Con esto no quiero sugerir que exista un «plan» implícito en la evolución cósmica y biológica, algún diseño que determine desde el inicio el destino cósmico. El destacado biólogo chileno Humberto Maturana señala que el proceso evolucionario es más bien una “deriva”, un probarlo todo, una continua exploración de posibilidades inéditas.
El Universo no tiene ninguna meta definida, sin embargo tiene un rumbo. Si estudiamos la trayectoria de la evolución cósmica y biológica desde sus inicios, una cosa que observaremos es el aumento asombroso de la complejidad.
30Los primeros átomos, formados hace casi 14 mil millones de años, fueron los más sencillos de todos: los del hidrógeno, con un solo protón y un electrón. Poco a poco, al centro de las estrellas, se fueron fundiendo núcleos atómicos más complejos y pesados. Luego de su expulsión violenta de sus estrellas-madre, los átomos resultantes se fueron uniendo en moléculas, también cada vez más complejas. En el planeta Tierra –y sin duda en otros mundos todavía desconocidos– nacieron las primeras células vivientes. Aún las más sencillas tienen más moléculas que la actual población humana terrestre. Eventualmente, esas células se integraron para formar tejidos y órganos; tal vez el más complejo de estos últimos sea el cerebro humano.
Al decir de los físicos, vivimos en un Universo emergente. A todos los niveles, desde el principio, surgen la novedad y la sorpresa: seres cada vez más complejos, más espontáneos, con una organización más sofisticada.
- 12 Ver Thomas Berry y Brian Swimme, The Universe Story (Harper, SanFrancisco, 1992), 37-8.
31El físico matemático Brian Swimme señala que no es posible entender a un átomo de carbono sin reconocer su inmenso potencial para combinarse con otros átomos en la construcción de moléculas complejas, las cuales a su vez se vuelven componentes fundamentales de todos los seres vivientes. Como elemento indispensable en la estructura química celular, el carbono juega un papel esencial en los procesos metabólicos.
32Para entender a cualquier ser, por más sencillo que sea, hay que entender el papel que juega en el Universo como totalidad. El sentido de cualquier cosa depende, en última instancia, de su rol en el Cosmos –pasado, presente y futuro. Entender el carbono simplemente como un elemento atómico es conocerlo de forma muy limitada: es pasar por alto su rol clave en la evolución cósmica.
33Una ameba, un alerce y un tigre nos revelan dimensiones de lo que es el carbono. Tampoco entenderemos el significado del carbono si no reconocemos su rol en la capacidad humana de reflexionar, de apreciar la belleza, de expresar el amor. Sin los átomos de carbono, ni el ser humano ni ninguna de sus manifestaciones espirituales serían posibles. Sin el carbono no podrían existir ni el arte ni la poesía ni la nobleza de nuestros grandes ideales.
- 13 The Great Work (New York: Bell Tower, 1999), 25.
“Hay una capacidad espiritual latente en el carbono, e igual hay un componente del carbono que funciona en nuestra experiencia espiritual más elevada”, escribe el ecologista Thomas Berry.
Nuestras aventuras y búsquedas humanas no son únicas en el Universo: son, más bien, un reflejo altamente diferenciado de dinámicas que están presentes y activas desde su nacimiento.
Los humanos somos un producto del gran proceso de aprendizaje, del gran despertar que es la evolución cósmica y biológica. Nuestras cualidades mentales y afectivas no cayeron del cielo: igual como nuestros cuerpos, son frutos del proceso evolucionario.
34Podríamos decir que la espiritualidad humana es escuchar y responder a los profundos anhelos que surgen desde el centro de nuestro ser, anhelos de búsqueda, de exploración, de crecimiento e interacción con nuestro entorno humano y natural. Pero a todos los niveles y en todos los seres hay sentires análogos: impulsos, por más mínimos que sean, que no se contentan con el status quo. Exploran sus posibilidades y buscan realizar su potencial. La evolución, tanto cósmica como biológica, es la expresión primordial de esta inquietud creativa, de una espiritualidad que es intrínseca en todos los aspectos del Universo.
35La espiritualidad, por lo tanto, no es un fenómeno meramente humano. Y es más, los humanos tenemos la necesidad vital de una espiritualidad que emerge desde nuestras raíces genéticas, una espiritualidad que es tan profunda como los anhelos que impulsan el despliegue evolucionario cósmico y terrestre.
Acostumbrados a percibir al mundo natural como una realidad exclusivamente física, los escritores espirituales del mundo occidental suelen pasar por alto los grandes procesos del emerger evolucionario.
36Los pueblos originarios, sin embargo, celebraron los grandes eventos cósmicos (tales como los solsticios y los equinoccios) como momentos espirituales por excelencia a los que había que celebrar en rituales y ceremonias. Reconocían intuitivamente el carácter sacramental del cosmos y de todas sus manifestaciones visibles. Y todavía, aunque hayamos olvidado su sentido primario, nuestros festivales religiosos más tradicionales siguen marcando momentos cosmológicos claves.
Sucede a menudo que aún la gente moderna, cuando siente la necesidad de la regeneración espiritual, busca un bosque, una montaña, la orilla de un río para descansar y contemplar con tranquilidad.
Esto lo hacemos instintivamente: sabemos, en el nivel más profundo de nuestro ser, que en estos lugares hay una espiritualidad activa que está profundamente ligada a nuestras propias energías vitales.
En el ámbito humano, la espiritualidad es aquel aspecto de nuestra existencia que explora las energías que nos rodean y que nos atraviesan, revelándonos las profundas conexiones entre todas las cosas.
37Cuando tomamos el tiempo para meditar y profundizar nuestra conciencia de la gran red cósmica y terrestre de la cual somos parte, cuando nos permitimos escuchar a nuestros propios cuerpos, a la voz instintiva y arquetípica que nos habla desde nuestros genes, sólo entonces estamos en contacto con las energías primordiales que nos pueden conducir a la transformación personal y colectiva.
38La espiritualidad no es la contemplación de mundos etéreos alejados de las realidades terrenales: es entrar en una profunda comunión con la dimensión pre-humana de nuestro propio ser, el cual constituye un microcosmos, la expresión de la totalidad numinosa que es el Universo.
39En esta época de crisis suprema, en que el antropocentrismo de una humanidad que ha adquirido inmensos poderes tecnológicos está en peligro de causar nuestra extinción como especie, la construcción de una nueva forma de relacionarnos con el planeta y sus habitantes se ha vuelto urgente e imprescindible.
40Aquella relación incluirá, necesariamente, el reconocimiento de la sabiduría inherente en todos los ecosistemas del planeta, la necesidad de escuchar al mundo natural en sus múltiples manifestaciones y de aprender de él, y la oportunidad de reconocer el carácter espiritual de todos los seres y procesos que se manifiestan en este planeta en evolución y en el Universo emergente.
41Se trata de dar un vuelco de 180 grados con relación a nuestro cartesianismo habitual y cuasi-inconsciente. Nos empezamos a dar cuenta no sólo que no somos los únicos seres que tenemos inteligencia y sentir, sino que para recuperar una auténtica espiritualidad humana será necesario dejarnos instruir y transformar por la espiritualidad que está latente en la Tierra y en el mundo natural en todas sus manifestaciones.
FUENTES:
2 Rich Heffern, «Spirituality and the Fine-Tuned Cosmos», NCR 12 de Diciembre, 2003, 4a.
3 Por ejemplo, la relación entre partículas y antipartículas en el Universo primitivo; el grado de estabilidad del berilio-8; las resonancias del helio en algunas situaciones energéticas; las propiedades de los neutrinos que afectan su rol en las supernovas; la relación entre la gravedad y las otras fuerzas básicas del Universo; el grado de atracción del hidrógeno en el agua... (Ver George Greenstein, The Symbiotic Universe (New York: Morrow Quill, 1988), apéndice; Ian Barbour, «Coincidences in the Laws of Physics» en el sitio web Ian’s Cosmic Matters: http://neon.airtime.co.uk/users/station/cosmic.htm).
4 Más específicamente, si la relación entre la fuerza nuclear débil y las otras fuerzas hubiera sido levemente diferente, o no se hubiese formado ningún hidrógeno (esencial para el emerger del agua) o no se hubieran formado muchos elementos pesados, esenciales para que emergiera la vida.
5 Ilya Prigogine e Isabel Stengers, La nouvelle alliance (Paris: Gallimard, 1986), 376-77.
6 Cecilia Dockendorff, prólogo de la versión castellana del Tao Te King, traductor Gastón Soublette (Santiago: Cuatro Vientos, 1990), v.
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