La inteligencia emocional es la capacidad para reconocer
sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. Este término se
hizo popular gracias a Daniel Goleman, con su célebre libro: Emotional
Intelligence, publicado en 1995. Goleman estima que la inteligencia emocional
se puede organizar en torno a cinco capacidades: conocer las emociones y
sentimientos propios, manejarlos, reconocerlos, crear la propia motivación, y
gestionar las relaciones.
Aunque las definiciones populares de inteligencia hacen
hincapié en los aspectos cognitivos, tales como la memoria y la capacidad de
resolver problemas, varios influyentes investigadores en el ámbito del estudio
de la inteligencia comienzan a reconocer la importancia de los aspectos no
cognitivos. Thorndike, en 1920, utilizó el término inteligencia social para
describir la habilidad de comprender y motivar a otras personas. David Wechsler en 1940, describe la influencia
de factores no intelectivos sobre el comportamiento inteligente, y sostiene,
además, que nuestros modelos de inteligencia no serán completos hasta que no
puedan describir adecuadamente estos factores.
En 1983, Howard Gardner, en su Teoría de las inteligencias
múltiples Frames of Mind: The Theory of Multiple Intelligences introdujo la idea de incluir tanto la
inteligencia interpersonal (la capacidad para comprender las intenciones,
motivaciones y deseos de otras personas) y la inteligencia intrapersonal (la
capacidad para comprenderse uno mismo, apreciar los sentimientos, temores y
motivaciones propios). Para Gardner, los indicadores de inteligencia, como el
CI, no explican plenamente la capacidad cognitiva. Por lo tanto, aunque los nombres dados al
concepto han variado, existe una creencia común de que las definiciones
tradicionales de inteligencia no dan una explicación exhaustiva de sus
características. Otro de los orígenes de la inteligencia emocional está en
Joseph Ledoux, como influencia más reciente, a partir de su libro "El
cerebro emocional (1996), en él divulga sus hallazgos acerca de los circuitos
neuronales del cerebro y afirma que la emoción precede al pensamiento, también
explica por qué los procesos de raciocinio que tienen lugar en el neocórtex van
muchas veces a la zaga o en contra de los impulsos de la amígdala.
El primer uso del
término inteligencia emocional generalmente es atribuido a Wayne Payne, citado
en su tesis doctoral: Un estudio de las emociones: El desarrollo de la
inteligencia emocional (1985). Sin
embargo, el término "inteligencia emocional" había aparecido antes en
textos de Leuner (1966). Greenspan también presentó en 1989 un modelo de IE,
seguido por Salovey y Mayer (1990) y Goleman (1995).
La relevancia de las emociones en los resultados del trabajo
y la investigación sobre el tema siguió ganando impulso, pero no fue hasta la
publicación del célebre libro de Daniel Goleman: Inteligencia emocional: ¿Por
qué puede importar más que el concepto de cociente intelectual?, cuando se
popularizó En 1995, la revista
"Time" fue el primer medio de comunicación interesado en la IE que
publicó un relevante artículo de Nancy Gibbs sobre el libro de Goleman. A
partir de entonces comenzaron a aparecer cada vez con mayor frecuencia
artículos sobre el tema, desde muy diversas entidades académicas y puntos de
venta populares.
La región más primitiva del cerebro es el tronco encefálico,
que regula las funciones vitales básicas, como la respiración o el metabolismo,
y lo compartimos con todas aquellas especies que disponen de sistema nervioso,
aunque sea muy rudimentario. De este cerebro primitivo emergieron los centros
emocionales que, millones de años más tarde, dieron lugar al cerebro pensante:
el neocórtex. El hecho de que el cerebro emocional sea muy anterior al racional
y que éste sea una derivación de aquél, revela con claridad las auténticas
relaciones existentes entre el pensamiento y el sentimiento.
Neocórtex es la parte más nueva de la corteza cerebral que
sirve como el centro de las funciones mentales superiores para los seres
humanos. La neocorteza contiene unos 100 mil millones de células, cada una con
entre 1.000 y 10.000 sinapsis (conexiones), y tiene alrededor de 100 millones
de metros de cableado, todo ello incluido en una estructura del tamaño y grosor
de una servilleta de cena formal. Las células de la corteza cerebral están
dispuestos en seis capas, dentro de la cual las diferentes regiones permitir la
visión, el oído, el tacto, el sentido del equilibrio, el movimiento, las
respuestas emocionales y cada hazaña otro de la cognición. (http://www.medterms.com/script/main/art.asp?articlekey=25283)
El cerebro humano consta de tres formaciones o cerebros
independientes. Cada uno de estos cerebros posee su propia inteligencia, su
propia subjetividad individual, su propio sentido del tiempo y el espacio y su
propia memoria, además de otras funciones. Estos tres cerebros son, en orden de
evolución, el cerebro reptiliano, el límbico y el neocórtex. Los tres cerebros
están interconectados a nivel neuronal y bioquímico y cada uno controla
distintas funciones de nuestro cuerpo, afectando directamente a nuestra salud,
bienestar y rendimiento personal, profesional o académico.
El reptiliano regula
las funciones fisiológicas involuntarias de nuestro cuerpo y es el responsable
de la parte más primitiva de reflejo-respuesta. No piensa ni siente emociones,
sólo actua cuando nuestro cuerpo se lo pide: control hormonal y de la
temperatura, hambre, sed, motivación reproductiva, respiración… Por encima del
reptiliano, tenemos el sistema límbico, almacén de nuestras emociones y
recuerdos. En él se encuentra la amígdala, considerada la base de la memoria
afectiva. Entre las funciones y las motivaciones del límbico están el miedo, la
rabia, el amor maternal, las relaciones sociales, los celos… Por último,
tenemos el neocórtex o cerebro racional, que es quien permite tener conciencia
y controla las emociones, a la vez que desarrolla las capacidades cognitivas:
memorización, concentración, autoreflexión, resolución de problemas, habilidad
de escoger el comportamiento adecuado… es la parte consciente de la persona,
tanto a nivel fisiológico como emocional. Para hacerlo más fácil y
comprensible, agruparemos el primer y el segundo cerebro y lo llamaremos
cerebro emocional inconsciente; y al tercero, lo llamaremos cerebro racional
consciente. (http://www.healthmanaging.com/blog/los-tres-cerebros-reptiliano-limbico-y-neocortex/)
El cerebro reptiliano es el más antiguo de los cerebros.
Consta de dos hemisferios al igual que el neocortex, y puede ser que
funcionalmente se relacione con los hemisferios derecho e izquierdo del
neocortex. El cerebro reptiliano se compone de la parte superior de la médula
espinal y los ganglios basales, el diencéfalo, y las partes del cerebro medio -
todo lo cual reposa encima de la columna vertebral como un botón, en el centro
de nuestras cabezas.
Representa un núcleo fundamental del sistema nervioso y se
deriva de una forma de reptil parecido al mamífero que alguna vez repto
ampliamente en el mundo, pero desapareció durante el período Triásico habiendo
establecido el vínculo evolutivo entre los dinosaurios y los mamíferos. Todos
los mamíferos modernos tienen este sistema reptil, incluyendo los humanos.
En primer lugar, entre los rasgos generados por el cerebro
reptiliano, está la vía para establecer y defender el territorio. Esto es
impulsado por un muy, muy potente "deseo de poder", ejemplificado
entre los lagartos por el comportamiento ritual de dos lagartos del arco iris
que compiten por dominar. Estos animales tienen hermosos colores y al igual que
muchos lagartos, utilizan cabeceos, y flexiones de brazos [“lagartijas”]
enérgicas, agresivas, cortejos y despliegue de saludos.
Al menos cinco conductas humanas se originan en el cerebro reptil.
Estas se han señalado como isopraxic, conservación, re-creación, tropistic, y
engañoso. Sin definirlos, me limitaré a decir que en las actividades humanas
encuentran expresión en:
-
el comportamiento obsesivo-compulsivo
-
rituales personales diarios y actos
supersticiosos
-
conformidad servil a las viejas formas de hacer
las cosas
-
re-creaciones ceremoniales
-
obediencia sin precedentes, tanto en asuntos
legales, religiosos, culturales u otros
-
responder a representaciones parciales
(coloración, "extrañeza", etc.), ya sea vivo o inanimado
-
y todo tipo de engaños
Todas las películas y lo
relacionado con televisión son proyección del cerebro reptil. ¿Cómo es esto? El
cine y la televisión (juegos de vídeo, etc.) son sin lugar a dudas ensueños, no
sólo en su presentación de simbólica-realidad, sino también en que, los seres humanos
experimentando películas, etc., tienen los mismos patrones cerebrales de onda,
que cuando están soñando. Y adivina en donde se origina el soñar, en tu cabeza?
En el cerebro reptiliano (aunque otras partes de nuestro cerebro están
involucradas). (http://www.bibliotecapleyades.net/sumer_anunnaki/reptiles/reptiles76.htm)
El neocórtex permite un aumento de la sutileza y la
complejidad de la vida emocional, aunque no gobierna la totalidad de la vida
emocional porque, en estos asuntos, delega su cometido en el sistema límbico.
Esto es lo que confiere a los centros de la emoción un poder extraordinario
para influir en el funcionamiento global del cerebro, incluyendo a los centros
del pensamiento.
La amígdala cerebral y el hipocampo fueron dos piezas clave
del primitivo «cerebro olfativo» que, a lo largo del proceso evolutivo, terminó
dando origen al córtex y posteriormente al neocórtex. La amígdala tiene forma
de almendra con estructuras interconectadas asentadas sobre el tronco cerebral,
hay 2 amígdalas a cada lado del cerebro y la nuestra es la más grande comparada
con la de los primates. La amígdala está
especializada en las cuestiones emocionales y se la considera una estructura
límbica muy ligada a los procesos del aprendizaje y la memoria. Si la amigdala es separada del cerebro no es
posible apreciar el significado emocional de diversos acontecimientos, lo cual
se le conoce como ceguera afectiva. Además de la pérdida de afecto y
consecuente pérdida de memoria la amígdala junto con la circunvolución
cingulada también permite la secreción de lágrimas y funciona como un depósito
de la memoria por lo que quien vive sin amígdala prácticamente pierde la
memoria ya que la amígdala guarda aquellos recuerdos que más impacto emocional
tuvieron en nuestra vida como los traumas o nuestros momentos más felices. Constituye una especie de depósito de la
memoria emocional. Es la encargada de
activar la secreción de dosis masivas de noradrenalina, que estimula los
sentidos y pone al cerebro en estado de alerta.
LeDoux descubrió que la primera zona cerebral por la que
pasan las señales sensoriales procedentes de los ojos o de los oídos es el
tálamo y, a partir de ahí y a través de una sola sinapsis, la amígdala. Otra
vía procedente del tálamo lleva la señal hasta el neocórtex —el cerebro
pensante—, permitiendo que la amígdala comience a responder antes de que el
neocórtex haya ponderado la información. Según LeDoux: «anatómicamente hablando, el
sistema emocional puede actuar independientemente del neocórtex. Existen
ciertas reacciones y recuerdos emocionales que tienen lugar sin la menor
participación cognitiva consciente».
Las opiniones inconscientes son recuerdos emocionales que se
almacenan en la amígdala. El hipocampo registra los hechos puros, y la amígdala
es la encargada de registrar el «clima emocional» que acompaña a estos hechos. Para LeDoux «el hipocampo es una estructura
fundamental para reconocer un rostro como el de su prima, pero es la amígdala
la que le agrega el clima emocional de que no parece tenerla en mucha estima».
Esto significa que el cerebro dispone de dos sistemas de registro, uno para los
hechos ordinarios y otro para los recuerdos con una intensa carga emocional. El cerebro usa un sencillo método para
registrar recuerdos emocionales con mucha fuerza: los sistemas de alerta
neuroquímica que preparan al organismo para luchar o huir en un momento de
peligro también graban aquel momento en la memoria con intensidad. Sometido a
tensión, ansiedad o dicha un nervio que va del cerebro a las glándulas
suprarrenales (que están encima de los riñones) provoca secreción de hormonas
epinefrina y norepinefrina; estas mismas activan los receptores del nervio vago
y este transporta mensajes desde el cerebro para regular el corazón y lleva
señales de vuelta al cerebro provocadas por estas mismas dos hormonas. La
amígdala es el lugar más importante del cerebro al que van estas señales, activan
neuronas en la amígdala para indicar a otras regiones del cerebro que refuercen
la memoria para registrar lo ocurrido, lo cual explica por qué a veces tenemos
traumas o recuerdos emocionales con cierto nivel de intensidad y no sabemos por
qué.
En el cambiante mundo social, uno de los inconvenientes de
este sistema de alarma neuronal es que, con más frecuencia de la deseable, el
mensaje de urgencia mandado por la amígdala suele ser obsoleto. La amígdala examina
la experiencia presente y la compara con lo que sucedió en el pasado,
utilizando un método asociativo, equiparando situaciones por el mero hecho de
compartir unos pocos rasgos característicos similares, haciendo reaccionar con
respuestas que fueron grabadas mucho tiempo atrás, a veces obsoletas.
En opinión de LeDoux, la interacción entre el niño y sus
cuidadores durante los primeros años de vida constituye un auténtico
aprendizaje emocional, y es tan poderoso y resulta tan difícil de comprender para
el adulto porque está grabado en la amígdala con la tosca impronta no verbal
propia de la vida emocional. Lo que explica el desconcierto ante nuestros
propios estallidos emocionales es que suelen datar de un período tan temprano
que las cosas nos desconcertaban y ni siquiera disponíamos de palabras para
comprender lo que sucedía. En esta
primera etapa de la vida el hipocampo (crucial para recuerdos narrativos) y
neocorteza (base del pensamiento racional) aún deben desarrollarse pero la
amígdala, que madura muy rápido cuando somos niños, es mucho más probable que
esté formada al momento de nacer. LeDoux nos dice que la amígdala sustenta un
principio básico del pensamiento psicoanalítico: que las interacciones del niño
con los adultos y personas que lo rodean le proporcionan lecciones emocionales
basadas en su adaptación y dificultades en sus relaciones.
Según el psicólogo estadounidense John Maxtell, no tiene
sentido postular que la evolución ha pasado por alto depurar este sistema de
alarma. Si persiste hasta nuestros días, lo ha hecho por ser funcional, por
tanto no está anticuado. La evolución es implacable y borra de la existencia
todo lo que no aporta nada a la supervivencia de cada especie. Los seres
humanos evolucionamos en paralelo al resto de seres vivos de la tierra. Los
condicionantes que dirigen nuestra evolución los impone el hábitat artificial
que nosotros mismos hemos construido, ciudades, sociedad etc. Nosotros estamos
condicionando nuestra evolución, dando como resultado el desarrollo de una capa
de pensamiento racional, al servicio de nuestro lado emocional, que nos ayuda a
vivir en nuestro medio. Interpretar las señales de tráfico, desarrollar un rol
en el trabajo, buscar una casa donde vivir, son cuestiones que todos manejamos
a diario, pero desde el punto de vista evolutivo es vivir en un medio. Lo que
somos hoy, es el producto de esta evolución auto-condicionada. (Teoría de la
evolución auto-condicionada, John Maxtell).
La importancia evolutiva de ofrecer una respuesta rápida que
permitiera ganar unos milisegundos críticos ante las situaciones peligrosas
debió ser vital para nuestros antepasados, pues esa configuración ha quedado
impresa en el cerebro de todo protomamifero, incluyendo los humanos. Para
LeDoux: «El rudimentario cerebro menor de los mamíferos es el principal cerebro
de los no mamíferos, un cerebro que permite una respuesta emocional muy veloz.
Pero, aunque veloz, se trata también, al mismo tiempo, de una respuesta muy
tosca, porque las células implicadas sólo permiten un procesamiento rápido,
pero también impreciso», y estas rudimentarias confusiones emocionales —basadas
en sentir antes que en pensar— son las «emociones precognitivas».23 ohmm
La amígdala prepara una reacción emocional ansiosa e
impulsiva, pero otra parte del cerebro se encarga de elaborar una respuesta más
adecuada. El regulador cerebral que desconecta los impulsos de la amígdala
parece encontrarse en el extremo de una vía nerviosa que va al neocórtex, en el
lóbulo prefrontal. El área prefrontal constituye una especie de modulador de
las respuestas proporcionadas por la amígdala y otras regiones del sistema
límbico, permitiendo la emisión de una respuesta más analítica y proporcionada.
El lóbulo prefrontal izquierdo parece formar parte de un circuito que se
encarga de desconectar —o atenuar parcialmente— los impulsos emocionales más
perturbadores.
Las conexiones existentes entre la amígdala (y las
estructuras límbicas) y la neocorteza constituyen el centro de gestión entre
los pensamientos y los sentimientos. Esta vía nerviosa explicaría el motivo por
el cual la emoción es fundamental para pensar eficazmente, tomar decisiones
inteligentes y permitimos pensar con claridad. La corteza prefrontal es la
región cerebral que se encarga de la «memoria de trabajo».
Cuando estamos emocionalmente perturbados, solemos decir que
«no podemos pensar bien» y permite explicar por qué la tensión emocional
prolongada puede obstaculizar las facultades intelectuales del niño y
dificultar así su capacidad de aprendizaje. Los niños impulsivos y ansiosos, a
menudo desorganizados y problemáticos, parecen tener un escaso control
prefrontal sobre sus impulsos límbicos. Este tipo de niños presenta un elevado
riesgo de problemas de fracaso escolar, alcoholismo y delincuencia, pero no
tanto porque su potencial intelectual sea bajo sino porque su control sobre su
vida emocional se halla severamente restringido.
Las emociones son importantes para el ejercicio de la razón.
Entre el sentir y el pensar, la emoción guía nuestras decisiones, trabajando
con la mente racional y capacitando —o incapacitando— al pensamiento mismo. Del
mismo modo, el cerebro pensante desempeña un papel fundamental en nuestras
emociones, exceptuando aquellos momentos en los que las emociones se desbordan
y el cerebro emocional asume por completo el control de la situación. En cierto
modo, tenemos dos cerebros y dos clases diferentes de inteligencia: la
inteligencia racional y la inteligencia emocional y nuestro funcionamiento
vital está determinado por ambos.
El psicólogo Estadounidense John Maxtell rompe el concepto
de dos cerebros o distintos tipos de inteligencia. Basándose en su teoría de la
evolución auto-condicionada, afirma que nuestra capa de pensamiento racional se
ha desarrollado para dar cobertura a nuestro lado emocional, la razón nos
proporciona el cómo. Aunque por lo general solo percibimos nuestras emociones
en momentos de desbordamiento, lo cierto es que las tenemos constantemente.
Todo nuestro pensamiento, comportamiento personal y social está orientado a
mantenernos dentro de los limites de nuestro confort emocional y en resumidas
cuenta vivos.
Un ejemplo práctico sería el siguiente: Un peatón que
deambule por una ciudad abarrotada de coches, optará por cruzar las avenidas
por los pasos de cebra y cuando el semáforo este en verde para los peatones.
Sin ser un caso de desbordamiento emocional, el miedo que siente a ser
atropellado genera la necesidad de buscar alternativas seguras para cruzar la
calle, usar su capa racional para interpretar los símbolos dispuestos para este
propósito es la opción más segura, la razón nos proporciona el cómo. Si todos
no tuviésemos el mismo miedo a ser atropellados, las ciudades no podrían tener
el diseño que actualmente tienen, ¿que nos impediría cruzar por cualquier
parte?
Las características de la llamada inteligencia emocional
son: la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar en el empeño a
pesar de las posibles frustraciones, de controlar los impulsos, de diferir las
gratificaciones, de regular nuestros propios estados de ánimo, de evitar que la
angustia interfiera con nuestras facultades racionales y la capacidad de empatizar
y confiar en los demás. El grado de
dominio que alcance una persona sobre estas habilidades resulta decisivo para
determinar el motivo por el cual ciertos individuos prosperan en la vida
mientras que otros, con un nivel intelectual similar, acaban en un callejón sin
salida.
Las emociones son las expresiones exteriores de los
sentimientos acumulados y formados en las áreas de la imaginación y la
visualización. Hay tres fuentes de sentimientos que interpretan toda
información que entra en el ser humano por los cinco sentidos y dan el sentido
a lo que percibimos.
«1. Nuestra propia
historia, cultura y experiencias, sean buenas o malas, nos han programado a
sentir en una manera u otra, y dan un sentido diferente de todos los demás».
«2. El lado oscuro de lo espiritual que llamamos el maligno
que nos anima de tomar un sentido oscuro y ver las cosas de su punto de vista y
luego produce en nuestra imaginación y visualización el resultado de tomar su
sentido de todo del punto de vista negativo. Muchas veces su sentido usa los
temores de pobreza, peligro, hambre, rechazo etc. para provocar en nosotros las
emociones y decisiones negativas».
«3. El lado de la luz espiritual que llamamos Dios es el que
nos anima a tomar un sentido edificante o positivo y ver las cosas de su punto
de vista y luego produce en nuestra imaginación y visualización el resultado de
tomar su sentido que todo es para nuestro bien y todo va a salir bien».
Cuando ya hemos decidido qué sentido vamos a aceptar como la
verdad entonces lo expresamos por nuestras emociones y nuestras acciones.
No existe un test capaz de determinar el «grado de
inteligencia emocional», a diferencia de lo que ocurre con los test que miden
el cociente intelectual (CI). Jack Block, psicólogo de la universidad de
Berkeley, ha utilizado una medida similar a la inteligencia emocional que él
denomina «capacidad adaptativa del ego», estableciendo dos o más tipos
teóricamente puros, aunque los rasgos más sobresalientes difieren ligeramente entre
mujeres y hombres:
«Los hombres que
poseen una elevada inteligencia emocional suelen ser socialmente equilibrados,
extrovertidos, alegres, poco predispuestos a la timidez y a rumiar sus
preocupaciones. Demuestran estar dotados de una notable capacidad para
comprometerse con las causas y las personas, suelen adoptar responsabilidades,
mantienen una visión ética de la vida y son afables y cariñosos en sus
relaciones. Su vida emocional es rica y apropiada; se sienten, en suma, a gusto
consigo mismos, con sus semejantes y con el universo social en el que viven».
«Las mujeres emocionalmente inteligentes tienden a ser enérgicas y a expresar
sus sentimientos sin ambages, tienen una visión positiva de sí mismas y para
ellas la vida siempre tiene un sentido. Al igual que ocurre con los hombres,
suelen ser abiertas y sociables, expresan sus sentimientos adecuadamente (en
lugar de entregarse a arranques emocionales de los que posteriormente tengan
que lamentarse) y soportan bien la tensión. Su equilibrio social les permite
hacer rápidamente nuevas amistades; se sienten lo bastante a gusto consigo
mismas como para mostrarse alegres, espontáneas y abiertas a las experiencias
sensuales. Y, a diferencia de lo que ocurre con el tipo puro de mujer con un
elevado CI, raramente se sienten ansiosas, culpables o se ahogan en sus
preocupaciones». «Los hombres con un elevado CI se caracterizan por una amplia
gama de intereses y habilidades intelectuales y suelen ser ambiciosos,
productivos, predecibles, tenaces y poco dados a reparar en sus propias
necesidades. Tienden a ser críticos, condescendientes, aprensivos, inhibidos, a
sentirse incómodos con la sexualidad y las experiencias sensoriales en general
y son poco expresivos, distantes y emocionalmente fríos y tranquilos». «La
mujer con un elevado CI manifiesta una previsible confianza intelectual, es
capaz de expresar claramente sus pensamientos, valora las cuestiones teóricas y
presenta un amplio abanico de intereses estéticos e intelectuales. También
tiende a ser introspectiva, predispuesta a la ansiedad, a la preocupación y la
culpabilidad, y se muestra poco dispuesta a expresar públicamente su enfado
(aunque pueda expresarlo de un modo indirecto)».
Estos retratos, obviamente, resultan caricaturescos pues
toda persona es el resultado de la combinación entre el CI y la inteligencia
emocional, en distintas proporciones, pero ofrecen una visión muy instructiva
del tipo de aptitudes específicas que ambas dimensiones pueden aportar al
conjunto de cualidades que constituye una persona.
Daniel Goleman también recoge el pensamiento de numerosos
científicos del comportamiento humano que cuestionan el valor de la
inteligencia racional como predictor de éxito en las tareas concretas de la
vida, en los diversos ámbitos de la familia, los negocios, la toma de
decisiones, el desempeño profesional, etc. Citando numerosos estudios Goleman
concluye que el Coeficiente Intelectual no es un buen predictor del desempeño
exitoso. La inteligencia pura no garantiza un buen manejo de las vicisitudes
que se presentan y que es necesario enfrentar para tener éxito en la vida. (http://es.wikipedia.org/wiki/Inteligencia_emocional)
El concepto de "Inteligencia Emocional" enfatiza
el papel preponderante que ejercen las emociones dentro del funcionamiento
psicológico de una persona cuando ésta se ve enfrentada a momentos difíciles y
tareas importantes: los peligros, las pérdidas dolorosas, la persistencia hacia
una meta a pesar de los fracasos, el enfrentar riesgos, los conflictos con un
compañero en el trabajo. En todas estas situaciones hay una involucración
emocional que puede resultar en una acción que culmine de modo exitoso o bien
interferir negativamente en el desempeño final. Cada emoción ofrece una
disposición definida a la acción, de manera que el repertorio emocional de la
persona y su forma de operar influirá decisivamente en el éxito o fracaso que
obtenga en las tareas que emprenda.
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