Existe una gran confusión con respecto a lo que es alma y
espíritu.
El hombre es un espíritu que habita en un cuerpo y que tiene
un alma. Espíritu se es, alma se tiene. El espíritu es la parte divina,
inmortal y eterna, la chispa divina o emanación del Arquitecto del Universo que
portamos en lo más profundo de nuestro ser. Ésta es la fuerza del Uno, la luz
eterna e inextinguible que nos ilumina en los momentos cruciales de nuestra
vida. Podríamos comparar a Dios con una gran masa de agua, que al girar
vertiginosamente hubiera desprendido millones de chispas o gotas de agua. Cada
una de estas gotas equivale al espíritu de un hombre. Por lo tanto el hombre es
un espíritu encarnado en un cuerpo.
El alma es la parte animal inteligente, o sea, lo que
llamamos personalidad, que se forma gradualmente como producto de la unión
espíritu-cuerpo. Cuando un sujeto tiene pena o sufre un estado de profunda
tristeza, generalmente es el alma la que está sintiendo esto. En cambio, cuando
alguien dice: “yo soy el que soy” es el espíritu el que se está
manifestando.
La meta máxima consiste en realizar el maridaje entre alma y
espíritu, para lo cual es necesario cultivar el alma dándole conciencia e
inteligencia. Es como un animalito o niño pequeño al cual debemos imponer
nuestra voluntad para enseñarle a obedecernos en todo momento, y no ser
nosotros los que obedezcamos a la parte animal.
Cuando el alma adquiere conciencia e inteligencia podemos
actuar a voluntad con las fuerzas de la naturaleza.
La ley de correspondencia dice: “como es arriba es abajo,
como es abajo es arriba”. Aplicándola a este caso particular, podemos afirmar
que todo lo que está dentro de nosotros está también fuera y, por lo tanto,
aquél que conquiste su naturaleza interna alcanzará también el dominio de la
externa.
La alquimia, arte tradicional del ocultismo, enseña a
transmutar los metales viles en oro. En el aspecto espiritual esto simboliza la
transmutación de las bajas pasiones en virtudes. El alma que se desprende de la
escoria de los sentimientos y pasiones desenfrenadas es cual refulgente escudo
de oro que acoraza al individuo en contra del mal y la miseria humana.
Como una manifestación del alma podemos apreciar el sello
característico que el alma colectiva familiar imprime en todos sus integrantes.
Sus facciones no solamente llevan un parecido físico, sino que también algo que
llamamos “aire de familia”, algo que se siente en el ambiente al tratar a
alguno de ellos. Esta alma colectiva puede convertirse en algunos casos en un
verdadero tirano egoísta y pasional que trae desgracia y miseria a los
integrantes de este núcleo. Si existe armonía y perfecta unión puede brindarles
prosperidad, protección, riqueza y felicidad.
En el aspecto colectivo es interesante observar el alma de un
país. Todos sus habitantes tienen una idiosincrasia similar, una manera de ser
especial que no nace de la vida conjunta. Todos los extranjeros que llegan son
rápidamente tomados por esta fuerza colectiva y adoptan con presteza el aire
regional hasta llegar a simular ser originarios. En esta alma colectiva
gravitan todas las emociones, instintos, pensamientos y pasiones del pueblo, y
es a causa de esto que para poder triunfar en cualquier sentido, para superar
la mediocridad, es necesario elevarse por sobre la vibración de esta alma
colectiva, sometiéndose a una férrea disciplina personal.
Así como el ser humano tiene alma, también la tienen los
animales, las plantas y aun los minerales, ya que la vida está en todo. Tal
como afirma el principio hermético de vibración “nada está inmóvil, todo
vibra”.
Al hablar del alma debemos considerar el corazón, centro de
la vida anímica y emocional. Grandes loas se han elevado en su homenaje y se
considera algo muy acertado actuar según sus dictados. La verdad es que el
corazón, mientras no ha sido educado debidamente, es el gran enemigo del ser
humano ya que lo empuja constantemente a cometer errores. El corazón es como el
alma de un niño, capta inmediatamente cualquier vibración o fuerza que tenga la
virtud de impresionarlo e impulsa al individuo a cometer actos de los cuales
tendrá que arrepentirse posteriormente. El mundo invisible que nos rodea es un
receptáculo donde vibran buenos y malos sentimientos que son captados y tomados
como propios por el corazón en momentos de expansión. Posteriormente la mente
sufre grave perturbación a causa de estos estados emocionales. Podemos así
observar que tanto el amor como el odio son ciegos. Un hombre enamorado lo
perderá y sacrificará todo por la mujer a quien ama. El que odia lleva en sí el
germen de su propia destrucción.
El amor debe ser guiado en todo momento por la razón, a fin
de que sea una fuerza positiva para el individuo. De lo contrario es una fuerza
tan ciega como el odio. Desde luego, es infinitamente mejor un hombre que ame a
otro, que odie, pero es necesario saber amar. Amar impersonalmente sin egoísmo.
¡Qué pocos conocen el verdadero amor! Una mujer se enamora y cree con esto que
ella ama. Generalmente el supuesto amor es un engaño del corazón. Es una
embriaguez de magnetismo psíquico que produce una especial euforia a la cual
han llamado amor. Cuando se satisface el deseo de posesión y pasa la embriaguez
se termina este falso amor. Ésta es la causa común de los fracasos
matrimoniales. Una pareja se casa muy enamorada y descubre después de un tiempo
que sólo los une el hábito y un contrato civil. Esto es muy natural ya que las
pasiones humanas son como el viento que primero sopla y después se calma.
Solamente al amor que nace de una perfecta unión entre corazón y cerebro lo
podemos llamar verdadero. Este amor es inmortal y eterno porque está dentro del
campo vibratorio del espíritu, y todo lo espiritual es sagrado, divino, eterno
e inmortal.
La clave de muchos secretos se encuentra oculta entre líneas
en lo que hasta aquí se ha expuesto. El que sepa leer y comprender podrá
utilizarlas. La sabiduría es incomunicable, solamente se pueden dar las bases
para estudiar y realizar.
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