Alimentos transgénicos son aquellos que fueron producidos a
partir de un organismo modificado genéticamente mediante ingeniería genética.
Dicho de otra forma, es aquel alimento obtenido de un organismo al cual le han
incorporado genes de otro para producir las características deseadas. En la
actualidad tienen mayor presencia de alimentos procedentes de plantas
transgénicas como el maíz, la cebada o la soya.
La ingeniería genética o tecnología del ADN recombinante es
la ciencia que manipula secuencias de ADN (que normalmente codifican genes) de
forma directa, posibilitando su extracción de un taxón biológico dado y su
inclusión en otro, así como la modificación o eliminación de estos genes. En
esto se diferencia de la mejora clásica, que es la ciencia que introduce
fragmentos de ADN (conteniendo como en el caso anterior genes) de forma
indirecta, mediante cruces dirigidos. La primera estrategia, la de la
ingeniería genética, se circunscribe en la disciplina denominada biotecnología
vegetal. Cabe destacar que la inserción de grupos de genes y otros procesos puede
realizarse mediante técnicas de biotecnología vegetal que no son consideradas
ingeniería genética, como puede ser la fusión de protoplastos.
La mejora de las especies que serán usadas como alimento ha
sido un motivo común en la historia de la Humanidad. Entre el 12.000 y 4.000 a.
de C. ya se realizaba una mejora por selección artificial de plantas. Tras el
descubrimiento de la reproducción sexual en vegetales, se realizó el primer
cruzamiento intergenérico (es decir, entre especies de géneros distintos) en
1876. En 1909 se efectuó la primera fusión de protoplastos, y en 1927 se
obtuvieron mutantes de mayor productividad mediante irradiación con rayos X de
semillas. En 1983 se produjo la primera planta transgénica. En estas fechas,
unos biotecnólogos logran aislar un gen e introducirlo en un genoma de la
bacteria Escherichia coli ( E.Coli ). Tres años más tarde, en 1986, Monsanto,
empresa multinacional dedicada a la biotecnología, crea la primera planta
genéticamente modificada. Se trataba de una planta de tabaco a la que se añadió
a su genoma un gen de resistencia para el antibiótico Kanamicina. Finalmente,
en 1994 se aprueba la comercialización del primer alimento modificado
genéticamente, los tomates Flavr Savr, creados por Calgene, una empresa
biotecnóloga. A estos se les introdujo un gen antisentido con respecto al gen
normal de la poligalacturonasa, enzima que induce a la maduración del tomate,
de manera que este aguantaría más tiempo maduro y tendría una mayor
resistencia. Pero pocos años después, en 1996, este producto tuvo que ser
retirado del mercado de productos frescos al presentar consecuencias
imprevistas como una piel blanda, un sabor extraño y cambios en su composición.
Aun así, estos tomates se usan para la producción de tomates elaborados.3
En el año 2007, los cultivos de transgénicos se extienden en
114,3 millones de hectáreas de 23 países, de los cuales 12 son países en vías
de desarrollo. En el año 2006 en Estados Unidos el 89% de plantaciones de soya
(o soja) lo eran de variedades transgénicas, así como el 83% del algodón y el
61% del maíz.5
BENEFICIOS.- Los caracteres introducidos mediante ingeniería
genética en especies destinadas a la producción de alimentos comestibles buscan
el incremento de la productividad (por ejemplo, mediante una resistencia
mejorada a las plagas) así como la introducción de características de calidad
nuevas. Debido al mayor desarrollo de la manipulación genética en especies
vegetales, todos los alimentos transgénicos corresponden a derivados de
plantas. Por ejemplo, un carácter empleado con frecuencia es la resistencia a
herbicidas, puesto que de este modo es posible emplearlos afectando sólo a la
flora ajena al cultivo. Cabe destacar que el empleo de variedades modificadas y
resistentes a herbicidas ha disminuido la contaminación debido a estos productos
en acuíferos y suelo, si bien es cierto que no se requeriría el uso de estos
herbicidas tan nocivos por su alto contenido en glifosato (GLY) y amonio
glifosinado (GLU) si no se plantaran estas variedades, diseñadas exclusivamente
para resistir a dichos compuestos.
Las plagas de insectos son uno de los elementos más
devastadores en agricultura. Por esta razón, la introducción de genes que
provocan el desarrollo de resistentes a uno o varios órdenes de insectos ha sido
un elemento común a muchas de las variedades patentadas. Las ventajas de este
método suponen un menor uso de insecticidas en los campos sembrados con estas
variedades, lo que redunda en un menor impacto en el ecosistema que alberga al
cultivo y por la salud de los trabajadores que manipulan los fitosanitarios.
Recientemente se están desarrollando los primeros
transgénicos animales. El primero en ser aprobado para el consumo humano en
Estados Unidos fue un salmón AquaBounty (2010), que era capaz de crecer en la
mitad de tiempo y durante el invierno gracias al gen de la hormona de
crecimiento de otra especie de salmón y al gen "anticongelante" de
otra especie de pez.
Por otro lado, la práctica de modificar genéticamente las
especies para uso del hombre, acompaña a la humanidad desde sus orígenes (ver
domesticación), por lo que los sectores a favor de la biotecnología esgrimen
estudios científicos para sustentar sus posturas, y acusan a los sectores
anti-transgénicos de ocultar o ignorar hechos frente al público.
Por su parte, los científicos resaltan que el peligro para
la salud se ha estudiado pormenorizadamente en todos y cada uno de este tipo de
productos que hasta la fecha han obtenido el permiso de comercialización y que
sin duda, son los que han pasado por un mayor número de controles.
La Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO
por sus siglas en inglés) por su parte indica con respecto a los transgénicos
cuya finalidad es la alimentación:
Hasta la fecha, los países en los que se han introducido
cultivos transgénicos en los campos no han observado daños notables para la
salud o el medio ambiente. Además, los granjeros usan menos pesticidas o
pesticidas menos tóxicos, reduciendo así la contaminación de los suministros de
agua y los daños sobre la salud de los trabajadores, permitiendo también la
vuelta a los campos de los insectos benéficos. Algunas de las preocupaciones
relacionadas con el flujo de genes y la resistencia de plagas se han abordado
gracias a nuevas técnicas de ingeniería genética.
Sin embargo, que no
se hayan observado efectos negativos no significa que no puedan suceder. Los
científicos piden una prudente valoración caso a caso de cada producto o
proceso antes de su difusión, para afrontar las preocupaciones legítimas de
seguridad.| Resumen de las Conclusiones)
La Organización Mundial de la Salud dice al respecto:
Los diferentes organismos OGM (organismo genéticamente
modificados) incluyen genes diferentes insertados en formas diferentes. Esto
significa que cada alimento GM (genéticamente modificado) y su inocuidad deben
ser evaluados individualmente, y que no es posible hacer afirmaciones generales
sobre la inocuidad de todos los alimentos GM. Los alimentos GM actualmente
disponibles en el mercado internacional han pasado las evaluaciones de riesgo y
no es probable que presenten riesgos para la salud humana. Además, no se han
demostrado efectos sobre la salud humana como resultado del consumo de dichos
alimentos por la población general en los países donde fueron aprobados. El uso
continuo de evaluaciones de riesgo según los principios del Codex y, donde
corresponda, incluyendo el monitoreo post comercialización, debe formar la base
para evaluar la inocuidad de los alimentos GM.
Transferencia horizontal
Se ha postulado el papel de los alimentos transgénicos en la
difusión de la resistencia a antibióticos, pues la inserción de ADN foráneo en
las variedades transgénicas puede hacerse (y en la mayoría de los casos se
hace) mediante la inserción de marcadores de resistencia a antibióticos.15 No
obstante, se han desarrollado alternativas para no emplear este tipo de genes o
para eliminarlos de forma limpia de la variedad final16 y, desde 1998, la FDA
exige que la industria genere este tipo de plantas sin marcadores en el
producto final. La preocupación por tanto es la posible transferencia
horizontal de estos genes de resistencia a otras especies, como bacterias de la
microbiota del suelo (rizosfera) o de la microbiota intestinal de mamíferos
(como los humanos). Teóricamente, este proceso podría llevarse a cabo por
transducción, conjugación y transformación, si bien esta última (mediada por
ADN libre en el medio) parece el fenómeno más probable. Se ha postulado, por
tanto, que el empleo de transgénicos podría dar lugar a la aparición de
resistencias a bacterias patógenas de relevancia clínica.
Sin embargo, existen multitud de elementos que limitan la
transferencia de ADN del producto transgénico a otros organismos. El simple
procesado de los alimentos previo al consumo degrada el ADN. Además, en el caso
particular de la transferencia de marcadores de resistencia a antibióticos, las
bacterias del medio ambiente poseen enzimas de restricción que degradan el ADN
que podría transformarlas (este es un mecanismo que emplean para mantener su
estabilidad genética). Más aún, en el caso de que el ADN pudiera introducirse sin
haber sido degradado en los pasos de procesado de alimentos y durante la propia
digestión, debería recombinarse de forma definitiva en su propio material
genético, lo que, para un fragmento lineal de ADN procedente de una planta
requiriría una homología de secuencia muy alta, o bien la formación de un
replicón independiente. No obstante, se ha citado la penetración de ADN intacto
en el torrente sanguíneo de ratones que habían ingerido un tipo de ADN
denominado M13 ADN que puede estar en las construcciones de transgénicas, e
incluso su paso a través de la barrera placentaria a la descendencia. En cuanto
a la degradación gastrointestinal, se ha demostrado que el gen epsps de soya
transgénica sigue intacto en el intestino. Por tanto, puesto que se ha determinado
la presencia de algunos tipos de ADN transgénico en el intestino de mamíferos,
debe tenerse en cuenta la posibilidad de una integración en el genoma de la
microbiota intestinal (es decir, de las bacterias que se encuentran en el
intestino de forma natural sin ser patógenas), si bien este evento requeriría
de la existencia de una secuencia muy parecida en el propio ADN de las bacterias
expuestas al ADN foráneo. La FDA estadounidense, autoridad competente en salud
pública y alimentación, declaró que existe una posibilidad potencial de que
esta transferencia tenga lugar a las células del epitelio gastrointestinal. Por
tanto, ahora se exige la eliminación de marcadores de selección a antibióticos
de las plantas transgénicas antes de su comercialización, lo que incrementa el
coste de desarrollo pero elimina el riesgo de integración de ADN problemático.
Un aspecto que origina polémica es el empleo de ADN de una
especie distinta a la del organismo transgénico; por ejemplo, que en maíz se
incorpore un gen propio de una bacteria del suelo, y que este maíz esté
destinado al consumo humano. No obstante, la incorporación de ADN de organismos
bacterianos e incluso de virus sucede de forma constante en cualquier proceso
de alimentación. De hecho, los procesos de preparación de alimento suelen
fragmentar las moléculas de ADN de tal forma que el producto ingerido carece ya
de secuencias codificantes (es decir, con genes completos capaces de codificar
información. Más aún, debido a que el ADN ingerido es desde un punto de vista
químico igual ya provenga de una especie u otra, la especie del que proviene no
tiene ninguna influencia.
La transformación de
plántulas de cultivo in vitro suele realizarse con un cultivo de Agrobacterium
tumefaciens en placas Petri con un medio de cultivo suplementado con
antibióticos.
Esta preocupación se ha extendido en cuanto a los marcadores
de resistencia a antibióticos que se cita en la sección anterior pero también
respecto a la secuencia promotora de la transcripción que se sitúa en buena
parte de las construcciones de ADN que se introducen en las plantas de interés
alimentario, denominado promotor 35S y que procede del cauliflower mosaic virus
(virus del mosaico de la coliflor). Puesto que este promotor produce expresión
constitutiva (es decir, continua y en toda la planta) en varias especies, se
sugirió su posible transferencia horizontal entre especies, así como su
recombinación en plantas e incluso en virus, postulándose un posible papel en
la generación de nuevas cepas virales. No obstante, el propio genoma humano
contiene en su secuencia multitud de repeticiones de ADN que proceden de
retrovirus (un tipo de virus) y que, por definición, es ADN foráneo sin que
haya resultado fatal en la evolución de la especie (de hecho estas secuencias
viricas han sido de gran importancia en la evolución de las especies, tanto de humanos
como de otros animales ); estas repeticiones se calculan en unas 98.00027 o,
según otras fuentes, en 400.000.28 Dado que, además, estas secuencias no tienen
por qué ser adaptativas, es común que posean una tasa de mutación alta y que,
en el transcurso de las generaciones, pierdan su función. Finalmente, puesto
que el virus del mosaico de la coliflor está presente en el 10% de nabos y
coliflores no transgénicos, el ser humano ha consumido su promotor desde hace
años sin efectos deletéreos.
Se ha discutido el posible efecto como alérgenos de los
derivados de alimentos transformados genéticamente; incluso, se ha sugerido su
toxicidad. El concepto subyacente en ambos casos difiere: en el primero, una
sustancia inocua podría dar lugar a la aparición de reacciones alérgicas en
algunos individuos susceptibles, mientras que en el segundo su efecto deletéreo
sería generalizado. Un estudio de gran repercusión al respecto fue publicado
por Exwen y Pustzai en 1999. En él se indicaba que el intestino de ratas
alimentadas con patatas genéticamente modificadas (expresando una aglutinina de
Galanthus nivalis, que es una lectina) resultaba dañado severamente.30 No
obstante, este estudio fue severamente criticado por varios investigadores por
fallos en el diseño experimental y en el manejo de los datos. Por ejemplo, se
incluyeron pocos animales en cada grupo experimental (lo que da lugar a una
gran incertidumbre estadística), ni se analizó la composición química con
precisión de las distintas variedades de patata empleadas, ni se incluyeron
controles en los experimentos y finalmente, el análisis estadístico de los
resultados era incorrecto.31 Estas críticas fueron rápidas: la comunidad
científica respondió el mismo año recalcando las falencias del artículo;
además, también se censuró a los autores la búsqueda de celebridad y la publicidad
en medios periodísticos.
En cuanto a la evaluación toxicológica de los alimentos
transgénicos, los resultados obtenidos por los científicos son contradictorios.
Uno de los objetivos de estos trabajos es comprobar la pauta de función
hepática, pues en este órgano se produce la detoxificación de sustancias en el
organismo. Un estudio en ratón alimentado con soja resistente a glifosato
encontró diferencias en la actividad celular de los hepatocitos, sugiriendo una
modificación de la actividad metabólica al consumir transgénicos. Estos
estudios basados en ratones y soya fueron ratificados en cuanto a actividad
pancreática33 y testículo.34 No obstante, otros científicos critican estos
hallazgos debido a que no tuvieron en cuenta el método de cultivo, recolección
y composición nutricional de la soya empleada; por ejemplo, la lína empleada
era genéticamente bastante estable y fue cultivada en las mismas condiciones en
el estudio de hepatocitos y páncreas, por lo que un elemento externo distinto
al gen de resistencia a glifosato podría haber provocado su comportamiento al
ser ingerido. Más aún, el contenido en isoflavonas de la variedad transgénica
puede explicar parte de las modificaciones descritas en el intestino de la
rata, y este elemento no se tuvo en cuenta puesto que ni se midió en el control
ni en la variedad transgénica.35 Otros estudios independientes directamente no
encontraron efecto alguno en el desarrollo testicular de ratones alimentados
con soya resistente a glifosato36 o maíz Bt.
Un argumento frecuentemente esgrimido en contra de los
alimentos transgénicos es el relacionado con la gestión de los derechos de
propiedad intelectual y/o patentes, que obligan al pago de regalías por parte
del agricultor al mejorador. Además, se alude al uso de estrategias moleculares
que impiden la reutilización del tomate, es decir, el empleo de parte de la
cosecha para cultivar en años sucesivos. Un ejemplo conocido de este último
aspecto es la tecnología Terminator, englobado en las técnicas de restricción
de uso (GURT), desarrollada por el Departamento de Agricultura de EE.UU. y la
Delta and Pine Company en la década de 1990 y que aún no ha sido incorporada a
cultivares comerciales, y por supuesto no está autorizada su venta. La
restricción patentada opera mediante la inhibición de la germinación de las
semillas, por ejemplo. Cabe destacar que el uso del vigor híbrido, una de las
estrategias más frecuentes en mejora vegetal, en las variedades no
tradicionales pero no transgénicas también imposibilita la reutilización de
semillas. Este procedimiento se basa en el cruce de dos líneas puras que actúan
como parentales, dando lugar a una progenie con un genotipo mixto que posee
ventajas en cuanto a calidad y rendimiento. Debido a que la progenie es heterocigota
para algunos genes, si se cruza consigo misma da lugar a una segunda generación
muy variable por simple mendelismo, lo que resulta inadecuado para la
producción agrícola.
En cuanto a la posibilidad de patentar las plantas
transgénicas, éstas pueden no someterse a una patente propiamente dicha, sino a
unos derechos del obtentor, gestionados por la Unión Internacional para la
Protección de Nuevas Variedades de Plantas. Brasil, España, Bolivia o Chile se
encuentran en esa unión, siendo un total de 66 en diciembre de 2008 (entre los
países no participantes destaca EE. UU.). Para la UPOV en su revisión de 1991,
la ingeniería genética es una herramienta de introducción de variación genética
en las variedades vegetales. Bajo esta perspectiva, las plantas transgénicas
son protegidas de forma equivalente a la de las variedades generadas por
procedimientos convencionales; este hecho necesariamente exige la posibilidad
de emplear variedades protegidas para agricultura de subsistencia e
investigación científica. La UPOV también se pronunció en 2003 sobre las
tecnologías de restricción de uso como la Terminator mencionada anteriormente:
de acuerdo a la existencia de un marco legal de protección de las nuevas
variedades, se indica que la aplicación de estas tecnologías no es necesaria
Los cultivos transgénicos pueden ejercer efectos ambientales
indirectos como consecuencia del cambio de prácticas agrícolas o ambientales
asociadas con las nuevas variedades. Estos efectos indirectos pueden ser
favorables o perjudiciales según la naturaleza de los cambios en cuestión
(CIUC, GM Science Review Panel). Los científicos están de acuerdo en que el
empleo de plaguicidas y herbicidas agrícolas convencionales ha perjudicado a
los hábitats de aves de tierras de labranza, plantas silvestres e insectos y ha
reducido gravemente sus poblaciones (CIUC, GM Science Review Panel, Royal
Society). Los cultivos transgénicos están cambiando las modalidades de
aprovechamiento de la tierra y empleo de productos químicos, así como las
prácticas de explotación agrícola, pero los científicos no están plenamente de
acuerdo en si el efecto neto de estos cambios será positivo o negativo para el
medio ambiente (CIUC). Reconocen que se necesitan más análisis comparativos de
las nuevas tecnologías y las actuales prácticas agrícolas. Empleo de
plaguicidas Hay acuerdo entre los científicos en que el empleo de cultivos
transgénicos Bt resistentes a los insectos está reduciendo el volumen y la
frecuencia del empleo de plaguicidas en el maíz, algodón y soja (CIUC). Estos
resultados han sido especialmente significativos con respecto al algodón en los
Estados Unidos, México, China, Australia y Sudáfrica. Entre los beneficios
ambientales cabe señalar una menor contaminación del suministro de agua y
menores daños a insectos no objetivo (CIUC). La reducción del empleo de
plaguicidas indica que los cultivos Bt beneficiarían en general a la
biodiversidad dentro del cultivo en comparación con los tradicionales que
reciben aplicaciones periódicas de plaguicidas de amplio espectro, si bien
tales beneficios disminuirían si se necesitaran aplicaciones complementarias de
insecticidas (GM Review Panel). Se han documentado en China y Sudáfrica
beneficios demostrables para la salud de los trabajadores agrícolas derivados
la reducción de las pulverizaciones de plaguicidas químicos en el algodón.
Empleo de herbicidas
El empleo de herbicidas está cambiando como consecuencia de
la rápida adopción de cultivos TH (CIUC). Se ha producido un cambio notable,
del empleo de plaguicidas más tóxicos a menos tóxicos, pero la utilización
total de herbicidas ha aumentado. Los científicos están de acuerdo en que los
cultivos TH requieren menos laboreo, lo que entraña beneficios para la
conservación del suelo (CIUC). Podría haber también beneficios potenciales para
la biodiversidad si el empleo electivo de herbicidas permitiera a algunas malas
hierbas aparecer y mantenerse durante más tiempo en los campos de los
agricultores, proporcionando así hábitat para las aves de tierras de labranza y
otras especies, si bien estos beneficios son teóricos y no se han demostrado
sólidamente con ensayos de campo hasta la fecha (GM Science Review Panel). Sin
embargo, existe también la preocupación de que un posible aumento del empleo de
herbicidas -incluso de los que son menos tóxicos- seguiría erosionando los
hábitats de las aves de tierras de labranza y otras especies (CIUC). La Royal
Society ha publicado los resultados de numerosos estudios hechos en
explotaciones agrícolas para evaluar los efectos que los cultivos transgénicos
TH de maíz, colza de primavera (nabina) y remolacha azucarera causan en la
biodiversidad en el Reino Unido. Estos estudios señalan que el efecto principal
de tales cultivos en comparación con las prácticas convencionales se ejerció
sobre la vegetación de malas hierbas, con los consiguientes efectos sobre los
herbívoros, polinizadores y otras poblaciones que se alimentan de ellas. Estos
grupos resultaron afectados negativamente en el caso de la remolacha azucarera
transgénica TH, positivamente en el caso del maíz y no resultaron afectados en
el caso de la colza de primavera. Se concluyó que la comercialización de estos
cultivos produciría toda una gama de impactos sobre la biodiversidad en las
tierras agrícolas, dependiendo de la eficacia relativa de los regímenes de
herbicidas transgénicos y convencionales y del grado de protección que otorguen
los campos circundantes (Royal Society, 2003). Los científicos reconocen que no
hay pruebas suficientes para predecir cuáles serán los efectos a largo plazo de
los cultivos transgénicos TH sobre las poblaciones de malas hierbas y sobre la
correspondiente biodiversidad dentro del cultivo (GM Science Review Panel).
Tolerancia al estrés abiótico Se están poniendo a punto nuevos cultivos
transgénicos con tolerancia a varios estreses abióticos (por ejemplo, sal,
sequía, aluminio), que pueden permitir a muchos agricultores cultivar suelos
baldíos. Los científicos están de acuerdo en que estos cultivos pueden ser
beneficiosos o perjudiciales para el medio ambiente según el cultivo y el rasgo
y ambiente (CIUC).
Hay un amplio consenso en que las repercusiones ambientales
de los cultivos transgénicos y otros organismos vivos modificados (por ejemplo,
semillas transgénicas) debe evaluarse utilizando procedimientos de evaluación
de riesgos de base científica y caso por caso, según la especie, rasgo y
agroecosistema de que se trate. Los científicos concuerdan también en que la
liberación en el medio ambiente de organismos transgénicos debe compararse con
otras prácticas agrícolas y opciones de tecnología (CIUC y Nuffield Council).
Existen procedimientos válidos de evaluación de la inocuidad de los alimentos y
la Comisión del Codex Alimentarius FAO/OMS ofrece un foro internacional para la
elaboración de directrices de inocuidad de los alimentos relativas a los
alimentos transgénicos. En cambio, no hay directrices y normas
internacionalmente acordadas para evaluar el impacto ambiental de los
organismos transgénicos (CIUC). Los científicos están de acuerdo en que hacen
falta metodologías y normas armonizadas internacional y regionalmente para
evaluar el impacto ambiental en diferentes ecosistemas (CIUC; FAO, 2004). A
continuación se describe la función de los organismos internacionales de
normalización para proporcionar orientaciones relativas al análisis de riesgos.
Según el CIUC, los órganos normativos de los distintos países suelen exigir
tipos análogos de datos para la evaluación del impacto ambiental, pero difieren
en su interpretación de tales datos y en la determinación de lo que constituye
un riesgo o peligro ambiental. Los científicos difieren también sobre cuál debe
ser la base apropiada para la comparación: con los actuales sistemas agrícolas
y/o con datos ecológicos de referencia (CIUC).
Preocupaciones ambientales relacionadas con los animales modificados
genéticamente.
Actualmente no se utilizan animales modificados
genéticamente en la agricultura comercial en ninguna parte del mundo, pero se
están investigando varias especies ganaderas y acuáticas para determinar una
variedad de rasgos transgénicos. Recientemente han realizado estudios sobre
preocupaciones ambientales potenciales relacionadas con los animales
modificados genéticamente el National Research Council (NRC, 2002) de los
Estados Unidos, la Agriculture and Environment Biotechnology Commission del
Reino Unido (AEBC, 2002) y la Pew Initiative on Food and Biotechnology (Pew
Initiative, 2003). Estos estudios concluyen que los animales modificados
genéticamente pueden tener efectos positivos o negativos en el medio ambiente
según el animal, el rasgo y el entorno de producción en que se introduzcan. Las
principales preocupaciones ambientales relacionadas con los animales son: a) la
posibilidad de que los animales transgénicos escapen, con los consiguientes
efectos negativos en los parientes silvestres o los ecosistemas, y b) cambios
potenciales en las prácticas de producción que pueden causar distintos grados
de tensiones ambientales. Estos informes recomiendan que se evalúen los
animales modificados genéticamente en relación con sus homólogos
convencionales. Los tres estudios están de acuerdo en que es preciso que se
evalúe la capacidad de los animales transgénicos de escapar y llegar a
establecerse en entornos diferentes. Los estudios del NRC y la AEBC están de
acuerdo en que son menos probables los efectos ambientales perjudiciales en las
razas de ganado que en los peces, debido a que las especies de animales de
granja no tienen parientes silvestres y su reproducción se controla en las
granjas y hatos. El peligro de que se hagan salvajes es escaso en lo que
respecta al vacuno, ovino y aves domésticas, que son menos móviles y están muy
domesticados, pero es mayor en los caballos, camellos, conejos, perros y
animales de laboratorio (ratas y ratones). Se sabe que cabras, cerdos y gatos
no transgénicos se han vuelto salvajes y han causado graves daños a comunidades
ecológicas. Los animales de granja transgénicos serían muy valiosos y, por
ello, se conservarían en ambientes controlados cuidadosamente. En cambio, los
peces de la acuicultura son naturalmente móviles y se cruzan fácilmente con
especies silvestres. El informe de la AEBC recomienda que no se críen peces
transgénicos en jaulas en alta mar debido a la elevada probabilidad de que
escapen. El estudio de la Pew Initiative señala que los efectos de los peces
que escapan de las zonas de acuicultura, sean transgénicos o criados
convencionalmente, dependen de su «aptitud neta» en comparación con la de las
especies silvestres. Señalan que los rasgos genéticos pueden aumentar o reducir
la aptitud neta de las especies cultivadas y recomiendan que se evalúen cuidadosamente
los peces transgénicos y se regulen de forma integrada y transparente. Los
animales transgénicos podrían causar también efectos ambientales mediante
cambios en los mismos animales o en las prácticas de gestión animal. Las
modificaciones transgénicas podrían reducir la cantidad de estiércol y
emisiones de metano que producen las especies ganaderas y acuícolas o
incrementar su resistencia a las enfermedades (permitiendo utilizar menos
antibióticos). Por otra parte, algunas modificaciones genéticas podrían
permitir una producción ganadera más intensiva con el correspondiente
incremento de los contaminantes ambientales.
Por tanto, el
problema del peligro ambiental es menos una cuestión de tecnología en cuanto
tal que de capacidad para gestionarla. Otro factor que debe tenerse en cuenta
en relación con la biotecnología ganadera es el de los posibles efectos en el
bienestar de los animales, los cuales pueden ser positivos o negativos y
deberán evaluarse en comparación con las prácticas de gestión ganadera convencionales.
Actualmente, la producción de animales transgénicos y clonados es muy
ineficiente pues entraña una elevada mortalidad durante el desarrollo embrional
inicial y tasas de éxito de sólo el 1-3 por ciento. De los animales
transgénicos nacidos, es posible que los genes insertados no funcionen como se
esperaba, lo que frecuentemente da lugar a anormalidades anatómicas,
fisiológicas y de comportamiento. El vacuno producido por métodos de clonación
tiende a tener períodos de gestación más largos y mayor peso al nacer, lo que
da lugar a una tasa mayor de nacimientos por parto cesáreo. Estos problemas
pueden plantearse también con animales reproducidos utilizando inseminación
artificial/ovulación múltiple y trasplante de embriones (IA/OMTE) y deben evaluarse
en el contexto de otras tecnologías de reproducción empleadas en la ganadería.
El informe de la AEBC recomienda asimismo que se evalúen los efectos
potenciales de todas las tecnologías ganaderas en el bienestar de los animales,
teniendo en cuenta consideraciones económicas y ambientales.
FUENTE: Wikipedia - Enciclopedia LibreReferencias
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