Se dice que la neuroética es la moral aplicada al dominio del
cerebro, ya que trata acerca de los beneficios y los peligros potenciales de
las investigaciones modernas sobre el cerebro, e igualmente se interroga sobre
la conciencia, sobre el sentido de sí y sobre los valores que el cerebro
desarrolla. La neuroética está en la interfaz de las ciencias empíricas del
cerebro, de la filosofía del espíritu, de la filosofía moral, de la ética y de
las ciencias sociales, y puede ser considerada, en virtud de su carácter
interdisciplinario, como una subdisciplina de las neurociencias, de la
filosofía o de la bioética en particular, en función de la perspectiva que se
desea privilegiar.
La Neuroética surge como consecuencia del progreso de las
técnicas de formación de imágenes del cerebro que, si bien por un lado han
permitido un incremento del conocimiento sobre el mismo, por otro han generado
una serie de cuestiones éticas relacionadas con la metodología de adquisición
de ese conocimiento y su aplicación. Se trata, en consecuencia, de una
disciplina que pretende distinguir entre lo técnicamente viable y lo moralmente
aceptable (hasta qué punto, por ejemplo, se puede modificar el cerebro con
psicofármacos para conseguir cambios conductuales).
Según Bernard Baertschi, autor de uno de los primeros ensayos
publicados sobre el tema neuroética debe, además, atender a cómo las
emociones afectan a nuestras decisiones morales y a la relación entre
responsabilidad y libertad individuales y determinismo cerebral. Los terrenos
propios de la neuroética serían los implantes cerebrales, las interfaces
máquina-encéfalo, las bases neurales de la conducta y la formación de la
conciencia.
La neuroética puede subdividirse en dos áreas con intereses
específicos: la ética de la neurociencia (centrada en la práctica y las
implicaciones de la comprensión cerebral en la sociedad) y la neurociencia de
la ética (centrada en los fundamentos neurológicos del conocimiento moral).
La pregunta inicial a la que la neuroética fundamental debe
dar respuesta es a la siguiente: ¿Cómo las ciencias naturales pueden
profundizar nuestra comprensión del pensamiento moral? Esta pregunta no es
nueva, pero lo que sí es relativamente nuevo es la toma de conciencia de la
amplitud con que los antiguos problemas filosóficos emergen en el seno de las
neurociencias en rápida evolución, tales como el problema de saber si la
especie humana posee en cuanto tal un libre albedrío, lo que significa tener una
responsabilidad personal o ser un sí mismo, cuáles son las relaciones entre las
emociones y la cognición, o entre las emociones y la memoria.
Con la emergencia de nuevos modelos del cerebro, la
conciencia se ha convertido en un objeto de estudio para las neurociencias de
una manera mucho más realista de lo que lo había sido hasta entonces, y esto en
virtud del hecho de que en adelante serían tenidas en cuenta las propiedades
plásticas, creativas y emocionales del cerebro, así como sus características
culturalmente inducidas. En consecuencia, y de una manera trascendente, las
neurociencias adquirieron una pertinencia normativa, en el sentido de que se
volvieron pertinentes para comprender la fuerte inclinación que tienen los
humanos para construir sistemas normativos (por esencia emocionales): sistemas
morales, sociales, legales, etc.
Según la teoría de la epigénesis neuronal, las estructuras
socioculturales y las estructuras neuronales se desarrollan en simbiosis y son
causalmente pertinentes unas por las otras. La arquitectura de nuestros
cerebros determina nuestro comportamiento social, nuestras disposiciones
morales inclusive, lo que influye en el tipo de sociedad que creamos. Y
viceversa: nuestras estructuras socioculturales influyen en el desarrollo de
nuestros cerebros.
Una responsabilidad mayor de la neuroética fundamental, en
efecto, consiste en descifrar la red de las conexiones causales entre las
dimensiones neurobiológica, sociocultural e histórico-contingente, para evaluar
entre ellas cuáles tienen un carácter “universal”, especificado de antemano en
nuestro genoma y compartido por la especie humana, y cuáles son relativas a una
cultura o a un sistema simbólico determinados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario