Presentación por: Harvey Rivadeneira Galiano.
R.E.A.A. / M.S.03/10/2014
Es conocido que en casi todas las tradiciones se alude a algo
perdido o desaparecido que, sean cuales sean las formas con las que se lo simboliza,
tienen en el fondo el mismo significado; es ante todo la pérdida del estado principal,
como una consecuencia inmediata la pérdida de la tradición proporcionada, pues
dicha tradición no era sino el propio conocimiento, comprendido básicamente a
la posesión de ese estado. Lo que en un principio se había perdido fue
sustituido por algo que, en la medida de lo posible, debía tomar su lugar, creando la necesidad de nuevas sustituciones.
Según diversas
tradiciones, el Grial o su equivalente está perdido y no está representado
solamente por una copa sagrada, sino también por su contenido, siendo en el
fondo del umbral, la "bebida de la inmortalidad", cuya posesión
constituye esencialmente uno de los privilegios del estado primordial. Se dice
que el soma védico (bebida sagrada que producía la iluminación espiritual), en
cierta época comenzó a desconocerse,
obligando a su reemplazo por otra bebida que era tan sólo una imagen del mismo.
Para los persas el haoma (planta sagrada y la
bebida hecha de la misma, el beber de ella son características centrales del
ritual de Zoroastro), es el equivalente del soma hindú; se señala que el
haoma blanco podía únicamente recogerse sobre el Alborj, es decir, sobre la
montaña polar, que representa la sede esencial; después fue reemplazado por el
haoma amarillo, en la región donde se asentaron los antepasados de los persas,
hubo otro Alborj, que era sólo una imagen del primero. Este haoma amarillo se
perdió a su vez, y no quedó de él más que el recuerdo. Recordemos al respecto
que, en otras tradiciones, el vino es también un sustitutivo de la "bebida
de la inmortalidad", es considerado generalmente como un símbolo de la
doctrina escondida o reservada, es decir, del conocimiento esotérico e
iniciático.
Toda tradición tiene
normalmente como medio de expresión una determinada lengua, que por tal motivo
adquiere el carácter de lengua sagrada; si esta tradición desaparece, es
natural que al mismo tiempo se pierda la lengua correspondiente; incluso si aún
subsistiera exteriormente algo de la misma, se trataría solamente de una
especie de "cuerpo muerto". Las
pérdidas indican un empobrecimiento más o menos grave de la tradición que no
pudo remediarse con posterioridad. En el caso de la tradición hebrea, en la que
se dan los dos casos indicados, tras la cautividad de Babilonia, la antigua
escritura perdida debió ser sustituida por una readaptación. Durante la
destrucción del Templo de Jerusalén y la dispersión del pueblo judío, se perdió
la pronunciación verdadera del nombre tetragramático (identifica al Dios de
Israel por medio de la Biblia Hebrea). Si bien fue sustituido por otro nombre,
el de Adonaï, éste nunca fue considerado como el equivalente real de aquel que
ya no se sabía pronunciar. La transmisión regular de la pronunciación del
principal nombre divino Ha Shem, es un
término hebreo que significa literalmente ‘El Nombre’ (Se utiliza para evitar
nombrar el nombre de Dios YHWH), estaba vinculada esencialmente a la
continuidad del sacerdocio, cuyas funciones sólo podían ser ejercidas en el
Templo de Jerusalén. Desaparecido el Templo, la tradición hebrea quedó
inevitablemente incompleta.
Para remediar esta pérdida y la consecuente búsqueda de lo
que se ha perdido o, como se decía en el Medioevo, la "demanda", la
iniciación, en sus primeros estadios, los que corresponden a los pequeños
"misterios", tiene efectivamente como finalidad principal la
restauración del estado primordial. Es incuestionable que todo aquello que
puede comunicarse exteriormente no podría ser con toda seguridad la
"palabra perdida", sino nada más que un símbolo de la misma, siempre
más o menos inadecuado, como lo es toda palabra de las verdades trascendentes.
En las iniciaciones
occidentales hay por lo menos dos ejemplos muy conocidos de búsqueda sobre el asunto; la "demanda del Grial" en
las iniciaciones caballerescas de la Edad Media y la "búsqueda de la
palabra perdida" en la iniciación masónica, y ambas pueden ser consideradas
como casos típicos de las dos formas de simbolismo.
Si pasamos a
considerar la "palabra perdida" y su búsqueda en la Masonería, lo primero que debemos indicar
a este respecto es que el grado de Maestro, tal como es practicada en la
Antigua Masonería Simbólica, insiste en la "pérdida de la palabra",
que se presenta como una consecuencia de la muerte de Hiram. Pero la
"palabra sagrada" del grado es claramente una "palabra
sustituta" de una especie muy particular: ha sido deformada de muy
diferentes maneras hasta el punto de llegar a ser desconocida. Si se restituye
a dicha palabra su forma correcta descubrimos que la palabra en cuestión no es
sino una pregunta, y la respuesta sería la verdadera "palabra
sagrada" o la "palabra perdida", es decir, el verdadero nombre
del Gran Arquitecto del Universo.
En la iniciación masónica, en cambio, la "palabra
sustituta" es una pregunta que ofrece la posibilidad de reencontrar la
"palabra perdida". Señalemos
de paso que en el grado de Maestro no sólo se habla de una "palabra
sustitutiva" sino también de un "signo sustitutivo". Si la
"palabra perdida" se identifica simbólicamente con el Tetragrama,
ciertos indicios permiten suponer que correlativamente el "signo perdido"
debería identificarse con la bendición de los Kohanim
Hay algunos grados
masónicos que ofrecen una "palabra reencontrada", lo que parece
implicar la culminación de la investigación; en realidad, esta "palabra
reencontrada" es siempre una nueva "palabra sustituta", y es
fácil comprender que no pueda ser de otro modo, ya que la verdadera
"palabra" es rigurosamente incomunicable.
Cómo es posible que la
"pérdida de la palabra" se presente como una consecuencia de la
muerte de Hiram, cuando, según la leyenda, había otros que igualmente la
poseían? En la época de la construcción del Templo, la "palabra" de
los Maestros estaba, según la leyenda del grado, en posesión de tres personajes
que tenían el poder de comunicarla: Salomón, Hiram, rey de Tiro, e Hiram-Abi;
admitido esto, ¿cómo puede bastar la muerte de este último para causar la
pérdida de la "palabra"? La respuesta para comunicarla regularmente y
en forma ritual, se necesitaba el concurso de los "tres primeros Grandes
Maestros", de tal manera que la ausencia o desaparición de uno sólo de
ellos hacía imposible esta comunicación. Es imposible formar un triángulo si no
es con tres ángulos. Una Logia operativa no puede abrirse sin el concurso de
tres Maestros, provistos de tres varillas cuyas longitudes están
respectivamente en relación con los números 3, 4 y 5; y solamente a partir del
momento en que estas tres varillas han sido aproximadas y dispuestas en forma
tal de conformar el triángulo rectángulo pitagórico es cuando puede tener lugar
la apertura de los trabajos. Una palabra sagrada pueda estar compuesta de tres
partes, tales como tres sílabas, no pudiendo cada una de las cuales ser
pronunciada más que por uno de los tres Maestros, de manera que, a falta de uno
de ellos, tanto la palabra como el triángulo quedarían incompletos, y nada
válido podría realizarse.
Hiram Abif es una figura simbólica en Masonería y la
narración que se utiliza es una parábola psicodramática, creada deliberadamente
para llevar un conjunto de enseñanzas. No se trata de una leyenda propiamente
dicha, pues todo masón especulativo sabe, de antemano, que las personalidades
representadas del Maestro asesinado son totalmente imaginarias, representando
virtudes y vicios humanos cada uno de ellos.
En cuanto a la palabra
sagrada que sólo puede ser comunicada por el concurso de tres personas, es muy
significativo que justamente este carácter se verifique en la palabra, en el
grado de la Antigua Masonería Simbólica, se considera representante de la
"palabra reencontrada", y cuya comunicación regular no es
efectivamente posible más que de esta forma. Las tres personas de que se trata
forman entre sí un triángulo, y las tres partes de la palabra que son entonces las
tres sílabas correspondientes a otros tantos nombres divinos de diferentes
tradiciones, "pasan" sucesivamente, si así puede decirse, de uno a
otro de los lados del triángulo, hasta que la palabra sea completamente
"justa y perfecta".
La mayoría de las
veces la "palabra perdida" es asimilada al Nombre tetragramático, en
concordancia con el simbolismo hebraico. El Tetragrama pudo perfectamente
haber sido en cierto sentido una "palabra sustituta", ya que
pertenece propiamente a la revelación mosaica. En el exoterismo hebreo, la
palabra que sustituye al Tetragrama que ya no se sabe pronunciar, es otro
nombre divino. En el Tetragrama hebreo, es uno de los nombres divinos más
frecuentemente asimilados a la "palabra perdida", la forma:
Jehová. Cómo, cuándo y
dónde apareció el nombre que en español traducimos como Yavé, Yahwé o Jehová?
Tenemos a Diódoro de Sicilia; Jerónimo, autor de la Vulgata latina; Códice de
Leningrado, en la Biblia Hebraica
Stuttgartensia quienes escriben sobre Jehova;
si bien no puede ser considerada como la
verdadera pronunciación del Nombre, que ya nadie conoce, la representa al menos
mucho mejor al constar de tres sílabas, que la forma Yahvé.
Tema muy polémico. No se equivoquen. Todo lo anterior no es
literal, pues los que “saben” hablan en forma ricamente alegórica y simbólica.
Quizás algún día tengamos la capacidad de comprender y nos sea revelado el
misterio de la palabra perdida y la creación del universo; inmensa meta
¿verdad?, ¿Cuántas vidas requeriremos para ello? Para Dios el tiempo no existe, ò por lo
menos, en los mundos divinos tiene otra medida. Hoy solo nos resta meditar,
reflexionar y suponer; considerar sin aceptar ni rechazar nada.
El objetivo principal de esta columna, es crear la motivación
por la investigación de este tema tan interesante, y
que tiene muchas aristas y senderos colaterales que nos llevan a otros temas
tan importantes, como por ejemplo las razas humanas y sus dioses, muy propios
de su cultura y el momento histórico que se estaba viviendo.
Puedo estar equivocado en mucho, pero es preferible errar en
la búsqueda, que permanecer indolentes ante los misterios del GADU. Quizás la
“Palabra perdida” sea el “Hombre” mismo, ò mejor dicho: la chispa divina que
mora en él y el momento en que él la
alcance, ya no se encontrara “aquí”, pues será muy probable que haya alcanzado
su liberación de la rueda de las reencarnaciones.
“Te advierto, quien quieras que fueres, ¡OH! Tú que deseas
sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo
aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las
excelencias de tu propia casa, ¿Cómo pretendes encontrar otras excelencias?, En
ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. ¡OH! Hombre, conócete a ti mismo y
conocerás el universo y a los Dioses.” (Oráculo de Delfos).
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