Los siete principios herméticos
«Los principios de la verdad son siete: el que comprende esto
perfectamente, posee la clave mágica ante la cual todas las puertas del Templo
se abrirán de par en par.»
El Kybalion.
Los siete principios sobre los que se basa toda la Filosofía
Hermética son los siguientes:
1.
EL PRINCIPIO DE MENTALISMO.
2.
EL PRINCIPIO DE CORRESPONDENCIA.
3.
EL PRINCIPIO DE VIBRACIÓN.
4.
EL PRINCIPIO DE POLARIDAD.
5.
EL PRINCIPIO DE RITMO.
6.
EL PRINCIPIO DE CAUSA Y EFECTO.
7.
EL PRINCIPIO DE GENERACIÓN.
1. El principio de mentalismo
«El TODO es Mente; el universo es mental.»
El Kybalion.
Este principio encierra la verdad de que «todo es mente».
Explica que el TODO, que es la realidad sustancial que se oculta detrás de
todas las manifestaciones y apariencias que conocemos bajo los nombres de
«universo material», «fenómenos de la vida», «materia», «energía», etc., y en
una palabra, todo cuanto es sensible a nuestros sentidos materiales, es
espíritu, quien en sí mismo es incognoscible e indefinible, pero que puede ser
considerado como una mente infinita, universal y viviente. Explica también que
todo el mundo fenomenal o universo es una creación mental del TODO en cuya
mente vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. Este principio, al establecer
la naturaleza mental del universo, explica fácilmente los varios fenómenos
mentales y psíquicos que tanto han preocupado la atención del público, y que
sin tal explicación no son comprensibles y desafían toda hipótesis científica.
La comprensión de este principio hermético de mentalismo habilita al individuo
a realizar y conocer la ley que rige el universo mental, aplicándola a su
bienestar y desarrollo. El estudiante de la Filosofía Hermética puede emplear
conscientemente las grandes leyes mentales, en vez de usarlas por casualidad o
ser usado por ellas. Con la clave maestra en su poder, el discípulo puede abrir
las puertas del templo del conocimiento mental y psíquico y entrar en el mismo,
libre e inteligentemente. Este principio explica la verdadera naturaleza de la
energía, de la fuerza y de la materia, y el cómo y el porqué todas estas están
subordinadas al dominio de la mente. Uno de los antiguos Maestros escribió
largo tiempo ha: «El que comprenda la verdad de que el universo es mental, está
muy avanzado en el sendero de la maestría». Y estas palabras son tan verdad hoy
en día como lo eran cuando fueron escritas. Sin esta clave maestra la maestría
es imposible, y el estudiante que no la posea, en vano llamará a la puerta del
Templo.
2. El principio de correspondencia
«Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba.»
El Kybalion.
Este principio encierra la verdad de que hay siempre una
cierta correspondencia entre las leyes y los fenómenos de los varios estados
del ser y de la vida, y el antiquísimo axioma hermético se refiere precisamente
a esto, y afirma: «Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba», y la
comprensión de este principio da una clave para resolver muchos de los más
obscuros problemas y paradojas de los misteriosos secretos de la Naturaleza.
Hay muchos planos que no conocemos, pero cuando aplicamos esa ley de
correspondencia a ellos, mucho de lo que de otra manera nos sería incomprensible
se hace claro a nuestra conciencia. Este principio es de aplicación universal
en los diversos planos, mental, material o espiritual del Kosmos: es una ley
universal. Los antiguos hermetistas consideraban este principio como uno de los
más importantes auxiliares de la mente, por cuyo intermedio se puede descorrer
el velo que oculta lo desconocido a nuestra vida. Su aplicación puede desgarrar
un tanto el Velo de Isis, de tal manera que nos permita ver, aunque más no sea,
algunos de los rasgos de la diosa. De igual manera que el comprender los
principios de la geometría habilita al hombre para medir el diámetro, órbita y
movimiento de las más lejanas estrellas, mientras permanece sentado en su observatorio,
así también el conocimiento del principio de correspondencia habilita al hombre
a razonar inteligentemente de lo conocido o lo desconocido; estudiando la
mónada se llega a comprender al arcángel.
3. El principio de vibración
«Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra.»
El Kybalion.
Este principio encierra la verdad de que todo está en
movimiento, de que nada permanece inmóvil, cosas ambas que confirma por su
parte la ciencia moderna, y cada nuevo descubrimiento lo verifica y comprueba.
Y, a pesar de todo, este principio hermético fue enunciado cientos de años ha
por los Maestros del antiguo Egipto. Este principio explica las diferencias
entre las diversas manifestaciones de la materia, de la fuerza, de la mente y
aun del mismo espíritu, las que no son sino el resultado de los varios estados
vibratorios. Desde el TODO, que es puro espíritu, hasta la más grosera forma de
materia, todo está en vibración: cuanto más alta es esta, tanto más elevada es
su posición en la escala. La vibración del espíritu es de una intensidad
infinita; tanto, que prácticamente puede considerarse como si estuviera en
reposo, de igual manera que una rueda que gira rapidísimamente parece que está
sin movimiento. Y en el otro extremo de la escala hay formas de materia
densísima, cuya vibración es tan débil que parece también estar en reposo.
Entre ambos polos hay millones de millones de grados de intensidad vibratoria.
Desde el corpúsculo y el electrón, desde el átomo y la molécula hasta el astro
y los Universos, todo está en vibración. Y esto es igualmente cierto en lo que
respecta a los estados o planos de la energía o fuerza (la que no es más que un
determinado estado vibratorio), y a los planos mentales y espirituales. Una
perfecta comprensión de este principio habilita al estudiante hermético a
controlar sus propias vibraciones mentales, así como las de los demás. Los
Maestros también emplean este principio para conquistar los fenómenos
naturales. «El que comprenda el principio vibratorio ha alcanzado el cetro del
poder», ha dicho uno de los más antiguos escritores.
4. El principio de polaridad
«Todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos:
los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en
naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades
son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse.»
El Kybalion.
Este principio encierra la verdad de que todo es dual; todo
tiene dos polos; todo su par de opuestos, afirmaciones que son de otros tantos axiomas
herméticos. Explica y dilucida las antiguas paradojas que han dejado perplejos
a tantísimos investigadores, y que literalmente decían: «La tesis y la
antítesis son idénticas en naturaleza, difiriendo sólo en grado»; «los opuestos
son idénticos en realidad, diferenciándose en su gradación»; «los pares de
opuestos pueden conciliarse, los extremos se tocan»; «todo es y no es al mismo
tiempo», «toda verdad no es sino media verdad»; «toda verdad es medio falsa»,
etc. Este principio explica que en cada cosa hay dos polos, dos aspectos, y que
los «opuestos» no son, en realidad, sino los dos extremos de la misma cosa,
consistiendo la diferencia, simplemente, en diversos grados entre ambos. El
calor y el frío, aunque opuestos, son realmente la misma cosa, consistiendo la
diferencia, simplemente, en diversos grados de aquella. Mirad un termómetro y
tratad de averiguar donde empieza el calor y donde termina el frío. No hay nada
que sea calor absoluto en realidad, indicando simplemente ambos términos, frío
y calor, diversos grados de la misma cosa, y que ésta se manifiesta en esos
opuestos no es más que los polos de eso que se llama Calor, o sea la
manifestación del principio de polaridad que nos ocupa. El mismo principio se
manifiesta en la «luz» y la «oscuridad», las que, en resumen, no son sino la
misma cosa, siendo ocasionada la diferencia por la diversidad de grado entre
los dos polos del fenómeno. ¿Dónde termina la oscuridad y dónde empieza la luz?
¿Cuál es la diferencia entre grande y pequeño? ¿Cuál entre duro y blando? ¿Cuál
entre blanco y negro? ¿Cuál entre alto y bajo? ¿Cuál entre positivo y negativo?
El principio de polaridad explica esta paradoja. El mismo principio opera de
idéntica manera en el plano mental. Tomemos, por ejemplo, el amor y el odio,
dos estados mentales completamente distintos aparentemente, y notaremos que hay
muchos grados entre ambos; tantos, que las palabras que nosotros usamos para
designarlos, «agradable» y «desagradable», se esfuman una en la otra, hasta tal
punto que muchas veces somos incapaces de afirmar si una cosa nos causa placer
o disgusto. Todas no son más que gradaciones de una misma cosa, como lo
comprenderéis claramente por poco que meditéis sobre ello. Y aun más que esto,
es posible cambiar o transmutar las vibraciones de odio por vibraciones de
amor, en la propia mente y en la mente de los demás, lo que es considerado como
lo más importante por los hermetistas. Muchos de los que leéis estas páginas
habréis tenido experiencias en vosotros mismos y en los demás de la rápida e
involuntaria transición del amor en odio y recíprocamente. Y ahora
comprenderéis la posibilidad de efectuar esto por medio del poder de la
voluntad, de acuerdo con las fórmulas herméticas. El «Bien» y el «Mal» no son
sino los polos de una misma y sola cosa, y el hermetista comprende y conoce
perfectamente el arte de transmutar el mal en el bien aplicando
inteligentemente el principio de polaridad. En una palabra, el «arte de polarizar»
se convierte en una fase de la alquimia mental, conocida y practicada por los
antiguos y modernos Maestros herméticos. La perfecta comprensión de este
principio capacita para cambiar la propia polaridad, así como la de los demás,
si uno se toma el tiempo y estudia lo necesario para dominar este arte.
5. El principio de ritmo
«Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y
retroceso, todo asciende y desciende; todo se mueve como un péndulo; la medida
de su movimiento hacia la derecha, es la misma que la de su movimiento hacia la
izquierda; el ritmo es la compensación.»
El Kybalion.
Este principio encierra la verdad de que todo se manifiesta
en un determinado movimiento de ida y vuelta; un flujo y reflujo, una
oscilación de péndulo entre los dos polos que existen de acuerdo con el
principio de polaridad, descrito un momento ha. Hay siempre una acción y una
reacción, un avance y un retroceso, una ascensión y un descenso. Y esta ley
rige para todo; soles, mundos, animales, mente, energía, materia. Esta ley lo
mismo se manifiesta en la creación como en la destrucción de los mundos, en el
progreso como en la decadencia de las naciones, en la vida, en las cosas todas,
y, finalmente, en los estados mentales del hombre, y es con frecuencia a esto
último que creen los hermetistas que este principio es el más importante. Los hermetistas
han descubierto este principio, encontrándolo de aplicación universal, y han
asimismo descubierto ciertos métodos para escapar a sus efectos, mediante el
empleo de las fórmulas y métodos apropiados. Emplean para ello la ley mental de
neutralización. No pueden anular el principio o impedir que opere, pero han
aprendido a eludir sus efectos hasta un cierto grado, grado que depende del
dominio que se tenga de dicho principio. Saben como usarlo, en vez de ser
usados por él. En este y en otros parecidos métodos consiste la ciencia
hermética. El Maestro se polariza a sí mismo en el punto donde desea quedarse,
y entonces neutraliza la oscilación rítmica pendular que tendería a arrastrarlo
hacia el otro polo. Todos los que han adquirido cierto grado de dominio sobre
sí mismos ejecutan esto hasta cierto punto, consciente o inconscientemente,
pero el Maestro lo efectúa conscientemente, y por el solo poder de su voluntad
alcanza un grado tal de estabilidad y firmeza mental casi imposible de concebir
por esa inmensa muchedumbre que va y viene en un continuado movimiento
ondulatorio, impulsada por ese principio de ritmo. Este, así como el de la
polaridad, ha sido cuidadosamente estudiado por los hermetistas, y los métodos
de contrabalancearlos, neutralizarlos y emplearlos, forman una de las partes
más importantes de la alquimia mental hermética.
6. El principio de causa y efecto
«Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo a la ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a la ley no reconocida; hay muchos planos de casualidad, pero nada escapa a la Ley.»
El Kybalion.
Este principio encierra la verdad de que todo efecto tiene
su causa, y toda causa su efecto. Afirma que nada ocurre casualmente y que todo
ocurre conforme a la Ley.
La suerte es una palabra vana, y si bien existen muchos
planos de causas y efectos, dominando los superiores a los inferiores, aun así
ninguno escapa totalmente a la Ley. Los hermetistas conocen los medios y los
métodos por los cuales se pude ascender más allá del plano ordinario de causas
y efectos, hasta cierto grado, y alcanzando mentalmente el plano superior se
convierten en causas en vez de efectos. Las muchedumbres se dejan llevar,
arrastradas por el medio ambiente que las envuelve o por los deseos y
voluntades de los demás, si éstos son superiores a las de ellas. La herencia,
las sugestiones y otras múltiples causas externas las empujan como autómatas en
el gran escenario de la vida. Pero los Maestros, habiendo alcanzado el plano
superior, dominan sus modalidades, sus caracteres, sus cualidades y poderes,
así como el medio ambiente que los rodea, convirtiéndose de esta manera en
dirigentes, en vez de ser los dirigidos.
Ayudan a las masas y a los individuos a divertirse en el
juego de la vida, en vez de ser ellos los jugadores o los autómatas movidos por
ajenas voluntades. Utilizan el principio, en vez de ser sus instrumentos. Los
Maestros obedecen a la causalidad de los planos superiores en que se
encuentran, pero prestan su colaboración para regular y regir en su propio
plano. En lo dicho está condensado un valiosísimo conocimiento hermético: que
el que sea capaz de leer entre líneas lo descubra, es nuestro deseo.
7. El principio de generación
«La generación existe por doquier; todo tiene su principio masculino y femenino; la generación se manifiesta en todos los planos.»
El Kybalion.
Este principio encierra la verdad de que la generación se
manifiesta en todo, estando siempre en acción los principios masculino y
femenino. Esto es verdad, no solamente en el plano físico, sino también en el
mental y en el espiritual. En el mundo físico este principio se manifiesta como
«sexo», y en los planos superiores toma formas más elevadas, pero el principio
subsiste siempre el mismo. Ninguna creación física, mental o espiritual, es
posible sin este principio. La comprensión del mismo ilumina muchos de los
problemas que tanto han confundido la mente de los hombres. Este principio
creador obra siempre en el sentido de «generar», «regenerar» y «crear». Cada
ser contiene en sí mismo los dos elementos de este principio. Si deseáis
conocer la filosofía de la creación, generación y regeneración mental y
espiritual, debéis estudiar este principio hermético, pues él contiene la
solución de muchos de los misterios de la vida. Os advertimos que este
principio nada tiene que ver con las perniciosas y degradantes teorías,
enseñanzas y prácticas, que se anuncian con llamativos títulos, las que no son
más que una prostitución del gran principio natural de generación. Tales teorías
y prácticas no son más que la resurrección de las antiguas doctrinas fálicas,
que sólo pueden producir la ruina de la mente, del alma y del cuerpo, y la
Filosofía Hermética siempre ha alcanzado su verbo de protesta contra esas
licencias y perversiones de los principios naturales. Si lo que deseáis son
tales enseñanzas, debéis ir a buscar a otra parte: el hermetismo nada
contiene sobre ellas. Para el puro todas las cosas son puras; para el ruin
todas son ruines.
Transmutación mental
«La mente así como todos los metales y demás elementos, pueden
ser transmutados, de estado en estado, de grado en grado, de condición en
condición, de polo a polo, de vibración en vibración. La verdadera
transmutación hermética es una práctica, un método, un arte mental.»
El Kybalion.
Como indicamos anteriormente, los hermetistas fueron los
verdaderos creadores de la alquimia, de la astrología y la sicología, habiendo
sido Hermes el fundador de esas escuelas de pensamiento. De la astrología ha
derivado la astronomía moderna; de la alquimia ha surgido la química y de la
sicología mística la sicología moderna. Mas no debe suponerse que los antiguos
fueron unos ignorantes respecto a lo que las escuelas modernas creen de su
exclusiva propiedad. Las inscripciones grabadas en las piedras y monumentos de
Egipto prueban concluyentemente que los antiguos poseían el más perfecto
conocimiento acerca de la astronomía, mostrando la construcción de las mismas
pirámides una relación estrechísima entre sus designios y su conocimiento de la
ciencia astronómica. Tampoco debe suponerse que ignoran la química, pues los fragmentos
de antiguas escrituras descubiertas muestran que estaban muy familiarizados con
las propiedades químicas de los cuerpos. En una palabra, sus teorías respecto a
la física han sido posteriormente verificadas y confirmadas por los últimos
descubrimientos de la ciencia moderna, sobre todo en lo que se refiere a la
constitución de la materia. Lejos de ignorar los llamados modernos
descubrimientos psicológicos, los egipcios estaban muy al corriente de todo
ello, especialmente en ciertas ramas que ignoran completamente las escuelas
modernas, y sobre todo en «ciencia psíquica», la que tanto está confundiendo a
los psicólogos de hoy en día, y haciéndoles confesar al fin que, «después de
todo, bien puede haber algo de cierto en ello».
Lo cierto es que, además de la química, astronomía y
sicología (esto es, la sicología en su aspecto de función cerebral), los
antiguos poseían un conocimiento trascendental de la astronomía que se llamó
alquimia y de la sicología trascendental titulada sicología mística. Y no solamente
poseían este conocimiento interno, sino también el externo, siendo este último
el único que conocen los hombres de ciencia modernos. Entre los muchos aspectos
y tópicos de conocimientos secretos de los hermetistas se encuentra lo que se
conoce como «transmutación mental», de la que vamos a tratar en este capítulo.
«Transmutación» es el término generalmente empleado para
designar el antiguo arte de transmutar los metales, especialmente los de poco
valor, en oro. La palabra «transmutar» significa «cambiar de naturaleza, de
sustancia y de forma, convirtiéndose en otra; transformarse en otra cosa»
(Webster). Y de acuerdo con esa definición, «transmutación menta» significa el
arte de transformar o cambiar los estados, cualidades, formas, condiciones mentales
etc., en otros. Así que podéis ver que la transmutación mental no es otra cosa
que una especie de química mental; y si preferís el término, una forma especial
práctica de sicología mística.
Mas esto tiene un significado muchísimo mayor de lo que
parece a simple vista. La transmutación alquímica en el plano mental es tan
importante en sus efectos que de ser conocida sería uno de los estudios más
importantes para el hombre. Y esto no es más que el principio. Veamos por qué.
El primero de los siete principios herméticos es el de
mentalismo, que afirma que «el TODO es mente, que el universo es mental», lo
que significa que la única realidad que se oculta tras todo cuanto existe es
mente; y el universo en sí mismo es una creación mental, esto es, existe en la mente
del TODO. Consideraremos este principio en las sucesivas lecciones, pues ahora
vamos a estudiar sus efectos, suponiendo que dicho principio fuera cierto.
Si el universo es de naturaleza mental, entonces la
transmutación mental debe ser el arte de cambiar o transformar las condiciones
del universo, trátese de la materia, de la energía o de la mente. Así que esa
transmutación, no es otra cosa que la magia, de la que tanto han hablado los
escritores antiguos en sus obras místicas, pero acerca de la cual daban tan
pocas instrucciones prácticas. Si todo es mental, entonces la posesión del
medio que permita transmutar las condiciones mentales debe hacer del Maestro el
dirigente y controlador de las condiciones materiales, así como de las operaciones
llamadas mentales.
Es muy cierto que nadie, excepto los alquimistas mentales
más avanzados, han alcanzado el grado de poder necesario para dominar las
condiciones físicas más densas, tales como los elementos de la naturaleza, la
producción y cesación de las tempestades, la producción y cesación de terremotos
u otros fenómenos físicos de cualquier clase, pero que tales hombres existieron
y que existen es una cosa que no duda ningún ocultista, sea de la escuela que
sea. Los mejores instructores aseguran a sus estudiantes que los Maestros
existen, habiendo aquellos tenido algunas experiencias personales que
justificaban su creencia. Estos Maestros no hacen exhibición pública de sus
poderes, sino que, por el contrario, permanecen solitarios para poder así
actuar y trabajar mejor en el sendero de la realización. Mencionamos aquí su
existencia, meramente para llamar vuestra atención acerca de que sus poderes
son enteramente mentales y que operan en el sentido de la más elevada
transmutación mental, según el principio del mentalismo de El Kybalion,
que dice: «El universo es una creación mental».
Mas los estudiantes y hermetistas de los grados inferiores
al de Maestro —los iniciados e instructores— pueden también actuar y obrar
libremente en el plano mental.
Todo cuanto llamamos «fenómenos psíquicos», «influencia
mental», «mentalismo» etc., son transmutación mental, pues existe un principio
único, y nada importa el nombre que se dé a los fenómenos que se produzcan.
El que practica la transmutación mental trabaja en ese
plano, transformando condiciones y estados mentales en otros, de acuerdo con
fórmulas más o menos eficaces. Los varios «tratamientos», «afirmaciones»,
«autosugestiones», etc., de las escuelas mentalistas no son más que esas mismas
fórmulas (muy a menudo imperfectas y empíricas), del arte hermético. La mayoría
de los que las practican son unos ignorantes comparados con los antiguos
Maestros, porque no poseen el conocimiento fundamental sobre la cual está
basada esa operación.
No solamente los estados mentales de uno mismo pueden ser
transmutados según los métodos herméticos, sino que también puede hacerse esto
con la mentalidad de los demás y, efectivamente, todos sufrimos
transformaciones mentales de cualquier índole, inconscientemente, por lo
general, pero a veces conscientemente, cuando comprendemos algo acerca de las
leyes y principios que los rigen, y sobre todo cuando los demás ignoran los
medios de protegerse a si mismos. Muchos estudiantes de mentalismo saben que
las condiciones materiales dependen de las mentes de los demás, y pueden ser
transmutadas y cambiadas de acuerdo con los deseos de la persona que quiere
modificar sus condiciones de vida. Se ha hecho esto tan público hoy en día, que
no creemos necesario mencionarlo en detalle, siendo nuestro propósito
únicamente el de mostrar la acción de este principio hermético que se oculta
tras todas esas varias formas de operar, buenas o malas, porque la fuerza puede
ser empleada en ambas direcciones, de acuerdo con el principio hermético de
polaridad.
En esta obrita indicaremos los principios básicos en los que
se funda la transmutación mental, de tal manera que todos los que la estudien
puedan comprender las leyes a que obedecen, y poseyendo así la clave maestra,
sean capaces de abrir las muchas puertas del principio de polaridad.
Ahora procederemos a considerar el primero de los siete
principios herméticos, el del mentalismo, el que se explica y desarrolla el
axioma de que el TODO es mental, de que el universo es una creación mental,
según las palabras de El Kybalion.
Este principio debe estudiarse cuidadosamente, porque él es,
en realidad, la base de toda la Filosofía Hermética y del arte hermético de
transmutación mental.
El Todo
«Más allá del Kosmos, del Tiempo, del Espacio, de todo cuanto se mueve y cambia, se encuentra la realidad Substancial, la Verdad Fundamental.»
El Kybalion.
«Sustancia» significa lo que yace oculto bajo toda
manifestación externa, la realidad esencial, la cosa en sí misma. «Substancial»
significa actualmente existente, el elemento esencial, el ser real. «Realidad»
significa el estado del ser verdadero, real, eterno, permanente, fijo.
Más allá de toda apariencia externa o manifestación debe
haber siempre una realidad substancial. Esta es la ley. El hombre al considerar
y examinar el universo, del cual es una unidad, no ve otra cosa que un cambio
continuo en la materia, en las fuerzas en los estados mentales. Ve que nada es
realmente, que todo se transforma y cambia. Nada permanece: todo nace, crece,
muere; tan pronto como una cosa ha adquirido su máximo desarrollo empieza a
declinar; la ley del ritmo está en constante operación; no hay realidades, nada
firme, nada duradero, fijo o substancial, nada permanente, todo es cambio.
Todas las cosas surgen y evolucionan de otras cosas. Hay una acción continua
que es seguida siempre de su reacción correspondiente; todo fluye y refluye,
todo se construye y derrumba, todo es creación y destrucción, vida y muerte. Y
si el hombre que tal examen hace y tales cosas ve fuera un pensador, comprendería
que todas esas cosas en perpetuo cambio no pueden ser sino simples apariencias
externas o manifestaciones de algún poder que se oculta tras ellas, de alguna
realidad substancial encerrada en las mismas.
Todos los pensadores, de cualquier país o época, se han
visto obligados a afirmar la existencia de esta realidad substancial. Todas las
filosofías, cualquiera que haya sido su nombre, se han basado en esta idea. Los
hombres han dado a esta realidad substancial muchos nombres: algunos la han denominado
«Dios», otros «Divinidad Infinita» y «Eterna Energía», «Materia», etc., pero
todos han reconocido su existencia. Es evidente por sí misma. No necesita
argumentos.
En estas lecciones hemos seguido el ejemplo de algunos de
los más grandes pensadores del mundo, antiguos y modernos —los Maestros
herméticos— y hemos denominado a ese poder que se oculta tras todas las
manifestaciones, a esa realidad substancial, por su nombre hermético del TODO,
cuyo término nos parece es el más amplio de los que puede emplear el hombre.
Aceptamos y enseñamos las teorías de los grandes pensadores
herméticos, como también las de esas almas iluminadas que han ascendido a
planos superiores de existencia. Unos y otros afirman que la naturaleza íntima
del TODO es incognoscible. Y esto debe ser así efectivamente, pues nadie,
excepto el TODO mismo, puede comprender su propia naturaleza y su propio ser.
Los hermetistas creen y enseñan que el TODO en sí mismo es y debe ser
incognoscible. Consideran las teorías y especulaciones de los teólogos y
metafísicos respecto a la naturaleza íntima del TODO como esfuerzos infantiles
de mentes mortales para sorprender el secreto del Infinito. Todos esos
esfuerzos han fracasado siempre, y seguirán fracasando, debido a la naturaleza
misma de la tarea. El que especula sobre ello se encuentra perdido en un
laberinto de pensamientos sin salida, y si persiste en su intento acaba por
perder toda capacidad para razonar sanamente, hasta llegar a serle imposible la
vida. Se encontraría en una situación parecida a la de la ardilla, que en la
jaula se pone a girar en su rueda, sin moverse del mismo sitio, continuando tan
prisionera como antes de haber comenzado.
Y aun muchos más presuntuosos son esos que tratan de
atribuir al TODO la personalidad, cualidades, propiedades, características y
atributos de ellos mismos, como si el TODO tuviera las emociones, sentimientos
y características de los humanos. Y llega hasta atribuirle malas cualidades, como
los celos, la susceptibilidad a la alabanza y a la oración, el deseo de que se
le ofrende y se le adore y todas esas otras cosas que nos han legado como
herencia de los primeros días de la infancia de la humanidad. Tales ideas no le
sirven para nada al hombre desarrollado y acaba por dejarlas a un lado.
Creemos debe indicar que hacemos una distinción entre la
filosofía y la metafísica. Religión significa para nosotros la realización
intuitiva de la existencia del TODO y de la relación entre uno mismo y ÉL,
mientras que la teología significa para nosotros el esfuerzo o los esfuerzos
que hace el hombre para atribuirle las propias cualidades, personalidad,
características, etc., así como sus teorías proyectos, deseos y designios,
asumiendo el papel del intermediario entre el TODO y el pueblo. La filosofía
significa para nosotros la especulación que tiende a comprender las cosas
cognoscibles y pensables (permítasenos la palabra), en tanto que la metafísica
indica la tentativa de inquirir entre las nebulosidades de las regiones de lo
incognoscible y de lo impensable, la que, al fin y al cabo, tiene la misma
tendencia que la teología. Consecuentemente, la religión y la filosofía
significan para nosotros cosas que tienen realidad por sí mismas, en tanto que
la teología y la metafísica son algo así como senderos tortuosos y
laberínticos, por los que circula la ignorancia, y forman la base más insegura
e inestable sobre la que puede apoyarse la mente o el alma del hombre. No
insistiremos para que aceptéis estas definiciones; las mencionamos con el único
objeto de deslindar nuestra posición. De todas maneras, muy poco hablaremos en
estas lecciones de teología y metafísica.
Si bien es cierto que la naturaleza esencial del TODO es
incognoscible, hay, sin embargo, ciertas verdades relacionadas con su
existencia, que la mente humana se ve obligada a aceptar. El examen de éstas
constituye un asunto apropiado para la investigación, particularmente por lo
que se refiere a lo que el iluminado nos transmite de sus impresiones en los
más elevados planos de existencia. Y a esta investigación os invitamos ahora.
«Lo que constituye la Verdad fundamental, la Realidad
substancial, está más allá de toda denominación, pero el sabio lo llama el
TODO.»
El Kybalion.
«En su esencia, el TODO es incognoscible.»
El Kybalion.
«Mas el dictamen de la razón debe ser recibido
hospitalariamente, y tratado con respeto.»
El Kybalion.
La razón humana, cuyo dictamen debemos aceptar tanto como lo
juzguemos conveniente, nos dice respeto al TODO, sin pretender desgarrar el
velo de lo incognoscible:
1. EL TODO debe ser todo lo
que realmente es. Nada puede existir fuera del TODO, o, de lo contrario, el
TODO no sería tal.
2. EL TODO debe ser infinito, porque nada puede existir que
defina, limite o ponga restricciones al TODO. Debe ser infinito en tiempo, o
Eterno, debe haber existido siempre, continuamente, pues nada puede haberlo
creado jamás, y algo no puede nunca surgir de nada, y si alguna vez no hubiera
sido, aunque sólo fuera un instante, no podría ser. Debe existir por siempre,
porque nada hay que pueda destruirlo, y jamás puede dejar de ser ni aun por un
solo momento, porque algo nunca puede convertirse en nada. Debe ser infinito en
el Espacio, debe encontrarse en todas partes, porque nada existe, ni hay sitio
alguno que esté más allá del TODO. No puede ser de otra manera, sino continuo y
omnipresente en el espacio, sin cesación, separación o interrupción, porque no
hay nada en ÉL que pueda interrumpirse, separarse o cesar en su absoluta
continuidad, y nada existe tampoco que pueda «llenar las grietas». Debe ser
infinito en Poder, o Absoluto, porque nada hay que pueda limitarlo,
restringirlo, confinarlo u obstaculizarlo. No está sujeto a ningún poder,
porque no hay otro que el Suyo.
3. EL TODO debe ser
inmutable, esto es, no sujeto a cambio en su naturaleza real, porque nada
existe que pueda obligarlo a cambiar, ni nada de lo que pueda haberse
transformado. No puede ser aumentado ni disminuido, ni ser mayor o menor, bajo
ningún aspecto. Debe haber «sido» siempre, y debe seguir «siendo» siempre
también, idéntico a lo que es ahora: el TODO. Nunca ha habido, ni hay, ni habrá
algo en lo que pueda transformarse o cambiar.
Siendo el TODO Infinito, Absoluto, Eterno, Inmutable, debe
deducirse que todo lo que es finito, mudable, transformable y condicionado, no
puede ser el TODO. Y como nada existe fuera de Él en realidad, todo lo que sea
finito debe ser nada realmente. No os vayáis a sorprender o asustar, porque no
tratamos de embarcaros en Ciencia Cristiana, cubriendo estas enseñanzas bajo el
título de Filosofía Hermética. Hay una reconciliación entre estos aparentemente
contradictorios asuntos. Tened paciencia, que a todo llegaremos a su debido
tiempo.
Vemos en torno a nosotros eso que se llama «materia», la que
constituye las bases físicas de todas las formas. ¿Es el TODO materia
simplemente? Absolutamente no. La materia no puede manifestar Vida o
Mentalidad, y como la mente está manifestada en el universo, el TODO no puede
ser materia, pues nada asciende más allá de su propia fuente, nada puede
manifestarse en un efecto si no lo está también en la causa, nada puede
evolucionar o emerger como consecuente si no está involucrado o involucionado
como antecedente. Y además la ciencia moderna nos dice que la materia no existe
realmente, sino que es «energía o fuerza interrumpida», esto es, energía o
fuerza en un grado menor de intensidad vibratoria. Como ha dicho recientemente
un escritor, «la materia se sumerge en el Misterio». Aun la ciencia
materialista ha abandonado la teoría de la materia y ahora descansa sobre la
base de la «energía».
¿Es pues, el TODO mera fuerza o energía? No. La fuerza, tal
como la entiendan los materialistas, es una cosa ciega, mecánica, carente de
vida o mentalidad. La vida y la mente no pueden nacer de ciega energía, por las
razones dadas un momento ha: «Nada puede subir más alto que su propia fuente,
nada evoluciona si no ha involucionado, nada se manifiesta en un efecto si no
está en la causa». Así que el TODO no puede ser mera fuerza o energía, porque
si lo fuera no existiría eso que se llama mente y vida, y ambas sabemos que
existen, porque nosotros estamos vivos y estamos empleando nuestra mente en
considerar esta cuestión; y en iguales condiciones se encuentran los que afirman
que la energía es todo.
¿Que es lo que hay superior a la materia y a la energía, y
que sepamos que existe en el Universo? ¡Vida y mente en todos sus diversos
grados de desenvolvimiento! Entonces preguntaréis: ¿Queréis significar que el
TODO es vida y mente? Si y no, es nuestra respuesta. Si entendéis por vida y
mente lo que nosotros, pobres mortales, conocemos de ellas: ¡No, el TODO no es
eso! Mas ¿qué clase de vida y mentalidad significáis?, preguntaréis.
La contestación es mente viviente, tan amplia como nosotros
podamos concebirla, puesto que la vida y la mente son muy superiores a la
fuerza puramente mecánica o a la materia. Mente infinita y viviente, si se
compara con la vida y la mentalidad finitas. Queremos indicar eso que quieren
significar las almas iluminadas, cuando reverentemente pronuncian la palabra:
¡ESPÍRITU!.
El TODO es mente viviente e infinita, los iluminados lo
llaman Espíritu.
El universo mental
«El universo es una creación mental sostenida en la mente del TODO.»
El Kybalion.
El TODO es espíritu. Mas ¿qué es el espíritu? Esa pregunta
no puede ser contestada, puesto que definirla sería prácticamente definir al
TODO, el cual no puede explicarse. El espíritu es simplemente el nombre que los
hombres dan a la más elevada concepción de la infinita Mente Viviente, significa
la esencia real, tan superior a todo cuanto entendemos por mente y vida, como
estas últimas a la energía y la materia. El espíritu está más allá de nuestra
comprensión, y usamos dicho término en el mismo sentido y queriendo significar
lo mismo que cuando hablamos del TODO. Para nuestro entendimiento podemos
pensar del espíritu como de una Infinita Mente Viviente, teniendo en cuenta, al
mismo tiempo, que no podemos comprenderlo del todo. O hacemos esto, o nos vemos
obligados a dejar de pensar.
Procederemos ahora a estudiar la Naturaleza del Universo,
como un todo, y también en sus partes. ¿Qué es el Universo? Hemos visto ya que
nada puede existir fuera del TODO; entonces ¿El Universo es el TODO? No, no
puede serlo, porque el Universo parece estar hecho de muchas, de múltiples
unidades, y está en continuo cambio; Y de todas maneras, no está de acuerdo con
las ideas que nos hemos visto obligados a aceptar respecto al TODO, según ya
indicamos en nuestra lección anterior. Entonces, si el Universo no es el TODO
debe ser nada; tal es la inevitable consecuencia que se presenta en la mente
aparentemente. Pero esto no satisface la pregunta, porque nosotros somos
sensibles y sentimos la existencia del Universo. Y si el universo es algo y no
es el TODO, ¿Qué puede ser? Examinemos la cuestión.
Si el Universo existe absolutamente, o por lo menos parece
que existe, debe proceder en alguna forma del TODO, ser su creación. Pero como
algo no puede venir de nada, ¿de qué pudo crearlo el TODO? Algunos filósofos
han contestado a esta pregunta diciendo que el TODO creó el Universo del sí
mismo, esto es, sacándolo de su propia sustancia. Mas esta respuesta no sirve,
puesto que el TODO no puede ser aumentado, ni disminuido, ni dividido, según
hemos ya visto, y aunque así fuera no podría cada partícula del Universo estar
segura de ser el TODO, puesto que éste no puede perder el conocimiento de sí
mismo, ni convertirse en un átomo o fuerza ciega o un ser viviente inferior.
Algunos, habiendo realizado que el TODO es todo, y reconociendo que ellos
existían, han llegado a la extraordinaria conclusión de que ellos y el TODO
eran idénticos, y han llenado el aire con sus gritos de «yo soy Dios»,
sirviendo de solaz a las multitudes y de motivo de pena para los sabios.
Si el átomo gritara «yo soy hombre», todavía sería modesto
en comparación.
Pero ¿qué es, en realidad, el Universo, si no es el TODO ni
ha sido creado por Él separándolo de su propia sustancia? ¿Que otra cosa debe
ser? O, mejor preguntado. ¿De qué otra cosa puede haberlo hecho? Esta es la
gran cuestión. Nos encontramos con que el principio de correspondencia (véase
el capítulo I) viene en nuestra ayuda. El antiguo axioma hermético «como es
arriba es abajo» puede ser empleado ahora para iluminar este punto. Tratemos,
pues, de comprender algo de lo que pasa en los planos superiores, examinando lo
que pasa en el nuestro propio. El principio de correspondencia puede aplicarse
a esto lo mismo que a cualquier otro problema. Veamos. En su propio plano de
existencia, ¿cómo crea el hombre? Primero, puede crear haciendo o construyendo
algo con los materiales que el mundo externo le brinda. Mas esto no nos sirve,
porque fuera del TODO no existen materiales de ninguna clase con los que Él
pueda crear. En segundo lugar, el hombre puede crear por medio de la
fecundación, que no es más que su multiplicación, acompañada por la
transferencia de una parte de su propia sustancia a la matriz de la madre. Mas
esto tampoco nos sirve, porque el TODO no puede transferir o substraerse a sí
mismo una porción, ni puede reproducirse o multiplicarse a sí mismo. En el
primer caso habrá una substracción de su sustancia o adición al TODO, lo que es
un absurdo.
¿No existe otro medio por el cual crea el hombre? Sí, hay
otro: la creación mental. Al crear en esta forma, él no emplea materiales que
le aporte el mundo externo, ni se reproduce a sí mismo, y, sin embargo, su
espíritu compenetra su creación mental.
Siguiendo el principio de correspondencia, se puede pensar
justificadamente que el TODO crea el Universo mentalmente, de una manera
parecida al proceso mediante el cual el hombre crea sus imágenes mentales. Y he
aquí que en esta descripción coinciden tanto el dictamen dado por la razón como
el de las almas iluminadas, según se puede encontrar en sus escritos o en sus
enseñanzas. Tales son las doctrinas de los sabios. Tales las que enseñó Hermes.
El TODO no puede crear de ninguna manera, excepto
mentalmente, sin emplear ni materiales (pues no hay ninguno), ni
reproduciéndose (lo que también es imposible). No hay escapatoria para esta
conclusión de la razón, la que, como hemos ya visto, concuerda perfectamente
con lo que dicen los iluminados. De igual manera que podéis vosotros crear un
universo en vuestra propia mente, así el TODO crea los Kosmos en la suya
propia.
Mas vuestro universo sería la creación de una mente finita,
en tanto que la del TODO sería la creación de un infinito. Las dos son iguales
en clase, pero difieren infinitamente en grado. Examinaremos más estrictamente
el proceso de la creación y manifestación conforme vayamos avanzando en nuestro
estudio. Mas este es el punto que debéis fijar por ahora en vuestras mentes: El
Universo y todo lo que él contiene es una creación mental del TODO; todo es
mente.
«El TODO crea en su mente infinita, innumerables universos, los
que existen durante eones de tiempo, y así y todo, para Él, la creación,
desarrollo, decadencia y muerte de un millón de universos no significa más que
el tiempo que se emplea en un abrir y cerrar de ojos.»
El Kybalion.
«La mente infinita del TODO es la matriz del Kosmos.»
El Kybalion.
El principio de género o generación (véase el capítulo I y
otros que seguirán) se manifiesta en todos los planos de la vida: material,
mental y espiritual. Pero, según ya hemos indicado anteriormente, el «género»
no significa «sexo», pues este último no es más que la manifestación material
del género. «Género» significa «lo relativo» a la generación o creación. Y
dondequiera que algo se genera o se crea, sea en el plano que sea, es principio
de género se está allí manifestando. Y esto es verdad, aun en lo que se refiere
a la creación de los universos.
Ahora no vayáis a suponer que estamos enseñando que hay un
dios creador macho y otro hembra. Esto no sería más que una mistificación de
las antiguas enseñanzas al respecto. La verdad es que el TODO, en sí mismo,
está más allá del género, así como también está más allá de toda otra ley,
incluyendo las del tiempo y del espacio. Él es la ley de la cual todas las
leyes proceden, y, por lo tanto no puede estar sujeto a estas últimas. Mas
cuando el TODO se manifiesta en el plano de la generación o creación, entonces
actúa de acuerdo con la ley y con el Principio, pues se está moviendo en un
plano inferior de existencia. Y consecuentemente, Él manifiesta el principio de
género, en sus aspectos masculino y femenino, en el plano mental, por supuesto.
Esta idea podría parecer un tanto chocante, si la oís por
primera vez, mas otras veces la habéis aceptado pasivamente en vuestras
concepciones diarias. Habláis de la paternidad de Dios y de la maternidad de la
Naturaleza, de Dios como padre divino y de la Naturaleza como madre Universal,
y así habréis conocido instintivamente el principio del Género en el Universo.
¿No es así?
Mas las enseñanzas herméticas no implican una dualidad real
—el TODO es UNO— siendo los dos aspectos simples fases de manifestación. La
doctrina es que el principio masculino manifestado por el TODO permanece, en
cierta manera, aparte de la creación mental del Universo. Proyecta su voluntad
sobre el principio femenino (que puede ser llamado naturaleza), siendo en ésta
que comienza la obra evolutiva de un Universo, desde simples «centros de
actividad» hasta el hombre, y aun a más elevados planos de existencia que el
humano, todo ello de acuerdo con bien establecidas leyes de la Naturaleza. Si
preferís las antiguas imágenes mentales, podéis concebir el principio masculino
como Dios, el padre, y el principio femenino como Naturaleza, la madre
universal, de cuya matriz todas las cosas nacen. Esto es algo más que una
simple figura poética de lenguaje, es una idea del proceso de la creación de un
Universo. Pero recordad siempre que el TODO es UNO, y que en su mente infinita
es donde crean y generan y existen los Kosmos.
Podría ayudaros a concebir esto propiamente el aplicarle la
ley de correspondencia en vuestra propia mente. Sabéis que esa parte de
vosotros que llamáis «yo», en cierto sentido, permanece aparte de la creación y
de vuestras imágenes mentales en el intelecto. La parte de la mente en la que
se efectúa la generación de imágenes puede ser llamada el «mí», en distinción
con el «yo», que permanece aparte y que examina los pensamientos, ideas e
imágenes del «mí». Como «arriba es abajo», acordaos, y los fenómenos de un
plano pueden emplearse para resolver los enigmas de los planos superiores e
inferiores.
¿Es acaso maravilloso que vosotros, los hijos, sintáis una
reverencia instintiva hacia Padre‑Madre? ¿Es maravilloso que cuando consideráis
las obras y maravillas de la Naturaleza os sintáis conmovidos hasta lo más
profundo de vuestro ser? Es a vuestra madre‑mente a quien os estáis
estrechando, como un niño se estrecha al seno de su madre.
No vayáis a suponer que el pequeñísimo mundo que os circunda
—la Tierra— que no es más que un grano de arena en el Universo, es el universo
mismo. Hay millones y millones de tales mundos, y aun muchos mayores que él. Y
aun hay millones de millones de tales universos que existen en la Mente del
Único. Y aun en nuestro sistema solar hay regiones y planos de vida muy
superiores a los nuestros, y seres comparados con los que nosotros somos lo que
las amebas respecto al hombre. Hay seres cuyos poderes y atributos son mucho
más elevados que los del hombre, y éste jamás ha soñado que pudieran existir.
Mas, a pesar de esto, esos seres fueron en poco tiempo lo que nosotros ahora, y
seremos un tiempo como ellos son y aun superiores, porque tal es el destino del
hombre, a juzgar por lo que nos dicen los iluminados.
La muerte no es real, ni aun en sentido relativo: no es sino
nacer en una vida nueva, y ascendemos y seguiremos ascendiendo a planos de vida
cada vez más elevados, durante eones y eones de tiempo. El universo es nuestra
casa, nuestro hogar y podemos explorarlo hasta sus más lejanos confines, antes
de la consumación de los tiempos. Estamos en la mente del TODO y nuestras
posibilidades y oportunidades son infinitas, lo mismo en el tiempo que en el
espacio. Y al fin del gran ciclo de eones, cuando el TODO reabsorba sus
creaciones en sí mismo, marcharemos alegremente porque entonces seremos capaces
de comprender la verdad toda de ser UNO con el TODO. Esto es lo que nos afirman
los iluminados, esos que han avanzado tanto en el sendero de la realización.
Y, en el entretanto, estemos tranquilos y serenos; estamos
seguros y protegidos por el Poder Infinito del Padre‑Madre Mente.
«En la Mente del Padre‑Madre, los hijos están en su hogar.»
El Kybalion.
«No hay nadie que no tenga padre y madre en el Universo.»
El Kybalion.
La paradoja divina
«El sabio a medias, reconociendo la irrealidad relativa del
Universo, se imagina que puede desafiar sus leyes, ése no es más que un tonto
vano y presuntuoso, que se estrellará contra las rocas y será aplastado por los
elementos, en razón de su locura. El verdadero sabio conociendo la naturaleza
del universo, emplea la Ley contra las leyes: las superiores contra las
inferiores, y por medio de la alquimia transmuta lo que no es deseable, en lo
valioso y de esta manera triunfa. La maestría consiste, no en sueños anormales,
visiones o imágenes fantasmagóricas, sino en el sabio empleo de las fuerzas
superiores contra las inferiores vibrando en los más elevados. La transmutación
(no la negación presuntuosa), es el arma del Maestro.»
El Kybalion.
Ésa es la paradoja del Universo, la que resulta del
principio de polaridad, principio que se manifiesta cuando el TODO empieza a
crear.
Aunque para el TODO infinito el Universo, sus leyes, sus
poderes, su vida, sus fenómenos, son como cosas contempladas en el estado de
meditación o ensueño, el Universo debe ser tratado como real, y la vida, las
acciones y los pensamientos deben estar basados en ello, acordemente, si bien
se tenga un claro conocimiento y realización de la Verdad Superior cada uno
respecto a su propio plano y leyes. Si el TODO hubiera imaginado un Universo
real sería desastroso para éste, porque entonces no podría ascenderse de lo
inferior a lo superior, el universo se habría convertido en una cosa fija,
inmóvil y el progreso resultaría imposible. Y si el hombre, por su parte,
debido a su media‑sabiduría, actúa y vive y piensa en el Universo como si fuera
un sueño (parecido a sus propios ensueños a finitos), así se convertirá
efectivamente para él, y, al igual de un cadáver que caminase, se encontrará
dando vueltas y más vueltas en un círculo, sin hacer el menor progreso y siendo
forzado por último a despertarse y vivir por las leyes naturales que él hubiera
olvidado. Conservad siempre la mente fija en la Estrella, pero mirad donde
ponéis los pies, no vayáis a hundirlos en algún abismo. Recordad la paradoja
divina que afirma que si bien el «Universo no es, sin embargo es». Recordemos
siempre los dos polos de la verdad: lo absoluto y lo relativo. Guardémonos de
las verdades a medias.
Lo que los hermetistas conocen como «Ley de la paradoja» es
un aspecto del principio de polaridad. Las escrituras herméticas están llenas
de toda clase de referencias respecto a esa paradoja que se descubre en todos
los problemas de la Vida y del Ser. Los instructores están siempre batallando
para impedir que sus estudiantes omitan el «otro lado» de cualquier cuestión, y
sus recomendaciones se dirigen especialmente a los problemas de lo absoluto y
de lo relativo, que tanto confunden a los estudiantes de filosofía, y que
obligan a tantos a obrar y a pensar contrariamente a lo que se conoce como
«sentido común». Recomendamos mucho a nuestros estudiantes el que se aseguren
de haber comprendido bien la paradoja divina de lo absoluto y lo relativo,
evitando el ser hipnotizados por el falso miraje de la verdad a medias. Desde
este punto de vista ha sido escrita esta lección. Leedla cuidadosamente.
La primera idea que se le ocurre al pensador que ha
comprendido y realizado la verdad de que el Universo es una creación mental del
TODO, es la de que el Universo y todo cuanto éste contiene son una pura
ilusión, una irrealidad, contra cuya idea se revuelve instantáneamente. Pero
esto, al igual de otras grandes verdades, debe ser considerado desde los puntos
de vista absoluto, el Universo es, por supuesto, una ilusión, un sueño, una
fantasmagoría, si se compara con el TODO en sí mismo. Esto lo reconocemos nosotros
mismos cuando hablamos del mundo como de un sueño, que va y viene, que nace y
muere, desde el momento que todo lo que es mudable, que cambia, que es finito e
insustancial, debe estar ligado a la idea de un Universo creado, cuando se
compara con el TODO mismo, no importando cual puede ser nuestra creencia
respecto a la naturaleza de ambos.
Filósofos, metafísicos, científicos y teólogos, todos están
de acuerdo sobre ello, y esta concepción se encuentra en todos los sistemas
filosóficos y religiosos, así como en las respectivas teorías de las escuelas
metafísica y teológicas.
Las enseñanzas herméticas no predican la insubstancialidad
del Universo en términos más fuertes que los que os son más familiares, aunque
la exposición del asunto pueda pareceros algo más contundente. Todo cuanto
tenga un principio y un fin, en cierto sentido debe ser irreal e ilusorio, y el
Universo se encuentra en este caso, sea cual sea el sistema de las escuelas de
pensamiento. Desde el punto de vista absoluto nada hay real excepto el TODO, no
importando los términos que empleemos al pensar sobre ello o al discutirlo.
Bien sea que el Universo haya sido creado de materia, o bien que sea una
creación mental en la mente del TODO, es insustancial, mudable, sujeto al
tiempo, al espacio, al cambio. Debemos comprender y sentir bien esto antes de
pensar y examinar la concepción hermética de la naturaleza mental del Universo.
Examina cualesquiera otras concepciones, y ved si existe alguna que no lo
admita.
Mas el punto de vista absoluto muestra únicamente un solo
lado de la cuestión, siendo el otro el aspecto relativo de la misma. Las
verdades absolutas han sido definidas «como las cosas, tal como las conoce y
las ve la mente de Dios», mientras que las verdades relativas son «las cosas tal
como la más elevada razón del hombre las comprende». Y de esta manera, mientras
que para el TODO el Universo debe ser ilusorio e irreal, un simple sueño o
resultado de la meditación, sin embargo para las mentes finitas que forman
parte de ese Universo, y mirando a través de las mortales facultades, el
Universo es ciertamente real, y así debe ser considerado. Al reconocer así el
punto de vista absoluto, no cometeremos el error de ignorar o negar los hechos
y fenómenos del Universo, tal como se nos presentan antes nuestras facultades
mortales: no somos el TODO, recordémoslo.
Para emplear ilustraciones familiares, podemos reconocer el
hecho de que la materia «existe» para nuestros sentidos, y haríamos muy mal si
así no lo reconociéramos. Y, a pesar de ello, nuestra mente finita reconoce la
verdad científica de que no hay tal materia desde el punto de vista de la
ciencia, y que lo que llamamos materia no es más que un agregado de átomos,
átomos los cuales a su vez, no son más que unidades de fuerza agrupadas que
llamamos «electrones» o «iones», vibrando constantemente con movimiento
circular. Golpeamos una piedra y sentimos el impacto, parece ser real, y, a
pesar de ello, sabemos que no es más que lo ya expuesto.
Pero recuerden que nuestro pie, que siente el golpe mediante
la intervención del cerebro, es similarmente materia constituida por
electrones, y por que de esa materia está hecho también nuestro cerebro. Y, por
último, si no fuera por la mente, no sabríamos nada ni del pie ni de la piedra
absolutamente.
Además, el ideal que un artista o un escultor tratan de
reproducir en el mármol o en el lienzo les parece muy real. Igualmente sucede
con los personajes que crea la mente de un autor teatral, quien trata de
expresarlos para que los demás puedan reconocerlos. Y si esto fuera cierto en
el caso de nuestras mentes finitas, ¿cuál sería el grado de realidad de las
imágenes mentales creadas en la mente del Infinito? ¡Oh, para los mortales este
universo de mentalidad es ciertamente muy real! Es el único que jamás podremos
conocer, aunque nos elevemos de plano en plano, cada vez más alto. Para que lo
pudiéramos conocer de otra manera, por experiencia actual, tendríamos que ser
el TODO mismo. Es muy cierto que, cuanto más nos elevamos en la escala, tanto
más cerca nos encontraremos de la mente del Padre y tanto más evidente se hace
la naturaleza ilusoria de las cosas finitas, pero hasta que el TODO no nos
absorba finalmente dentro de Él mismo no se desvanecerá la visión.
De manera, pues, que no necesitamos basarnos en esa ilusión.
Reconozcamos más bien la verdadera naturaleza del Universo y tratemos de
comprender sus leyes mentales, esforzándonos en emplearlas en la forma más
efectiva para nuestro progreso ascendente en toda la vida conforme vamos
viajando de un plano a otro del ser. Las leyes del Universo no dejan de ser
«leyes de hierro» porque sean de naturaleza mental. Todos excepto el TODO,
están sujetos a ellas. Lo que está en la infinita mente del TODO es real, sólo
un grado menos que la realidad misma que constituye la naturaleza del TODO.
No nos sintamos, pues, inseguros o temerosos; sintámonos
firmemente sostenidos en la mente infinita, y nada existe que pueda dañarnos o
causarnos miedo. No hay poder alguno fuera del TODO que pueda afectarnos.
Podemos permanecer tranquilos y seguros. Y en esta realización, una vez alcanzada,
existe una plenitud de seguridad y calma. Entonces dormiremos serenamente sobre
la firmeza inconcebible de lo Profundo, y descansaremos seguramente sobre el
Océano de la mente Infinita que constituye al TODO. En Él, ciertamente,
vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.
La materia no es menos materia para nosotros mientras
permanezcamos en ese plano, aunque sepamos que no es más que un agregado de
partículas de fuerza, o electrones, que vibran rápidamente, girando unas en
torno de otras, en la formación de los átomos. Los átomos, a su vez giran y vibran
y forman así las moléculas, y la agrupación de estas últimas componen las
grandes masas de materia. Y no será menos materia por el hecho de que, cuando
avancemos en nuestra investigación, sepamos que la fuerza, cuyas unidades son
los electrones, no son a su vez más que unidades de manifestación de la mente
del TODO, y que como todo lo demás en el universo es puramente mental en su
naturaleza. Aunque en el plano de la Materia tenemos que reconocer sus
fenómenos, podemos dominarla (como lo hacen todos los maestros en menor o mayor
grado), aplicándoles las fuerzas superiores. Cometeríamos así una locura si
negáramos la existencia de la materia en ese aspecto relativo. Podemos, sí,
negar su dominio sobre nosotros; está bien, pero no debemos intentar ignorarla
en su aspecto relativo, por lo menos mientras vivamos en este plano.
Las leyes de la naturaleza tampoco se hacen menos constantes
o efectivas por el hecho de que las conozcamos y sepamos que son simples
creaciones mentales. Obran plenamente en todos los planos. Y nos libertamos de
las leyes inferiores, aplicándoles las superiores, y sólo podemos conseguirlo
de ésta manera. Pero no podemos escapar a la Ley o elevarnos por encima de ella
completamente. Nadie, sino el TODO, puede escapar a la Ley, y esto es debido a
que el TODO es la ley misma, de la cual todas las demás brotan. Los más
avanzados maestros pueden adquirir los poderes que se atribuyen generalmente a
los dioses, y existen muchos grados del ser en la gran jerarquía de la vida,
cuyos poderes trascienden hasta los de los más elevados maestros, en un grado
inconcebible para los mortales, pero hasta el Maestro más grande y el ser más
elevado debe inclinarse ante la Ley y son como nada ante los ojos del TODO. Así
que si hasta esos elevados seres, cuyos poderes exceden a los atribuidos por el
hombre a sus dioses, están sujetos y sirven a la Ley, imagina la presunción del
mortal de nuestra raza cuando mira las leyes de la Naturaleza como «irreales»,
visionarias e ilusorias, porque ha podido alcanzar a ver que esas leyes son de
naturaleza mental, o simples creaciones del TODO. Esas leyes que el TODO quiere
que rijan no pueden ser desafiadas o transgredidas. Mientras subsista el
Universo subsistirán, porque aquel existe en virtud de esas leyes, las que
forman la trama o el esqueleto en que el Universo se apoya.
El Principio hermético del Mentalismo, a la vez que explica
la verdadera naturaleza del Universo sobre la base de que todo es mental, no
cambia las concepciones científicas del Universo, de la vida o de la evolución.
En realidad, la ciencia no hace más que corroborar las enseñanzas herméticas.
Estas últimas enseñan que la naturaleza del Universo es mental, mientras que la
ciencia afirma que es «material»; o, según sus últimas noticias, que es
«energía» en el último análisis. Las enseñanzas herméticas tampoco están en
pugna con el principio básico de Herbert Spencer, que postuló la existencia de
una «Energía Infinita y Eterna, de la cual proceden todas las cosas». En
realidad, los hermetistas reconocen en la filosofía de Spencer la más elevada
expresión de la obra de las leyes naturales que jamás se promulgara, y creen
que Spencer era una reencarnación de un antiguo filósofo que vivió en Egipto
millares de años ha, y que más tarde vivió como Heráclito, el filósofo griego
que viviera en el año 500 A. C. Y consideran su doctrina de la «energía
infinita y eterna» como de acuerdo con las enseñanzas herméticas siempre con el
agregado de que esa energía es la mente del TODO. Con esta clave maestra de la
filosofía Hermética puede el estudiante de Spencer abrir muchas puertas de las
concepciones filosóficas internas del gran filósofo inglés, cuyas obras demuestran
los resultados de su preparación en sus encarnaciones anteriores. Sus
enseñanzas respecto a la Evolución y al Ritmo están casi de perfecto acuerdo
con la Doctrina Hermética referente al principio del Ritmo.
Así, pues, el estudiante no necesita dejar a un lado los
puntos de vista científicos referentes al Universo. Todo lo que se le pide es
que comprenda el principio básico de que el TODO es mente, de que el Universo
es mental: sostenido firmemente en la mente del TODO. Y encontrará que los
otros seis principios concuerdan perfectamente con este conocimiento
científico, y servirán para dilucidar plenamente los puntos oscuros. No hay que
maravillarse de ello, si se considera la influencia que el pensamiento
hermético ejerciera sobre los filósofos primitivos de Grecia, sobre cuyas
doctrinas descansan en gran parte las teorías de la ciencia actual. La
aceptación del primer principio hermético (mentalismo) es la única gran
diferencia entre la ciencia moderna y los estudiantes herméticos, y la ciencia
se va dirigiendo gradualmente hacia ese punto, conforme avanza a través de la
oscuridad y va encontrando su camino en el laberinto en que se ha metido en
busca de la Realidad.
El objeto de esta lección es imprimir en la mente del
estudiante el hecho de que el Universo y sus leyes y sus fenómenos son tan
reales, en lo que al hombre concierne, como lo serían bajo la hipótesis del
materialismo y de la energía. Bajo cualquier hipótesis, el Universo, en su
aspecto externo, está siempre cambiando y es transitorio, y, por consiguiente,
está desprovisto de realidad substancial. Pero, y nótese el otro polo de la
verdad, bajo cualquiera de dichas hipótesis estamos obligados a obrar y a vivir
como si esas cosas fugaces fueran reales y substanciales. Con esta diferencia
siempre, que según las doctrinas se ignoraba el poder mental como Fuerza
Natural, mientras que ahora vemos que el Mentalismo es la mayor fuerza de esa
clase. Y esta sola diferencia basta para revolucionar la vida de aquellos que
comprenden el principio y la práctica y leyes resultantes.
Por último, una vez que se comprenda la ventaja del
Mentalismo se aprende a conocer, emplear y aplicar las leyes resultantes. Pero
no se caiga en la tentación que, según indica El Kybalion, acecha al
medio‑sabio que lo hace hipnotizarse por la aparente irrealidad de las cosas,
siendo su conciencia que camina de un lado para otro como soñando, viviendo en
un mundo de ensueños, ignorando la vida diaria y su trabajo, siendo su final
que se destrozará contra las rocas y se disolverá en los elementos, en razón de
su locura. Más bien seguid el ejemplo del sabio que la misma autoridad indica:
«úsese la Ley contra las leyes; lo superior contra lo inferior, y por el arte
de la alquimia trasmutad lo que no es deseable en lo estimable, triunfando en
esa forma». De acuerdo con esta doctrina, debe evitarse la media‑sabiduría, que
es locura y que ignora la verdad de que: «El dominio consiste, no en sueños
anormales o visiones y fantásticas imaginaciones, sino en emplear las fuerzas
superiores contra las inferiores, escapando así a los dolores de los planos
inferiores mediante la elevación a los superiores». Recuérdese siempre que la
«transmutación y no la negación presuntuosa es el arma del Maestro». Las citas
antedichas pertenecen a El Kybalion, y son muy dignas de tenerlas
siempre presentes.
No vivimos en un mundo de sueños, sino en un Universo que,
si bien es relativo, es real, por lo menos en lo que concierne a nuestra vida y
obras. Nuestra misión en el Universo no es negar su existencia, sino vivir,
empleando debidamente sus leyes para ascender de lo inferior a lo superior,
viviendo y haciendo lo mejor que podamos dentro de las circunstancias que
surgen cada día, y viviendo, todo lo posible, nuestras más elevadas ideas e
ideales. El verdadero significado de la vida no es conocido por el hombre en
este plano —si es que alguien lo conoce—; pero los más sabios, y nuestras
propias intuiciones también, nos enseñan que no nos equivocaremos si tratamos
de vivir lo mejor posible y realizar la tendencia universal en el mismo
sentido, a pesar de las aparentes evidencias en contra. Todos estamos en el
Camino, y esta vía va siempre ascendiendo, con frecuentes sitios de reposo.
Léase el mensaje de El Kybalion, y sígase el ejemplo
del sabio, evitando el error del medio‑sabio, quien perece en razón de su
locura.
«El Todo» en todo
«Si bien es cierto que todo está en el TODO, no lo es menos que
el TODO está en todas las cosas. El que comprende esto debidamente, ha
adquirido gran conocimiento.»
El Kybalion.
¡Cuan a menudo se ha oído a la mayoría repetir la afirmación
de que su Deidad era «todo en todo», y cuán poco ha sospechado el íntimo
significado oculto encerrado en esas palabras emitidas tan sin ton ni son! La
presión comúnmente empleada es lo que ha quedado de la máxima hermética del
epígrafe. Como dice El Kybalion: «El que comprende esto debidamente, ha
adquirido gran conocimiento». Y si esto es así, tratemos de comprender lo que
significa, dada su gran importancia.
En esa máxima está encerrada una de las más grandes verdades
filosóficas, científicas y religiosas.
Ya hemos dado la enseñanza hermética concerniente a la
naturaleza mental del Universo —la verdad de que «el Universo es Mental,
sostenido en la mente del TODO». Como dice El Kybalion en el pasaje
citado: «todas las cosas están en el TODO». Pero nótese también la siguiente
afirmación correlacionada: «Es igualmente cierto que el TODO está en todas las
cosas». Esta contradicción aparente es conciliable según la ley de la Paradoja.
Es, además, una afirmación hermética exacta sobre las relaciones que existen en
el TODO y su Universo mental. Ya hemos visto como es que todo está en el TODO;
examinemos ahora el segundo aspecto del asunto.
La doctrina hermética indica que el TODO es inminente e inherente
al Universo, así como en toda parte, partícula, unidad o combinación, dentro
del universo.
Los maestros suelen ilustrar este postulado, refiriéndose al
Principio de Correspondencia. El instructor pide al estudiante que forme una
imagen mental de algo, de una persona, una idea o alguna cosa que tenga forma
mental, siendo el ejemplo preferido el de un autor que se esté formando una
idea de los personajes, el de un pintor o escultor que esté creando la imagen
mental de lo que trata de expresar con su arte. En cada caso el estudiante verá
que, aunque la imagen tiene existencia y ser únicamente dentro de su propia
mente, sin embargo, el estudiante mismo, autor, pintor, o escultor es, en
cierto sentido, inmanente en dicha imagen. En otras palabras, toda la virtud,
vida, espíritu o realidad de la imagen mental se deriva de la «inmanente mente»
del pensador. Medítese esto un instante hasta que se comprenda bien la idea.
Empleando otro ejemplo, podríamos decir que Otelo, Yago,
Hamlet, Lear, Ricardo III, etc., existieron en la mente de Shakespeare en el
momento de su concepción o creación. Y, sin embargo, Shakespeare existió
también dentro de cada uno de esos personajes, dándoles su vitalidad, su espíritu
y su acción.
¿Cuál es el espíritu de los personajes que conocemos como
Micawber, Oliver Twist, Uriah Heep?… ¿Es Charles Dickens o tiene cada uno de
ellos un espíritu personal, independiente de su creador? ¿Tienen la Venus de
Médicis, la Madonna Sixtina, el Apolo de Belvedere, espíritus y realidad
propios o representan los poderes mentales y espirituales de sus creadores? La
Ley de la Paradoja explica que ambas proposiciones son ciertas, consideradas
desde los puntos de vista apropiados. Micawber es, a la vez, Micawber y
Dickens. Y mientras puede decirse que Micawber es Dickens, Dickens no es
idéntico a Micawber. El hombre, como Micawber, puede exclamar: «El espíritu de
mi creador me es inherente, y, sin embargo, yo no soy Él». Esto es muy
diferente de la chocante media‑verdad que clamorosamente anuncian algunos medio‑sabios,
diciendo: «Yo soy Dios». Imaginad al pobre Micawber o al ratero Uriah Heep
exclamando: «Yo soy Dickens», o a cualquier otro personaje de las obras de
Shakespeare anunciando: «Yo soy Shakespeare». El TODO está en la lombriz, pero
la lombriz está muy lejos de ser el TODO. Pero aunque la lombriz exista
meramente como una pequeña cosa, creada y teniendo su ser únicamente en la
mente del TODO, el TODO es inmanente a ella, así como en las partículas que la
componen. ¿Puede haber algún misterio mayor que el encerrado en esa
proposición: «Todo está en el TODO y el TODO está en todo?».
El estudiante comprenderá, por supuesto, que las
ilustraciones dadas más arriba son necesariamente imperfectas e inadecuadas,
porque representan la creación de imágenes mentales en mentes finitas, mientras
que el Universo es la creación de una mente infinita, y la diferencia entre los
dos polos las separa. Y, sin embargo, es sólo cuestión de grado —el mismo
Principio es el que opera— el Principio de Correspondencia se manifiesta en
cada una: «Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba».
Y en proporción a la realización que obtenga el hombre de la
existencia del Espíritu Subyacente inmanente en su propio ser se elevará en la
escala de la vida. Esto es lo que significa el desarrollo espiritual; el
reconocimiento, la realización y la manifestación del Espíritu interno.
Recuérdese siempre esta definición (la del desenvolvimiento espiritual), porque
contiene la verdad de toda verdadera Religión.
Existen muchos Planos del Ser, muchos subplanos de vida,
muchos grados de existencia en el Universo. Y todos dependen del adelanto de
los seres en la escala, cuyo punto más bajo es la materia más densa, estando el
Ser más elevado separado del Espíritu del TODO sólo por una sutilísima división,
y por todas partes, a lo largo de esta escala de la vida, todo está en
movimiento. Todos están en el sendero, cuyo fin y meta es el TODO. Todo
progreso es una vuelta al hogar. Todo se mueve hacia arriba, adelante, a pesar
de las aparentes contradicciones. Éste es el mensaje del iluminado.
La doctrina hermética concerniente al proceso de la creación
mental del Universo es que, al principio del ciclo creador, el TODO, en su
aspecto de ser, proyecta su voluntad hacia su aspecto de «Devenir» y el proceso
de la creación comienza. Se dice que este proceso se reduce a una disminución
gradual de intensidad vibratoria hasta que se alcanza un grado muy bajo de
energía vibrante, en cuyo punto se manifiesta la forma más densa posible de
materia. Este proceso se llama involución porque el TODO se «envuelve» en su
creación. Y esto tiene su correspondencia en los procesos mentales de un
artista, escritor o inventor, quien se «envuelve» tanto en su creación mental
que olvida casi completamente su propia existencia, pues en esos momentos «vive
en su creación». Si en vez de la palabra «envolverse» empleáramos la de
«absorberse», quizá se diera una idea más clara del significado que trata de
sugerir.
A este estado involucionario de la creación suele también
llamársele la «Emanación» de la energía divina, así como el estado
evolucionario se denomina «Absorción». Al polo más extremo del proceso creador,
se le considera como el más separado del TODO, en tanto que el principio del
estado evolutivo es mirado como un retorno de la oscilación del péndulo del
Ritmo, como una vuelta al hogar.
La enseñanza es que durante la Efusión las vibraciones se
van amortiguando gradualmente hasta que el impulso amortiguador cesa por
último, y entonces se produce el retorno de la oscilación pendular. Pero existe
esta diferencia: que mientras en la efusión se manifiestan las fuerzas
creadoras compactamente, como un todo desde el comienzo mismo del estado
evolutivo o de «reabsorción» se manifiesta la ley de la individualización; esto
es, la tendencia a separarse en unidades de fuerza, de tal manera que lo que
dejó al TODO como no individualizada energía vuelve a su fuente originaria como
innumerables unidades de vida, altamente desarrolladas, que se han ido
levantando cada vez más alto en la escala por medio de la evolución física,
mental y espiritual.
Los antiguos herméticos empleaban la palabra «meditación»
para describir el proceso de la creación mental del Universo en la mente del
TODO, habiéndose empleado también frecuentemente la palabra «contemplación».
Pero la idea que parece sugerir es la del empleo de la
Atención Divina. «Atención» es una palabra derivada de raíz latina, que
significa «alcanzar, llegar», y el acto de atención es realmente un «alcance,
una extensión» de la energía mental; de manera, pues, que comprenderemos
perfectamente el concepto si examinamos el verdadero significado de la
atención.
La doctrina hermética concerniente a la evolución es que el
TODO, habiendo meditado sobre el principio de la creación, y establecido así la
base material del Cosmos, pensándolo en la existencia, gradualmente va
despertándose de su meditación, y al hacerlo produce la manifestación del
proceso evolutivo, en los planos material, mental y espiritual, sucesivamente
en orden. Así empieza el movimiento ascendente, y todos los seres comienzan a
dirigirse hacia el Espíritu. La materia se va haciendo menos densa, las
unidades vienen a ser, las combinaciones se inician, la vida aparece y va
manifestándose en formas cada vez más elevadas y la mente se va haciendo más
evidente, vibrando todo cada vez más intensamente. En una palabra, el proceso
entero de la evolución, en todas sus fases, comienza y sigue de acuerdo con las
leyes del proceso de «absorción». Todo esto ocupa eones y eones de tiempo,
estando compuesto cada eón por millones de años; pero, según dice el iluminado,
toda la creación, incluyendo la involución y la evolución de un universo, no es
más que un abrir y cerrar de ojos para el TODO. Al final de innúmeros ciclos de
eones de tiempo el TODO retira su atención (contemplación) o meditación del
Universo, porque la Gran Obra ha terminado, y todo queda absorbido en Él de
quien otrora emergiera.
Pero el misterio de los misterios es que el Espíritu de cada
alma no queda aniquilado, sino que se expande infinitamente, sumergiéndose uno
en otro el Creador y el Creado. Ésa es la voz de la iluminación.
La iluminación expuesta sobre la meditación y el
subsiguiente despertar de ella del TODO no es, por supuesto, más que un intento
de descripción del proceso infinito, mediante un ejemplo finito. Pero, no
obstante: «Como es arriba es abajo». La diferencia es sólo de grado. Y así,
como el TODO se despierta de su meditación sobre el Universo, así también el
hombre (a su debido tiempo) cesará de manifestarse sobre el plano material y se
irá retirando cada vez más en el espíritu Interno, que, ciertamente, es el «Ego
Divino».
Hay otra cosa más de la que deseamos hablar en esta lección,
y esto llega muy cerca del campo metafísico de especulación, aunque nuestro
propósito es simplemente el mostrar la futilidad de tal especulación. Aludimos
a la pregunta que inevitablemente se presenta ante la mente de todos los
pensadores que se han aventurado a buscar la Verdad, la pregunta es: ¿Por qué
creó el TODO al Universo? Esta pregunta podrá ser formulada en diferente forma,
pero su esencia es siempre la misma.
Mucho han luchado los hombres para contestársela, pero aún
no se posee respuesta alguna que merezca ese nombre. Algunos se han imaginado
que el TODO ganaría algo con ello, pero eso es absurdo, porque ¿qué es lo que
podrá obtener el TODO que ya no posea? Otros dicen que el TODO desea amar a
algo, o que lo había creado para divertirse, o porque estaba silo, o para
manifestar su poder. Pero todas esas respuestas son pueriles e infantiles y
pertenecen a la primera infancia del pensamiento.
Algunos han tratado de explicar el misterio presumiendo que
el TODO se vio «compelido» a crear, en razón de su «naturaleza interna», o su
«instinto creador».
Esa idea, si bien representa un adelanto sobre las otras,
tiene un punto débil. Si su «naturaleza interna o instinto creador» lo
impulsara a hacer algo, entonces la naturaleza interna o instinto creador sería
el Absoluto, en vez del TODO, y de ahí que la proposición falle por su misma
base. Sin embargo, el TODO crea y se manifiesta y parece encontrar cierta
satisfacción al hacerlo. Y es muy difícil escapar a la conclusión de que en
algún grado infinito tendría que tener algo que correspondiera a una naturaleza
interna o instinto creador en el hombre, con un deseo y Voluntad correspondientemente
infinito. No podría obrar si no quisiera hacerlo, no podría hacerlo a menos que
lo deseara, y no lo desearía si no obtuviera con ello una satisfacción. Y todas
estas cosas pertenecerían a una Naturaleza interna, y podría postularse su
existencia de acuerdo con la Ley de Correspondencia, tanto interna como
externa. Éste es el problema que yace en la raíz misma de la dificultad y la
dificultad que se encuentra en la misma raíz del problema.
Estrictamente hablando, no puede decirse que haya ninguna
«razón» para obrar, porque una razón implica una causa, y el todo está por
encima de la causa y del efecto, salvo cuando su voluntad misma se convierte en
una causa, en cuyo momento el principio se pone en movimiento. De manera, pues,
que no puede pensarse en el mismo asunto, porque como el mismo TODO es
incognoscible. Así como nos vemos obligados a decir simplemente: EL TODO ES,
así también sólo podemos decir que el TODO OBRA PORQUE OBRA. Y, en último
término, el TODO es la razón en sí misma, y puede decirse en verdad que Él es
su propia razón, su propia ley; su propio acto, mejor aún: Que el TODO, su
razón, su acto y su ley, son uno, siendo las palabras diferentes nombres de la
misma cosa. En opinión de los que esto escriben, la respuesta se halla
encerrada en el íntimo ser del TODO, en su ser secreto. La Ley de
correspondencia, en nuestra opinión, sólo llega al aspecto del TODO que denominamos
el aspecto de devenir o de estado. Tras ese aspecto está el de ser, en el cual
todas las leyes se pierden en la Ley, todos los principios en el Principio y el
TODO, el Principio y el Ser, son idénticos, uno y lo mismo.
Por consiguiente, toda especulación metafísica sobre el
punto es fútil. Si nos ocupamos aquí de la cuestión es sólo para mostrar que,
si bien reconocemos el hecho, reconocemos también lo absurdo de las respuestas
dadas por metafísicos y teólogos.
En conclusión, podrá ser de interés para los estudiantes el
saber que en tanto que algunos de los antiguos y modernos instructores
herméticos se inclinan más bien a aplicar el Principio de Correspondencia a la
cuestión, que da por resultado la «naturaleza interna», la leyenda dice que
Hermes, el Grande, cuando le fue hecha esa pregunta por algunos de sus más
avanzados estudiantes, contestó apretando los labios fuertemente y no diciendo
una palabra, como si indicara que no había respuesta. Pero también puede ser
que quisiera aplicar el axioma de esta filosofía que dice que «los labios de la
Sabiduría permanecen cerrados, excepto para los oídos del entendimiento», en la
creencia de que aún sus más aventajados discípulos no poseían la comprensión
necesaria que los calificara para esa enseñanza. De cualquier manera, si Hermes
poseyó el Secreto no lo comunicó, y por lo menos en lo que al mundo concierne
los labios de Hermes están cerrados al respecto. Y si Hermes el Grande vaciló
en hablar, ¿quién sería el osado mortal que tratara de enseñarlo?
Pero, recordémoslo, cualquiera que sea la respuesta de este
problema, si es que hay alguna, la verdad es que: «Si bien es cierto que todo
está en el TODO, no lo es menos que el TODO está en todas las cosas». La
proposición en este punto es enfática. Y, para terminar, repetiremos las
palabras de la cita: «El que comprenda esto debidamente, ha adquirido gran
conocimiento».
Los planos de correspondencia
«Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba.»
El Kybalion.
El segundo gran principio hermético encierra la verdad de
que existe entre los diversos planos de manifestación de la vida y del ser una
armonía, concordancia y correspondencia. Esta verdad lo es porque todo cuanto
hay en el Universo emanó de la misma fuente, y las mismas leyes, principios y
características se aplican a cada unidad o combinación de unidades de actividad,
conforme cada una manifiesta su propio fenómeno en su propio plano.
Para facilitar la meditación y el estudio, la Filosofía
hermética considera que el Universo puede dividirse en tres grandes clases de
fenómenos, conocidas como los tres Grandes Planos:
I.
EL PLANO FÍSICO.
II.
EL PLANO MENTAL.
III.
EL PLANO ESPIRITUAL.
Estas divisiones son más o menos artificiales y arbitrarias,
porque la verdad es que las tres divisiones no son más que grados ascendentes
en la gran escala de la vida, siendo el punto más bajo la materia
indiferenciada, y el más elevado el del Espíritu. Y, además, los diferentes
planos se esfuman unos en otros, de manera que no puede establecerse una
división firme y nítida entre la parte superior del Plano Físico y la inferior
del Mental.
En una palabra, los tres grandes planos pueden ser
considerados como tres grandes grupos de grados de vida en manifestación. Y
aunque el propósito de este libro no nos permite entrar en una explicación
extensa de los mismos, daremos una descripción general de ellos.
Para principiar podemos considerar la pregunta tan a menudo
formulada por el neófito, que desea saber lo que significa realmente la palabra
«Plano», término que se usa libremente, y que apenas ha sido explicado, en
muchas obras de ocultismo. La pregunta se formula generalmente así: «¿Un Plano
es un lugar que tiene dimensiones, o no es más que una condición o estado?» Y
podemos contestar «No, no es un lugar ni una dimensión ordinaria del espacio;
pero, sin embargo, es más que un estado o condición». Puede ser considerado
como un estado o condición; pero, no obstante, el estado o condición es un
grado dimensional, es una escala, y está sujeto a medida. Parecerá esto quizá
una paradoja, pero examinemos el punto. Una «dimensión» es una medida en línea
recta, relacionada con una medida base, etc. Las dimensiones ordinarias del
espacio son longitud o largo, latitud o ancho, y grosor o altura. Pero existe
otra dimensión de las cosas creadas, o medida en línea recta, conocida por los
ocultistas y también por los hombres de ciencia, aunque estos últimos no le
hayan dado todavía el nombre de dimensión. Esta nueva dimensión, que por el
momento es la base de muchas especulaciones bajo el nombre de Cuarta Dimensión,
es el tipo usado para determinar los «grados» o planos.
Esta cuarta dimensión puede ser denominada la de la
«Vibración». Es un hecho bien conocido por la ciencia moderna, así como por los
hermetistas, quienes han encerrado esa verdad en su tercer principio, que «todo
está en movimiento, todo vibra, nada está en reposo». Desde la más elevada
manifestación hasta la más baja, todas las cosas vibran. Y no solamente vibran
con diferente intensidad, sino en diferentes dimensiones y de diferente manera.
Los grados de «intensidad» vibratoria constituyen los grados para medir en la
escala de vibraciones, o sea los grados de la Cuarta Dimensión. Todos estos
grados forman lo que los ocultistas llaman «planos».
Cuanto más elevado es el grado de vibración, tanto más
elevado es el plano. De manera, pues, que aunque un plano no es un lugar, ni
estado o condición, posee, sin embargo, cualidades comunes a ambos. Algo más
tendremos que decir sobre las vibraciones en los próximos capítulos, en los que
estudiaremos el principio hermético de Vibración.
Se recordará, no obstante, que los tres grandes planos no
son divisiones actuales y reales de los fenómenos del Universo, sino simples
medios arbitrarios empleados por los herméticos para ayudar al pensamiento y al
estudio de los diversos grados y formas de la actividad y de la vida universales.
El átomo de la materia, la unidad de fuerza, la mente del hombre y el ser del
arcángel, no son más que grados de una sola y misma escala, y todos son
fundamentalmente los mismos, siendo la diferencia sólo cuestión de grado y de
intensidad vibratoria: todos son creaciones del TODO, y tienen su existencia
dentro de su mente infinita.
Los herméticos subdividen cada uno de esos tres grandes
planos en siete planos menores, y cada uno de éstos en siete subplanos, siendo
estas divisiones más o menos arbitrarias, esfumándose unas en otras, pero han
sido adoptadas por conveniencias del estudio científico.
El Gran Plano Físico, y sus siete planos menores, es la
división que comprende todos los fenómenos del universo que se refieren a las
cosas, fuerzas y manifestaciones físicas. Incluye todas las formas de lo que
conocemos como materia, y todas las formas de lo que llamamos energía o fuerza.
Pero se debe recordar que la Filosofía Hermética no reconoce la materia como
una cosa en sí misma, o como si tuviera una existencia separada de la mente del
TODO. La proposición es que la materia no es más que una forma de energía, esto
es, energía de una intensidad vibratoria inferior de cierta clase. Y de acuerdo
con ello, los herméticos clasifican la materia bajo el título de energía, y le
adjudican tres de los siete planos menores del Gran Plano Físico.
Dichas siete divisiones menores son las siguientes:
I.
El plano de materia (A)
II.
El plano de materia (B)
III.
El plano de materia (C)
IV.
El plano de sustancia etérea.
V.
El plano de energía (A)
VI.
El plano de energía (B)
VII.
El plano de energía (C)
El Plano de Materia A comprende las formas materiales
sólidas, líquidas y gases, tal como lo reconocen generalmente las obras de
texto físicas. El Plano de Materia B comprende ciertas formas más elevadas y
sutiles de la existencia que la ciencia recién comienza a conocer: los
fenómenos de la materia radiante, bajo sus fases de radium, etc., que
pertenecen a la subdivisión más inferior de este plano menor. El Plano de la
Materia C comprende formas de la materia más sutil y tenue, cuya existencia ni
siquiera sospechan los hombres de ciencia actuales. El Plano de la sustancia
Etérea comprende lo que la ciencia denomina «éter», sustancia de tenuidad
extrema y de prodigiosa elasticidad, que compenetra todo el Espacio Universal y
que obra como medio para la transmisión de ondas de energía tales como la luz,
el calor, la electricidad, etc. Esta sustancia etérea es el eslabón de unión
entre la llamada materia y la energía, participando de la naturaleza de ambas.
La doctrina hermética dice que ese plano tiene siete subdivisiones (como las
tienen los demás planos menores), y que, en realidad, hay siete éteres en vez
de uno.
Inmediatamente después viene el Plano de la Energía A, que
comprende las formas de energía que la ciencia conoce corrientemente, siendo
sus siete subdivisiones respectivamente: Calor, Luz, Magnetismo, Electricidad,
Atracción (gravitación, cohesión, afinidad química, etc.) y otras varias formas
de fuerza que revelan los experimentos científicos, pero que aún no han sido
denominadas o clasificadas. El Plano de la Energía B comprende siete
subdivisiones de las más elevadas modalidades de energía, que aún no ha
descubierto la ciencia, pero que han sido llamadas «Las Fuerzas Sutiles de la
Naturaleza», cuya manifestación se provoca mediante ciertos fenómenos mentales,
cuyos fenómenos son posibles merced a ellas. El Plano de la Energía C comprende
siete subdivisiones de energía tan elevadamente organizada que tiene muchas de
las características de la vida, pero no son reconocidas por el hombre en el
actual estado de desarrollo, siendo utilizables solamente para los seres del
Planeta Espiritual. Esa energía es inconcebible y puede ser considerada casi
como «poder divino». Los seres que la emplean son como dioses, aun
comparándolos con el tipo humano más elevado que conozcamos.
El Gran Plano Mental comprende esas formas de cosas
vivientes que conocemos en la vida ordinaria, así como otras formas no tan bien
conocidas, salvo por los ocultistas.
La clasificación de los siete planos mentales menores no es
muy satisfactoria sino más bien arbitraria (salvo que se acompañara por
complicadas explicaciones que son ajenas al propósito de este libro), pero la
mencionaremos.
I.
El plano de la mente mineral
II.
El plano de la mente elemental (A)
III.
El plano de la mente vegetal
IV.
El plano de la mente elemental (B)
V.
El plano de la mente animal
VI.
El plano de la mente elemental (C)
VII.
El plano de la mente humana.
El Plano de la Mente Mineral comprende los estados o
condiciones de las unidades o entidades, o grupos y combinaciones de las
mismas, que animan las formas conocidas bajo el nombre de minerales,
substancias químicas, etc. Estas entidades no deben ser confundidas con las
moléculas, átomos y corpúsculos siendo estos últimos sólo el cuerpo material de
dichas entidades, así como el cuerpo del hombre no es más que su forma material
y no él mismo. A esas entidades se las puede llamar «almas» en cierto sentido,
y son seres vivientes de escaso grado de desarrollo, vida y mentalidad, apenas
un poco más que las unidades de «energía viviente» que comprenden las
subdivisiones superiores del más elevado plano físico. El hombre corriente no
suele atribuir mente, alma o vida al reino mineral, pero todos los ocultistas
reconocen la existencia del mismo, y la ciencia moderna se está encaminando
rápidamente hacia este punto de vista. Las moléculas, átomos y corpúsculos
tienen sus «odios y amores», gustos y desagrados, atracciones y repulsiones,
afinidades y no‑afinidades, etc., y algunos hombres de ciencia han expresado la
opinión de que el deseo y la voluntad, las emociones y sentimientos de los
átomos sólo difieren en grado de los del hombre. No tenemos espacio para discutir
el asunto aquí. Todos los ocultistas saben que es un hecho, y otros se refieren
a los descubrimientos científicos más recientes para que se vea su
corroboración. Este plano tiene las siete subdivisiones habituales.
El Plano de la Mente Elemental A comprende el estado o
condición y grado de desarrollo mental y vital de una clase de entidades
desconocidas para el hombre corriente, pero que el ocultista conoce. Son
invisibles para los sentidos ordinarios del hombre, pero, no obstante, existen
y desempeñan su papel en el Drama del Universo. Su grado de inteligencia es
intermedio entre las entidades minerales y químicas por una parte y las
entidades del reino animal por la otra. Hay siete subdivisiones en este plano
también.
El Plano de la Mente Vegetal y sus siete subdivisiones
comprende los estados o condiciones de las entidades que encierra el mundo
vegetal, los fenómenos mentales y vitales que se conocen corrientemente. Muchas
e interesantes obras científicas se han escrito últimamente sobre la mente y la
vida en las plantas. Los vegetales tienen vida, mente y alma, tanto como los
animales, el hombre y el superhombre.
El Plano de la Mente Elemental B y sus siete subdivisiones
comprende los estados y condiciones de una forma de elementales o entidades
invisibles, que hacen su obra en el Universo, cuya mente y vitalidad forma
parte de la escala entre el Plano de la Mente Vegetal y el Plano de la mente
Animal, participando dichas entidades de la naturaleza de ambos.
El Plano de la Mente Animal y sus siete subdivisiones
comprende los estados y condiciones de las entidades, seres o almas, que animan
los cuerpos vivientes de los animales y que son familiares a todos. No es
necesario entrar en detalles concernientes a este reino o plano de vida, porque
el mundo animal nos es tan familiar como el nuestro propio.
El Plano de la Mente Elemental C y sus siete subdivisiones
comprende las entidades o seres invisibles, que participan de la naturaleza de
la vida animal y humana, en determinado grado y combinación. Los elementos
pertenecientes a este plano y que están en el grado más elevado del mismo, son
semihumanos en inteligencia.
El Plano de la mente Humana y sus siete subdivisiones
comprende las manifestaciones de la vida y mentalidad que son comunes al hombre
en sus varios grados y divisiones. En este punto debemos indicar el hecho de
que el hombre corriente actual ocupa la cuarta subdivisión del Plano de la
mente Humana, y sólo los más inteligentes han cruzado los límites de la quinta
subdivisión. Millones de años ha empleado la raza para alcanzar este estadio, y
tardará muchos años más en llegar a las subdivisiones sexta y séptima. Pero
debemos recordar que ha habido razas anteriores a las nuestras que han pasado
por esos grados y después más allá de ellos. Nuestra propia raza es la quinta
(con más los rezagados de la cuarta) que huella el Sendero. En ella ha habido
unas cuantas almas avanzadas que han sobrepasado a la masa y han llegado a la
sexta y hasta la séptima subdivisión, y algunos un poco más allá todavía. El
hombre de la sexta subdivisión será el superhombre, y el de la séptima el ultra
hombre.
Al considerar los siete planos mentales menores nos hemos
referido a los tres planos elementales en un sentido general. No deseamos
entrar en mayores detalles en esta obra, porque el asunto no pertenece a este
plano de la filosofía y enseñanzas generales. Pero hemos dicho esto para dar
una idea un poco más clara de las relaciones de estos planos con los que nos
más familiares. Los Planos Elementales guardan la misma relación en mentalidad
y vitalidad con los Planos Mineral, Vegetal, Animal y Humano, que las teclas
negras de un piano con las blancas. Las teclas blancas bastan para producir
música, pero hay ciertas escalas, melodías y armonías en las que las teclas
negras desempeñan su parte, siendo necesaria su presencia. Son también
necesarias como eslabones de unión en las condiciones anímicas, o estados de
ser diversos, entre los demás planos, alcanzándose así ciertas formas de
desenvolvimiento. Y este hecho dará al lector que pueda leer entre líneas una
luz nueva sobre el proceso de la evolución, una nueva clave para la secreta
puerta de la vida que se oculta entre reino y reino. Todos los ocultistas
conocen perfectamente esos grandes reinos de Elementales, y las obras
esotéricas están llenas de alusiones a los mismos.
Los que hayan leído Zanoni, de Bulwer Lytton, y otras
leyendas similares, reconocerán a esas entidades pertenecientes a los
mencionados planos de la vida.
Pasando del gran Plano Mental al Gran Plano Espiritual, ¿qué
es lo que podríamos decir?, ¿Cómo podríamos explicar esos elevados estados del
ser, de la vida y de la mentalidad a mentes que son todavía incapaces de
comprender las subdivisiones más elevadas del Plano de la Mente Humana? Esa
tarea es imposible. Sólo podemos hablar en los términos más generales. ¿Cómo
podría describirse la luz a un hombre que haya nacido ciego?, ¿Cómo explicar el
azúcar a quien nunca ha probado algo dulce?, ¿Cómo hablar de armonía a un
sordo?.
Todo lo que podemos decir es que los siete planos menores
del Gran Plano Espiritual (cada uno de los cuales tiene las usuales siete
subdivisiones), comprenden seres tan superiores al hombre actual como este
último es superior al gusano o quizás a formas aún inferiores. La vida de esos
seres trasciende tanto a la nuestra que ni siquiera podemos pensar en los
detalles de las mismas. Su mente es tan elevada que, por ellos, nosotros apenas
si pensamos, y nuestros procesos mentales les parecen puros procesos
materiales. La materia que forma sus cuerpos es del plano más elevado, y
algunos se dicen que están envueltos por pura energía. ¿Qué es lo que podría
decirse sobre tales seres?
En los siete planos menores del Gran Plano Espiritual
existen seres de quienes hablamos como Ángeles, Arcángeles o semi‑dioses. En
los planos menores inferiores viven aquellos a quienes damos el nombre de
Maestros y Adeptos. Sobre ellos están las grandes jerarquías de huestes
angélicas, inconcebibles para el hombre, y sobre ellas están los que sin
irreverencia alguna podrían llamarse dioses, pues su grado de elevación en la
escala es tan alto, tan grande su poder e inteligencia, que sobrepasan a todas
las concepciones que el hombre se ha formado sobre la Deidad. Esos hombres
están de todo cuanto se pueda imaginar, siendo la palabra «Divino» la única que
se les podría aplicar. Muchos de esos seres, incluso las huestes angelicales,
tienen sumo interés por las cosas del Universo y desempeñan un papel
importantísimo en sus procesos. Esas invisibles divinidades y auxiliares
angélicas ejercen su influencia libremente y poderosamente en la obra de la
evolución y del progreso cósmico. Su intervención ocasional y auxilio directo
en los asuntos humanos han dado origen a muchas leyendas, creencias, religiones
y tradiciones de las razas pasadas y actuales. Han superpuesto su conocimiento
y poder sobre el mundo una y otra vez, todo bajo la ley del TODO, por supuesto.
Pero sin embargo, aún esos elevadísimos seres existen
meramente como creaciones de la mente del TODO y están sujetos a los procesos
cósmicos y a las leyes universales. Son todavía mortales, podemos llamarlos «dioses»
si nos agrada, pero no son más que nuestros hermanos mayores: las almas
avanzadas que han sobrepasado a sus compañeras y que han renunciado
temporalmente al éxtasis de la absorción en el TODO, para poder ayudar a la
raza en su ascendente jornada en el Sendero. Pero pertenecen al Universo y
están sujetos a sus condiciones —son mortales y su plano es inferior al del
Espíritu Absoluto.
Sólo los herméticos más avanzados son capaces de comprender
las enseñanzas secretas concernientes al estado de existencia y a los poderes
manifestados en los planos espirituales. El fenómeno es tan superior al que se
produce en los Planos Mentales que cualquier intento de descripción sólo
serviría para producir una gran confusión de ideas. Únicamente aquellos cuya
mentalidad ha sido cuidadosamente educada en la Filosofía Hermética durante
años enteros, y los que han traído consigo, de encarnaciones anteriores, el
conocimiento adquirido previamente, pueden comprender adecuadamente lo que
significan las enseñanzas referentes a los planos espirituales. Y muchas de
ellas las guardan celosamente los herméticos por considerarlas demasiado
sagradas, importantes y hasta peligrosas, como para divulgarlas públicamente.
El estudiante inteligente comprenderá lo que esto significa si dijéramos que el
significado de la palabra «Espíritu», tal como lo usan los herméticos, es
sinónimo de «poder viviente», de fuerza animada, de esencia interna o vital,
etc., significación que no debe confundirse con lo que generalmente se atribuye
al término en cuestión: «religioso, eclesiástico, espiritual, etéreo, santo,
etc.». El ocultista emplea la palabra Espíritu en el sentido de «principio
animador», lo que lleva consigo la idea de poder, de energía viviente, de
fuerza mística, etc. El ocultista sabe muy bien que lo que él conoce como poder
espiritual puede ser empleado con fines buenos o malos (de acuerdo con el
principio de polaridad), hecho que ha sido reconocido por la mayoría de las
religiones en sus concepciones de Satanás, Belcebú, el Diablo, Lucifer, Ángeles
caídos, etc. por esta razón el conocimiento referente a esos planos ha sido
mantenido en el secreto, en el Santuario de los Santuarios de todas las
fraternidades esotéricas y órdenes ocultas. Ha sido guardado en la más secreta
cámara del Templo. Pero, y esto si podemos decirlo, los que han alcanzado
grandes poderes espirituales y los han empleado mal se han creado un Destino
terrible, y la oscilación del péndulo del Ritmo inevitablemente los llevará al
otro extremo de la existencia material, desde cuyo punto tendrán que volver
nuevamente a hacer el mismo camino a lo largo de las múltiples espirales del
Sendero, pero siempre tendrán como castigo el recuerdo vibrante de las cumbres
donde cayeron debido a su mal obrar. Las leyendas sobre los ángeles caídos
tienen una base real, como saben todos los ocultistas. La lucha interesada por
el poder en los planos espirituales inevitablemente produce que el alma egoísta
pierda su equilibrio espiritual y caiga tan abajo como había ascendido. Pero,
aun a estas almas, se les presenta la oportunidad de volver sobre sus pasos, y
hacen la jornada de vuelta pagando la tremenda penalidad, de acuerdo con la
invariable ley.
Para concluir, recordamos que, de acuerdo con el principio
de Correspondencia que encierra la verdad de que «Como es arriba, es abajo;
como es abajo, es arriba», todos los siete principios herméticos están en plena
operación en los diversos planos, físico, mental y espiritual. El Principio de
la Sustancia Mental se aplica, por supuesto, a todos los planos, porque todos
están en la mente del TODO. El Principio de Correspondencia se manifiesta en
todos, porque existe analogía, acuerdo, correspondencia y concordancia entre
los varios planos. El Principio de Vibración se manifiesta también en todos los
planos, pues las diferenciales que los dividen son consecuencia de la
vibración, como ya hemos explicado. El Principio de Polaridad se manifiesta en
cada plano, siendo los extremos o polos aparentemente opuestos y
contradictorios. El Principio del ritmo se manifiesta en cada plano, con flujo
y reflujo, ascenso y descenso, ingreso y egreso. El Principio de Causa y Efecto
se manifiesta en cada plano, teniendo todo efecto su causa y toda causa su
efecto. El Principio de Género se manifiesta en cada plano, estando siempre
expresada la energía creadora y operando mediante los aspectos masculino y
femenino.
«Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba». Los
milenarios axiomas herméticos encierran los grandes principios de los fenómenos
universales. Conforme vayamos considerando los restantes principios, veremos
cada vez más clara la verdad de la naturaleza universal de este gran Principio
de Correspondencia.
Vibración
«Nada reposa; todo se mueve; todo vibra.»
El Kybalion.
El tercer Gran Principio Hermético —el Principio de la
Vibración— encierra la verdad de que el movimiento se manifiesta en todo el
Universo. Nada está en reposo, todo se mueve vibra y circula. Este principio
hermético fue reconocido por algunos de los primitivos filósofos griegos,
quienes lo expusieron en sus sistemas. Pero después, durante siglos enteros,
quedó olvidado, salvo por los perseguidores de las doctrinas herméticas. En el
siglo XIX la ciencia física ha redescubierto esa verdad, y los descubrimientos
científicos del siglo XX han aportado su testimonio en corroboración de esa
verdad sostenida por la antiquísima Filosofía Hermética.
La doctrina hermética no afirma solamente que todo está en
movimiento constante, sino que las diferencias entre las diversas
manifestaciones del poder universal se deben por completo al diferente modo e
intensidad vibratoria. Y no sólo esto, sino que aun el TODO mismo manifiesta
una vibración constante de tal infinita intensidad y rapidez, que prácticamente
puede considerarse como si estuviera en reposo. Los instructores llaman la
atención del estudiante sobre el hecho de que aun en el plano físico un objeto
que gire rápidamente, como una rueda, por ejemplo, parece estar inmóvil. El
espíritu es uno de los polos de la vibración, constituyendo el otro polo formas
de materia extremadamente densas. Entre ambos polos hay millones y millones de
diferentes intensidades y modos de vibración.
La ciencia moderna ha comprobado que todo lo que llamamos
materia y energía no es más que «modos de movimientos vibratorios», y algunos
de los más avanzados hombres de ciencia se están encaminando rápidamente hacia
el punto de vista que los ocultistas tienen sobre los fenómenos de la mente:
simples modos de vibración o movimiento. Veamos ahora lo que la ciencia tiene
que decir sobre las vibraciones en la materia y en la energía.
En primer lugar, la ciencia dice que toda materia
manifiesta, en algún grado, la vibración producida por la temperatura o el
calor. Esté un objeto frío o caliente (pues ambos no son más que grados de la
misma cosa), manifiesta ciertas vibraciones calóricas, y en ese sentido está en
vibración. Todas las partículas de materia están siguiendo un movimiento
circular, lo mismo los corpúsculos que los astros. Los planetas giran en torno
de un sol, y muchos de ellos giran también sobre sus propios ejes. Los soles, a
su vez, giran en torno de puntos centrales mayores, y se cree que éstos giran
también alrededor de otros todavía más grandes, y así sucesivamente, ad infinitum.
Las moléculas de que se compone cualquier clase de materia están en constante
vibración, moviéndose unas en torno de otras, y también unas contra otras. Las
moléculas están compuestas por átomos, los que, como aquellas, también están en
constante movimiento y vibración. Los átomos están compuestos por corpúsculos,
llamados también «electrones», «iones», etc., los que también están en un
estado de rapidísima moción, girando unos en torno de otros, con diversas
modalidades vibratorias. Y de esta manera toda materia manifiesta vibración, de
acuerdo con el principio hermético correspondiente.
Y así sucede también con las diversas formas de energía. La
ciencia dice que la luz, el calor, el magnetismo y la electricidad no son más
que formas de movimiento vibratorio relacionado de alguna manera con el éter, o
probablemente emanado de él. La ciencia no ha tratado aún de explicar la
naturaleza del fenómeno conocido como cohesión, que es el principio de la
atracción molecular, ni de la afinidad química, que es el principio de la
atracción atómica; ni de la gravitación (el mayor misterio de los tres), que es
el principio de atracción por el cual toda partícula o masa de materia se
siente atraída hacia toda otra partícula o masa. Estas tres modalidades de la
energía no las comprende aún la ciencia, si bien los estudiosos se inclinan a
pensar que son también manifestaciones de alguna forma de energía vibratoria,
cosa que los herméticos han enseñado durante largas edades en el pasado.
El éter universal, cuya existencia postula la ciencia sin
comprender claramente su naturaleza, ya había sido explicado por los
herméticos, quienes aseguraban que era una manifestación superior de lo que
erróneamente se llamaba materia; es decir, que el éter era materia en un grado
de vibración superior. El nombre que le daban era el de Sustancia Etérea, y
decían que esta sustancia era de tenuidad y elasticidad extremas, llenando el
espacio universal, sirviendo como médium de transmisión para las ondas de
energía vibratoria como el calor, la luz, la electricidad, el magnetismo, etc.
La sustancia etérea es el eslabón de unión entre la modalidad de energía
vibratoria que conocemos como materia por un lado y la que conocemos como
energía o fuerza, por el otro, manifestando además un grado de vibración, en
intensidad y modo, completamente propio.
Los hombres de ciencia proponen como ilustración para ver
los efectos del aumento de vibración una rueda girando con gran rapidez.
Supongamos primeramente que la rueda gira lentamente. Entonces diríamos que es
un «objeto». Si el objeto gira lentamente lo podremos ver fácilmente, pero no
sentimos el menor sonido. Aumentándose gradualmente la velocidad en pocos
momentos se hace ésta tan rápida que comienza a oírse una nota muy baja y
grave. Conforme sigue aumentando la velocidad la nota se va elevando en la
escala musical, y así se van distinguiendo unas tras otras las diversas notas
conforme aumenta la velocidad de rotación. Finalmente, cuando el movimiento ha
llegado a cierto límite se llega a la última nota perceptible por el oído
humano, y si la velocidad aumenta aún, sigue el mayor silencio.
Nada se oye ya, pues la intensidad del movimiento es tan
alta que el oído humano no puede registrar sus vibraciones. Entonces comienzan
a percibirse poco a poco sucesivos grados de color. Después de un tiempo el ojo
comienza a percibir un oscuro color rojo. Este rojo va haciéndose cada vez más
brillante. Si la velocidad sigue aumentando el rojo se convertirá en
anaranjado, el anaranjado en amarillo. Después seguirán sucesivamente matices
verdes, azules y añil, y finalmente aparecerá el matiz violeta. La velocidad se
acrecienta más aún: entonces desaparece todo color, porque el ojo humano ya no
puede registrarlos. Pero ciertas radiaciones humanas emanan del objeto en revolución:
los rayos que se usan en la fotografía y otras radiaciones sutiles de la luz.
Después comienzan a manifestarse los rayos conocidos bajo el
nombre de X, y más tarde empiezan a emanarse electricidad y magnetismo.
Cuando el objeto ha alcanzado cierto grado de vibración, sus
moléculas se desintegran, resolviéndose en sus elementos originales o átomos.
Después de los átomos, según el principio de vibración, se separarían en
innumerables corpúsculos o electrones, de los que están compuestos. Y, finalmente,
hasta los corpúsculos desaparecerían y podría decirse que el objeto estaría
compuesto por sustancia etérea. La ciencia no se atreve a llevar la ilustración
más allá, pero los herméticos dicen que si las vibraciones continuaran
aumentando el objeto pasaría sucesivamente por estados de manifestación
superiores, llegando al plano mental y después al espiritual, hasta ser por
último absorbido en el TODO QUE ES EL Espíritu Absoluto. El «objeto», sin
embargo, habría dejado de ser tal mucho antes de llegar a la sustancia etérea,
pero de todas maneras la ilustración es correcta en cuanto demuestra los
efectos del aumento continuo de la intensidad vibratoria. Debe recordarse que
en la ilustración anterior, con el llegar a los estados en que el objeto
irradia color, luz, etc., no se ha resuelto aún la cuestión en esas formas de
energía (que están en un grado mucho más elevado), sino que simplemente llega a
un grado de vibración en el que esas energías se libertan hasta cierto punto de
las limitadoras influencias de las moléculas, átomos y corpúsculos. Esas
energías, si bien son muy superiores en la escala a la materia, están
aprisionadas y confinadas en las combinaciones materiales, en razón de las
fuerzas que se manifiestan a través de ellas, y empleando formas materiales, y
de esta manera se confinan en sus creaciones corpóreas, lo que, hasta cierto
punto, es cierto en toda creación, quedando la fuerza creadora envuelta en su
propia creación.
Pero la doctrina hermética va mucho más allá que la ciencia
moderna, y afirma que toda manifestación de pensamiento, emoción, razón,
voluntad, deseo o cualquier otro estado mental, va acompañada por vibraciones,
parte de las cuales se emanan al exterior y tienden a afectar las mentes de los
demás por «inducción». Esta es la causa de la telepatía, de la influencia
mental y de otros efectos del poder de una mente sobre otra, la que ya va
siendo de dominio público, debido a la gran cantidad de obras de ocultismo que
están publicando discípulos e instructores sobre estas materias.
Cada pensamiento, emoción o estado mental tiene en su
correspondiente intensidad y modalidad vibratoria. Y, otras, esos estados
mentales pueden ser reproducidos, así como una nota musical puede ser
reproducida haciendo vibrar las cuerdas de un instrumento con la velocidad
requerida, o como se puede reproducir un color cualquiera. Conociendo el
Principio de Vibración, aplicado a los fenómenos mentales, uno puede polarizar
su mente en el grado que quiera, obteniendo así un perfecto dominio y contralor
sobre sus estados mentales. De la misma manera, podrá afectar las mentes de los
demás, produciendo en ellos los requeridos estados mentales. En una palabra,
podrá producir en el Plano Mental lo que la ciencia produce en el físico, o sea
las vibraciones a voluntad. Este poder, por supuesto, puede adquirirse
únicamente mediante las instrucciones, ejercicios y prácticas apropiadas,
siendo la ciencia que las enseña, la de la «transmutación mental», una de la
rama de la Filosofía Hermética.
Un poco de reflexión sobre lo que hemos dicho mostrará que
el Principio de Vibración está oculto tras todos los maravillosos fenómenos de
los poderes manifestados por los Maestros y Adeptos, quienes pueden
aparentemente eludir las leyes de la Naturaleza, pero que, realmente, no hacen
más que emplear una ley contra otra, un principio contra otros, y que llevan a
cabo sus resultados modificando las vibraciones de las cosas materiales o de
las energías, realizando así lo que comúnmente llamamos milagros.
Como dijo una de las más antiguas autoridades herméticas:
«Aquel que ha comprendido el Principio de Vibración, ha alcanzado el cetro del
Poder».
Polaridad
«Todo es dual, todo tiene polos; todo su par de opuestos; los
semejantes y desemejantes son los mismos; los opuestos son idénticos en
naturaleza, difiriendo sólo en grado; los extremos se tocan; todas las
verdades, son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse.»
El Kybalion.
El Cuarto Gran Principio Hermético —el Principio de
polaridad— encierra la verdad de que todas las cosas manifestadas tienen dos
lados, dos aspectos, dos polos; un par de opuestos con innumerables grados
entre ambos extremos. Las antiguas paradojas, que siempre han confundido la mente
de los hombres, quedan explicadas si se comprende este principio. El hombre
siempre ha reconocido algo semejante a este principio y ha tratado de
expresarlas con dichos, máximas o aforismos como los siguientes: «Todo es y no
es al mismo tiempo»; «todas las verdades no son más que medias‑verdades»; «toda
verdad es medio‑falsa»; «Todas las cosas tienen dos lados»; «siempre hay un
reverso para cada anverso», etc.
Las enseñanzas herméticas opinan sobre la diferencia que
existe entre cosas aparentemente opuestas diametralmente, que es sólo cuestión
de grado. Y afirma que todo par de opuestos puede conciliarse y que la tesis y
la antítesis son idénticas en naturaleza, difiriendo sólo en grado. La conciliación
universal de los opuestos se efectúa reconociendo este Principio de Polaridad.
Ejemplo de este principio pueden encontrarse en todas partes, después de un
examen de la naturaleza real de las cosas.
El espíritu y la materia no son más que polos de las mismas
cosas, siendo los planos intermediarios cuestión de grados vibratorios
meramente. El TODO y los muchos son los mismos, residiendo la diferencia solamente
en el grado de manifestación mental. De manera, pues, que la LEY y las leyes
son los dos polos de una sola y misma cosa. E igual sucede con el PRINCIPIO y
los principios, con la MENTE infinita y la mente finita.
Si pasamos al plano físico encontramos que el Calor y el
Frío son de naturaleza idéntica, siendo la diferencia simple cuestión de
grados. El termómetro indica los grados de temperatura, siendo el polo inferior
el llamado «frío» y el superior «calor». Entre ambos hay muchos grados de calor
y frío, pues cualquier nombre que se les dé es correcto. De dos grados, el
superior es siempre más caliente en comparación con el inferior, que es más
frío. No hay absolutamente un tipo fijo: todo es cuestión de grado. No hay
ningún sitio en el termómetro en el que cese el calor y comience el frío
absolutamente. Todo se reduce a vibraciones más o menos elevadas o bajas. Las
mismas palabras «elevado» y «bajo» que nos vemos obligados a usar, no son más
que polos de la misma cosa: los términos son relativos. Así sucede igualmente
con el «Este» y el «Oeste». Si viajamos alrededor del mundo en dirección al
oriente, llegaremos a un punto que se llama occidente, considerándolo desde el
punto de partida. Marchemos suficientemente lejos hacia el Norte y pronto nos encontraremos
viajando hacia el sur y viceversa.
La Luz y la oscuridad son polos de la misma cosa, con muchos
grados entre ambos. La escala musical es la misma. Partiendo del sí en adelante
llegaremos a encontrar otro sí y así sucesivamente, siendo las diferencias
entre los extremos también cuestión de grados. En la escala del color sucede
otro tanto, siendo la intensidad vibratoria la única diferencia que existe
entre el rojo y el violeta. Lo grande y lo pequeño son cosas relativas.
Igualmente lo es el ruido y la quietud, lo duro y lo blando, lo afilado y lo
romo. Positivo y negativo son los dos polos de una misma cosa, con innumerables
gradaciones entre ambos.
Bueno y malo no son cosas absolutas; A un extremo lo
llamamos bueno y al otro malo, o Bien al uno y Mal al otro, de acuerdo con el
sentido que queramos darle. Una cosa es menos buena que la que le es superior
en la escala, pero esa cosa menos buena, a su vez, es mejor comparada con la
que tenga el más o el menos regido por la posición que tenga en la escala.
Igual cosa sucede en el plano mental. El amor y el odio son
considerados como diametralmente opuestos, completamente diferentes e
irreconciliables. Pero si aplicamos el Principio de Polaridad, encontraremos
que no existe un amor absoluto o un odio absoluto, diferentes uno de otro. Los
dos no son más que términos aplicados a los dos polos de la misma cosa.
Empezando en cualquier punto de la escala, encontramos «más amor» o «menos
odio», si ascendemos por ella, o «menos amor» si por ella descendemos, y esto
es cierto, sin importar nada el punto, alto y bajo, que tomemos como partida.
Hay muchos grados de amor y de odio, y existe también un
punto medio donde el agrado y el desagrado se mezclan en tal forma que es
imposible distinguirlos. El valor y el miedo quedan también bajo la misma
regla. Los pares de opuestos existen por doquier. Donde encontremos una cosa,
encontraremos también su opuesta: los dos polos.
Este hecho es el que permite al hermético transmutar un
estado mental en otro, siguiendo las líneas de polarización. Las cosas de
diferente clase no pueden transmutarse unas en otras, pero sí las de igual
clase. Así, pues, el Amor no podrá convertirse en Este u Oeste, o Rojo o
Violeta, pero puede tornarse en Odio, e igualmente el Odio puede tornarse en
Amor cambiando su polaridad. El valor puede transmutarse en miedo y viceversa.
Las cosas duras pueden tornarse blandas, las calientes, frías, y así
sucesivamente, efectuándose siempre la transmutación entre cosas de la misma
clase, pero de grado diferente. Tratándose de un hombre cobarde, si se elevan
sus vibraciones mentales a lo largo de la línea Miedo-valor, se llenará de
valentía y desprecio por el peligro. E igualmente el perezoso puede hacerse
activo y enérgico, polarizándose simplemente a lo largo de las líneas de la
deseada cualidad.
Los discípulos familiarizados con los procedimientos
mediante los cuales producen las diversas escuelas de ciencia mental cambios en
los estados mentales de sus seguidores, quizás, no comprendan fácilmente cuál
es el principio que se oculta tras esos cambios. Pero, no obstante, una vez que
se ha entendido el Principio de Polaridad, se ve inmediatamente que esos
cambios mentales son ocasionados por un cambio de polaridad, por un
deslizamiento a lo largo de la misma escala. Este cambio no es de la naturaleza
de transmutar una cosa en otra completamente diferente, sino que se reduce a un
simple cambio de grado de la misma cosa, lo que es una diferencia
importantísima. Por ejemplo, y sacando un ejemplo del Mundo Físico, es imposible
cambiar el calor en agudeza o filosidad, pesadez, elevación, etc., pero puede
ser fácilmente transmutado en frío, con sólo amortiguar la vibración. De la
misma manera el odio y el amor son recíprocamente transmutables, así como el
miedo y el valor. Pero el Miedo no puede transformarse en Amor, ni el Valor en
Odio. Los estados mentales pertenecen a innumerables clases, cada una de las
cuales tienen sus polos opuestos, a lo largo de los cuales es posible la
transmutación.
Se comprenderá fácilmente que, tanto en los estados mentales
como en los fenómenos del plano físico, los dos polos pueden ser clasificados
como positivo y negativo, respectivamente. Así, pues, el amor es positivo
respecto al odio; el valor respecto al miedo; la actividad respecto de la
inercia, etc. Y también se notará, aun desconociendo el principio de vibración,
que el polo positivo parece ser de grado superior que el negativo, pudiendo
aquel dominar fácilmente a este. La tendencia de la Naturaleza es en dirección
a la actividad dominante del polo positivo.
Además del cambio de los polos de los propios estados
mentales mediante la aplicación del arte de la polarización, el fenómeno de la
influencia mental, en sus múltiples fases, demuestra que el principio puede
extenderse hasta abarcar los fenómenos de la influencia de una mente sobre
otra, de lo que tanto ha sido escrito en los últimos años. Cuando se comprende
que la inducción mental es posible, esto es, que los estados mentales pueden
producirse por inducción de los demás, entonces se verá como puede comunicarse
a otra cierta clase de vibración o polaridad, cambiándose así la polarización
de la mente entera. La mayoría de los resultados obtenidos mediante los
«tratamientos mentales» se obtienen según ese principio. Por ejemplo, una persona
está triste, melancólica y temerosa. Un científico de la mente eleva su propia
mentalidad al deseado grado de vibración, mediante su voluntad previamente
ejercitada, y de esta manera obtiene la polarización requerida en su propia
mentalidad. Entonces por inducción, produce un estado mental análogo en el
otro, siendo el resultado que las vibraciones de éste se intensifican y el
paciente se polariza hacia el polo positivo de la escala, en vez de polarizarse
hacia el negativo, y sus temores, melancolía, etc., se transforman en valor,
contento y parecidos estados internos. Un poco de meditación sobre el asunto
demostrará que esos cambios mentales se efectúan casi todos a lo largo de las
líneas de polarización, siendo el cambio más bien cuestión que de clase.
El conocimiento de este gran principio hermético permitirá
comprender mejor los propios estados mentales, así como los de los demás. Y se
verá que esos estados son puramente cuestión de grados, y al comprobar el hecho
podrá elevar las vibraciones interiores a voluntad, cambiando su polaridad,
haciéndose dueño de sus pensamientos, en vez de ser su esclavo y servidor. Este
conocimiento le permitirá además ayudar a otros inteligentemente, cambiando,
mediante los métodos apropiados, su polaridad. Es muy conveniente
familiarizarse con este principio, porque su comprensión correcta arrojará
muchísima luz sobre problemas difíciles y oscuros.
Ritmo
«Todo fluye y refluye, todo asciende y desciende; la oscilación
pendular se manifiesta en todas las cosas; la medida del movimiento hacia la
derecha es la misma que el de la oscilación a la izquierda; el Ritmo es la
compensación.»
El Kybalion.
El Quinto Gran Principio Hermético —El Principio del Ritmo—
encierra la verdad de que en todos se manifiesta una oscilación medida,
movimiento de ida y vuelta, un flujo y reflujo, un movimiento semejante al del
péndulo, una marea con suba y baja, manifestándose siempre entre los dos polos
los planos físico, mental y espiritual. El principio del Ritmo está estrechamente
relacionado con el principio de polaridad, descrito en el capítulo anterior. El
ritmo se manifiesta entre los dos polos establecidos por el principio de
polaridad. Esto no significa, sin embargo, que la oscilación rítmica vaya hasta
los extremos de cada polo, pues esto sucede rarísimas veces. En realidad, es
muy difícil establecer los opuestos polares extremos en la mayoría de los
casos.
Pero la oscilación es siempre «hacia» un polo primero, y
después «hacia» el otro.
Siempre hay una acción y una reacción, un avance y un
retroceso, una elevación y una caída, manifestándose en todas las cosas y
fenómenos del universo. Moles, mundos, hombres, animales, vegetales, minerales,
energías, fuerzas, mente, y materia, y hasta el mismo espíritu manifiestan este
principio. El principio se manifiesta en la creación y destrucción de los
mundos, en la elevación y caída de las naciones, en la historia de la vida de
todas las cosas y, finalmente, en los estados mentales del hombre.
Empezando por las manifestaciones del Espíritu —el TODO— se
verá que siempre hay una Emanación, seguida de Absorción, «la respiración y la
aspiración de Brahma», según dicen los brahmines. Los universos se crean,
alcanzan el punto más bajo de maternidad y entonces comienzan la oscilación de
vuelta. Los soles nacen, alcanzan la cumbre de su poder, empieza el progreso de
su retrogresión y después de eones sin cuento se convierten en muertas masas de
materia, esperando otro impulso que imparta en ellos nuevas energías internas y
que los lleve a un nuevo ciclo de vida solar. Y así sucede con todos los
mundos: nacen, crecen y mueren, sólo para renacer de nuevo. E igualmente sucede
con todas las cosas de cuerpo o forma: oscilan de la acción a la reacción, del
nacimiento a la muerte, de la actividad a la inactividad, y de nuevo comienza
el ciclo. Lo mismo pasa con todos los grandes movimientos filosóficos, credos
de cualquier clase, gobiernos, naciones, etc.: nacen, crecen, llegan a su
madurez, decaen, mueren, sólo para renacer de nuevo.
La oscilación pendular es evidente por doquiera.
La noche sigue al día y el día a la noche. El péndulo oscila
del verano al invierno y de éste a aquél. Los corpúsculos, átomos y moléculas y
todas las masas de materia, oscilan en torno del círculo que corresponde a su
naturaleza. No hay tal reposo absoluto o cesación de movimiento. Todo
movimiento participa del Ritmo. Este principio es de aplicación universal.
Puede ser aplicado a cualquier cuestión o fenómeno de las muchas fases de la
vida. Puede aplicarse a todas las fases de la humana actividad. Siempre existe
la oscilación rítmica de un polo a otro. El Péndulo Universal está siempre en
movimiento. Las mareas de la vida fluyen y refluyen de acuerdo con la Ley.
La ciencia moderna reconoce el principio del Ritmo, y lo
considera de aplicación universal en cuanto se refiere a las cosas materiales.
Pero los herméticos llevan el principio mucho más allá y saben que sus
manifestaciones se extienden a las actividades mentales del hombre, y que él
solo explica la gran sucesión de sus modalidades, sentimientos y otros cambios
contundentes que notamos en nosotros mismos. Pero los herméticos, al estudiar
la operación de este principio, han descubierto el modo de substraerse a las
actividades mediante la Transmutación.
Los Maestros Herméticos descubrieron que en tanto que el
principio del Ritmo era invariable, y evidente en todos los fenómenos mentales,
había dos planos de manifestación en lo que a los fenómenos mentales concernía.
Descubrieron que había dos planos generales de conciencia, el Inferior y el
Superior, y este descubrimiento les permitió elevarse al plano superior,
escapando a la oscilación del péndulo rítmico, que se manifestaba en el plano
inferior. En otras palabras, la oscilación del péndulo se produce en el plano
inconsciente y la conciencia no queda, por consiguiente, afectada. A esta ley
la llamaron la Ley de la Neutralización. Su operación consiste en elevar al Ego
sobre las vibraciones del plano inconsciente de la actividad mental, de manera
que la oscilación negativa del péndulo no se manifieste en la conciencia y no
quede uno afectado por ella. Es lo mismo que levantarse por encima de una cosa
y dejar que pase esta por debajo de uno. El instructor o discípulo hermético se
polariza a sí mismo en el polo requerido, y por un procedimiento semejante a
«rehusar» el participar en la oscilación retrógrada, o si se prefiere,
«negando» su influencia sobre él, se mantiene firmemente en su posición
polarizada, y permite al péndulo mental oscilar hacia atrás en el plano
inconsciente. Todo hombre, que en mayor o menor grado, ha adquirido cierto
dominio de sí mismo, realiza esto más o menos conscientemente, impidiendo que
sus modalidades o estados mentales negativos lo afecten, mediante la aplicación
de la ley de la neutralización. El maestro, sin embargo, lleva esto hasta un
grado muchísimo mayor de eficacia y proficiencia, y, mediante su voluntad,
llega a un grado de equilibrio e inflexibilidad mental casi imposible de
concebir por aquellos que se dejan llevar y traer por el péndulo mental de sus
sentimientos y modalidades.
Todo pensador apreciará debidamente la gran importancia del
asunto con sólo considerar lo esclavo que, en su mayoría, la gente es de su
propio estado de ánimo, sentimientos y emociones y el poco dominio de sí mismo
que tienen. A poco que se medite el asunto se comprenderá cuanto nos han
afectado en nuestra vida esas oscilaciones del ritmo; como a un período de
entusiasmo ha seguido un correspondiente período de depresión.
Igualmente, tenemos períodos de valor, que son seguidos de
períodos de desaliento y miedo. Y así sucede con todos o la mayoría por lo
menos: marea de sentimientos y emociones se elevan y caen, pero nunca sospechan
la causa de ese fenómeno. Si se comprende la operación de este principio, se
obtendrá la clave para dominar esas oscilaciones y uno podrá conocerse a sí
mismo mucho mejor, evitando además el dejarse llevar por esos flujos y
reflujos. La voluntad es muy superior a la manifestación consciente de este
principio, por más que el principio mismo nunca puede ser destruido. Podremos
sustraernos a sus efectos, pero, no obstante, el principio obrará. El péndulo
siempre oscila, si bien podemos evitar el ser arrastrados por su oscilación.
Existen, además, otras particularidades en la operación de
este Principio del Ritmo, de las que vamos a hablar ahora. Dentro de su
operación entra lo que se conoce como ley de compensación. Una de las
definiciones o significados de la palabra compensación es «contrabalancear»,
«equilibrar», y en este sentido se emplea dicho término en la Filosofía
Hermética. A esta ley de compensación se refiere El Kybalion cuando
dice: «La medida de la oscilación hacia la derecha es la misma que la de la
oscilación a la izquierda; el ritmo es la compensación».
La ley de compensación es la que hace que la oscilación en
una dirección determine otra oscilación en sentido contrario, y así se
equilibran mutuamente. En el Plano Físico vemos muchos ejemplos de esta ley. El
péndulo de un reloj oscila hasta cierto punto hacia la derecha y de allí vuelve
a oscilar hacia la izquierda otro tanto. Las estaciones se equilibran unas a
otras de la misma manera. Las mareas obedecen a la misma ley. Y la misma ley se
manifiesta en todos los fenómenos del Ritmo. El péndulo que sólo hace una
oscilación corta hacia la derecha, hace otra oscilación corta hacia la
izquierda. Si la oscilación hacia la derecha es grande, la oscilación hacia la
izquierda lo es igualmente, un objeto cualquiera arrojado hacia arriba, tiene
que recorrer exactamente el mismo camino de vuelta. La fuerza con que se lanza
un proyectil hacia arriba se reproduce cuando el proyectil vuelve a la tierra.
Esta ley es constante en el Plano Físico, como cualquier referencia a la mayor
autoridad científica lo corroborará.
Pero el hermético lo lleva aún más allá. Y afirma que los
estados mentales están sujetos a la misma ley. El hombre capaz de gozar
agudamente, es también capaz de sufrir en igual grado. El que sólo es capaz de
escaso dolor, tampoco puede gozar más que escaso placer. El cerdo sufre mentalmente
muy poco; pero, en cambio, tampoco puede gozar gran cosa: está compensado. Por
otra parte, hay animales que gozan extraordinariamente, pero también su sistema
nervioso y temperamento los hacen sufrir extremos grados de dolor. Igualmente
sucede con el hombre. Hay temperamentos que sólo son capaces de muy poco goce,
pero entonces sólo existe, como compensación, una capacidad para soportar muy
poco dolor, en tanto que otros hombres pueden gozar intensamente sufren en
igual grado. La regla es que la capacidad para el placer y el dolor en cada
individuo está equilibrada. La ley de compensación opera ampliamente aquí
también.
Pero el hermético va más allá aún en esta materia, y afirma
que antes de que uno pueda gozar de cierto grado de placer es necesario que
haya oscilado proporcionalmente otro tanto hacia el otro polo del sentimiento o
sensación. El negativo en esta materia precede al positivo; es decir, que al
experimentar cierto grado de placer no se seguirá que «haya que pagarlo» con un
correspondiente grado de dolor; por el contrario, el placer es la oscilación
rítmica, de acuerdo con la ley de compensación, originada por un grado de dolor
experimentado previamente, bien en la vida actual o en encarnaciones
anteriores. Y esto arroja una nueva luz sobre el problema del dolor.
Los herméticos consideran la cadena de vidas como continua,
como simples puertas de una sola vida del individuo, de suerte que la
oscilación rítmica es considerada en esta forma, mientras que no tendría
significado alguno si no se admitiera la doctrina de la reencarnación.
Pero, además, el hermético sostiene que el maestro o el
discípulo avanzado es capaz, en grado superlativo, de rehuir la oscilación
hacia el dolor, realizando el proceso de neutralización a que aludiéramos
anteriormente. Ascendiendo al plano superior del Ego, se evitan muchas de las
experiencias que llegan a los que habitan en planos inferiores.
La ley de compensación desempeña una parte importante en la
vida de los hombres, pues se verá que uno generalmente paga el precio de lo que
tiene o le falta. Si se posee una cosa, falta otra, y así se equilibra la
balanza. Nadie puede guardarse su centavo y tener al mismo tiempo la torta,
todo tiene su lado agradable y desagradable. Las cosas que uno obtiene siempre
las paga con las que pierde. El rico posee mucho de lo que al pobre le falta,
mientras que el pobre posee cosas que frecuentemente están fuera del alcance
del rico. El millonario que gusta de los festines, y que tiene la fortuna
necesaria para satisfacer sus deseos y asegurarse la satisfacción de su gula,
carece del apetito necesario para gustarlos, y envidia el apetito y la
digestión del obrero a quien le falta la fortuna y la inclinación del
millonario, gozando más de su sencillo alimento que el millonario sin apetito y
con el estómago arruinado. Y así sucede con todo en la vida. La ley de
compensación está siempre obrando, equilibrando y contrabalanceando las cosas
continuamente, en la sucesión del tiempo, aunque la oscilación del ritmo tarde
vidas enteras.
Ritmo
«Todo fluye y refluye, todo asciende y desciende; la oscilación
pendular se manifiesta en todas las cosas; la medida del movimiento hacia la
derecha es la misma que el de la oscilación a la izquierda; el Ritmo es la
compensación.»
El Kybalion.
El Quinto Gran Principio Hermético —El Principio del Ritmo—
encierra la verdad de que en todos se manifiesta una oscilación medida,
movimiento de ida y vuelta, un flujo y reflujo, un movimiento semejante al del
péndulo, una marea con suba y baja, manifestándose siempre entre los dos polos
los planos físico, mental y espiritual. El principio del Ritmo está estrechamente
relacionado con el principio de polaridad, descrito en el capítulo anterior. El
ritmo se manifiesta entre los dos polos establecidos por el principio de
polaridad. Esto no significa, sin embargo, que la oscilación rítmica vaya hasta
los extremos de cada polo, pues esto sucede rarísimas veces. En realidad, es
muy difícil establecer los opuestos polares extremos en la mayoría de los
casos.
Pero la oscilación es siempre «hacia» un polo primero, y
después «hacia» el otro.
Siempre hay una acción y una reacción, un avance y un
retroceso, una elevación y una caída, manifestándose en todas las cosas y
fenómenos del universo. Moles, mundos, hombres, animales, vegetales, minerales,
energías, fuerzas, mente, y materia, y hasta el mismo espíritu manifiestan este
principio. El principio se manifiesta en la creación y destrucción de los
mundos, en la elevación y caída de las naciones, en la historia de la vida de
todas las cosas y, finalmente, en los estados mentales del hombre.
Empezando por las manifestaciones del Espíritu —el TODO— se
verá que siempre hay una Emanación, seguida de Absorción, «la respiración y la
aspiración de Brahma», según dicen los brahmines. Los universos se crean,
alcanzan el punto más bajo de maternidad y entonces comienzan la oscilación de
vuelta. Los soles nacen, alcanzan la cumbre de su poder, empieza el progreso de
su retrogresión y después de eones sin cuento se convierten en muertas masas de
materia, esperando otro impulso que imparta en ellos nuevas energías internas y
que los lleve a un nuevo ciclo de vida solar. Y así sucede con todos los
mundos: nacen, crecen y mueren, sólo para renacer de nuevo. E igualmente sucede
con todas las cosas de cuerpo o forma: oscilan de la acción a la reacción, del
nacimiento a la muerte, de la actividad a la inactividad, y de nuevo comienza
el ciclo. Lo mismo pasa con todos los grandes movimientos filosóficos, credos
de cualquier clase, gobiernos, naciones, etc.: nacen, crecen, llegan a su
madurez, decaen, mueren, sólo para renacer de nuevo.
La oscilación pendular es evidente por doquiera.
La noche sigue al día y el día a la noche. El péndulo oscila
del verano al invierno y de éste a aquél. Los corpúsculos, átomos y moléculas y
todas las masas de materia, oscilan en torno del círculo que corresponde a su
naturaleza. No hay tal reposo absoluto o cesación de movimiento. Todo
movimiento participa del Ritmo. Este principio es de aplicación universal.
Puede ser aplicado a cualquier cuestión o fenómeno de las muchas fases de la
vida. Puede aplicarse a todas las fases de la humana actividad. Siempre existe
la oscilación rítmica de un polo a otro. El Péndulo Universal está siempre en
movimiento. Las mareas de la vida fluyen y refluyen de acuerdo con la Ley.
La ciencia moderna reconoce el principio del Ritmo, y lo
considera de aplicación universal en cuanto se refiere a las cosas materiales.
Pero los herméticos llevan el principio mucho más allá y saben que sus
manifestaciones se extienden a las actividades mentales del hombre, y que él
solo explica la gran sucesión de sus modalidades, sentimientos y otros cambios
contundentes que notamos en nosotros mismos. Pero los herméticos, al estudiar
la operación de este principio, han descubierto el modo de substraerse a las
actividades mediante la Transmutación.
Los Maestros Herméticos descubrieron que en tanto que el
principio del Ritmo era invariable, y evidente en todos los fenómenos mentales,
había dos planos de manifestación en lo que a los fenómenos mentales concernía.
Descubrieron que había dos planos generales de conciencia, el Inferior y el
Superior, y este descubrimiento les permitió elevarse al plano superior,
escapando a la oscilación del péndulo rítmico, que se manifestaba en el plano
inferior. En otras palabras, la oscilación del péndulo se produce en el plano
inconsciente y la conciencia no queda, por consiguiente, afectada. A esta ley
la llamaron la Ley de la Neutralización. Su operación consiste en elevar al Ego
sobre las vibraciones del plano inconsciente de la actividad mental, de manera
que la oscilación negativa del péndulo no se manifieste en la conciencia y no
quede uno afectado por ella. Es lo mismo que levantarse por encima de una cosa
y dejar que pase esta por debajo de uno. El instructor o discípulo hermético se
polariza a sí mismo en el polo requerido, y por un procedimiento semejante a
«rehusar» el participar en la oscilación retrógrada, o si se prefiere,
«negando» su influencia sobre él, se mantiene firmemente en su posición
polarizada, y permite al péndulo mental oscilar hacia atrás en el plano
inconsciente. Todo hombre, que en mayor o menor grado, ha adquirido cierto
dominio de sí mismo, realiza esto más o menos conscientemente, impidiendo que
sus modalidades o estados mentales negativos lo afecten, mediante la aplicación
de la ley de la neutralización. El maestro, sin embargo, lleva esto hasta un
grado muchísimo mayor de eficacia y proficiencia, y, mediante su voluntad,
llega a un grado de equilibrio e inflexibilidad mental casi imposible de
concebir por aquellos que se dejan llevar y traer por el péndulo mental de sus
sentimientos y modalidades.
Todo pensador apreciará debidamente la gran importancia del
asunto con sólo considerar lo esclavo que, en su mayoría, la gente es de su
propio estado de ánimo, sentimientos y emociones y el poco dominio de sí mismo
que tienen. A poco que se medite el asunto se comprenderá cuanto nos han
afectado en nuestra vida esas oscilaciones del ritmo; como a un período de
entusiasmo ha seguido un correspondiente período de depresión.
Igualmente, tenemos períodos de valor, que son seguidos de
períodos de desaliento y miedo. Y así sucede con todos o la mayoría por lo
menos: marea de sentimientos y emociones se elevan y caen, pero nunca sospechan
la causa de ese fenómeno. Si se comprende la operación de este principio, se
obtendrá la clave para dominar esas oscilaciones y uno podrá conocerse a sí
mismo mucho mejor, evitando además el dejarse llevar por esos flujos y
reflujos. La voluntad es muy superior a la manifestación consciente de este
principio, por más que el principio mismo nunca puede ser destruido. Podremos
sustraernos a sus efectos, pero, no obstante, el principio obrará. El péndulo
siempre oscila, si bien podemos evitar el ser arrastrados por su oscilación.
Existen, además, otras particularidades en la operación de
este Principio del Ritmo, de las que vamos a hablar ahora. Dentro de su
operación entra lo que se conoce como ley de compensación. Una de las
definiciones o significados de la palabra compensación es «contrabalancear»,
«equilibrar», y en este sentido se emplea dicho término en la Filosofía
Hermética. A esta ley de compensación se refiere El Kybalion cuando
dice: «La medida de la oscilación hacia la derecha es la misma que la de la
oscilación a la izquierda; el ritmo es la compensación».
La ley de compensación es la que hace que la oscilación en
una dirección determine otra oscilación en sentido contrario, y así se
equilibran mutuamente. En el Plano Físico vemos muchos ejemplos de esta ley. El
péndulo de un reloj oscila hasta cierto punto hacia la derecha y de allí vuelve
a oscilar hacia la izquierda otro tanto. Las estaciones se equilibran unas a
otras de la misma manera. Las mareas obedecen a la misma ley. Y la misma ley se
manifiesta en todos los fenómenos del Ritmo. El péndulo que sólo hace una
oscilación corta hacia la derecha, hace otra oscilación corta hacia la
izquierda. Si la oscilación hacia la derecha es grande, la oscilación hacia la
izquierda lo es igualmente, un objeto cualquiera arrojado hacia arriba, tiene
que recorrer exactamente el mismo camino de vuelta. La fuerza con que se lanza
un proyectil hacia arriba se reproduce cuando el proyectil vuelve a la tierra.
Esta ley es constante en el Plano Físico, como cualquier referencia a la mayor
autoridad científica lo corroborará.
Pero el hermético lo lleva aún más allá. Y afirma que los
estados mentales están sujetos a la misma ley. El hombre capaz de gozar
agudamente, es también capaz de sufrir en igual grado. El que sólo es capaz de
escaso dolor, tampoco puede gozar más que escaso placer. El cerdo sufre mentalmente
muy poco; pero, en cambio, tampoco puede gozar gran cosa: está compensado. Por
otra parte, hay animales que gozan extraordinariamente, pero también su sistema
nervioso y temperamento los hacen sufrir extremos grados de dolor. Igualmente
sucede con el hombre. Hay temperamentos que sólo son capaces de muy poco goce,
pero entonces sólo existe, como compensación, una capacidad para soportar muy
poco dolor, en tanto que otros hombres pueden gozar intensamente sufren en
igual grado. La regla es que la capacidad para el placer y el dolor en cada
individuo está equilibrada. La ley de compensación opera ampliamente aquí
también.
Pero el hermético va más allá aún en esta materia, y afirma
que antes de que uno pueda gozar de cierto grado de placer es necesario que
haya oscilado proporcionalmente otro tanto hacia el otro polo del sentimiento o
sensación. El negativo en esta materia precede al positivo; es decir, que al
experimentar cierto grado de placer no se seguirá que «haya que pagarlo» con un
correspondiente grado de dolor; por el contrario, el placer es la oscilación
rítmica, de acuerdo con la ley de compensación, originada por un grado de dolor
experimentado previamente, bien en la vida actual o en encarnaciones
anteriores. Y esto arroja una nueva luz sobre el problema del dolor.
Los herméticos consideran la cadena de vidas como continua,
como simples puertas de una sola vida del individuo, de suerte que la
oscilación rítmica es considerada en esta forma, mientras que no tendría
significado alguno si no se admitiera la doctrina de la reencarnación.
Pero, además, el hermético sostiene que el maestro o el
discípulo avanzado es capaz, en grado superlativo, de rehuir la oscilación
hacia el dolor, realizando el proceso de neutralización a que aludiéramos
anteriormente. Ascendiendo al plano superior del Ego, se evitan muchas de las
experiencias que llegan a los que habitan en planos inferiores.
La ley de compensación desempeña una parte importante en la
vida de los hombres, pues se verá que uno generalmente paga el precio de lo que
tiene o le falta. Si se posee una cosa, falta otra, y así se equilibra la
balanza. Nadie puede guardarse su centavo y tener al mismo tiempo la torta,
todo tiene su lado agradable y desagradable. Las cosas que uno obtiene siempre
las paga con las que pierde. El rico posee mucho de lo que al pobre le falta,
mientras que el pobre posee cosas que frecuentemente están fuera del alcance
del rico. El millonario que gusta de los festines, y que tiene la fortuna
necesaria para satisfacer sus deseos y asegurarse la satisfacción de su gula,
carece del apetito necesario para gustarlos, y envidia el apetito y la
digestión del obrero a quien le falta la fortuna y la inclinación del
millonario, gozando más de su sencillo alimento que el millonario sin apetito y
con el estómago arruinado. Y así sucede con todo en la vida. La ley de
compensación está siempre obrando, equilibrando y contrabalanceando las cosas
continuamente, en la sucesión del tiempo, aunque la oscilación del ritmo tarde
vidas enteras.
Causalidad
«Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo
ocurre de acuerdo con la ley. Azar no es más que el nombre que se le da a la
ley no reconocida; hay muchos planos de causalidad, pero ninguno escapa a la
ley.»
El Kybalion.
EL Sexto Gran Principio Hermético —el principio de Causa y
Efecto— encierra la verdad de que nada sucede casualmente; que la casualidad es
sólo un término que indica la existencia de una causa no reconocida o
percibida; que el fenómeno es continuo, sin soluciones de continuidad.
El Principio de Causa y Efecto está tras todo pensamiento
científico, antiguo o moderno, y fue enunciado por los Instructores Herméticos
de los tiempos primitivos.
Y si bien han surgido muchas discusiones y disputas entre
las varias escuelas de pensamiento, esas disputas han versado especialmente
sobre los detalles de la operación del citado principio, y también sobre el
significado de determinadas palabras. El inmanente principio de Causa y Efecto
ha sido aceptado como correcto por todos los pensadores del mundo que merecen
realmente tal calificativo. Pensar de otra manera sería sacar el fenómeno del
universo del dominio de la ley y del orden, relegándolo a ese algo imaginario
al que el hombre ha dado el nombre de casualidad.
Un poco de meditación evidenciaría que no existe
absolutamente tal casualidad. Webster define la palabra casualidad diciendo
que: «es un supuesto agente o modo de actividad diferente de una fuerza, ley o
propósito; la operación o actividad de dicho agente; el efecto supuesto de tal
agente; un suceso, una cosa fortuita, una casualidad, etc.». Pero un poco de
meditación demostrará que no puede existir dicho agente casual, en el sentido
de algo externo y fuera de la ley, algo aparte de la causa y del efecto.
¿Cómo podría existir algo actuando en el universo fenomenal,
independiente de las leyes, del orden y de la continuidad del último? Tal
agente sería algo completamente independiente del tren coordinado del universo,
y, por consiguiente, sería superior a él. No podemos imaginar nada fuera del
TODO, más allá de la ley, y esto porque el TODO es precisamente la ley en sí
mismo. No hay sitio en el universo para nada externo o independiente de la ley.
La existencia de algo semejante convertiría a todas las leyes naturales en
inefectivas, y sumergiría al universo todo en el desorden más caótico.
Un examen cuidadoso demostrará que lo que llamamos
casualidad es meramente una expresión concerniente a causas oscuras, causas que
no podemos percibir, causas que no podemos comprender. La palabra casualidad se
deriva de una frase que significa «echar los dados», siendo la idea encerrada
que la caída es meramente una ocurrencia, sin relación con causa alguna. Y en
este sentido suele emplearse la palabra en cuestión. Pero cuando se examina el
asunto detalladamente se verá que no hay tal casualidad absolutamente en la
caída de un dado. Cada vez que cae el dado mostrando cierto número, obedece a
una ley tan infalible como la que gobierna la revolución de los planetas en
torno del Sol. Tras la caída del dado existen causas, o cadenas de causas,
eslabones en ininterrumpida sucesión, hasta donde la mente no puede alcanzar.
La posición del dado en la caja, la suma de energía muscular empleada al
arrojarlo, el estado de la mesa, etc., son otras tantas causas cuyo efecto
puede verse. Pero, tras éstas, hay encadenamiento de causas invisibles
precedentes, todas las cuales obran sobre el número que el dado debe mostrar en
su cara superior.
Si se arrojan los dados un gran número de veces, se verá que
los puntos marcados son casi iguales, esto es, que habrá igual número de unos,
de dos, etc. Arrójese una moneda al aire, y al caer dará cara o cruz. Pero si
se arroja un número de veces suficiente, las caras y las cruces se igualarán.
Pero todo cae bajo la operación de la Ley de Causa y Efecto, y si pudiéramos
examinar todo el eslabonamiento de causas veríamos claramente que era
sencillamente imposible que el dado cayera en otra forma que en la que cayó,
bajo las mismas circunstancias y al mismo tiempo. Siendo las mismas causas, se
produce siempre el mismo resultado. Toda ocurrencia tiene su causa y su porqué.
Nada ocurre sin causa, o, mejor dicho, sin una cadena de causas.
Al considerar este principio muchos se quedan confusos,
porque no pueden explicar como una cosa puede ser causa de otra, esto es, ser
la primera creadora de la segunda. En realidad, ninguna cosa puede producir o
crear otra. La causa y el efecto residen meramente en los sucesos. Un suceso o
acontecimiento es lo que viene, llega u ocurre como consecuencia o resultado de
un acontecimiento o evento anterior. Ningún acontecimiento crea otro, sino que
no es nada más que el eslabón precedente en la gran cadena coordenada de
sucesos que fluyen de la energía creadora del TODO. Hay una continuidad de
solución entre todos los acontecimientos precedentes, consecuentes y subsecuentes.
Existe siempre una relación entre todo lo que ha pasado y todo lo que sigue.
Una piedra se desprende de la montaña y se aplasta contra el tejado de una
granja situada en el valle vecino. A primera vista parece obra de la
casualidad; pero si se examina la materia se encontrará una gran cadena de
causas tras ese acontecimiento. En primer lugar estaba la lluvia que ablandó la
tierra que sostenía a la piedra, permitiéndole así caer; antes de esa causa
estaba la influencia precedente del Sol y de otras lluvias, las que
gradualmente fueron desintegrando la piedra de la roca; antes aún, estaban las
causas que contribuyeron o produjeron la formación de la montaña y su elevación
sucesiva por medio de las convulsiones de la Naturaleza, y así ad infinitum.
Además podemos revisar las causas de la lluvia, podemos
considerar la existencia del tejado. En una palabra, pronto nos encontraríamos
envueltos en un laberinto de causas y efectos del que pronto tendríamos que
luchar para escaparnos.
Así como un hombre tiene dos padres y cuatro abuelos y ocho
bisabuelos, y dieciséis tatarabuelos y así sucesivamente, de manera que al cabo
de cuarenta generaciones se calcula el número de antecesores en muchos
millones, así también suceden con el número de causas que subyacen tras el
suceso o fenómeno más nimio, tal como el paso de un liviano trocito de carbón
llevado por el viento. No es nada fácil seguir la pista de esa partícula de
hollín hasta los primitivos períodos de la historia del mundo, cuando formaba
parte de un macizo tronco, que más tarde se convirtió en carbón, y así
sucesivamente, hasta el momento en que pasaba volando ante nosotros en busca de
otras muchas aventuras. Y una poderosísima cadena de acontecimientos, de causas
y efectos, la llevó hasta su actual condición, y ésta no es más que uno de los
tantos sucesos de la cadena, y que seguirán produciendo más y más eventos
durante centenares y centenares de años a contar desde ahora. Una de las series
de acontecimientos originados por esa partícula de hollín flotante ha sido el
escribir estas líneas, lo que ha obligado a un tipógrafo a realizar cierto
trabajo; esto despertará en vuestras mentes ciertos pensamientos, así como en
las de los demás, los que a su vez afectarán a otros, y así sucesivamente,
hasta donde la mente no puede alcanzar, y todo por el simplismo vuelito de una
partícula de hollín, todo lo cual muestra la relatividad y asociación de las
cosas y la deducción consiguiente de que nada hay grande ni pequeño en la mente
que todo lo creó.
Meditemos un momento. Si cierto hombre no hubiera encontrado
a cierta mujer en la obscura Edad de Piedra, vos, que estáis ahora leyendo
estas líneas, no estaríais ahora aquí. Y si, quizá, la misma pareja no se
hubiera encontrado, los que escribimos estas líneas tampoco estaríamos aquí. Y
el mismo hecho de que nosotros, por nuestra parte, escribamos, y de que vos
leáis por la vuestra, afectará no solamente nuestras propias vidas, sino que
también tendrá un efecto directo o indirecto sobre muchas otras personas que
viven actualmente o que vivirán en las edades por venir. Todo pensamiento
generado en nuestra mente, todo acto realizado, tiene sus resultados directos e
indirectos, que se eslabonan coordinadamente en la gran cadena de Causas y
Efectos.
No deseamos entrar a discutir sobre el libre albedrío y el
determinismo, en esta obra, por múltiples razones. Entre otras muchas, la
principal es que ningún lado del asunto es completamente exacto, siendo en realidad
ambos parcialmente verdad, de acuerdo con las enseñanzas herméticas. El
Principio de Polaridad demuestra que ambos aspectos son medias‑verdades: los
opuestos polos de la verdad. La verdad es que el hombre puede ser a la vez
libre y limitado por la necesidad, dependiendo todo del significado de los
términos y de la altura de la verdad desde la cual se examine el asunto. Los
antiguos escritores expresaban el punto diciendo que: «Cuanto más lejana está
la creación del Centro, tanto más limitada está. Cuanto más próxima está del
Centro, tanto más libre está».
Los hombres en su mayoría, son más o menos esclavos de la
herencia, del medio ambiente, etc., y manifiestan muy poco libre albedrío. Se
ven arrastrados por las opiniones, costumbres y pensamientos del mundo externo,
así como también por sus emociones, sentimientos y modalidades. No manifiestan
el menor dominio de sí mismo que merezca ese nombre. Y con indignación rechazan
esa afirmación diciendo: «Yo puedo obrar ciertamente con plena libertad y hacer
lo que se me dé la gana; hago precisamente lo que quiero hacer». Pero no pueden
explicar por qué o de donde viene el «necesito» y me «gusta». ¿Qué es lo que
les hace querer una cosa con preferencia a otra? ¿Qué es lo que les hace
«gustar» una cosa y no otra? ¿No hay ninguna «razón» para sus «gustos» y
«necesidades»? El maestro puede transformar los «agrados y «necesidades» en
otros en el extremo opuesto de su polo mental. Puede y tiene la capacidad de
«querer, querer» en vez de querer porque algún sentimiento, modalidad, emoción
o sugestión del medio ambiente despierte en él una tendencia o deseo de hacer
tal o cual cosa.
La mayoría de los hombres es arrastrada como si fuera una
piedra, obedeciendo al medio ambiente, a las influencias externas y a las modalidades,
deseos y emociones internas, etc., por no hablar de los deseos y voluntades de
los demás que son más fuertes. La herencia, el medio ambiente y las sugestiones
los arrastran sin la menor resistencia por su parte, sin que ejerciten en modo
alguno su voluntad. Movidos como las fichas en el tablero de ajedrez de la
vida, desempeñan su parte y se quedan a un lado después del juego. Pero los
Maestros, que conocen las reglas del juego, se elevan por encima del plano de
la vida material, y colocándose en contacto con los poderes superiores de sus
naturalezas dominan sus propias modalidades, caracteres, cualidades y
polaridades, así como el medio ambiente que los rodee, haciéndose en esta forma
directores del juego en vez de meras fichas: Causas en vez de Efectos. Los
Maestros no se libran de la causalidad en los planos superiores, sino que están
bajo el contralor de esas más elevadas leyes, y haciendo uso de éstas se hacen
dueños de las circunstancias en los planos inferiores. De esta manera forman
una parte consciente de la Ley, en vez de ser sus ciegos instrumentos. Mientras
obedecen y sirven en los Planos Superiores, dominan y son dueños del plano
material.
Pero, tanto arriba como abajo, la Ley está siempre en
operación. No existe tal casualidad o azar. La ciega diosa ha sido abolida por
la razón. Ahora podemos ver, con ojos iluminados por el conocimiento, que todo
está gobernado por la ley universal y que el infinito número de leyes no es más
que manifestaciones de la Única Gran Ley: la Ley que es el TODO. Es, pues, muy
cierto que ni siquiera un gorrión deja de estar presente en la Mente del TODO,
que hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados, según dicen las
escrituras. Nada hay fuera de la ley; nada ocurre en contra de ella. Pero, a
pesar de ello, no se vaya a caer en el error de que el hombre es un autómata
ciego, al contrario. La doctrina hermética dice que el hombre puede emplear la
Ley contra las leyes, que lo superior siempre prevalecerá contra lo inferior,
hasta que el hombre haya alcanzado aquel estado en el que buscará refugio en la
LEY misma y podrá evadirse de todas las leyes fenomenales. ¿Se puede comprender
el significado íntimo, interno, de esto?.
Género
«El género está en todo, todo tiene su principio masculino y
femenino; el género se manifiesta en todos los planos.»
El Kybalion.
EL Séptimo Gran Principio Hermético —el Principio de Género—
encierra la verdad de que el género se manifiesta en todas las cosas, de que
los principios masculinos y femeninos están siempre presentes en plena
actividad en todos los fenómenos y en cada uno de los planos de la vida. En
este punto es bueno llamar la atención sobre el hecho de que el Género, en su
sentido hermético, y el sexo, en la acepción ordinariamente aceptada del
término, no son lo mismos.
La palabra «género» deriva de la raíz latina que significa
«concebir, procrear, generar, crear, producir». Un momento de consideración
sobre el asunto demostrará que esa palabra tiene un significado mucho más
amplio y general que el término «sexo», pues este se refiere a las distinciones
físicas entre los seres machos y hembras. El sexo no es más que una mera
manifestación del Género en cierto plano del Gran Plano Físico: el de la vida
orgánica. Es necesario que esta distinción se imprima en la mente, porque
ciertos escritores que han adquirido algunas nociones de filosofía hermética
han tratado de identificar este séptimo principio con estúpidas y a veces
reprensibles teorías y enseñanzas concernientes al sexo.
El oficio del género es solamente el de crear, producir,
generar, etc., y sus manifestaciones son visibles en todos los planos
fenomenales. Es un tanto difícil aportar pruebas de esto siguiendo las líneas
científicas, porque la ciencia no ha reconocido todavía a este principio como
de aplicación universal. Pero, así y todo, van produciéndose algunas pruebas
provenientes de fuentes científicas. En primer lugar, encontramos una
manifestación distinta del Principio del Género entre los corpúsculos, iones o
electrones, que constituyen las bases de la materia como la ciencia lo reconoce
actualmente, y que, al constituir determinadas combinaciones, forman el átomo,
que anteriormente se consideraba como el punto final e indivisible.
La última palabra de la ciencia es que el átomo está
compuesto por una multitud de corpúsculos, electrones o iones (diversos nombres
de la misma cosa), que giran unos en torno de otros y vibran con un elevado
grado de intensidad. Pero se postula además que la formación del átomo se debe
realmente a que los corpúsculos negativos se pongan a girar en torno de uno
positivo. Los corpúsculos positivos parecen ejercer cierta influencia sobre los
negativos, impulsando a estos a constituir ciertas combinaciones que dan como
resultado la «creación» o «generación» de un átomo. Y esto está perfectamente
de acuerdo con las más antiguas enseñanzas herméticas, que han identificado
siempre al principio masculino del género con lo «positivo» y al femenino con
lo «negativo», como en la electricidad, por ejemplo.
Puédese agregar ahora que la mente pública se ha formulado
una impresión completamente errónea sobre las cualidades del llamado «polo
negativo» de la materia electrizada o magnetizada. Los términos positivos y
negativos han sido pésimamente aplicados a este fenómeno. La palabra «positivo»
significa algo real y fuerte en comparación con la irrealidad o debilidad del
negativo. Pero nada está más lejos de los hechos reales de los fenómenos
eléctricos. El polo negativo de la batería es realmente el polo en y por el
cual se manifiesta la generación o producción de formas y energías nuevas. Nada
hay de «negativo» en él. Los hombres de ciencia de mayor autoridad están
actualmente empleando la palabra «cátodo» en vez de «negativo», derivando
cátodo de una raíz griega que significa «desciende, el recorrido o camino de la
generación», etc. Del cátodo emerge el torbellino de electrones o corpúsculos;
del mismo polo surgen esos maravillosos «rayos» que han revolucionado las
concepciones científicas durante la pasada década. El polo catódico es la madre
de todos los extraños fenómenos que han convertido en inútiles a los antiguos
libros de texto y que han hecho que teorías mucho tiempo aceptadas hayan sido
relegadas al montón de los desechos de las especulaciones científicas. El
cátodo, o polo negativo, es el principio madre de los Fenómenos Eléctricos y de
las más sutiles formas de materia que la ciencia conoce actualmente. De manera,
pues, que existen poderosas razones que impulsan a rechazar el término
«negativo», insistiendo en sustituirlo por la palabra «femenino» en vez del
término antiguo. Los hechos nos conducen a esto, sin tener en cuenta para nada
la doctrina hermética, y, por consiguiente, emplearemos la palabra «femenino»
en vez de «negativo» al hablar de dicho polo de actividad.
Las últimas enseñanzas científicas dicen que los corpúsculos
o electrones creadores son femeninos. (La ciencia dice que «están compuestos
por electricidad negativa» y nosotros que están compuestos por energía
femenina).
Un corpúsculo femenino se destaca, o mejor dicho, deja a un
corpúsculo masculino y comienza una nueva carrera. Activamente busca una unión
con un corpúsculo masculino, animado por el impulso natural a crear nuevas
formas de materia o energía. Cierto autor va aún más lejos y dice que
«enseguida busca, por su propia voluntad, una unión»… este desprendimiento y
unión forman la base de la mayor parte de las actividades en el mundo químico.
Cuando un corpúsculo femenino se une a otro masculino, empieza determinado
proceso. Las partículas femeninas vibran más intensamente bajo la influencia de
la energía masculina y giran rápidamente en torno de esta última. El resultado
es el nacimiento de un nuevo átomo. Este nuevo átomo está compuesto realmente
por una unión de electrones masculinos y femeninos, pero cuando la unión se
efectúa el átomo es una cosa separada, que posee ciertas propiedades, pero que
ya no manifiesta más la propiedad de electricidad en libertad. El proceso del
desprendimiento o separación de los electrones femeninos se llama «ionización».
Estos electrones o corpúsculos son los obreros más activos en el campo de la
Naturaleza. De sus uniones o combinaciones surgen las diversas manifestaciones
de la luz, del calor, de la electricidad, del magnetismo, de la atracción, de
la repulsión, de las afinidades químicas y sus contrarios, así como otros
fenómenos de índole similar. Y todo surge de la operación del principio de
género en el plano de la energía.
El papel del principio masculino parece ser el de dirigir a
cierta energía inherente hacia el principio femenino, poniendo así en actividad
el proceso creador. Pero el principio femenino es el único que ejecuta siempre
el trabajo activo creador en todos los planos absolutamente. Pero, sin embargo,
cada principio es incapaz de energía operadora sin la ayuda del otro. En
algunas de las formas de la vida los dos principios se combinan en un solo
organismo. Por esta razón, todo en el mundo orgánico manifiesta ambos géneros:
siempre está el principio masculino presente en la forma femenina. Las
enseñanzas herméticas comprenden en gran parte la operación de los dos
principios del género en la producción y manifestación de las diversas formas
de energía, etc., pero no es necesario entrar en detalles sobre el mismo en
este asunto, pues no es posible endosarlas momentáneamente con pruebas
científicas que aún no existen, debido a que la ciencia no ha progresado
todavía suficientemente. Pero el ejemplo expuesto sobre los fenómenos de los
electrones o corpúsculos demuestra que la ciencia está en el verdadero camino y
también da una idea general sobre los principios subyacentes.
Algunos investigadores científicos han anunciado su creencia
de que, en la formación de los cristales, se encuentra algo que corresponde a
una especie de actividad sexual, lo que es una prueba más de la dirección de
donde sopla el viento actualmente sobre el campo de la ciencia.
Y cada año que pasa aportará nuevos hechos que corroborarán
la exactitud del Principio Hermético de Género. Se encontrará que el género
está en operación constante, manifestándose en todo el campo de la materia
inorgánica, así como en el campo de la energía o fuerza. La electricidad se considera
actualmente como «algo» en lo que todas las demás formas de energía se mezclan
o disuelven. La Teoría Eléctrica del Universo es la última doctrina científica
emitida, y está adquiriendo rápidamente gran popularidad y aceptación. Y de
esto se deduce que, si hemos podido descubrir en el fenómeno de la
electricidad, en la misma raíz o fuente de sus manifestaciones, una evidencia clara
e inequívoca de la presencia del género y de sus actividades, se puede afirmar
sin miedo que la ciencia llegará, últimamente, a ofrecer pruebas de la
existencia, en todos los fenómenos del universo, de ese gran principio
hermético: el Principio de Género.
No es necesario perder el tiempo hablando del conocido
fenómeno de la «atracción y de la repulsión» de los átomos, de la afinidad
química, de los amores y odios de las moléculas, de la atracción o cohesión
entre las partículas de la materia. Esos hechos son harto conocidos como para
exigir mayores comentarios. Pero, ¿se ha pensado alguna vez en que todas esas
cosas no son más que manifestaciones del principio de Género? ¿No se ve
claramente que el fenómeno es general, trátese de corpúsculos, moléculas o electrones?
Y todavía más: ¿no es enteramente razonable y lógica la enseñanza hermética que
afirma que la misma ley de la gravitación —esa extraña atracción por la cual
todas las partículas y cuerpos en el universo tienden unos hacia otros— no es
sino otra manera de manifestarse del principio del género, que opera en la
dirección de atraer las energías masculinas hacia las femeninas y viceversa? No
es posible ofrecer pruebas científicas por el momento, pero si se examinan los
fenómenos a la luz de las doctrinas herméticas sobre el asunto se verá que no
existe hipótesis alguna mejor que la actual, que explique los problemas.
Sométanse todos los fenómenos físicos a la prueba, y se verá que el principio
del género se hace evidente.
TRES INICIADOS
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