rodea por todas partes, por todos lados, en todas las dimensiones, como una madre..


dr_harvey_rivadeneira_galiano@yahoo.com 


Informes:
02-2236069/ 097388009
Quito    -    Ecuador

No hay comentarios:

Publicar un comentario

http://acupunturar.blogspot.com/

EL KYBALION (completo)

EL Kybalión - Completo Capitulo I - Filosofía Hermética "Los labios de la sabiduría permanecen cerrados, exce...