miércoles, 10 de junio de 2015

BUDISMO TIBETANO




 
 



El budismo tibetano es el budismo que se desarrolló en los Himalayas. También conocido como budismo vashraiana y budismo tántrico. Esta forma de budismo es seguida por el 6 % de todos los budistas, siendo una de las escuelas budistas más practicadas y una de las mejor conocidas en Occidente.

El budismo tibetano o lamaísta es mayoritario en Bután, Mongolia, Ladakh (India) y Tíbet, así como hay importantes minorías budistas lamaístas en Sikkim (India), en Nepal y en las regiones de etnia mongol de Rusia como Buriatia, Kalmukia, Tuvá y en Mongolia Interior (China). Básicamente, esta forma de budismo es la religión predominante de los pueblos mongoles y tibetanos, todos los cuales reconocen al Dalái Lama como Bodhisattva y por tanto lo respetan como un alto maestro espiritual, si bien cada una de las escuelas tiene una jerarquía distinta y un sistema propio de enseñanza. Al tener unos 20 millones de seguidores, mayoritarios en diferentes países y regiones autónomas, es una de las ramas más grandes e importantes del budismo.

Asociado a este tipo de budismo aparece la figura del lama. En la clásica división del budismo entre monjes y laicos, los lamas tibetanos suponen una figura con relevancia no solo religiosa sino que fueron centro de la vida social y económica de Tíbet.

Budismo vashraiana

El budismo majaiana (‘gran vehículo’) entró en el Tíbet gracias al gurú indio Padmasambhava en el siglo VIII. Hasta ese momento, existía en el Tíbet una religión de carácter animista y mágico, llamada bon. Con el auge del budismo, la religión bon no desapareció, sino que se transformó gradualmente. Parte de la creencia bon influyó también en el lamaísmo. La tradición majaiana no se limita a buscar la liberación personal, sino que tiene como finalidad la liberación de todos los seres y para ello busca alcanzar el estado de buda.

El budismo tibetano desarrolló con rapidez la enseñanza tántrica introducida desde el norte de la India, desde la zona de Bengala y Guyarat y que se extendió por Tíbet, Sri Lanka y China y otros lugares. Esta enseñanza quedó integrada en un budismo llamado vashraiana o budismo tántrico, mal llamado en Occidente «budismo esotérico». El lamaísmo considera que el vashraiana es un tercer vehículo además de los dos referidos en la tradición majaiana: el theravada y el propio majaiana. El budismo vashraiana es parte del camino majaiana, sin embargo sus practicantes no sólo buscan la iluminación para liberar del sufrimiento a todos los seres, además desean alcanzar el estado de Buddha lo antes posible, incluso en esta misma vida.

El vashraiana sólo se conservó en el Tíbet, sur de China y Japón. Mientras que en China y Japón son una escuela más entre otras, en el Tíbet este tipo de budismo acabó convirtiéndose en el principal. Esto se debió, entre otras cosas, a que en el desarrollo del budismo majaiana en el Tíbet se dió preeminencia doctrinal a partir del siglo VIII a los trabajos procedentes de India frente a los procedentes de China. Por tanto, el budismo [vashraiana] tiene en el Tíbet su lugar natural y principal. El Tíbet y su capital Lhasa se convertieron por ello en un epicentro budista de peregrinación para muchos budistas de toda Asia.

En el budismo tibetano surgieron diversas escuelas y enfoques doctrinales, pero varias de ellas desaparecieron o se vieron asimiladas. Actualmente hay cuatro escuelas principales; recientemente, el lamaísmo ha integrado la práctica de la religión bon como parte del legado del budismo del Tíbet.

El Canon tibetano es la colección de textos sagrados más extensa del mundo budista. Comprende el Kanjur o 'Traducción de las palabras', que contiene textos doctrinales y el Tanjur o colección de tratados y comentarios.

Historia

Interior del palacio de Potala, antigua residencia del dalái lama.

El propio Tíbet extendió su influencia cultural y religiosa por los Himalayas, siendo de gran importancia en zonas como el Norte de India, Nepal y Bután. Bajo el reinado de Altan Khan, emperador del Imperio mongol, el budismo tibetano se convirtió en la religión oficial del Imperio, con Tíbet como su capital espiritual. Hasta la fecha los pueblos mongoles son en su mayor parte budistas lamaístas. El líder espiritual del budismo lamaísta mongol se denomina Jebtsundamba Khutuktu, y el líder espiritual del lamaísmo de Bután se denomina Je Khenpo y se les elige de forma similar a como se elige al Dalái Lama y al Panchen Lama, siendo considerados una emanación de una divinidad, representan la jeraquía local del lamaísmo.

En Bután, es la religión oficial del Estado, teniendo gran incidencia política. Minorías budistas lamaístas abundan entre los pueblos de etnia tibetana de Sikkim y Nepal, y entre los pueblos mongoles del sur de Rusia, de hecho, el budismo es una de las cuatro grandes religiones de Rusia y casi todos los budistas rusos son lamaístas.

Aunque en India (particularmente el área de los Himalayas indios) y Nepal habían existido comunidades lamaístas de muchos siglos en el pasado, la llegada de miles de refugiados tibetanos que escapaban de la invasión china aumentó su número. Actualmente, el dalái lama y la más grande comunidad tibetana en el exilio residen en Dharamsala (India). En Bután también hay una gran cantidad de refugiados tibetanos.

Tras la invasión de China a Tíbet en 1950, el budismo tibetano ha afrontado una dura crisis, ya que las políticas chinas han prohibido la práctica de la religión budista tibetana, han destruido monasterios, han encarcelado a monjes y a disidentes. A su vez, el budismo lamaísta se ha extendido a través de Occidente en parte gracias al activismo político por la invasión.

Si bien el interés por el budismo tibetano en Occidente data desde la creación de la Sociedad Teosófica en el siglo XIX y el interés de muchos teósofos en este, incluyendo a Helena Blavatsky y el devoto budista Henry Steel Olcott, lo cierto es que el budismo lamaísta se ha popularizado recientemente en gran parte de Occidente.
Figuras famosas como Richard Gere, Steven Seagal y Oliver Stone se han convertido al budismo tibetano, mientras que la actriz Uma Thurman es budista lamaísta de nacimiento criada en dicha religión por sus padres.

Cuatro escuelas del budismo tibetano

Su santidad Dagchen Rinpoche cierra el mándala Jevashra de arena coloreada usando un dorje dorado, mientras dos monjes le sostienen el traje. Detrás, arriba, se puede ver una estatua de Sakia Pandit.

En el lamaísmo existen cuatro linajes principales y muchos otros menores. El linaje es muy importante en el budismo tibetano, ya que garantiza que las enseñanzas están vivas, es decir, que se han transmitido de maestro a discípulo desde tiempos de Buda y que siempre se ha hecho de forma pura, realizando completamente su comprensión.
  • En el siglo VIII surge la escuela Nyingma o "de los Nyingmapas", también llamada "de los gorras rojas". Fundada en el S. VIII a partir del legado de los primeros introductores del budismo en el Tíbet. El maestro indio Padmasambhava fue el primero que según la tradición tibetana sometió a las deidades de la naturaleza del Tíbet y otras fuerzas, haciendo al budismo religión oficial.
  • En el siglo IX apareció la tradición Kagyu (tradición oral) también conocida como gorras negras. Fundada por Gampopa, uno de los discípulos del santo y poeta tibetano Milarepa (1040-1123), a partir de las enseñanzas esotéricas y contemplativas derivadas de los mahasidas indios Tilopa y Naropa llevadas al Tíbet por Marpa, el maestro de Milarepa. La Escuela kagyu de los Karma Kagyu está dirigida por S.S. Karmapa. Es la escuela oficial y mayoritaria en Bután.
  • En el siglo XI surgió la escuela sakia (denominada así por su monasterio de origen) fundada por Konchok Gyalpo. Sus principales maestros descienden de los primeros discípulos de los maestros indios Padmasambhava y Shantarakshita y procedían de una familia de las clases dirigentes, los Khön, de la región meridional de Tsang. Su dirigente es el Sakia Trinzin.
  • En el siglo XIV y a raíz de la reforma espiritual de Lama Tsongkhapa —considerado una emanación del Buda de la Sabiduría, Manjushri—, nació a partir de la tradición kadampa la orden de los Gelug o Geluk-pa, llamados los gorros amarillos. Je Tsongkhapa (1357-1415) fue un renovador de las enseñanzas del gran maestro bengalí del S. XI, Atisha. Je Tsongkhapa hizo todos los esfuerzos posibles para aglutinar un enfoque más ortodoxo y agrupador de las enseñanzas del Tíbet. Su dirigente es el dalái lama. Es mayoritaria en Mongolia y el sur de Rusia.
El dalái lama también ha reconocido a la religión bon y la llamó en su momento «la quinta escuela del budismo tibetano», si bien formalmente no es budismo, sino una forma de chamanismo autóctono tibetano prebudista. Desde el exilio del dalái lama, las relaciones entre la religión bon y el budismo tibetano han sido en general cordiales. La actual religión bon tiene muchas similitudes doctrinales con el budismo tibetano, si bien muchos académicos consideran que esto se debe al sincretismo, algunos autores budistas aseguran que las similitudes son naturales ya que la religión bon representaría un dharma antiguo, una tradición heterodoxa del budismo o una rama paralela del lamaísmo. La religión bon no es mayoritaria en ninguna región pero es muy practicada entre grupos autóctonos de Tíbet y en regiones himalayas con población de etnia tibetana o familiar, como en Ladakh (India) y Nepal. Su máximo líder es el abad del monasterio Menri, su santidad Lungtok Tenpa'i Nyima.

Otra escuela recientemente reconocida como una de las tradiciones del budismo vashraiana por el dalái lama es la jonang o jonangpa, que fue fundada en el siglo XIV por Dolpopa, aunque se extiende su linaje hasta el siglo XII con el monje Yumo Mikyo Dorje. En el siglo XVII, por razones políticas, el quinto dalái lama la declaró como herética e hizo convertir a todos sus seguidores a la religión gelugpa. Se creía desaparecida hasta que fueron redescubiertos monasterios en zonas apartadas de la región autónoma del Tíbet, en Sichuan y en Qinghai. Su actual dirigente es Khalkha Jetsun Dampa Rinpoche el Bogd Gegeen de Mongolia.

En una geografía difícil en donde los monasterios a veces estaban muy separados y a menudo con escaso contacto frecuente, la escuela gelug supuso históricamente la centralidad oficial del lamaísmo tibetano y de ella parten los esfuerzos y el carácter reformador, mientras que las otras escuelas se han especializado en retener y administrar su propio legado de enseñanzas.

Las escuelas gelug y kagyu son las más extendidas en Occidente. El dalái lama, rey del Tíbet, tuvo que exiliarse en 1959 justo antes de la masacre del 10 de marzo (ver Historia del Tíbet). Le siguieron los principales líderes de las diferentes escuelas, como el karmapa (jefe espiritual de la escuela kagyupa de los karma kagyu), Sakia Trizin (jefe espiritual sakiapa) y el líder de la religión bon.

El dalái lama era, hasta hace poco, visto como el rey de todos los tibetanos en el exilio y líder espiritual de los lamaístas en general. No obstante, cada una de las cinco escuelas tradicionales tibetanas han tenido siempre sus propios líderes a los cuales se les asigna también el tratamiento de "Su Santidad" y que tienen autoridad sobre el dalái lama en los asuntos internos de sus tradiciones y se consideraba que el dalái lama tenía solo superioridad en aspectos protocolarios que los otros líderes de escuelas. Con la renuncia del dalái lama a la monarquía en 2011, este pasó a ser solamente líder espiritual. En todo caso las relaciones entre los respectivos líderes de cada una de las escuelas tienden a ser cordiales y de mutuo respeto desde la invasión china y el dalái lama preserva cierta posición de liderazgo por motivos de tradición y herencia cultural.

Tomado de Wikypedia - Enciclopedia Libre

lunes, 8 de junio de 2015

JENGIBRE PARA EL FRIO CORPORAL





El jengibre es una de los mas importantes condimentos o hierbas, no solo por su uso gastronomito sino también por sus propiedades medicinales las cuales hemos ido descubriendo a través de los años.

Muchas veces nos hemos topado con esta raíz en el mercado y nos recuerda la comida china o coreana, pero no podemos dejarnos llevar por esa idea y pensar que no pertenece a nuestra lista de víveres. Nada más rico que un Pollo al Jengibre con Cebollín, un Pescado con Langostinos, o un Té de jengibre para aclarar la garganta. Además, nuestra imaginación nos permite crear infinitas combinaciones en las que el sabor y olor del jengibre pueden hacer de los platos más comunes una novedosa exquisitez culinaria.

  Esta raíz posee un gran número de virtudes; entre otras, estimula el apetito , cura las anomalías digestivas y se utiliza como condimento para las comidas. En la alta cocina se recomienda utilizar esta raíz en platos agridulces y postres, pero no por ello debemos descartar la en platos salados, carnes, legumbres, salsas y sopas. Es fácil encontrarla tanto en Oriente como en Occidente, Africa, Las Antillas y Suramérica. En Venezuela, es común encontrar el jengibre en Guayana, el cual resulta muy bueno en sabor y tamaño.

  Es recomendable probarlo en cantidades moderadas hasta lograr el toque exacto de acuerdo a su gusto. Puede utilizarlo rallado finamente en un arroz verde o en unos vegetales al vapor añadiéndolo, también rallado, al agua. Si no desea masticarlo, y si no está familiarizado con él, es preferible que lo añada en trozos a la juliana que pueda luego "escarbar" y extraer con facilidad.
Existen personas que, por su condición energética, tienden a sentir frío corporal incluso en épocas del año más cálidas. Para ello,  presento un remedio casero para entrar en calor.

Se trata de un ingrediente de naturaleza caliente muy apropiado para la época de invierno sobretodo, y para este tipo de personas que siempre sienten frío.

 Su acción calorífica también estimula la función digestiva, y será muy recomendable sobre todo si se tienen síntomas como deposiciones blandas o desechas, diarrea matutina, distensión abdominal, sensación de frío en el abdomen, digestiones pesadas, sensación de sueño después de comer o sensación de letargo durante todo el día.

 Sea para entrar en calor en la época de frío o aliviar el frío habitual durante todo el año y estimular y calentar el sistema digestivo,  sugiero la siguiente infusión, con  un ingrediente muy accesible y con una preparación rápida y sencilla.

Ingrediente para 1 persona y para 1 día:

            > Una porción de jengibre (raíz)
            > 1/2 litro de agua

 Preparación:

           >  Hervir  durante 5 minutos.
           >  Cernir
           >  Dejar en reposo durante 10 minutos.
           >  Servir bien caliente.

Recomendaciones:

• Se recomienda tomar cuatro tazas al día  y no después de la cena pues podrían activarnos e impedir el sueño.
• Si se quiere endulzar, recomiendo añadir media cucharada de miel o de melaza
• No tomar en caso de tener sensación de calor, pues la acción calorífica de este remedio podría potenciar los síntomas propios del exceso de calor como cara roja, sudor, ansiedad, insomnio, agitación mental, orina oscura o estreñimiento.

Información nutricional
Cantidad por
Calorías 80
  • Lípido 0,8 g
    Ácido graso saturado 0,2 g
    Ácido graso poliinsaturado 0,2 g
    Ácido graso monoinsaturado 0,2 g
    Colesterol 0 mg
    Sodio 13 mg
    Potasio 415 mg
    Glúcido 18 g
    Fibra alimentaria 2 g
    Azúcar 1,7 g
    Proteína 1,8 g
    Vitamina A0 IUVitamina C5 mg
    Calcio16 mgHierro0,6 mg
    Vitamina D0 IUVitamina B60,2 mg
    Vitamina B sub 120 µgMagnesio43 mg







  • jueves, 4 de junio de 2015

    TIN HINAN, LA VIAJERA DEL DESIERTO







    TIN HINAN, LA VIAJERA DEL DESIERTO


    Mil cuatrocientos kilómetros de ardientes arenas, una necrópolis custodiada durante generaciones en el corazón de Argelia y una historia transmitida oralmente desde hace mil seiscientos años son los ingredientes de película que acompañan la mítica figura de la reina Tin Hinan, la fundadora del pueblo tuareg. Su personaje se mueve grácilmente, como a lomos de un camello, en la resbaladiza frontera entre la historia y la leyenda.

    El oasis de Tafilalelt, al sur del Atlas marroquí, fue, según las leyendas tuaregs, el lugar de donde partió Tin Hinan en algún momento en torno al siglo IV d.C. Con la escasez de datos concretos de que adolecen las historias contadas a media voz, el retrato de esta mujer se configura, sumando los pocos rasgos que se le atribuyen. Era alta y delgada, de raza blanca, de origen noble y conocedora del idioma y la escritura de los habitantes originales del Norte de África. Provenía de una de las tribus bereberes del desierto, una raza anterior a la colonización árabe que se extendía desde Egipto a las Islas Canarias, y no se sabe si escapó de su familia, si huyó de un matrimonio concertado, o si sobrevivió a una razzia sobre su clan. La leyenda no otorga valor a lo que Tin Hinan fue, sino a lo que sería, a la figura mítica en que el tiempo la convertiría, cuando, junto a su doncella Takamat, y a un puñado de fieles servidores, decidió emprender un viaje imposible por el desierto del Sahara, atravesando mil cuatrocientos kilómetros de ardientes arenas. Siguiendo antiguas rutas caravaneras y orientándose con ayuda de las estrellas, la comitiva se dirigió hacia el Este, hasta desembocar en las cercanías de Tamanrasset, una zona fértil de pequeños ganaderos y agricultores. No se sabe cuánto tiempo se empleó en realizar este viaje ni cuántas vidas quedaron por el camino. Las leyendas no tienen tiempo para detalles nimios. Si se cuenta, sin embargo, la llegada de Tin Hinan al oasis donde se establecería para siempre, a lomos de una camella blanca. El simbolismo tiene muchas más fuerza – y más magia - que la realidad.

    La imaginación de los contadores de historias hace aquí su labor para llenar los huecos que a la historia le faltan. Tin Hinan o Tin Hinane, sobrenombre que literalmente significa en lengua amazigh “Ella, la de las tiendas” – probablemente en alusión a su origen nómada- decidió establecerse con su séquito en aquel valle recién descubierto.

    A partir de ahí, su nombre pasó a traducirse metafóricamente como “la Madre de Todos” o “la Reina del Campamento”. No se sabe en qué momento ni de qué manera, la princesa recién llegada del desierto se las arregló para unificar a los distintos clanes de señores, vasallos, pastores y agricultores y dotarles de una identidad nueva y común, mediante el resolutivo método de enfrentarles, unidos, a una amenaza real y común: la invasión árabe. Sea como fuere y aunque las fechas bailan un poco, ya que la llegada de los árabes al Norte de África se cifra en torno al año 650 d.C, a partir de ese momento Tin Hinan se convirtió en Tamenoukalt, en idioma targui, la reina. Y la comunidad de pueblos nómadas, que extenderían su poder por todo el África central, sería el origen de los tuareg -vocablo que significa hombres libres, al igual que imazighen, la palabra con que los bereberes se designan a sí mismos. Los tuareg (rescatados del olvido por los libros de Vázquez Figueroa y la iconografía del París-Dakar) han conservado su identidad transfronteriza – su población se estima a día de hoy en tres millones – su lenguaje y su civilización. Aún hoy mantienen su rasgo más carácterístico, el uso del litam o velo azul, que les da un aire entre misterioso y principesco.

    En la leyenda, Tin Hinan llegó al oasis de Tamnrasset con una hija, Kella, de cuyo padre nada se menciona, y allí engendró tres hijos más: Tiner, Takenkor y Tamerouelt, nombres con un significado totémico, pues representan diferentes animales del desierto. Su doncella Takamat, por su parte tendría dos hijas. Los tuareg del Ahaggar cifran su origen en aquellos antepasados comunes. Pese a la menor relevancia de la mujer en esta sociedad, la descendencia es siempre matrilineal, cosa que no deja de tener sentido. El historiador Johannes Nicolaison le concede a la leyenda el valor del mito que construye y preserva a una sociedad: aunque la historia real de los tuaregs es poco conocida, parece claro que las tribus originales de pastores de cabras fueron dominadas en algún momento por pastores de camellos, de mayor importancia, de ahí el simbolismo de Tin Hinan, a lomos de una camella, y la importancia que este animal posee en la sociedad y con el imaginario de los tuaregs. Por otra parte Nicolaison ve en la historia de los descendientes de las dos mujeres, la clara intencionalidad de perpetuar la poderosa estructura jerárquica de la sociedad tuareg: los descendientes de la reina Tin Hinan siempre serán nobles.

    Los descendientes de Takamat siempre serán vasallos, con esa combinación de respeto, cariño y autoridad que se le debe a una especie de hermana mayor. Si todo el mundo tiene claro de dónde viene, es más difícil cuestionarse el papel que a cada uno le ha tocado desempeñar.

    CARA A CARA CON LA HISTORIA

    El mito de Tin Hinan hubiera seguido siendo para siempre una historia con la que entretener a los viajeros frente a una hoguera, en las afiladas noches del desierto si no fuera porque hace menos de cien años, la leyenda se dio de bruces con la realidad. En el año 1925 una expedición militar francesa encontró un túmulo funerario, ubicado a unos cincuenta km. 250 kilómetros al NE de Tamanrasset y a unos de la cordillera del Tassili, en la frontera con Libia. El tiempo llegaría a conocerla como la necrópolis de Abalessa. Recién descubierto por los europeos, el lugar era, sin embargo, conocido desde tiempo inmemorial por los tuaregs, quienes lo habían convertido en un lugar de veneración y peregrinación hasta tal punto que se contaba que el targuí que pasara la noche al raso sobre aquel túmulo tendría sueños premonitorios que darían respuesta a sus preguntas. Para los tuaregs estaba claro que aquellas colinas de arena guardaban en su interior al antiguo palacio de la princesa Tin Hinan, convertido en su tumba.

    Las excavaciones llevadas a cabo por el arqueólogo Byron de Prorok pusieron al descubierto varias salas vacías con muros de entre uno y cuatro metros de espesor. Finalmente centró sus investigaciones en una de las once salas que componían el monumento funerario, una estancia de cinco por cuatro metros de base y dos de altura. La sala estaba vacía, pero el suelo, cubierto por losas dejó al descubierto una cámara oculta bajo éstas, de unos 2,30 metros de longitud por 1,50 de altura. Esta cámara contenía el sueño de todo arqueólogo: un esqueleto completo en excelente estado junto a un extenso ajuar funerario que permitiría una adecuada contextualización.

    Las joyas y los restos de la vestimenta de cuero que acompañaban al cuerpo permitieron identificarlo como una mujer. Estaba tumbada sobre un lecho de madera y su rostro orientado hacia la salida del sol. En su brazo derecho llevaba siete brazaletes de plata y ocho de oro, en el brazo izquierdo. Sobre el pecho un anillo y una hoja doblada de oro. Su pié derecho se encontraba rodeado de bolas de antimonio, en el izquierdo llevaba cinco perlas de metal y piedras preciosas y a la izquierda de su pelvis se encontraron una treintena de perlas de diversos colores. La relevancia del tesoro funerario – solo en el museo de El Bardo se conserva un ajuar formado por más de seiscientas piezas- permitió hacerse una idea del prestigio y la relevancia del personaje que descansaba bajo las dunas de Abalessa. Junto a las joyas se encontraron una venus de estilo aurigniciense – símbolo de fertilidad – diversos objetos de cerámica y monedas romanas de oro con la efigie de Constantino I, acuñadas entre el 308 y el 324 d.C. Las características del conjunto funerario, el estilo de la cerámica, la antigüedad de las monedas y el análisis de los restos de carbono provenientes del lecho de madera permitieron datar entre los años IV y V de nuestra era, con escaso margen de error, el que se considera el hallazgo arqueológico más relevante del África sahariana.

    Tin Hinan había renacido para la historia. El esqueleto fue exhibido por medio mundo, expuesto en nueva York y rebautizado como la Eva subsahariana o la Eva de los tuaregs. Por el camino algunas de las piezas del valiosísimo ajuar funerario se perdieron accidental o intencionadamente, y con ellas la carga de información que hubieran podido aportar. Los arqueólogos Prorok y Reygasse – quien llegaría a ser director del Museo del Bardo – catapultaron la importancia de aquel hallazgo, y con él se multiplicaron las teorías y se disparó la imaginación popular y literaria que, haciendo un giro hacia la ciencia ficción, hizo de Tin

    Hinan, Antinea, una princesa superviviente del cataclismo atlante y reubicada en el Sahara como reina de una nueva casta de elegidos. Incluso una mentalidad científica, como la de Prorok – padre del descubrimiento – se dejó atrapar por esta posibilidad.

    DE LA LEYENDA A LA REALIDAD

    En 1968 un estudio antropólogico daba la razón a las primeras teorías: el esqueleto del Bardo pertenecía efectivamente a una mujer, de raza mediterránea, y de una sorprendente estatura, para la época – aproximadamente 1,75 m. de altura. Sin embargo, desmontaba otros mitos: la Tin Hinan rescatada de Abalessa, probablemente jamás había tenido hijos, lo que daba al traste con el mito de la “madre” de los tuaregs.

    En la actualidad arqueólogos e investigadores esgrimen distintas teorías. La más “revolucionaria” es la de Adila Talbi, importante arqueóloga argelina, experta en el tema, que considera que los restos hallados en Abalessa, por sus características anatómicas pertenecen a un hombre, lo que desmontaría por entero el mito de Tin Hinan. Algunos médicos de ese país norafricano, confirman que efectivamente, la pelvis del esqueleto de Abalessa no parece femenina, o al menos – indican con cautela – con toda seguridad sería la de una mujer que no tuvo hijos. Las investigaciones aún no son concluyentes.

    Para los tuaregs, sin embargo, la ciencia no puede empañar a la leyenda. La fe es capaz de resistir los embites de la razón y quizá por ello, cualquier anciano de la región del Hoggar argelino sea capaz de rebatir estas investigaciones y, con una sonrisa, desgranar la hipótesis que mantiene vivo el mito de Tin Hinan: la princesa se mezcló con los dioses para crear una raza nueva, de la que ellos descienden, historia que, por otra parte no deja de resultarnos familiar. Los depositarios de la tradición oral van un poco más allá y hablan de “hombres de gran altura, de pelo amarillo y ojos rasgados, venidos de las estrellas”. Investigación, mito, leyenda, e incluso ciencia ficción tienen algo que decir en la historia de Tin Hinan. Desafortunadamente, ninguna de las materias tiene todas las respuestas.
    Y mientras, en el Museo de El Bardo, en Argel, el misterioso y principesco esqueleto encontrado en Abalessa sigue durmiendo su sueño eterno. Quizá el sueño de una reina nómada que rescató del olvido a una raza de pastores para convertirles en los príncipes del desierto.



    Emma Lira es escritora y periodista, miembro de la Sociedad Geográfica Española. Ha resultado finalista del premio Fernando Lara con la novela “Tras el Agua Grande”, basada en el mito de Tin Hinan.

    http://www.sge.org/sociedad-geografica-espanola/publicaciones/boletines/numeros-publicados/boletin-no-40/tin-hinan-la-viajera-del-desierto.html
     
     
     

    http://acupunturar.blogspot.com/

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