La finalidad del yoga es abrir la
consciencia al Divino y vivir cada vez más en la consciencia interior sin dejar
de actuar desde allí sobre la vida exterior, hacer que el ser psíquico más
recóndito se sitúe en primer plano y, con su poder, purificar y cambiar el ser
humano a fin de que lle¬gue a estar a punto para la transformación y la unión
con el Conocimiento, la Voluntad y el Amor divinos. En se¬gundo lugar,
desarrollar la consciencia yóguica, es decir, universalizar el ser en todos los
planos, adquirir conscien¬cia del ser cósmico y de las fuerzas cósmicas y estar
unido al Divino en todos los planos hasta el Sobremental. En tercer lugar,
establecer contacto, a través de la consciencia supramental, con el Divino
trascendente, que está por en¬cima de la Sobremente, supramentalizar la
consciencia y la naturaleza, y hacer de uno mismo un instrumento para la
realización de la Verdad divina dinámica y para su des¬censo transformador en
la naturaleza terrestre.
Que yo sepa no existe ninguna
cosa que sea como una consciencia de Purushottama que el ser humano pue¬da
alcanzar o realizar por sí mismo; porque, en la Gítá, el Purushottama es el
Señor supremo, el Ser supremo que está más allá del Inmutable y del Mutable y
que contiene a la vez el Uno y el Múltiple. El hombre, dice la Gítá, puede
alcanzar la consciencia Brahmica, realizarse como un eter¬no fragmento del
Purushottama y vivir en el Purushottama. La consciencia del Purushottama es la
consciencia del Ser supremo y el hombre puede vivir en ella mediante la pérdida
de su ego y la realización de su esencia verdadera.
1. Pérdida del egoísmo: incluyendo toda ambición (incluso
«espiritual»), orgullo y deseo, y toda vida, mente y voluntad egocéntricas.
2. Universalización de la consciencia.
3. Entrega absoluta al Divino trascendental.
No se pueden fijar reglas o
definiciones mentales. Es menester, primero, vivir en el Divino y alcanzar la
Verdad: la voluntad y la consciencia de la Verdad organizarán la vida.
El que va en pos de Laya o
Moksha, se sumerge en el Brahmán inactivo. Es posible vivir en el Divino
personal, pero no disolverse en él. El Divino supremo contiene en Sí mismo la
existencia del mundo y es en Su consciencia donde éste se mueve; por eso,
penetrando en el Supremo te elevas por encima de la sujeción a la naturaleza
sin perder la consciencia de la existencia cósmica.
La Voluntad divina general en el
Universo existe para la progresiva manifestación en el Universo. Pero es una
voluntad general, que admite la retirada de almas indivi¬duales que no están
preparadas para perseverar en el mundo.
No es la inmortalidad del cuerpo,
sino la consciencia de inmortalidad en el cuerpo lo que puede venir con el
descenso de la Sobremente a la Materia o incluso a la mente física, o con el
contacto de la Luz supramental modificada sobre la consciencia de la mente
física. Éstas son apreturas preliminares, pero no son la consumación
supramental en la Materia.
Si el Supramental está decretado,
nada podrá impedirlo; pero todas las cosas se elaboran aquí por un juego de
fuerzas, y una atmósfera o unas condiciones desfavorables pueden retrasar,
aunque no puedan impedir su des¬censo. Aunque una cosa esté predestinada, no se
presenta como una certidumbre en la consciencia de este mundo (sobremental,
vital y física) hasta que el juego de las fuer¬zas no alcanza el punto de
elaboración suficiente para que el descenso no solamente sea, sino que aparezca
como inevitable.
Como conciliar:
1. «Por medio del Yo libera al yo» (Bhagavad Gitá.
Cap. VI, 5).
2. «Abandona todos los dharmas» (Ibíd. Cap. XVIII,
66).
No hay verdaderamente
contradicción. Estos dos pasajes de la Gítá indican dos movimientos diferentes
de su yoga, y la entrega completa de sí es el movimiento que lo corona todo.
Primero hay que conquistar la naturaleza inferior, liberar el yo, aprisionado
por el movimiento inferior, mediante el Yo superior que se eleva en la
naturaleza divina; al mismo tiempo se ofrecen todas las acciones -incluyendo la
acción del yoga- como un sacrificio al Purushottama, el Divino trascendente e
inmanente.
Cuando logra uno elevarse hasta
el Yo superior y tener el conocimiento y ser libre, puede consumar la ofrenda
completa de sí al Divino, abandonando todos los otros dharmas y viviendo
únicamente para la Consciencia divina, la Voluntad y la Fuerza divinas y el
divino Ánanda. Nuestro yoga no es idéntico al yoga de la Gítá, aunque contenga
todo lo esencial de éste.
En nuestro yoga empezamos con la
idea, la voluntad, la aspiración de hacer una ofrenda completa de sí, pero al
mismo tiempo, mediante el yo que se eleva hacia la libertad de la naturaleza
superior se debe rechazar la naturaleza inferior, liberar la consciencia,
liberar el yo aprisionado en esta naturaleza inferior. Si no se efectúa este
doble movimiento, se corre el riesgo de que la sumisión sea tamásica, es decir,
irreal, sin esfuerzo de ningún género y, por consiguiente, sin progreso alguno;
o bien de hacer una sumisión rajásica, no al Divino, sino a alguna idea formada
por uno mismo o falsa imagen del Divino, que encubra nuestro ego rajásico o
alguna cosa todavía peor.
La realización espiritual puede
tener lugar en cualquier plano en virtud de un contacto con el Divino (que está
en todas partes) o como consecuencia de la percepción del Yo interior, que es
puro y no tocado por los movimientos exteriores. La Supermente es una cosa
trascendente, una Verdad-Consciencia dinámica que no está aquí todavía, algo
que hay que hacer descender de lo alto.
La acción supramental directa no
es posible aún; el ádhára no está a punto todavía. Es necesario aceptar primero
una acción indirecta que prepare los planos inferiores para el cambio
supramental.
La consciencia que tú llamas
supramental está sin lugar a dudas por encima de la mente humana, pero no debe
ser llamada supramental, sino simplemente conscien¬cia superior. En esta
consciencia superior existen diversos grados, de los cuales el supramental es
la cumbre o el origen. Es imposible alcanzar esta cumbre en el acto; primero,
la consciencia inferior debe ser purificada y preparada. Ésa es la
significación de la Luz que has visto, cuyo cuerpo (o sustancia) interior es
demasiado denso y potente para ser penetrado actualmente.
Emplea la palabra supermente
demasiado fácilmente. Lo que él describe como supermente es una consciencia
altamente iluminada, tocada acaso por una luz supramental atenuada, pero no por
el pleno poder de la Supermente, y, en cualquier caso, no es la Supermente.
Habla de una parte supramental que no es receptiva, lo cual es imposible,
porque lo supramental no puede dejar de ser receptivo. La Supermente es la
Verdad-Consciencia misma que posee ya la Verdad y no tiene, por lo tanto,
necesidad de recibirla.
La palabra vijnána se emplea a
veces para indicar la Inteligencia Superior iluminada, en comunicación con la
Verdad; y esto debe ser lo que él ha percibido, pero no es la Supermente. Sólo
se puede entrar en la Supermente al final mismo de la sádhaná cuando todas las
dificultades han desaparecido y no queda ya ningún obstáculo en el camino de la
realización.
En apariencia, el Universo es
verdaderamente -o ha sido hasta ahora- un juego brutal e inútil, en el que los
dados de la suerte han favorecido a los Poderes de las tinieblas: los Señores
de la oscuridad, la mentira, la muerte y el sufrimiento. Pero tenemos que
tomarlo tal como es, y -si rechazamos la vía de escape adoptada por los sabios
del pasado- descubrir en este mundo el camino que conduce a la victoria. La
experiencia espiritual revela que, detrás de todo esto, hay un ámbito inmenso
de ecuanimidad, de paz, de calma, de libertad, y que, sólo si se logra entrar
en este ámbito, se puede tener el ojo que ve, y la esperanza de obtener el
poder que conquista.
Todo lo que es auténtica Verdad,
es, de alguna manera, la expresión directa de la Consciencia divina. La vida es
una expresión dinámica de la Consciencia-Fuerza proyectándose hacia el exterior
para realizarse a sí misma en las armonías concretas de la forma; el amor es
una intensa autoexpresión del auna de Ánanda, y la Luz es lo que acompaña
siempre a la Consciencia Supramental y su poder más esencial.
Es el Poder supramental lo que
transforma la mente, la vida y el cuerpo, y no la consciencia de Satchidánanda,
que sostiene todas las cosas de manera imparcial. Pero es la experiencia del
Satchidánanda (existencia, consciencia, bienaventuranza puras) lo que hace
posible, en una etapa muy posterior, el ascenso al Supramental y su descenso a
la Tierra. Porque, primero, es necesario liberarse de la linutación habitual de
las formaciones mentales, vitales y físicas, y la experiencia de la paz, de la
calma, de la pureza y de la amplitud de Satchidánanda, da esta liberación.
La Supermente no tiene nada que
ver con el hecho de entrar en el «vacío». Es la Mente lo que penetra en el
«gran vacío» al sobrepasar sus propios límites, si para lograr esto sigue una
vía negativa y quietista. La Mente, ser de la Ignorancia, tiene que anularse
para poder penetrar en la Verdad suprema, o, por lo menos, así lo cree. Pero la
Supermente, que es la Verdad-Consciencia y el Conocimiento divino, no tiene
necesidad de anularse para este fin.
La transformación supramental es
la etapa última de la síddhi, y no es probable que llegue tan pronto; pero hay
muchos niveles entre la mente normal y la Supermente, y es fácil tomar por una
transformación supramental lo que no es más que una subida a uno de estos
niveles o un descenso de su consciencia o de su influencia.
Es absolutamente imposible
ascender al verdadero plano de Ananda (excepto en un trance profundo), antes de
que la consciencia supramental haya sido penetrada, realizada y poseída; pero
es completamente posible y normal sentir algún aspecto de la consciencia de
Ananda en cualquier nivel. Esta consciencia, sea el que fuere el nivel en el
que tiene lugar su experiencia, es una derivación del plano de Ananda, pero muy
modificada y debilitada, para poderse adaptar al menor poder de receptividad de
los niveles inferiores.
Es un problema que se presenta y
se ha presentado siempre, como consecuencia de la impaciencia del ser vital,
que tiende a considerar cualquier periodo de intensa experiencia como el
último, y a creer incluso que es la Sobremente o la Supermente, o la síddhi
total. No es tan fácil llegar hasta el plano sobremental, o hasta la Supermente,
aunque sólo sea por la vía del Conocimiento o de la experiencia interior. Tu
experiencia actual pertenece a la mente liberada y espiritualizada. En esta
etapa puede haber indicios procedentes de niveles mentales superio¬res, pero
son simplemente experiencias aisladas, no una plena transformación de la
consciencia. La Supermente no es una parte o un nivel superior de la mente, es
una cosa absolutamente distinta. Ningún sádhaka puede alcanzar la Supermente por
su propio esfuerzo, y el intento de hacerlo a través de una tapasyá personal ha
ocasionado muchos contratiempos. Hay que avanzar tranquilamente, paso a paso,
hasta que el ser esté preparado, y aún entonces, sólo la Gracia puede lograr la
auténtica transformación supra-mental.
La realización del espíritu viene
mucho antes que el desarrollo sobremental o supramental; cientos de sadhakas de
todas las épocas han tenido la realización del Atman en los planos mentales
superiores, buddherparatah, pero sin llegar a la realización supramental. Se
pueden tener reali¬zaciones parciales del Yo o del Espíritu o del Divino en
cualquier plano, mental, vital, e incluso físico; y el Yo empieza a aparecer en
toda su consciente inmensidad cuando nos elevamos por encima del plano mental
común hasta alcanzar una mente más amplia y más alta.
La plena entrada en esta
inmensidad del Yo es lo que hace posible la suspensión de la actividad mental;
se ob¬tiene el Silencio interior. Después de esta realización, el Silencio
interior puede subsistir aunque sea en medio de cualquier clase de actividad;
el ser permanece interiormente silencioso, pero la acción prosigue a través de
los instru¬mentos y se recibe de una fuente más alta todas las indicaciones
necesarias, y la ejecución del acto, tanto si es mental, como si es vital o
físico, tiene lugar sin que la paz y la calma fundamentales del Espíritu sean
turbadas.
El estado sobremental y el estado
supramental son cosas más elevadas aún; pero para poderlos comprender, es
necesario, primero, haber logrado la realización del Yo, la plena acción de la
mente y del corazón espiritualizados, el despertar psíquico, la liberación de
la consciencia aprisionada, la purificación y la total apertura del ádhará. No
pienses en estas metas finales (Sobremente y Supermente), antes de haber
asentado estas bases fundamentales en la naturaleza liberada.
Esta transformación no puede ser
realizada ni individualmente ni siguiendo únicamente una vía solitaria. Una
transformación individual solitaria, indiferente al trabajo para la Tierra (que
tiene una significación mucho más grande que cualquier transformación
individual), no sería posible ni tendría utilidad. Ningún ser humano puede, a
través de su propio poder exclusivamente, llevar a término la transformación y,
por otro lado, el objetivo del yoga no es tampoco crear algún que otro
superhombre. La finalidad del yoga es hacer descender a la Tierra la
consciencia supramental, fijarla aquí y crear una nueva especie en la cual el
principio de la consciencia supramental gobierne la vida interior y exterior,
individual y colectiva.
Esa fuerza, aceptada por los
individuos, uno tras otro, según su preparación, instauraría la consciencia
supramental en el mundo físico y crearía así un núcleo para su propia
expansión.
Es perfectamente posible que haya
habido sobre diferentes planos -no supramentales- periodos de armonía que hayan
sido posteriormente perturbados; pero éstos no pudieron ser más que etapas o
periodos de reposo en el arco de la evolución espiritual que surge del
inconsciente.
«Fuerzas hostiles». Su servicio
«en el mundo» consiste en dar plena ocasión de manifestarse a las
posibilida¬des de la Inconsciencia y de la Ignorancia, porque este mundo ha
sido concebido para permitir una elaboración de estas posibilidades, con la
armonización supramental como resultado final. La vida y el trabajo que se
desarrolian aquí, en el Ashram, están relacionados con el problema del mundo y
tienen por consiguiente que afrontar el conflicto -inevitable- que plantea la
acción de los Poderes hostiles en el ser humano.
Hablar de «recibir poder del
Supramental cuando no estamos conscientes» es extraño. No obstante, es posible
recibir el influjo de una fuerza superior aunque no este¬mos conscientes; la
Shakti divina actúa frecuentemente de¬trás del velo, pues no podría actuar de
otra manera en el estado de ignorancia y de inconsciencia en que se encuen¬tra
generalmente el ser humano; pero la naturaleza de la fuerza o de la acción se
modifica para adaptarse a las condiciones del sádhaka. Es necesario haber
desarrollado una consciencia muy plena para que se pueda recibir,
directa¬mente, algún influjo del Poder supramental, y tener una consciencia muy
avanzada aunque sólo sea para recibir alguna cosa del Poder supramental,
modificada por el paso a través de la Sobremente o de cualquier otra región
intermedia.
Este yoga no pretende la repulsa
de las potencias de la vida, sino una transformación interior y un cambio del
espíritu en la vida y en la utilización de estas potencias. Estas potencias son
actualmente utilizadas con espíritu egoísta y para fines no divinos; deben ser
utilizadas con espíritu de sumisión al Divino y para los fines de la Obra
divina. Es esto lo que quiere decir la expresión: «reconquistarlas para la
Madre».
Respecto a lo que me escribes
acerca de tu experiencia y de tus ideas, parece que no son otra cosa que los
viejos pensamientos y las viejas tendencias que reaparecen de nuevo para
obstaculizar, como ocurre a menudo, el curso franco de la sádhaná. Las
realizaciones y las ideas mentales de este género son, en el mejor de los
casos, verdades a medias, y, a veces, ni siquiera llegan a eso; una vez se ha
iniciado una sádhaná que debe ir allá de la mente, es un error concederles
demasiada importancia. Por una aplicación equivocada, pueden convertirse
fácilmente en un terreno abonado para el error.
Si examinas estas ideas, verás
que son completamente inadecuadas. Por ejemplo:
1. La materia es jada sólo en apariencia. Como admite la misma
ciencia moderna, la materia no es más que energía en acción, y en la India
sabemos que la energía es fuerza de consciencia en acción.
2. Prakriti en el mundo material parece sajada, pero también
esto es sólo una apariencia. Prakriti, es en realidad el poder consciente del
espíritu.
3. Hacer descender el Espíritu a la Materia no puede conducir a
un laya tnjadaprakriti. Un descenso del Espíritu sólo puede significar un
descenso de luz, de consciencia y de poder y no un crecimiento de inconsciencia
y de inercia, que es lo que significa la expresión jada laya.
4. El Espíritu está ya presente en la Materia como en todas
partes; sólo una aparente inconsciencia de superficie o consciencia
involucionada, vela su presencia. La tarea que nos incumbe es despertar la
Materia a la consciencia espiritual escondida en su seno.
5. Lo que pretendemos hacer descender al mundo material es la
consciencia, la luz y la energía supramentales, porque sólo esto puede
transformarlo verdaderamente.
Siempre que se produce un
crecimiento de inconsciencia y de inercia, es debido a la resistencia de la
naturaleza ordinaria a la transformación espiritual. Pero esto ocu¬rre,
generalmente, para que estas cosas puedan ser tratadas y eliminadas. Si se
permitiera que permanecieran escondidas, sin salir jamás al exterior, su
dificultad nunca sería afrontada y una verdadera transformación no podría tener
lugar
La idea de ser útil a la
humanidad es una vieja confusión debida a ideas de segunda mano importadas de
Occidente. Evidentemente, para ser «útil» a la humanidad, no es necesario el
yoga. Todos aquellos que viven una vida humana, son de alguna manera, útiles a
la humanidad.
El yoga se dirige hacia Dios, no
hacia el hombre. Es evidente que el descenso y la instauración de una consciencia
y una fuerza supramental y divina en el mundo material, supondrá un inmenso
cambio para la Tierra que abarcará a la humanidad y a su vida. Pero el efecto
sobre la humanidad será sólo una consecuencia de este cambio; no puede, por
consiguiente, constituir el objeto de una sáahaná cuyo fin es vivir en la
consciencia divina y manifestar en la vida.
Damana no puede triunfar sobre
ripus. Aunque tenga éxito, hasta un cierto punto, evitando su manifestación, no
las destruye; muchas veces, este esfuerzo de conten¬ción no hace más que
incrementar su fuerza. Sólo la acción purificadera de la Consciencia divina,
penetrando en la naturaleza egoísta y transformándola, puede lograr esta
victoria.
No podrá triunfar si no se
entrega desde lo más pro¬fundo de su seryno persevera rigurosamente en el
Sendero.
Este mundo, es como dice la Gitá
anityam-asukham, en tanto vivamos en la actual consciencia del mundo. Sólo
abandonándola para dirigirse hacia el Divino, y penetran¬do en la consciencia
divina, se puede llegar a poseer -también a través del mundo- al eterno.
Bajo muchos aspectos el lenguaje
de la Gitá aparece contradictorio, porque admite dos verdades aparentemente
opuestas y trata de conciliarias. Admite como una posibilidad el ideal que
consiste en abandonar el samsára para entrar en el Brahmán; afirma igualmente
la posibilidad de vivir libre en el Divino (en Mí, dice) y actuar en el mundo
como jivanmukta. Es en esta última solución en la que insiste más. También
Ramakrishna situaba las «almas divinas» (ishvarakoti), que pueden descender a
este mundo y volver a subir, más alto que los jíva (jívakoti) que una vez
alcanzan la cumbre no tienen el poder de bajar de nuevo para ejecutar la obra
divina. La verdad completa está en la consciencia supramental y en el poder de
trabajar desde allí sobre la vida y la materia.
El Divino puede estar y está en
todas partes, escondido, manifestado a medias o empezando a manifestarse, en
todos los planos de la consciencia. En la Supermente, empieza a manifestarse
sin disfraz ni velo, en su propia svarüpa (forma esencial).
Cuando el alma observa desde
atrás, muchas veces aprovecha la menor coincidencia para empujar hacia el
camino la mente y el vital.
Shiva es el Señor de tapas. El
poder es el poder de tapas. Khishna, como divinidad, es el Señor del Ananda,
del Amor y del Bhakti; como encarnación, manifiesta la unión de la sabiduría
(jnana) y de las obras, y a través de esto conduce la evolución terrestre hacia
la unión con el Divino mediante Ananda, Amor y Bhakti.
La Deyi es la divina Shakti: la
Consciencia y el Poder del Divino, la Madre y la Energía de los mundos. Todos
los poderes le pertenecen. Algunas veces «el poder de la Deví» puede significar
el Poder de la Fuerza cósmica universal; pero éste no es más que uno de los
aspectos de la Shakti.
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