miércoles, 12 de junio de 2013

SINCERIDAD, PUREZA Y SEGURIDAD









Seamos sinceros.
El Supremo nos bendecirá.
Seamos puros.
El Supremo nos amará.
Estemos seguros de nuestro Objetivo.
El Supremo nos abrazará.

Seamos sinceros. El Supremo nos bendecirá. Un aspirante ha de ser sincero, no sólo en su vida interna sino también en su vida externa, hasta que dé su último aliento. La sinceridad es como el terreno fértil en el corazón del aspirante. Su sinceridad es la Sonrisa incomparable de Dios. Su sinceridad es el Orgullo sin par de Dios.

La sinceridad puede desarrollarse. Puede ser desarrollada como un músculo. Hay personas que son naturalmente sinceras, y otras que son naturalmente insinceras. Las que son sinceras desde el amanecer de sus vidas son bienaventuradas. Pero las que son insinceras desde su nacimiento mismo, no tienen por qué, ni deben, maldecirse. Ellas pueden ser sinceras si así lo quieren. En el momento en que verdaderamente quieran ser sinceras, Dios en Su infinita Compasión les ayudará. Con su más profunda Alegría, Compasión y Atención Él les ayudará.

La espiritualidad necesita y demanda sinceridad desde el principio hasta el fin. Espiritualidad y sinceridad nunca pueden separarse. Si a uno le importa realmente la vida espiritual, si uno siente que la espiritualidad es la única respuesta, entonces quisiera decir que la sinceridad es la llave que abre la puerta de la espiritualidad. No hay otra llave; no puede haber otra llave.

Seamos puros. El Supremo nos amará. Si no hay pureza en su vida interna y externa, el aspirante no es mejor que un animal. Sin la pureza él no puede retener ninguno de los regalos espirituales que recibe de la Compasión del Supremo durante su meditación. Todo desaparecerá y todo decepcionará al buscador si este carece de pureza. Pero si está inundado de pureza, las cualidades divinas entrarán todas finalmente en él. Cantarán en él, bailarán en él y le harán la persona más feliz de la Tierra. Y al hacerle feliz, estas cualidades divinas hallarán su propio cumplimiento verdadero.

La pureza en el plano físico es de capital importancia. Esto no quiere decir que nos tenemos que bañar diez veces al día. No, la pureza no es esa. La pureza exige que tengas un cuerpo limpio, pero la verdadera pureza física se halla dentro del corazón. Establecerás un altar interno dentro de tu corazón. Este altar es el constante recordatorio del Piloto Supremo en ti. Cuando tú piensas constante y espontáneamente en el Piloto Supremo sentado dentro de ti, en las cavidades más íntimas de tu corazón, descubrirás que esta es la pureza más elevada. Si la pureza falta en el plano físico, el éxito completo, la plena manifestación de Dios, no puede lograrse. Tal vez obtengas un éxito espiritual parcial, pero incluso este éxito parcial en la vida te desilusionará tremendamente si la pureza no está establecida en tu naturaleza. Tienes que establecer la pureza en el físico, en el vital, en la mente—en todas las partes de la naturaleza externa. Entonces, cualquier cosa que hagas, cualquier cosa que seas, cualquier cosa que poseas estará llena de pureza. La pureza no es algo débil o negativo; es algo fervoroso y dinámico. Es algo que está constantemente nutrido por la energía infinita y la Voluntad indomable, adamantina del Supremo.

La pronunciación misma de la palabra “pureza” puede ayudar a cambiar la vida externa del aspirante así como su vida interna. Repite la palabra “pureza” ciento ocho veces diariamente, colocando tu mano derecha sobre el ombligo mientras la repites. Entonces verás que abundante pureza entrará en ti y fluirá a través de ti. Cuando eres puro, verás el mundo con un ojo diferente. Verás la pureza amaneciendo firme en el mundo. Verás la belleza floreciendo firme en el mundo. Verás la perfección creciendo firme en el mundo.

Dulce, más dulce, dulcísima es la pureza. Cuando ves pureza dentro de ti, eres puro. Cuando sientes pureza dentro y alrededor de ti, eres más puro. Cuando llegas a ser pureza dentro y fuera, eres lo más puro. De hecho matas a tu ser interno cuando llevas una vida impura. Pero cuando llevas una vida pura, aceleras el viaje de tu alma. Tu alma y tu vida externa obtienen su oportunidad más grande cuando la pureza está totalmente establecida en tu vida.

Estemos seguros de nuestra Meta. El Supremo nos abrazará. La diferencia entre una persona ordinaria y un aspirante es que una persona ordinaria no tiene objetivo, mientras que un aspirante lo tiene. Una persona ordinaria está satisfecha con lo que tiene, o considera que la idea de entrar en el Más Allá está fuera de su imaginación, o siente que no hay Más Allá. Está atrapada por lo que ve a su alrededor. Sin embargo, un aspirante siente y cree que este mundo nuestro no es el objetivo final. Siente que debe haber un objetivo en algún lugar, y sabe que, o bien el objetivo vendrá hacia él, o él tendrá que ir hacia el objetivo. El objetivo puede ser la realización de Dios o puede ser alguna otra cosa. Si es la realización de Dios y si su aspiración es sincera, él debería saber que este objetivo es algo absolutamente importante y sagrado. No es un juguete.

Un aspirante tiene que estar seguro de su objetivo. Tal vez él quiera a Dios o tal vez algún atributo de Dios. Algunos aspirantes imploran a Dios por el poder, por el amor, por la paz. No imploran a Dios por Dios mismo. Ellos no quieren a Dios en Su Infinitud y Su Eternidad. Sólo quieren una porción de Él. Están satisfechos si pueden conseguir paz de Dios, o luz, o amor. Cuando reciben lo que han implorado, terminan su viaje. Pero hay algunos aspirantes que no quieren nada de Dios excepto a Dios Mismo. Sienten que si consiguen a Dios lo consiguen todo. Son como niños en un jardín donde hay un árbol cargado de los más deliciosos mangos. Ellos saben que si pueden complacer al dueño del árbol, conseguirán todos los mangos del árbol. Aquí Dios es el dueño del árbol y, al mismo tiempo, Él es el árbol. Cuando Le complacemos, Él satisface nuestra hambre de Luz, Paz y Dicha infinitas. Si los aspirantes son sabios, sabrán que en el momento en que complacen a Dios ellos lo obtienen todo de Él.

En virtud de su sincera aspiración, un verdadero buscador dice: “Oh Dios, si Tú sientes que yo debería tener Tu Visión, si Tú sientes que quieres colmarte en mí y a través de mí, si sientes que puedes usarme como instrumento Tuyo, estoy a Tu servicio. Si Tú quieres que yo me ponga ante Ti, vendré y me pondré. Si Tú quieres ponerte delante de mí, estaré igualmente contento. Si no quieres nada de eso, sino que quieres que otro este delante de Ti, aún así estaré contento.” Esto es lo que llamamos entrega. Esta es la entrega última.

Un aspirante ha de conocer su objetivo. Si su objetivo es la realización de Dios, puede comenzar con eso en la mente. Pero el Objetivo Último es la entrega incondicional a la Voluntad de Dios. Cuando Dios ve que Su hijo, Su más devoto hijo ha hecho su entrega incondicional—no por un segundo, no por un día o un año, sino por toda una vida, por todas las encarnaciones venideras, por toda la Eternidad—sólo entonces Dios abraza a Su más querido, Su más dulce, Su más devoto hijo. Y cuando ese abrazo se produce, el hombre se convierte en Dios Mismo.

A todos, sin excepción, se nos da la oportunidad de colmar a Dios aquí en la Tierra. Si lo intentamos, estamos destinados a triunfar. Podemos colmar a Dios, y al colmarlo a Él veremos que nosotros ya estamos colmados.

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