jueves, 7 de noviembre de 2019

LUCES SOBRE EL YOGA












La finalidad del yoga es abrir la consciencia al Divino y vivir cada vez más en la consciencia interior sin dejar de actuar desde allí sobre la vida exterior, hacer que el ser psíquico más recóndito se sitúe en primer plano y, con su poder, purificar y cambiar el ser humano a fin de que lle¬gue a estar a punto para la transformación y la unión con el Conocimiento, la Voluntad y el Amor divinos. En se¬gundo lugar, desarrollar la consciencia yóguica, es decir, universalizar el ser en todos los planos, adquirir conscien¬cia del ser cósmico y de las fuerzas cósmicas y estar unido al Divino en todos los planos hasta el Sobremental. En tercer lugar, establecer contacto, a través de la consciencia supramental, con el Divino trascendente, que está por en¬cima de la Sobremente, supramentalizar la consciencia y la naturaleza, y hacer de uno mismo un instrumento para la realización de la Verdad divina dinámica y para su des¬censo transformador en la naturaleza terrestre.

Que yo sepa no existe ninguna cosa que sea como una consciencia de Purushottama que el ser humano pue¬da alcanzar o realizar por sí mismo; porque, en la Gítá, el Purushottama es el Señor supremo, el Ser supremo que está más allá del Inmutable y del Mutable y que contiene a la vez el Uno y el Múltiple. El hombre, dice la Gítá, puede alcanzar la consciencia Brahmica, realizarse como un eter¬no fragmento del Purushottama y vivir en el Purushottama. La consciencia del Purushottama es la consciencia del Ser supremo y el hombre puede vivir en ella mediante la pérdida de su ego y la realización de su esencia verdadera.

1.         Pérdida del egoísmo: incluyendo toda ambición (incluso «espiritual»), orgullo y deseo, y toda vida, mente y voluntad egocéntricas.
2.         Universalización de la consciencia.
3.         Entrega absoluta al Divino trascendental.

No se pueden fijar reglas o definiciones mentales. Es menester, primero, vivir en el Divino y alcanzar la Verdad: la voluntad y la consciencia de la Verdad organizarán la vida.

El que va en pos de Laya o Moksha, se sumerge en el Brahmán inactivo. Es posible vivir en el Divino personal, pero no disolverse en él. El Divino supremo contiene en Sí mismo la existencia del mundo y es en Su consciencia donde éste se mueve; por eso, penetrando en el Supremo te elevas por encima de la sujeción a la naturaleza sin perder la consciencia de la existencia cósmica.

La Voluntad divina general en el Universo existe para la progresiva manifestación en el Universo. Pero es una voluntad general, que admite la retirada de almas indivi¬duales que no están preparadas para perseverar en el mundo.

No es la inmortalidad del cuerpo, sino la consciencia de inmortalidad en el cuerpo lo que puede venir con el descenso de la Sobremente a la Materia o incluso a la mente física, o con el contacto de la Luz supramental modificada sobre la consciencia de la mente física. Éstas son apreturas preliminares, pero no son la consumación supramental en la Materia.
Si el Supramental está decretado, nada podrá impedirlo; pero todas las cosas se elaboran aquí por un juego de fuerzas, y una atmósfera o unas condiciones desfavorables pueden retrasar, aunque no puedan impedir su des¬censo. Aunque una cosa esté predestinada, no se presenta como una certidumbre en la consciencia de este mundo (sobremental, vital y física) hasta que el juego de las fuer¬zas no alcanza el punto de elaboración suficiente para que el descenso no solamente sea, sino que aparezca como inevitable.

Como conciliar:
1.         «Por medio del Yo libera al yo» (Bhagavad Gitá.
Cap. VI, 5).
2.         «Abandona todos los dharmas» (Ibíd. Cap. XVIII,
66).

No hay verdaderamente contradicción. Estos dos pasajes de la Gítá indican dos movimientos diferentes de su yoga, y la entrega completa de sí es el movimiento que lo corona todo. Primero hay que conquistar la naturaleza inferior, liberar el yo, aprisionado por el movimiento inferior, mediante el Yo superior que se eleva en la naturaleza divina; al mismo tiempo se ofrecen todas las acciones -incluyendo la acción del yoga- como un sacrificio al Purushottama, el Divino trascendente e inmanente.

Cuando logra uno elevarse hasta el Yo superior y tener el conocimiento y ser libre, puede consumar la ofrenda completa de sí al Divino, abandonando todos los otros dharmas y viviendo únicamente para la Consciencia divina, la Voluntad y la Fuerza divinas y el divino Ánanda. Nuestro yoga no es idéntico al yoga de la Gítá, aunque contenga todo lo esencial de éste.

En nuestro yoga empezamos con la idea, la voluntad, la aspiración de hacer una ofrenda completa de sí, pero al mismo tiempo, mediante el yo que se eleva hacia la libertad de la naturaleza superior se debe rechazar la naturaleza inferior, liberar la consciencia, liberar el yo aprisionado en esta naturaleza inferior. Si no se efectúa este doble movimiento, se corre el riesgo de que la sumisión sea tamásica, es decir, irreal, sin esfuerzo de ningún género y, por consiguiente, sin progreso alguno; o bien de hacer una sumisión rajásica, no al Divino, sino a alguna idea formada por uno mismo o falsa imagen del Divino, que encubra nuestro ego rajásico o alguna cosa todavía peor.

La realización espiritual puede tener lugar en cualquier plano en virtud de un contacto con el Divino (que está en todas partes) o como consecuencia de la percepción del Yo interior, que es puro y no tocado por los movimientos exteriores. La Supermente es una cosa trascendente, una Verdad-Consciencia dinámica que no está aquí todavía, algo que hay que hacer descender de lo alto.

La acción supramental directa no es posible aún; el ádhára no está a punto todavía. Es necesario aceptar primero una acción indirecta que prepare los planos inferiores para el cambio supramental.

La consciencia que tú llamas supramental está sin lugar a dudas por encima de la mente humana, pero no debe ser llamada supramental, sino simplemente conscien¬cia superior. En esta consciencia superior existen diversos grados, de los cuales el supramental es la cumbre o el origen. Es imposible alcanzar esta cumbre en el acto; primero, la consciencia inferior debe ser purificada y preparada. Ésa es la significación de la Luz que has visto, cuyo cuerpo (o sustancia) interior es demasiado denso y potente para ser penetrado actualmente.

Emplea la palabra supermente demasiado fácilmente. Lo que él describe como supermente es una consciencia altamente iluminada, tocada acaso por una luz supramental atenuada, pero no por el pleno poder de la Supermente, y, en cualquier caso, no es la Supermente. Habla de una parte supramental que no es receptiva, lo cual es imposible, porque lo supramental no puede dejar de ser receptivo. La Supermente es la Verdad-Consciencia misma que posee ya la Verdad y no tiene, por lo tanto, necesidad de recibirla.

La palabra vijnána se emplea a veces para indicar la Inteligencia Superior iluminada, en comunicación con la Verdad; y esto debe ser lo que él ha percibido, pero no es la Supermente. Sólo se puede entrar en la Supermente al final mismo de la sádhaná cuando todas las dificultades han desaparecido y no queda ya ningún obstáculo en el camino de la realización.

En apariencia, el Universo es verdaderamente -o ha sido hasta ahora- un juego brutal e inútil, en el que los dados de la suerte han favorecido a los Poderes de las tinieblas: los Señores de la oscuridad, la mentira, la muerte y el sufrimiento. Pero tenemos que tomarlo tal como es, y -si rechazamos la vía de escape adoptada por los sabios del pasado- descubrir en este mundo el camino que conduce a la victoria. La experiencia espiritual revela que, detrás de todo esto, hay un ámbito inmenso de ecuanimidad, de paz, de calma, de libertad, y que, sólo si se logra entrar en este ámbito, se puede tener el ojo que ve, y la esperanza de obtener el poder que conquista.

Todo lo que es auténtica Verdad, es, de alguna manera, la expresión directa de la Consciencia divina. La vida es una expresión dinámica de la Consciencia-Fuerza proyectándose hacia el exterior para realizarse a sí misma en las armonías concretas de la forma; el amor es una intensa autoexpresión del auna de Ánanda, y la Luz es lo que acompaña siempre a la Consciencia Supramental y su poder más esencial.

Es el Poder supramental lo que transforma la mente, la vida y el cuerpo, y no la consciencia de Satchidánanda, que sostiene todas las cosas de manera imparcial. Pero es la experiencia del Satchidánanda (existencia, consciencia, bienaventuranza puras) lo que hace posible, en una etapa muy posterior, el ascenso al Supramental y su descenso a la Tierra. Porque, primero, es necesario liberarse de la linutación habitual de las formaciones mentales, vitales y físicas, y la experiencia de la paz, de la calma, de la pureza y de la amplitud de Satchidánanda, da esta liberación.

La Supermente no tiene nada que ver con el hecho de entrar en el «vacío». Es la Mente lo que penetra en el «gran vacío» al sobrepasar sus propios límites, si para lograr esto sigue una vía negativa y quietista. La Mente, ser de la Ignorancia, tiene que anularse para poder penetrar en la Verdad suprema, o, por lo menos, así lo cree. Pero la Supermente, que es la Verdad-Consciencia y el Conocimiento divino, no tiene necesidad de anularse para este fin.

La transformación supramental es la etapa última de la síddhi, y no es probable que llegue tan pronto; pero hay muchos niveles entre la mente normal y la Supermente, y es fácil tomar por una transformación supramental lo que no es más que una subida a uno de estos niveles o un descenso de su consciencia o de su influencia.

Es absolutamente imposible ascender al verdadero plano de Ananda (excepto en un trance profundo), antes de que la consciencia supramental haya sido penetrada, realizada y poseída; pero es completamente posible y normal sentir algún aspecto de la consciencia de Ananda en cualquier nivel. Esta consciencia, sea el que fuere el nivel en el que tiene lugar su experiencia, es una derivación del plano de Ananda, pero muy modificada y debilitada, para poderse adaptar al menor poder de receptividad de los niveles inferiores.

Es un problema que se presenta y se ha presentado siempre, como consecuencia de la impaciencia del ser vital, que tiende a considerar cualquier periodo de intensa experiencia como el último, y a creer incluso que es la Sobremente o la Supermente, o la síddhi total. No es tan fácil llegar hasta el plano sobremental, o hasta la Supermente, aunque sólo sea por la vía del Conocimiento o de la experiencia interior. Tu experiencia actual pertenece a la mente liberada y espiritualizada. En esta etapa puede haber indicios procedentes de niveles mentales superio¬res, pero son simplemente experiencias aisladas, no una plena transformación de la consciencia. La Supermente no es una parte o un nivel superior de la mente, es una cosa absolutamente distinta. Ningún sádhaka puede alcanzar la Supermente por su propio esfuerzo, y el intento de hacerlo a través de una tapasyá personal ha ocasionado muchos contratiempos. Hay que avanzar tranquilamente, paso a paso, hasta que el ser esté preparado, y aún entonces, sólo la Gracia puede lograr la auténtica transformación supra-mental.

La realización del espíritu viene mucho antes que el desarrollo sobremental o supramental; cientos de sadhakas de todas las épocas han tenido la realización del Atman en los planos mentales superiores, buddherparatah, pero sin llegar a la realización supramental. Se pueden tener reali¬zaciones parciales del Yo o del Espíritu o del Divino en cualquier plano, mental, vital, e incluso físico; y el Yo empieza a aparecer en toda su consciente inmensidad cuando nos elevamos por encima del plano mental común hasta alcanzar una mente más amplia y más alta.

La plena entrada en esta inmensidad del Yo es lo que hace posible la suspensión de la actividad mental; se ob¬tiene el Silencio interior. Después de esta realización, el Silencio interior puede subsistir aunque sea en medio de cualquier clase de actividad; el ser permanece interiormente silencioso, pero la acción prosigue a través de los instru¬mentos y se recibe de una fuente más alta todas las indicaciones necesarias, y la ejecución del acto, tanto si es mental, como si es vital o físico, tiene lugar sin que la paz y la calma fundamentales del Espíritu sean turbadas.
El estado sobremental y el estado supramental son cosas más elevadas aún; pero para poderlos comprender, es necesario, primero, haber logrado la realización del Yo, la plena acción de la mente y del corazón espiritualizados, el despertar psíquico, la liberación de la consciencia aprisionada, la purificación y la total apertura del ádhará. No pienses en estas metas finales (Sobremente y Supermente), antes de haber asentado estas bases fundamentales en la naturaleza liberada.

Esta transformación no puede ser realizada ni individualmente ni siguiendo únicamente una vía solitaria. Una transformación individual solitaria, indiferente al trabajo para la Tierra (que tiene una significación mucho más grande que cualquier transformación individual), no sería posible ni tendría utilidad. Ningún ser humano puede, a través de su propio poder exclusivamente, llevar a término la transformación y, por otro lado, el objetivo del yoga no es tampoco crear algún que otro superhombre. La finalidad del yoga es hacer descender a la Tierra la consciencia supramental, fijarla aquí y crear una nueva especie en la cual el principio de la consciencia supramental gobierne la vida interior y exterior, individual y colectiva.

Esa fuerza, aceptada por los individuos, uno tras otro, según su preparación, instauraría la consciencia supramental en el mundo físico y crearía así un núcleo para su propia expansión.

Es perfectamente posible que haya habido sobre diferentes planos -no supramentales- periodos de armonía que hayan sido posteriormente perturbados; pero éstos no pudieron ser más que etapas o periodos de reposo en el arco de la evolución espiritual que surge del inconsciente.

«Fuerzas hostiles». Su servicio «en el mundo» consiste en dar plena ocasión de manifestarse a las posibilida¬des de la Inconsciencia y de la Ignorancia, porque este mundo ha sido concebido para permitir una elaboración de estas posibilidades, con la armonización supramental como resultado final. La vida y el trabajo que se desarrolian aquí, en el Ashram, están relacionados con el problema del mundo y tienen por consiguiente que afrontar el conflicto -inevitable- que plantea la acción de los Poderes hostiles en el ser humano.

Hablar de «recibir poder del Supramental cuando no estamos conscientes» es extraño. No obstante, es posible recibir el influjo de una fuerza superior aunque no este¬mos conscientes; la Shakti divina actúa frecuentemente de¬trás del velo, pues no podría actuar de otra manera en el estado de ignorancia y de inconsciencia en que se encuen¬tra generalmente el ser humano; pero la naturaleza de la fuerza o de la acción se modifica para adaptarse a las condiciones del sádhaka. Es necesario haber desarrollado una consciencia muy plena para que se pueda recibir, directa¬mente, algún influjo del Poder supramental, y tener una consciencia muy avanzada aunque sólo sea para recibir alguna cosa del Poder supramental, modificada por el paso a través de la Sobremente o de cualquier otra región intermedia.

Este yoga no pretende la repulsa de las potencias de la vida, sino una transformación interior y un cambio del espíritu en la vida y en la utilización de estas potencias. Estas potencias son actualmente utilizadas con espíritu egoísta y para fines no divinos; deben ser utilizadas con espíritu de sumisión al Divino y para los fines de la Obra divina. Es esto lo que quiere decir la expresión: «reconquistarlas para la Madre».

Respecto a lo que me escribes acerca de tu experiencia y de tus ideas, parece que no son otra cosa que los viejos pensamientos y las viejas tendencias que reaparecen de nuevo para obstaculizar, como ocurre a menudo, el curso franco de la sádhaná. Las realizaciones y las ideas mentales de este género son, en el mejor de los casos, verdades a medias, y, a veces, ni siquiera llegan a eso; una vez se ha iniciado una sádhaná que debe ir allá de la mente, es un error concederles demasiada importancia. Por una aplicación equivocada, pueden convertirse fácilmente en un terreno abonado para el error.

Si examinas estas ideas, verás que son completamente inadecuadas. Por ejemplo:
1.         La materia es jada sólo en apariencia. Como admite la misma ciencia moderna, la materia no es más que energía en acción, y en la India sabemos que la energía es fuerza de consciencia en acción.
2.         Prakriti en el mundo material parece sajada, pero también esto es sólo una apariencia. Prakriti, es en realidad el poder consciente del espíritu.
3.         Hacer descender el Espíritu a la Materia no puede conducir a un laya tnjadaprakriti. Un descenso del Espíritu sólo puede significar un descenso de luz, de consciencia y de poder y no un crecimiento de inconsciencia y de inercia, que es lo que significa la expresión jada laya.
4.         El Espíritu está ya presente en la Materia como en todas partes; sólo una aparente inconsciencia de superficie o consciencia involucionada, vela su presencia. La tarea que nos incumbe es despertar la Materia a la consciencia espiritual escondida en su seno.
5.         Lo que pretendemos hacer descender al mundo material es la consciencia, la luz y la energía supramentales, porque sólo esto puede transformarlo verdaderamente.

Siempre que se produce un crecimiento de inconsciencia y de inercia, es debido a la resistencia de la naturaleza ordinaria a la transformación espiritual. Pero esto ocu¬rre, generalmente, para que estas cosas puedan ser tratadas y eliminadas. Si se permitiera que permanecieran escondidas, sin salir jamás al exterior, su dificultad nunca sería afrontada y una verdadera transformación no podría tener lugar

La idea de ser útil a la humanidad es una vieja confusión debida a ideas de segunda mano importadas de Occidente. Evidentemente, para ser «útil» a la humanidad, no es necesario el yoga. Todos aquellos que viven una vida humana, son de alguna manera, útiles a la humanidad.

El yoga se dirige hacia Dios, no hacia el hombre. Es evidente que el descenso y la instauración de una consciencia y una fuerza supramental y divina en el mundo material, supondrá un inmenso cambio para la Tierra que abarcará a la humanidad y a su vida. Pero el efecto sobre la humanidad será sólo una consecuencia de este cambio; no puede, por consiguiente, constituir el objeto de una sáahaná cuyo fin es vivir en la consciencia divina y manifestar en la vida.

La verdadera finalidad del yoga no es la filantropía, sino descubrir al Divino, entrar en la consciencia divina y redescubrir en el Divino nuestro verdadero ser; que no es el ego.

Damana no puede triunfar sobre ripus. Aunque tenga éxito, hasta un cierto punto, evitando su manifestación, no las destruye; muchas veces, este esfuerzo de conten¬ción no hace más que incrementar su fuerza. Sólo la acción purificadera de la Consciencia divina, penetrando en la naturaleza egoísta y transformándola, puede lograr esta victoria.

No podrá triunfar si no se entrega desde lo más pro¬fundo de su seryno persevera rigurosamente en el Sendero.

Este mundo, es como dice la Gitá anityam-asukham, en tanto vivamos en la actual consciencia del mundo. Sólo abandonándola para dirigirse hacia el Divino, y penetran¬do en la consciencia divina, se puede llegar a poseer -también a través del mundo- al eterno.

Bajo muchos aspectos el lenguaje de la Gitá aparece contradictorio, porque admite dos verdades aparentemente opuestas y trata de conciliarias. Admite como una posibilidad el ideal que consiste en abandonar el samsára para entrar en el Brahmán; afirma igualmente la posibilidad de vivir libre en el Divino (en Mí, dice) y actuar en el mundo como jivanmukta. Es en esta última solución en la que insiste más. También Ramakrishna situaba las «almas divinas» (ishvarakoti), que pueden descender a este mundo y volver a subir, más alto que los jíva (jívakoti) que una vez alcanzan la cumbre no tienen el poder de bajar de nuevo para ejecutar la obra divina. La verdad completa está en la consciencia supramental y en el poder de trabajar desde allí sobre la vida y la materia.

El Divino puede estar y está en todas partes, escondido, manifestado a medias o empezando a manifestarse, en todos los planos de la consciencia. En la Supermente, empieza a manifestarse sin disfraz ni velo, en su propia svarüpa (forma esencial).

Cuando el alma observa desde atrás, muchas veces aprovecha la menor coincidencia para empujar hacia el camino la mente y el vital.

Shiva es el Señor de tapas. El poder es el poder de tapas. Khishna, como divinidad, es el Señor del Ananda, del Amor y del Bhakti; como encarnación, manifiesta la unión de la sabiduría (jnana) y de las obras, y a través de esto conduce la evolución terrestre hacia la unión con el Divino mediante Ananda, Amor y Bhakti.

La Deyi es la divina Shakti: la Consciencia y el Poder del Divino, la Madre y la Energía de los mundos. Todos los poderes le pertenecen. Algunas veces «el poder de la Deví» puede significar el Poder de la Fuerza cósmica universal; pero éste no es más que uno de los aspectos de la Shakti.








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