jueves, 23 de mayo de 2013

SABIDURIA






 



La meditación es la fuente, la compasión es el rebosar de la fuente. El hombre sin meditación no tiene energía para el amor, para la compasión, para la celebración. La persona sin meditación está desconectada de su fuente de energía, no está en contacto con el océano. Tiene la poca energía creada por la comida, el aire, la materia… Vive de la energía física.

La energía física tiene limitaciones. Nace en un momento determinado del tiempo y muere en otro momento del tiempo. La energía física existe entre el nacimiento y la muerte. Es como una lámpara que arde por el aceite que contiene. Una vez que el aceite se acaba, la llama se apaga.
La persona meditativa llegar a conocer algo del infinito, entra en contacto con la fuente de energía inagotable. Su llama sigue y sigue, no cesa. Su llama no puede desaparecer, porque en realidad, nunca aparece; su llama no puede morir, porque no ha nacido.

¿Cómo conectarse con esta fuente inagotable de vida, de abundancia, de riqueza?

A esa fuente inagotable puedes llamarle Dios, o puedes llamarle verdad o darle el nombre que desees. Pero una cosa es absolutamente cierta, que el hombre es una ola de algo infinito.
Si la ola mira hacia adentro encontrará el infinito. Si sigue mirando hacia afuera, se queda desconectada. Desconectada de su propio reino, desconectada de su propia naturaleza. Jesús, a esta naturaleza, le llama el reino de Dios. Él dice una y otra vez: «El reino de Dios está dentro de ti. Ve hacia adentro».

La meditación es tan sólo un puente para ir hacia adentro. Una vez que la meditación sucede, lo único que falta por suceder es la compasión.

Buda —el maestro original de la línea de Atisha— dice, que a no ser que suceda la compasión, no te des  por satisfecho con la meditación. Has andado la mitad del camino, tienes que ir un poco más lejos. La meditación, si es verdadera, rebosará hasta hacerse compasión. Como cuando enciendes una lámpara: inmediatamente empieza a radiarse la luz, inmediatamente comienza a dispersarse la oscuridad. Una vez que la luz interna está encendida, la compasión es su radiación.

La compasión es la prueba de que la meditación ha sucedido. El amor es la fragancia que prueba que la-flor-de-los-mil-pétalos se ha abierto en el fuero más interno de tu ser. El amor es la prueba de que la primavera ha llegado, de que ya no eres la misma persona que solías ser, de que la personalidad ha cesado y de que la individualidad ha nacido. El amor es la prueba de que ya no vives en la oscuridad, de que eres luz.

Estos sutras son instrucciones prácticas, recuérdalo. Atisha no es un filósofo, ningún hombre sabio lo es. No es un pensador. El pensar es sólo para los mediocres, para los necios. El hombre sabio no piensa, el sabio sabe. El pensar es un esfuerzo para saber, es hacer suposiciones, es andar a tientas en la oscuridad, es disparar flechas en la oscuridad.

La sabiduría es saber. Y cuando sabes, no necesitas hacer suposiciones.

Tú no supones que ahora es por la mañana, que los pájaros están cantando y que a los árboles les baña la luz del sol. Tú no supones estas cosas, no piensas que esto es así. Si alguien hace suposiciones sobre esto, debe estar ciego, o como mínimo ebrio… se trata de una experiencia, y toda experiencia se valida a sí misma.

Atisha no es un pensador especulativo. Lo que él dice no es una filosofía o un sistema de pensamiento. Él cuenta cómo ha llegado; te muestra el camino. Los budas sólo pueden mostrar el camino. Tú tendrás que andarlo, nadie puede andar por ti. Nadie puede hacerlo por ti; la existencia no admite a representantes en tu nombre.

Sí, los otros pueden comunicar cómo lo han conseguido, qué dificultades hay que evitar, cómo juzgar si vas o no en la dirección correcta, qué energías utilizar y cuáles descartar, qué es lo que ayuda y qué obstaculiza. Pueden darte pequeñas pistas acerca del camino. Y digo «pequeñas pistas», tampoco pueden darte un mapa completo, porque cada individuo tendrá que seguir un camino un poco diferente, y cada individuo irá través de experiencias únicas. Experiencias que nadie ha tenido antes y que quizá nadie vaya a tener jamás.

Cada individuo es tan único, que no se puede ofrecer un mapa absoluto; tan sólo se pueden ofrecer pistas, pistas vagas, indicaciones.

No tienes que aferrarte a esas indicaciones. Sólo entiéndelas, absórbelas, y no seas fanático. No digas: «Esto tiene que ser así; y si no es así, no voy a hacerlo, algo está mal». Será algo parecido a eso, pero de una manera muy vaga. Tendrá una fragancia similar pero no será exactamente lo mismo. Uno tiene que ser consciente de esto. Si no lo eres, entonces te vuelves fanático. Y los fanáticos no han llegado nunca. Su mismo fanatismo se lo impide.

Éstas son pequeñas pistas. No son algo matemático, no son como el dos y dos son cuatro. En el mundo de lo misterioso, algunas veces dos más dos son tres, otras veces dos más dos son cinco. Es muy raro que dos más dos sean cuatro, muy raro. Es una excepción, no es la regla. No son matemáticas, es música. No es lógica, es poesía.

Cuando lees un tratado lógico, lo lees con un tipo de mente. Si lees poesía necesitas otro acercamiento totalmente diferente. En la lógica hay un proceso claro, el proceso del silogismo. Sabes que esto es así, que lo otro es así, y que por consiguiente lo de más allá será así. Hay un «por consiguiente».

En la poesía no hay ningún «por consiguiente». La poesía da saltos cuánticos. La poesía es una visión, no un proceso lógico; una canción, no un silogismo. Sí, incluso la canción posee cierta lógica intrínseca, pero esa lógica no está en la superficie. Y esa lógica no la perciben los que recorren el camino, la perciben los que han llegado.

Una vez que has llegado verás la lógica de cada paso que hayas dado, pero no antes de ello. Verás por qué tuviste que saltar, por qué tuviste que dar un determinado paso. Cuando lo diste, nada estaba claro, nada era absolutamente cierto ni estaba garantizado. Diste el paso de acuerdo con lo que sentías, no de acuerdo con lo que pensabas. Pero más tarde, recapitulando, mirando hacia atrás, se puede revivir el pensamiento. Ahora puedes buscar la corriente lógica subyacente.

Los que han llegado son muy lógicos. Pero si los que están en el camino intentan ser lógicos, nunca sobrevivirán. Ésta es una de las paradojas a comprender. Por eso los aforismos de Buda, Tilopa, Saraha y Atisha son verdaderamente lógicos, pero sólo para aquellos que han llegado. La lógica sólo pude sentirse mirando hacia atrás.

Cuando progresas hacia la meta, lo supremo, todo es vago, todo está oculto en una nube. Es como la niebla matinal. Más tarde, en la plenitud del mediodía, la niebla habrá desaparecido. Pero ese mediodía pleno tiene todavía que suceder.

Así que estas instrucciones tienen que ser pensadas, meditadas, sentidas. Pero no las tomes con una seriedad de muerte

Habrá algunas diferencias. Algunas cosas sucederán en tu camino que no le sucedieron a Atisha en el suyo. Algunas cosas sucederán en tu camino que no sucedieron en el mío. En el mundo existen tantos caminos como personas. Nadie puede estar en tu lugar, incluso aquellos que están muy cerca de ti, no están exactamente en el mismo lugar que tú. Tu ángulo de visión será un poco diferente al ángulo de visión de alguien que se encuentra a tu lado, dándote la mano. No hay dos personas que puedan ver el mundo exactamente de la misma manera, es imposible. Y todos tienen que operar desde su lugar, desde su estado.

Atisha existió hace mil años. Debe haber visto un mundo totalmente diferente, debe haber transitado por un mundo totalmente diferente, con un lenguaje diferente. Un mundo donde prevalecía un tipo de comprensión diferente, donde todavía eran válidas cierto tipo de actitudes, de posiciones.
Ahora éstas ya no son válidas, ya no son pertinentes, aquel mundo ha desaparecido. El mundo de Atisha ya no existe.

Aún así, sus instrucciones, si no se toman fanáticamente, son de tremenda importancia. Si las tomas fanáticamente no has entendido su propósito. Uno tiene que estar muy suelto y relajado.
Cuando pienses en los budas del pasado, estáte a su disposición, ábrete a ellos; pero sin aferrarte, con distancia, sabiendo muy bien que «Yo no soy Atisha, así que ¿cómo puedo seguir esas instrucciones absolutamente?».

Pero Atisha no te dice que sigas sus instrucciones absolutamente. Él simplemente te ofrece un destello de su visión y de la manera en que ha llegado a ella. Él sólo comparte contigo su poesía, su compasión.

Recuérdalo. De lo contrario es muy fácil volverse fanático. ¿Por qué se vuelven fanáticos millones de personas? Por una sencilla razón: al hacerte fanático evitas el experimentar, al hacerte fanático evitas el pensar por ti mismo, el sentir por ti mismo. Al convertirte en un fanático dejas toda la responsabilidad sobre los hombros de otro: Jesús, Buda, Krishna, Atisha.

Recuerda, tu responsabilidad es tal, que no la puedes pasar a ningún otro, no la puedes arrojar sobre ningún otro. Tu responsabilidad es absolutamente tuya. Tú tendrás que pensar, tú tendrás que sentir, tú tendrás que meditar, tú tendrás que andar. Y déjame que te recuerde de nuevo: quizás te encuentres en situaciones en las que Atisha nunca se encontró.

Si vais al Himalaya o a los Andes y queréis escalar el Everest o el Cayambe, existen muchas maneras de hacerlo, muchos caminos. Por un camino quizá os encontréis con hermosos valles y ríos y árboles. Por otro camino quizá no os crucéis con ningún río, quizás no veáis ni tan siquiera un árbol, quizá sólo halléis rocas y más rocas. Por un tercer camino quizá atraveséis glaciares, nieve virgen que jamás se ha derretido. Y todos llegaréis a la cima.

Aquellos que han alcanzado la cima siempre serán liberales y considerados. No es posible que sean testarudos, no es posible que digan: «Éste es el único camino», porque desde la cima pueden ver que hay muchos caminos. Pueden ver a muchos peregrinos que llegan, viniendo de diferentes rutas. Y toda ruta tiene su propio mundo. Atisha siguió un cierto camino. Pero él fue muy afortunado al tener tres maestros iluminados. Atisha alcanzó el Everest o el Cayambe al menos por tres rutas. Su visión es de conjunto, amplia. No es estrecha.

Jesús dice: «Mi camino es estrecho pero recto». Él siguió sólo a un maestro. Naturalmente su camino es muy estrecho y recto. No es el caso de Atisha; su camino es muy zigzageante y muy amplio. Su camino contiene muchos caminos, es una gran síntesis….




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