Aunque se las suele confundir o al menos tratar por igual el objetivo de
las ciencias y el de las tecnologías no es el mismo, y eso hace a la verdadera
ciencia más resistente a interferencias de poderes externos de lo que pudiera
parecer. Buena parte de los ataques a las ciencias en realidad lo que están
rechazando es alguna determinada tecnología, o incluso decisiones que no son
técnicas sino políticas y económicas. Por eso quizá convenga separar con
claridad conceptos y campos de actuación, para delimitar las responsabilidades.
Las ciencias y las tecnologías se diferencian en su objetivo final, que
es clara y contundentemente diferente. Las ciencias buscan comprender el
universo y su funcionamiento; dilucidar las reglas, los procedimientos y
sistemas que hacen que el cosmos exista tal y como es. Son descriptivas en el
sentido de que contemplan los fenómenos existentes e intentan explicar sus
mecanismos; todas sus intervenciones (experimentos) tienen por objeto ayudar al
entendimiento, y por tanto en condiciones ideales las modificaciones que se
introducen en el funcionamiento natural están reguladas y son mínimas. El
resultado final de las ciencias son las teorías que explican qué hay ahí fuera
y de qué manera funciona.
Las tecnologías, sin embargo, no describen el mundo, sino que lo
modifican para adaptarlo a las necesidades humanas. Su objetivo no es entender
el universo, sino moldearlo para hacerlo mejor para nosotros; el conocimiento
que buscan y emplean tiene como objetivo su aplicación en este empeño, no el
conocimiento mismo. Las tecnologías siempre son ‘para’ algo: crear vías de
comunicación u otras obras públicas, curar enfermedades, extraer minerales,
fabricar objetos. La finalidad es utilitaria, y la razón de su existencia es en
última instancia mejorar la existencia de la Humanidad.
La relación entre ambos campos es íntima, retorcida y a veces mal
entendida; la extensión de conceptos como ‘ciencia aplicada’ no hace más que
complicarla todavía más. Las tecnologías emplean el conocimiento del universo
generado por las ciencias para mejorar sus técnicas, mientras que la ciencia
precisa echar mano de la tecnología más avanzada (y a veces impulsarla más allá
de sus límites) para poder llevar a cabo sus experimentos. Hay veces que la
investigación científica en una dirección concreta o en un campo específico es
dirigida y favorecida para ayudar a resolver una cuestión tecnológica, como
ocurre con la biología celular y la cura del cáncer. Otras veces nuevas
tecnologías aparecen de pronto surgidas de avances científicos relativamente
recónditos o incluso inesperados, como acaba de ocurrir con la ingeniería
genética y el sistema CRISPR-Cas. Cuando se habla de ‘ciencia aplicada’ se
mezclan conceptos y se diseñan actividades que están a medio camino entre ambas
orillas.
Pero se trata de empeños diferentes con objetivos distintos, y
mezclarlos conceptualmente tiene consecuencias que pueden ser graves. Porque si
en la tecnología entra, por definición, la economía y por tanto la política, en
ciencia no es así. Un chiste de ingenieros dice que a la pregunta ‘¿Esto se
puede hacer?’ la respuesta siempre es: ‘Depende del presupuesto’, porque en
cualquier ámbito tecnológico la clave para la toma de decisiones es la
rentabilidad y el acceso a los recursos. En muchas ocasiones las discusiones
sobre temas de tecnología no analizan la posibilidad de hacer algo, sino si la
solución elegida es la mas conveniente, económica, interesante, rentable: no se
discute si es o no posible, sino la conveniencia de hacerlo. No es una decisión
sobre hechos, sino sobre política, y así es como debe ser.
El problema surge cuando las cuestiones políticas saltan desde las
tecnologías a las ciencias y se intenta doblegar el conocimiento para adaptarlo
a las necesidades de la conveniencia social. Se puede (se debe) discutir cuál
es la mejor manera de poner límites al cambio climático, si una determinada
decisión política será suficiente, o si no habrá otras tecnologías que puedan
resolver el problema de modo más económico, ya que hablamos de una cuestión
tecnológica (cambiar la realidad). Lo que no es razonable es negar la
existencia del calentamiento global medido por la ciencia (describir la
realidad). Es posible analizar si los actuales calendarios y sistemas de vacunación
son los más eficientes para mantener a raya a las enfermedades contagiosas,
pero para ello es absurdo afirmar que las vacunas tienen efectos secundarios
que no se han descrito. La decisión política de usar o no usar Organismos
Modificados Genéticamente para mejorar el rendimiento de la agricultura debe
ser discutida en público para determinar si es la más conveniente o qué
sacrificios y de quién estamos dispuestos a hacer para emplearla o no, pero sin
usar en la discusión acusaciones infundadas y hechos falsos. La tecnología y en
especial sus componentes económico y político siempre puede, y deben,
discutirse con pasión, porque todas las decisiones de actuar sobre la
naturaleza tienen costes además de beneficios y contrapesarlos es derecho y
deber de una sociedad libre.
Lo que no quiere decir que los hechos, los datos, los conocimientos de
la ciencia sobre el funcionamiento del universo sean maleables: la ciencia no
cambia porque sus resultados sean inconvenientes para una postura política u
otra. El planeta se calentará o no; las vacunas causarán autismo o no, y los
OMGs serán dañinos o no, y a esa pregunta debe contestar la ciencia y su
respuesta debe ser respetada. Después la tecnología determinará si podemos
hacer algo para reducir las emisiones de CO2 y cómo, si es mejor vacunar a una
edad u otra o si el mejor modo de acabar de una vez con el hambre en el mundo
es usar OMGs o no, y la política asignar recursos económicos a la decisión que
la sociedad tome. Pero partiendo de una descripción lo más certera posible de
la realidad, es decir, de la mejor ciencia disponible. Porque si permitimos que
la ideología o la rentabilidad determinen los hechos a partir de los cuales
tomamos decisiones nos estaremos haciendo trampas al solitario, que es el modo
más estúpido de autoengañarse que existe. Si confundimos la ciencia con la
tecnología y ésta con la política no sólo nos irá mal en el futuro, sino que
nos habremos merecido que nos pase.
Las siglas CRISPR/Cas9 provienen de Clustered
Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats, en español “Repeticiones
Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente interespaciadas.” La segunda es
el nombre de una serie de proteínas, principalmente unas nucleasas, que las
llamaron así por CRISPR associated system (es decir: “sistema asociado a
CRISPR”).
Las siglas OMG significan Organismo Modificado
Genéticamente. Los transgénicos son un tipo de OMG, los más utilizados hasta la
fecha. Las técnicas obtenidas para obtener OMG se conocen como ingeniería
genética.
Las siglas OMGs son: "Los Organismos Modificados
Genéticamente son los organismos, a excepción de los seres humanos, cuyo
material genético ha sido modificado en formas que no se dan naturalmente
mediante multiplicación y/o recombinación natural” Consejo Europeo
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