Confucio (chino simplificado y tradicional: 孔子,
pinyin: kǒngzǐ, Wade-Giles: K'ung-fu-tzu, literalmente «Maestro Kong»)
(tradicionalmente 28 de septiembre de 551 a. C. - 479 a. C.) fue un reconocido
pensador chino cuya doctrina recibe el nombre de confucianismo. Procedente de
una familia noble arruinada, a lo largo de su vida alternó periodos en los que
ejerció como maestro con otros en los que sirvió como funcionario del pequeño
estado de Lu, en el noreste de China, durante la época de fragmentación del
poder bajo la dinastía Chu.
El nombre habitual de Confucio en chino mandarín es Kǒngzǐ,
literalmente «Maestro Kong», aunque muchas veces se escribe «Kung Fu Tse». Una
variante de este nombre, poco habitual actualmente, es Kǒng Fūzǐ, de la que se
deriva el nombre tradicional en español a partir de la forma latinizada
Confucius.
Nació en el pueblo de Qufu en el antiguo estado de Lu,
actual provincia de Shandong, en el seno de una familia de terratenientes
nobles, el clan de los Kong. Su padre murió cuando Confucio tenía tres años y
dejó a la familia en la pobreza. Confucio, a pesar de ello, recibió una
esmerada educación.
Siendo aún joven, trabajó para la administración del Estado
de Lu. Su primer trabajo fue en los graneros estatales y llegó a alcanzar el
rango de Ministro de Justicia. Dimitió del cargo años más tarde, ya que no
estaba de acuerdo con la política que seguía el príncipe.
Una de sus grandes influencias fue Zi Zhaan, primer ministro
de Cheng, quien introdujo el primer código jurídico en China. También influyó
en Confucio el escepticismo de su época en lo concerniente a la religión, pues
a causa de haber sufrido muchas guerras se había perdido la fe en los dioses.
A los 50 años comenzó sus enseñanzas. Viajaba solo de un
lado a otro instruyendo a los contados discípulos que se reunían en torno a él.
Su fama como hombre de saber y carácter, con gran veneración hacia las ideas y
costumbres tradicionales, pronto se propagó por el principado de Lu, y luego a
toda China.
A partir de la dinastía Han, diversos emperadores se
inspiraron en la obra de Confucio para organizar la sociedad china. En los
siglos posteriores sus enseñanzas ejercieron una poderosa influencia en la
filosofía y en la historia de China.
Durante la segunda mitad de la época en que China estuvo regida
por la dinastía Zhou, antes de Confucio, el gobierno central sufrió un proceso
de degeneración y decadencia, y las intrigas y la relajación de costumbres se
generalizaron. Confucio lamentaba el desorden característico de aquellos
tiempos, así como la ausencia de modelos morales que revirtieran tal situación.
Por ello, llegó a la conclusión de que el único remedio era recuperar y
difundir entre la población los principios y preceptos de los sabios de la
antigüedad. Por este motivo instruía a sus estudiantes en los clásicos de la
literatura china. También subrayó la importancia de la música china, que en
aquella época tenía funciones ceremoniales y religiosas en las prácticas del
Estado y del culto. Propugnó el gran valor del poder del ejemplo. Los gobernantes,
decía, sólo pueden ser grandes si llevan vidas ejemplares y se guían por
principios morales. De esta forma, los ciudadanos de sus estados tendrían el
necesario estímulo para alcanzar la prosperidad y la felicidad.
Una popular tradición sobre su vida establece que a los 50
años de edad se convirtió en magistrado de Zhongdu y un año después fue
nombrado para ejercer en Lu un cargo equivalente al de ministro de Justicia.
Confucio habría establecido numerosas reformas que condujeron a una
administración de justicia caracterizada por su imparcialidad y a la práctica
erradicación del crimen. Lu llegó a ser tan poderoso que el gobernante de un
estado vecino intrigó para conseguir la destitución del ministro. Es más
probable, sin embargo, que sólo fuera un funcionario menor. En cualquier caso,
Confucio dejó su cargo en el 496 a. C. y se dedicó a viajar por diferentes
territorios impartiendo clases y esperando en vano que algún otro príncipe le
permitiera emprender reformas. En el año 484 a. C., después de que su búsqueda
de un gobernante ideal se revelara por completo infructuosa, regresó por última
vez a Lu. Pasó el resto de su vida escribiendo comentarios sobre los autores
clásicos. Falleció en Lu y fue enterrado en Qufu (Shandong) en el año 479 a. C.
El templo y cementerio de Confucio, así como la residencia de la familia Kong
fueron declarados Patrimonio cultural de la Humanidad en 1994.
La esencia de sus enseñanzas se condensa en la buena
conducta en la vida, el buen gobierno del Estado (caridad, justicia, y respeto
a la jerarquía), el cuidado de la tradición, el estudio y la meditación. Las
máximas virtudes son: la tolerancia, la bondad, la benevolencia, el amor al
prójimo y el respeto a los mayores y antepasados. Si el príncipe es virtuoso,
los súbditos imitarán su ejemplo: gobernante/súbdito, marido/mujer y
padre/hijo. Una sociedad próspera sólo se conseguirá si se mantienen estas relaciones
en plena armonía. La base de la doctrina confuciana es recuperar a los antiguos
sabios de la cultura china e influir en las costumbres del pueblo.
El maestro Kung fue el primero que reunió a un grupo de
discípulos provenientes de distintos principados para formarlos adecuadamente
en el buen gobierno. Junto con las medidas a tomar que ya había formulado en su
época de joven funcionario, propuso llevar a la práctica sus ideas basándose en
el respeto de las Tres Dinastías y recuperar la política del Duque de Tcheu.
Confucio confiaba en que un príncipe siguiera sus indicaciones. De este modo,
al final de un ciclo de doce meses, se habría logrado algún resultado; en tres
años, su proyecto social se habría consumado a la perfección. Podemos resumir
la doctrina confuciana en una serie de mandatos que deberían ser los
principales deberes de todo hombre de gobierno:
1.- Amar al pueblo, renovarlo moralmente y procurarle los
medios necesarios para la vida cotidiana.
2.- Por este motivo, debe servirse en primer término con
soberano respeto a Aquel que es el Primer Dominador.
3.- Cultivar la virtud personal y tender sin cesar a la
perfección.
4.- En la vida privada como en la pública, observar siempre
el sendero superior del «Justo Medio».
5.-Tener en cuenta las dos clases de inclinación propias del
hombre: unas proceden de la carne y son peligrosas; las otras pertenecen a la
razón y son muy sutiles y fáciles de perder.
6.-Practicar los deberes de las cinco relaciones sociales
(explicadas más abajo).
7.-Tener por objeto final la paz universal y la armonía
general.
En el poco legado escrito que dejó, las Analectas, una
colección de conversaciones con sus discípulos, vemos que basaba toda su
filosofía moral en una enseñanza central: el ren (jen), que es la virtud de la
humanidad y a su vez está basada en la benevolencia, la lealtad, el respeto y
la reciprocidad. Estos valores son imprescindibles en las relaciones humanas,
que Confucio describió:
1.- Entre gobernador y ministro.
2.- Entre padre e hijo.
3.- Entre marido y mujer.
4.- Entre hermano mayor y hermano menor.
5.- Entre amigos.
Estas relaciones tienen, además, una característica
principal: el superior tiene la obligación de protección y el inferior, de
lealtad y respeto. En último término, todas las personas están sujetas a la
voluntad del Cielo (tiamchi; t’ien-chih), que es la realidad primera, la fuente
máxima de moralidad y de orden. No es el tema de especulación, pero en cierto
modo está relacionado mediante el ritual. En algunos textos es sinónimo de
Shang-ti, el señor supremo. El Emperador gobernaba por mandato del Cielo.
Según Confucio, además del ren y las relaciones adecuadas,
son precisos los rituales y el sacrificio regular. El culto al Cielo requería
del Emperador, en tanto que «hijo del Cielo», que realizase un sacrificio
animal al año en el templo del Cielo de Pekín. También se ofrecían sacrificios
a la tierra, al sol, a la luna y a los antepasados imperiales.
No obstante, todo lo que Confucio quiso llevar a cabo no era
nuevo, sino que correspondía, como él mismo confesaba, a lo ya dicho por una
larga tradición de sabios. Sus ideas estaban basadas en una herencia espiritual
que la escuela de los ru o letrados, y más concretamente el mismo Confucio,
habían compilado y sistematizado de forma sublime.
También, se atribuyen a Confucio los «Cinco Clásicos», que
aparecieron con posterioridad a la muerte del maestro. Tras ésta, su obra y su
vida se convirtieron en objeto de culto y generaron todo un paradigma en torno
a sus enseñanzas, las cuales, alcanzan nuestros días.
A pesar de que el Confucianismo puede considerarse opuesto
al Taoísmo -- buscando el primero la
armonía del hombre con la sociedad mientras que el segundo se centra en hallar
la armonía del hombre con el Universo (Tao)--, consideramos interesante para el
lector conocer sus fundamentos que pueden encontrarse en los "Cuatro
Libros" de Confucio:
1.-Primer Libro
Clásico (Ta-Hio o Gran Ciencia) atribuido al nieto de Kung-Tse esta dedicado a
los conocimientos propios de la madurez.
2.-Segundo Libro
Clásico (Chung-Yung o Doctrina del Medio) trata de las reglas de conducta
humana, del ejemplo de los buenos monarcas y la justicia de los gobiernos.
3.-Tercer Libro
Clásico (Lun-Yu o Comentarios filosóficos) conocido como Analectas, resume de
forma dialogada lo esencial de la doctrina de Kung-Tse.
4.-Cuarto Libro
Clásico (Meng-Tse o Libro de Mencio) compuesto por su seguidor, que vivió entre
los años 371 y 289 a. C
Primer.. Libro ..Clásico
Es preciso conocer el fin hacia el que debemos dirigir
nuestras acciones.
En cuanto conozcamos la esencia de todas las cosas, habremos
alcanzado el estado de perfección que nos habíamos propuesto.
Desde el hombre más noble al más humilde, todos tienen el
deber de mejorar y corregir su propio ser.
¿No sería más eficaz lograr que fueran innecesarios los
juicios?, ¿No resultaría más provechoso dirigir nuestros esfuerzos a la
eliminación de las inclinaciones perversas de los hombres?
Para conseguir que nuestras intenciones sean rectas y
sinceras debemos actuar de acuerdo con nuestras inclinaciones naturales.
Cuando el alma se haya agitada por la cólera, carece de esta
fortaleza; cuando el alma se halla cohibida por el temor, carece de esta
fortaleza; cuando el alma se halla embriagada por el placer, no puede
mantenerse fuerte; cuando el alma se halla abrumada por el dolor, tampoco puede
alcanzar esta fortaleza. Cuando nuestro espíritu se haya turbado por cualquier
motivo, miramos y no vemos, escuchamos y no oímos, comemos y no saboreamos.
Raras veces los hombres reconocen los defectos de aquellos a
quienes aman, y no acostumbran tampoco a valorar las virtudes de aquellos a
quienes odian.
Lo que desapruebes de tus superiores, no lo prácticas con
tus subordinados, ni lo que desapruebes de tus subordinados debes practicarlo
con tus superiores. Lo que desapruebes de quienes te han precedido no lo
practiques con los que te siguen, y lo que desapruebes de quienes te siguen no
lo hagas a los que están delante de ti.
No dar importancia a lo principal, es decir, al cultivo de
la inteligencia y del carácter, y buscar sólo lo accesorio, es decir, las
riquezas, sólo puede dar lugar a la perversión de los sentimientos del pueblo,
el cual también valorara únicamente las riquezas y se entregará sin freno al
robo y al saqueo.
Si el príncipe utiliza las rentas públicas para aumentar su
riqueza personal, el pueblo imitará este ejemplo y dará rienda suelta a sus más
perversas inclinaciones; si, por el contrario, el príncipe utiliza las rentas
públicas para el bien del pueblo, éste se le mostrará sumiso y se mantendrá en
orden.
Si el príncipe o los magistrados promulgan leyes o decretos
injustos, el pueblo no los cumplirá y se opondrá a su ejecución por medios
violentos y también injustos. Quienes adquieran riquezas por medios violentos e
injustos del mismo modo las perderán por medios violentos e injustos.
Sólo hay un medio de acrecentar las rentas públicas de un
reino: que sean muchos los que produzcan y pocos los que disipen, que se
trabaje mucho y que se gaste con moderación. Si todo el pueblo obra así, las
ganancias serán siempre suficientes.
Segundo.. Libro ..Clásico
La situación en que nos hallamos cuando todavía no se han
desarrollado en nuestro ánimo la alegría, el placer, la cólera o la tristeza,
se denomina "centro". En cuanto empiezan a desarrollarse tales
pasiones sin sobrepasar cierto límite, nos hallamos en un estado denominado
"armónico" o "equilibrado". El camino recto del universo es
el centro, la armonía es su ley universal y constante.
Cuando el centro y la armonía han alcanzado su máximo grado
de perfección, la paz y el orden reinan en el cielo y en la tierra, y todos los
seres alcanzan su total desarrollo.
El hombre noble, cualesquiera que sean las circunstancias en
que se encuentre se adapta a ellas con tal de mantenerse siempre en el centro.
En cuanto conseguía una nueva virtud, se apegaba a ella, la perfeccionaba en su
interior y ya no la abandonaba en toda la vida.
Mucho más excelente es la virtud del que permanece fiel a la
práctica del bien, aunque el país se hay carente de leyes y sufra una
deficiente administración.
El camino recto o norma de conducta moral debemos buscarla
en nuestro interior. No es verdadera norma de conducta la que se descubre fuera
del hombre, es decir, la que no deriva directamente de la propia naturaleza
humana.
Quien desea para los demás lo mismo que desearía para sí, y no
hace a sus semejantes lo que no quisiera que le hicieran a él, éste posee la
rectitud de corazón y cumple la norma de conducta moral que la propia naturaleza
racional impone al hombre.
La perseverancia en el camino recto y la práctica constante
de las buenas obras, cuando han alcanzado su prado máximo de perfección,
producen óptimos resultados; del mismo modo, el fiel cumplimiento del deber
dará lugar a beneficios sin límite, siendo su causa unas fuerzas de naturaleza
sutil e imperceptible.
Existen cinco deberes fundamentales, comunes y tres
facultades para practicarlos. Estos deberes se refieren a las cinco relaciones
siguientes:
las relaciones que debe existir entre el príncipe y los
súbditos,
entre el padre y sus hijos,
entre el marido y la esposa,
entre los hermanos mayores y los menores, y
entre los amigos.
El recto comportamiento en estas cinco relaciones constituye
el principal deber común a todos los hombres.
Para el buen gobierno de los reinos es necesaria la
observancia de nueve reglas universales: el dominio y perfeccionamiento de uno
mismo, el respeto a los sabios, el amor a los familiares, la consideración
hacia los ministros por ser los principales funcionarios del reino, la perfecta
armonía con todos los funcionarios subalternos y con los magistrados, unas
cordiales relaciones con todos los súbditos, la aceptación de los consejos y
orientaciones de sabios y artistas de los que siempre debe rodearse el
gobernante, la cortesía con los transeúntes y extranjeros, y el trato honroso y
benigno para con los vasallos.
Si antes de ponernos a hablar determinamos y escogemos
previamente las palabras, nuestra conversación no será vacilante ni ambigua. Si
en todos nuestros negocios y empresas determinamos y planeamos previamente las
etapas de puesta actuación, conseguiremos con facilidad el éxito. Si
determinamos con la suficiente antelación nuestra norma de conducta en esta
vida, en ningún momento se verá nuestro espíritu asaltado por la inquietud. Si
conocemos previamente nuestros deberes, nos resultará fácil su cumplimiento.
El que no es fiel y sincero con sus amigos, jamás gozará de la
confianza de sus superiores.
Cuando el hombre prudente es elevado a la dignidad soberana,
no se enorgullece ni envanece por ello; si su posición es humilde, no se rebela
contra los ricos y poderosos. Cuando el reino es administrado con justicia y
equidad, bastará su palabra para que le sea conferida la dignidad que merece;
cuando el Reino sea mal gobernado, y se produzca disturbios y sediciones,
bastará su silencio para salvar su persona.
Todos los seres participan en la vida universal, y no se
perjudican unos a otros. Todas las leyes de los cuerpos celestes y las que
regulan las estaciones se cumplen simultáneamente sin interferirse entre sí.
Las fuerzas de la naturaleza se manifiestan tanto haciendo deslizar un débil
arroyo como desplegando descomunales energías capaces de transformar a todos
los seres, y en esto consiste precisamente la grandeza del cielo y de la
tierra.
El sabio pretende que sus acciones virtuosas pasen
desapercibidas a los hombres, pero día por día se revelan con mayor resplandor;
contrariamente, el hombre inferior realiza con ostentación las acciones
virtuosas, pero se desvanecen rápidamente. La conducta del sabio es como el
agua: carece de sabor, pero a todos complace; carece de color, pero es bella y
cautivadora; carece de forma, pero se adapta con sencillez y orden a las más
variadas figuras.
Contrólate a ti mismo hasta en tu casa; no hagas, ni aún en
el lugar más secreto, nada de lo que puedas avergonzarte.
Sin ofrecer bienes materiales el sabio se gana el amor de
todos; sin mostrarse cruel ni encabezado, es temido por el pueblo más que las
hachas y las lanzas.
La pompa y la ostentación sirven de muy poco para la
conversión de los pueblos.
Tercer.. Libro ..Clásico
Si el hombre sabio observa una conducta displicente, no
inspirará respeto; si se limita a estudiar, sus conocimientos no serán
profundos. Debéis ser siempre sinceros, fieles y actuar con buena fe. No
entabléis amistad con personas de virtud o conocimientos inferiores a los
vuestros. Si tenéis algún defecto, procurad corregirlo.
La cortesía que debe presidir nuestras actuaciones
cotidianas se fundamenta principalmente en el respeto y comprensión hacia
todos.
Se puede calificar de " hombre superior " el que
primero pone en práctica sus ideas, y después predica a los demás lo que él ya
realiza.
La verdadera ciencia consiste en conocer que se sabe lo que
realmente se sabe, y que se ignora lo que en verdad se ignora. En esto consiste
la verdadera sabiduría.
Aprende a escuchar sin descanso para disipar tus dudas; mire
tus palabras, para que nada de lo que digas sea superfluo; sólo de este modo
lograrás evitar todo error. Obsérvalo todo, para prevenir los daños que pudiera
ocasionarte una insuficiente información. Controla tus acciones, y así no
tendrás que arrepentirte con frecuencia de ellas. En cuanto hayas conseguido
que tus palabras sean normalmente rectas, y no debas arrepentirte con
frecuencia de tus acciones, serás digno del cargo que ocupas.
Conocer lo que es justo y no practicarlo es una cobardía.
El hombre superior no discute ni se pelea con nadie. Sólo
discute cuando es preciso aclarar alguna cosa, pero aún entonces cede el primer
lugar a su antagonista vencido y sube con él a la sala; terminada la discusión,
bebe con su contrincante en señal de paz. Estas son las únicas discusiones del
hombre superior.
Los hombres ambicionan las riquezas y los honores, pero si
no es posible obtenerlos por medios honestos y rectos, deben renunciar a estos
bienes. Los hombres huyen de la pobreza y de las injurias, pero, si no pueden
evitarse por caminos honestos y rectos es preciso aceptar estos males.
Los defectos y faltas de los hombres dan a conocer su
verdadera valía. Si examinamos con atención las faltas de un hombre, llegaremos
a conocer si su bondad es sincera o fingida.
Observad a los sabios para comprobar si vosotros poseéis sus
virtudes. Observad también a los perversos para meditar en vuestro interior si
estáis libres de sus defectos.
Los que controlan en todo momento sus actos, raras veces se
desvían del camino recto.
Una virtud nunca puede subsistir aislada; siempre ha de
hallarse protegida por otras virtudes.
El hombre prudente es parco en el hablar pero activo en el
obrar
Cuando empecé a tratar con los hombres, escuchaba sus
palabras y confiaba en que sus acciones se ajustarían a las mismas. Ahora, al
tratar con los hombres, escucho sus palabras y al propio tiempo observo sus
acciones.
No he conocido a ningún hombre que obrara siempre de acuerdo
con sus principios. Yo no hago a los demás lo que no quisiera que ellos
hicieran conmigo.
El que sabe mantener un porte digno aun cuando se halla
entre sus amigos, conseguirá que sus más íntimos amigos sientan un gran respeto
hacia él.
Lo único que yo ambiciono y deseo es no caer en la necesidad
de vanagloriarme por mis virtudes y por mi inteligencia, y no pregonar mis
buenas acciones.
Un hombre digno debe ayudar a los necesitados, pero no aumentar
los bienes de los ricos.
Es mejor amar la verdad que el frío conocimiento de la
misma; es mejor complacerse en la práctica de la verdad, que el simple amor
hacia ella.
Estaría dispuesto a ejercer cualquier oficio si con él
pudiera obtener grandes riquezas por medios honrados; si por el contrario, para
enriquecerse debiera emplear medios deshonestos, preferiría seguir en la
pobreza dedicándome a mis actividades favoritas.
No he hallado todavía ningún hombre santo; como máximo sólo
he logrado conocer a algún hombre sabio. No comprendo cómo puede haber hombres
que actúen sin saber lo que hacen.
Quienes son pródigos en exceso y se entregan al lujo, fácilmente
se vuelven orgullosos.
Cuando el hombre se halla cerca de la muerte, sus palabras
son sinceras y veraces.
Es posible lograr que el pueblo siga al hombre bueno, pero
nunca se le podrá forzar a que le comprenda.
En general los hombres aman más la belleza corporal que la
virtud.
Cuando uno no ha alcanzado todavía la perfección en el
servicio de los hombres, ¿Cómo es posible que sea digno de servir a los
espíritus?
¿Qué es la muerte? Si todavía no sabemos lo que es la vida,
¿Cómo puede inquietarnos el conocer la esencia de la muerte?
Tan malo es pasar de la medida como no alcanzarla.
En público, compórtate siempre como si estuvieras ante un
personaje muy distinguido; cuando debas dar alguna orden al pueblo, muestra el
mismo respeto y dignidad como si estuvieras ofreciendo el gran sacrificio. No
quieras para los demás lo que no quisieras para ti.
El hombre bondadoso es mesurado al hablar. El hombre noble
es el que nunca sientes pesar ni temor. Sólo el que cuando se examina en su
interior no encuentra nada malo puede verse libre de todo pesar y de todo
temor.
Resulta totalmente imposible gobernar un pueblo si éste ha
perdido la confianza en sus gobernantes.
Buscar ante todo la rectitud de nuestras palabras, y ajustar
luego nuestra conducta a ellas. Obrar siempre de acuerdo con la justicia, para
perfeccionarnos cada día en su realización. Las inquietudes interiores
provienen de desear la vida de quienes se ama, mientras que se desea la muerte
de aquellos a quienes se podía, ya que ello es como desear al mismo tiempo la
vida y la muerte de alguien. El hombre perfecto no pone su máxima aspiración en
las riquezas.
Reflexionar con calma antes de adoptar ninguna
determinación, no cansarse nunca de obrar el bien, y tratar cada asunto según
convenga.
Lo primero que debe mirar el jefe es que su conducta sea
sencilla, recta y justa en todo momento; detener siempre en cuenta los consejos
de los demás hombres, ha de controlar en todo momento sus propios actos, y nunca
debe mandar despóticamente.
El medio más eficaz para combatir nuestros vicios y malas
inclinaciones consiste en no combatir los vicios y malas inclinaciones de los
demás antes de haber eliminado los propios.
¿En qué consiste la bondad? En amar a todos los hombres. ¿En
qué consiste la ciencia? En conocer a los hombres. El noble no expresa nunca su
parecer sobre las cosas que no comprende. Busca la máxima precisión en sus
palabras; esto es lo más importante.
Si quien gobierna no es justo, aunque ordene que se
practique la justicia no será obedecido.
Cuando el pueblo es tan numeroso, ¿Qué puede hacerse en su
bien? Hacerlo rico y feliz. Y cuando sea rico ¿Qué más puede hacerse por él?
Educarlo.
Quien se controla a sí mismo y por el bien, no tendrá
dificultad alguna para gobernar con eficacia. Al que no sabe gobernarse a sí
mismo, le resultará imposible ordenar la conducta de los demás hombres.
¿Cuál es la esencia de un buen gobierno? No resolver los
asuntos con precipitación y no buscar el propio provecho.
Si todos los habitantes de nuestra aldea sienten afecto
hacia un hombre, ¿Qué debemos opinar de él? Este hecho no resulta suficiente
para emitir un juicio sobre dicho hombre.
El hombre vulgar es vano y orgulloso, aun cuando su posición
no sea elevada. Se halla muy cerca de la perfección el hombre que es constante,
paciente, humilde y mesurado en el hablar.
Deben imponerse castigos cuando convenga. La fidelidad no es
contraria a una justa corrección.
El que habla en exceso y sin cordura raras veces pone en
práctica lo que dice. El hombre noble nunca teme que sus palabras superen a sus
obras.
No debe afligirnos el que los hombres no os conozcan. Lo
lamentable es que no seáis dignos de ser conocidos por los hombres.
La prudencia aconseja no indignarse cuando los hombres nos
engañan, no entristecerse cuando son infieles. El hombre prudente prevé siempre
estas eventualidades.
El que de niño no ha respetado a sus hermanos ni a sus
padres, en la edad madura no ha hecho nada provechoso, y al llegar la vejez no
ha muerto, es un hombre despreciable.
¿Qué es lo más importante para alcanzar una conducta
correcta? Ser sincero en todo momento y mantener siempre la palabra dada.
Procurar que aún el menor gesto refleje la dignidad interior, y no cometer
ninguna acción asombrosa. Si obras así, tu conducta será admirada en todos los
lugares, aún entre los pueblos bárbaros. Por el contrario, si no eres sincero,
si faltas a tus promesas, si tus gestos no son dignos o tus acciones son
deshonrosas, tu conducta será despreciada tanto en una ciudad de 10.000
familias como en un villorrio de 35 vecinos.
El hombre que no medita y obra con precipitación, no podrá
evitar grandes fracasos.
No he hallado a nadie que amase las virtudes con la misma
intensidad con que se ama la belleza corporal.
Sed rígidos con vosotros mismos, pero condescendientes con
los demás. De este modo os veréis libres de toda envidia y resentimiento.
El hombre que no examina cada día en su interior lo que debe
hacer, lo que debe imitar, lo que debe aconsejar, y lo que debe reprochar, no
hará nada bueno en su vida.
Cuando permanecen muchas personas reunidas durante todo un
día, no todo lo que se comenta es justo y equitativo. Es muy frecuente se hable
sobre cosas vulgares y que abunden las conversaciones necias.
El noble no da crédito a las palabras por la sola autoridad
de quien las pronuncia; tampoco rechaza la verdad aunque provenga de una
persona ignorante.
La inconstancia y la impaciencia destruyen los más elevados
propósitos.
Cuando la muchedumbre desprecia a alguien, debéis examinar
con objetividad su conducta antes de emitir vuestra opinión. También cuando la
multitud aclama a alguien, es preciso contemplar con imparcialidad sus obras
antes de aprobarlas.
El hombre puede ensalzar las excelencias de la virtud, pero
la virtud no puede proporcionar prosperidad y fama al hombre.
Sólo puede ser calificado como " vicioso " el que
comete un acto deshonroso y no se corrige.
El noble sólo busca la verdad y no se aferra con ciega
obstinación a su criterio.
Transmitid la cultura a todo el mundo, sin distinción de
razas ni de categorías.
Las palabras han de expresar con fidelidad nuestro
pensamiento.
Los ministros de un príncipe virtuoso deben evitar tres
faltas: la petulancia, consistente en hablar cuando nadie les ha pedido su
opinión; la timidez, que consisten no atreverse a expresar su opinión cuando se
les invita a ello; y la imprudencia, que consiste en hablar sin haber observado
antes el estado de ánimo del príncipe.
Sólo los hombres de profunda inteligencia y los necios de
mente más obtusa permanecen invariables.
Si se mata una gallina, ¿Para qué utilizar un cuchillo, que
sirve para matar bueyes?
Si respetáis vuestra propia persona y a todos nuestros
semejantes, nadie podrá despreciaros; si sois generosos, os ganaréis el afecto
del pueblo; si sois sinceros, nadie desconfiará de vosotros; si todos vuestros
actos os aproximan al bien, vuestro mérito será grande; el amor a los hombres
es la mejor arma para gobernar con eficacia.
Aún las profesiones más humildes son dignas de respeto.
Puede calificarse como " amante del estudio "
quien cada día adquiere un conocimiento nuevo, y cada mes retiene lo que ha
aprendido.
No os avergoncéis de preguntar para resolver vuestro dudas,
y meditad las respuestas que os hayan sido dadas.
Los hombres viciosos procuran disimular sus faltas con
apariencias de honradez.
Basta una sola palabra acertada del noble para que se le
considere entendido sobre una cosa, pero también basta que cometa un solo error
para que se diga que no sabe nada. Por consiguiente, el noble debe vigilar
mucho sus palabras.
El buen gobernante debe ser generoso sin caer en la
prodigalidad; debe cobrar los impuestos suficientes para llevar una vida digna,
sin caer en la codicia; su porte debe ser digno y grave, sin dejarse llevar por
una vana ostentación; debe tener autoridad, sin que su mando sea despótico;
debe exigir con cautela la colaboración del pueblo en los trabajos públicos,
para no suscitar su resentimiento.
Realizar cuanto sea para el bien común, ¿No es ésta la mejor
forma de generosidad? Desear únicamente las riquezas necesarias para la
práctica de las virtudes propias de su dignidad, ¿Puede esto llamarse
"codicia?" Si sus propiedades particulares no son demasiado grandes
ni demasiado pequeñas, si se ocupa de los asuntos que no son ni muy importantes
ni muy insignificantes, si se mantiene a cierta distancia de los hombres sin
despreciar a nadie, ¿No es esto la dignidad exenta de orgullo? Si cuida su
aspecto exterior, si es equilibrado y ecuánime en todos sus actos, el pueblo
entero lo respetará sin experimentar temor, ¿No consiste en esto la autoridad
libre de despotismo? Si sólo utiliza el trabajo de los súbditos para realizar
lo que es razonablemente necesario, ¿Quién podrá experimentar resentimiento?
Los cuatro vicios relativos al gobierno son los siguientes:
no instruir al pueblo y ocultarse la verdad, lo cual recibe el nombre de "
tiranía "; exigir una conducta perfecta a todos los ciudadanos sin
informarles previamente sus obligaciones, lo que recibe el nombre de "
opresión "; no tener prisa en dar las órdenes y pretender luego que se
cumplan en el acto, lo que representa una grave injusticia; buscar siempre el
propio provecho, lo que recibe el nombre " egoísmo ".
Cuarto.. Libro ..Clásico
Si la ganancia o el provecho se anteponen a la justicia, los
súbditos nunca estarán satisfechos y el príncipe se hallará en un peligro
constante.
Si los hombres con canas pueden cubrirse con vestidos de
seda y comer carne, si los jóvenes de negros cabellos dejan de padecer hambre y
frío, la vida del reino será próspera. No ha existido ni un solo príncipe que
obrando así haya dejado de alcanzar autoridad sobre su pueblo.
Si un rey no gobierna con rectitud, es decir, si no colma de
beneficios a su pueblo, es porque no quiere y no porque no pueda.
Si un príncipe se entristece por las desgracias de su
pueblo, los súbditos también sentirán pesar por las tristezas de su príncipe.
Si el príncipe se alegra con la felicidad de su pueblo, y hace suyas las
penalidades de sus súbditos, no tendrá dificultad alguna en su gobierno.
Si tú amas con locura las riquezas, no debes hacer otra cosa
que compartirlas con el pueblo.
Lo que hacen los gobernantes es luego imitado por el pueblo.
No puedes, por consiguiente, acusar ahora al pueblo de su proceder ni condenarle
por ello, pues ha imitado lo que había aprendido de su príncipe; ha devuelto
que se le había dado.
El noble que pretende fundar una dinastía no aspira a ser
elevado a la dignidad Imperial, sino que se limita a preparar el camino para
sus descendientes; si la voluntad del cielo le es propicia, será elevado el
mismo a la suprema dignidad.
La sabiduría y la prudencia de nada sirven si no se presenta
una ocasión propicia; los buenos arados nada pueden por sí solos, si no se
presenta una estación favorable.
Es preciso obrar con rectitud sin pensar en las
consecuencias. No debemos omitir el cumplimiento de nuestros deberes, ni
realizarlos antes de tiempo.
Quien pretenda someter a los hombres por la fuerza de las
armas no alcanzará la sumisión de sus corazones; por esto, la violencia nunca
es suficiente para dominar a los hombres. Quien conquista a los hombres por la
virtud, consigue que todos se sometan a él sin reservas y con corazón alegre.
Las desgracias, al igual que la fortuna, sólo llegan cuando
las hemos buscado con nuestros actos.
Cuando el cielo nos envía calamidades, podemos superarlas;
cuando las hemos buscado nosotros mismos, sucumbiremos ante ellas.
Quien no haya sentido nunca compasión hacia los demás no es
en verdad un hombre, tampoco puede ser considerado verdadero hombre quien jamás
haya experimentado los sentimientos de vergüenza y aversión; el que no posea
los sentimientos de abnegación y respeto no puede ser considerado verdadero
hombre; quien no distinga lo verdadero de lo falso, lo justo y lo injusto, no
es un hombre.
Nada es más digna de admiración en un hombre noble que el
saber aceptar e imitar las virtudes de los demás.
Lo que hagáis, a vosotros os pertenece; yo sólo debo responder
de mis propios actos.
Para la defensa de un reino no son suficientes ni las
fortificaciones que se construyan, ni los obstáculos naturales que representan
las montañas y los ríos, ni la abundancia de armas. La mejor defensa de un
reino consiste en la decidida voluntad de sus habitantes, la cual se conquista
mediante un gobierno humanitario y justo.
Quien ocupa un cargo público y no puede cumplir con sus
obligaciones debe dimitir.
Si un medicamento no altera el organismo del enfermo,
tampoco producirá la curación.
No puede ser bueno quien sólo piensa en acumular riquezas;
no puede ser rico quien sólo piensa en practicar el bien.
Si los maestros enseñan con claridad los deberes a todos los
ciudadanos del reino, estos vivirán entre sí en concordia y armonía.
La generosidad consiste en repartir las riquezas entre los
necesitados; la rectitud consiste en buscar el camino del bien a los
descarriados; la bondad es la virtud que debe poseer el emperador para ganarse
el afecto de todos sus súbditos.
En este mundo sólo se pueden seguir dos caminos: el del bien
o el del mal; no existe otra posibilidad.
Los reinos pequeños imitan a los poderosos, pero se
avergüenzan de recibir órdenes de ellos y no quieren acatarlas.
Los reinos perecen a causa de su interna descomposición antes
de que los demás reinos los ataquen.
Buscáis el camino recto a lo lejos y lo tenéis junto a
vosotros. Creéis que el bien consiste en la realización de cosas difíciles,
cuando no es más que realizar con rectitud las cosas fáciles.
Cuando se emprenden guerras para conquistar nuevos
territorios, los campos quedarán cubiertos por los cuerpos de las víctimas.
No puede pensarse en ningún mal mayor que en la pérdida del
mutuo afecto y cariño entre padres e hijos.
Hay hombres que tienen fama de grandes creadores porque
nunca nadie les ha refutado sus endebles argumentos. Uno de los principales
defectos de los hombres consiste en pretender erigirse en modelo de los demás.
Las normas de conducta son inmutables, todos los Santos han
obrado de conformidad con sus principios.
Cuando el príncipe empieza a imponer castigos a sus
funcionarios sin que hayan cometido delito alguno, los ministros prudentes se apresuran
a abandonar el reino.
Si el príncipe es justo, nadie será injusto; si el príncipe
es bondadoso, nadie será cruel.
Es preciso que los hombres conozcan el mal para poder
evitarlo y entregarse a la práctica del bien.
Quien divulga las acciones viciosas de sus semejantes
construye su propia ruina.
El hombre noble conserva durante toda vida la ingenuidad e
inocencia propias de la infancia.
El hombre sabio, en cuanto ha alcanzado una virtud, se
aferra fuertemente a ella y ya no la pierde jamás; en cuanto ha perfeccionado
al máximo la virtud adquirida, la guarda cuidadosamente en su interior como
fuente inagotable de energía.
Las palabras en sí mismas son inocuas, pero sus
consecuencias pueden ser funestas si son despectivas.
Quien ama a los hombres, es amado por ellos; quien los
respeta es, a su vez, respetado. Supongamos que habiéndose portar con nosotros
de una forma descortés o grosera; si somos prudentes, lo primero que debemos
preguntarnos es si con anterioridad hemos cometido alguna descortesía con dicha
persona o si hemos sido injustos con ella; su actitud hacia nosotros debe de
tener algún fundamento. Caso de que lleguemos a la conclusión de que no hemos
cometido ninguna injusticia contra tal persona, sino que nos hemos mostrado
siempre con ella bondadoso y corteses, debemos seguir analizando las posibles
causas de actitud descortés o grosera. Si somos prudentes, debemos reflexionar
si hemos cometido la menor incorrección en nuestra conducta. En el supuesto de
que tampoco hayamos cometido incorrección alguna, entonces la descortesía o
grosería del ofendido carece totalmente de fundamento y el hombre prudente,
ante tal situación, debe concluir: " este hombre no es más que un
extravagante y un necio; en nada se diferencia de una bestia, en cuyo caso,
¿por qué debe preocuparme la actitud o actos de una bestia? ".
Gozar de prestigio y de consideración es una de las cosas
que los hombres ambicionan con más ardor.
El primer deber más importante de la piedad filial consiste
en honrar a nuestros padres como es debido. La mejor prueba de este amor a los
padres consiste en procurarles el sustento necesario.
No lo pudo hacer por medio de palabras, porque el Cielo no
habla. El Cielo manifiesta su voluntad a través de los méritos y buenas
acciones de los hombres. Esta es la única manera con que manifiesta su
voluntad. El Cielo ve a través de los ojos del pueblo; el Cielo oye a través de
los oídos del pueblo.
El Cielo gobierna los acontecimientos del mundo sin ser
visto; esta acción oculta del Cielo es lo que se llama " El destino
".
Jamás he oído que un hombre que no actuara con rectitud
lograse enderezar a los demás. Menos aún podría lograr que los demás fueran
sinceros quien observara un comportamiento hipócrita.
Los ministros se conocen por las personas a quienes acogen
en su casa cuando están en la corte, y por las casas en que se alojan cuando
están fuera de ella.
Para que pueda trabarse una verdadera amistad, es preciso
prescindir de la superioridad que puedan otorgar la edad, los honores, las
riquezas o el poder. El único motivo que nos debe incitar a la amistad es la
búsqueda de las virtudes y el mutuo perfeccionamiento.
El superior debe honrar y respetar la sabiduría de sus
súbditos, y el inferior debe mostrarse respetuoso y cortés con sus superiores,
en atención a la dignidad que ostentan; respetar la dignidad y honrar a los
sabios son dos manifestaciones de un mismo deber.
Quien para permanecer fiel a sus principios rechaza ser
elevado a una condición honrosa permanece feliz aún sin honores. Quien para no
apartarse del recto camino rechaza unas rentas permanece gozoso en su pobreza.
La naturaleza humana no es ni buena ni mala. Según esto, la
bondad o malicia de los hombres es algo posterior a la propia naturaleza humana
en su origen. Si el hombre posee la capacidad de obrar, es necesario que poseía
también una norma para dirigir sus actos.
Si el supremo bien del hombre consistiera en conservar la
vida, no haría otra cosa que dedicarse a descubrir y practicar todo aquello que
pudiera prolongarla. Si el más temible mal del hombre fuera la muerte,
investigaría y practicaría todo lo que pudiera alejar o evitarle este mal. Hay
cosas que amamos más que la vida, así como hay otras más temibles que la
muerte; éste es un sentimiento común a todos los hombres.
El camino recto es como una ancha avenida; no es difícil
encontrarlo cuando se busca, pero los hombres no se esfuerzan por descubrirlo.
Cuando el sabio toma una determinación, es imposible que el
pueblo penetre en los verdaderos motivos de la misma. Cuando un príncipe se ve
rodeado por hombres perversos, aduladores y servirles, ¿Acaso puede gobernar
con acierto y eficacia?
Cuando el Cielo quiere conferir a alguien una difícil
misión, antes pone a prueba la fortaleza de su ánimo y el equilibrio de su
mente con las dificultades de una vida dura; fatiga sus músculos y todo su
cuerpo con rudos trabajos, que ponen a prueba su resistencia; mortifica su
carne y su piel con los rigores del hambre y del frío; les somete a las mayores
privaciones de la miseria; determina que no tengan éxito en sus empresas para
que se enfrenten con el fracaso. De este modo, el cielo estimula sus virtudes,
fortalece su cuerpo y les hace aptos para afrontar las dificultades con que
tropezarán en el cumplimiento de su alta misión. La dificultad es lo que más
estimula al hombre a vencer sus deficiencias y superarlas. Sólo cuando se han
padecido toda clase de privaciones y trabajos, sólo cuando se ha visto el
rostro de la miseria, sólo entonces es posible conocer a fondo la naturaleza
humana.
El hombre cumple la voluntad del Cielo cuando se esfuerza en
perfeccionarse a sí mismo.
Si buscáis encontraréis, si sois negligentes lo perderéis
todo. El que busca lo que está en su interior lo descubrirá y lo alcanzará; el
éxito de esta búsqueda es seguro, una ley invariable garantiza la adquisición
de lo que se busca. Si, por el contrario, buscamos lo que está fuera que
nosotros, todos los esfuerzos resultarán infructuosos.
El origen de todas las acciones se encuentra en el interior
de nuestro ser. Si reflexionando sobre nuestros propios actos descubrimos que
son conformes con nuestra naturaleza racional, experimentaremos la más intensa
satisfacción.
El hombre no puede dejar de arrepentirse de sus faltas. Si
una sola vez se arrepiente de no haberse arrepentido de sus faltas, ya no
volverá a tener motivos de arrepentimiento.
El pueblo no valora el mérito de un buen gobernante. El buen
gobernante encamina al pueblo hacia el bien con su sola presencia su acción es
oculta e imperceptible como la de los espíritus. El influjo de su virtud se
hace sentir por todas partes, como el de las sutiles fuerzas del cielo y de la
tierra. La influencia de un buen gobernante no tiene límites.
Los ejemplos de bondad penetran con mayor profundidad en el
corazón de los hombres que las buenas palabras; es más fácil obtener el afecto
del pueblo obrando con rectitud y aconsejándole rectamente, que mediante una
administración eficaz y unas leyes justas. El pueblo desconfía de las leyes y
de la administración; el pueblo ama los buenos ejemplos y los acertados
consejos. Con unas leyes justas y una administración eficiente, se consigue
aumentar las rentas del reino; con buenas enseñanzas y buenos ejemplos, se
conquista el corazón de los súbditos.
Las penas y privaciones agudizan la inteligencia y fortalecen
la prudencia.
Nadie debe comer sin habérselo ganado.
Los caminos del sabio son elevados e inasequibles. Sus actos
pueden ser admirados, pero no imitados.
El carpintero hábil no se hace torpe para poder ser imitado
por cualquiera de sus ayudantes.
Quien se abstiene de lo que no debiera abstenerse es mejor
que se abstenga de todo; el que trata con frialdad a quienes debiera tratar con
ternura acabará tratando con frialdad a todo el mundo; quienes avanzan
precipitadamente también retrocederán con la misma precipitación.
Es preferible desconocer los libros históricos, que aceptar
incondicionalmente cuanto en ellos se refiere.
Dar muerte a un pariente próximo de otro hombre es el crimen
que más funestas consecuencias provoca.
Yo no hago el menor caso de las murmuraciones y críticas de
los hombres.
Para que nuestras palabras estén siempre conformes con la
equidad, es preciso evitar la excesiva familiaridad con quienes nos rodean; él
mutuo respeto es la mejor defensa contra las palabras descorteses y groseras.
Si el hombre culto habla cuando debería callar, todos quedan perplejos ante sus
palabras; si, por el contrario, el hombre culto calla cuando debería hablar,
todos quedan desconcertados ante su silencio.
Las mejores palabras son aquellas que encierran un profundo
significado y, al mismo tiempo, resultan comprensibles para todo el mundo.
El mayor defecto de los hombres consiste en preocuparse
arrancar la cizaña de los campos ajenos, descuidando el cultivo de sus propios
campos.
El mejor medio para alcanzar las virtudes de la justicia y
la equidad consisten en dominar las pasiones. Quien se deja dominar por las
pasiones es muy difícil que obre con justicia y equidad.
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