HUA-SHAN:
EL MONTE DE LOS INMORTALES
Refugio milenario de los taoístas,
Hua-Shan simboliza mejor que ningún otro
monte chino una doctrina sustentada
en rígidas prácticas mentales y físicas
dirigidas hacia un objetivo último: la inmortalidad.
Hua-Shan simboliza mejor que ningún otro
monte chino una doctrina sustentada
en rígidas prácticas mentales y físicas
dirigidas hacia un objetivo último: la inmortalidad.
"Cerca de la cumbre del Monte Hua-Shan, me encontré con una inscripción en
una roca que decía: 'Todo aquel que sobrepase este punto se convertirá en
medio inmortal'. Seguí subiendo penosamente. Sin embargo, dudo de si volveré
a tener la fuerza o la valentía de ascender de nuevo el Monte Hua-Shan para
ver si puedo inmortalizar mi otra mitad".
Así describía el escritor norteamericano Foster Stockwell la ascensión que
realizó al monte Hua-Shan en 1983. Muchos otros viajeros occidentales que
han conseguido coronar los cuatro picos de esta escarpada montaña también
han comprobado la dificultad de la ascensión y experimentado la rara
sensación de “convertirse en medio inmortal”, aun sin estar iniciados en
taoísmo ni saber nada de la mencionada inscripción. No en vano, a medida que
se asciende por este emblemático monte, parece que uno estuviera llevando a
cabo una de las tareas más arduas de su existencia. Escaso esfuerzo
comparado con el efectuado por los monjes taoístas que, orgullosos de
prosperar con las privaciones y las dificultades, han construido en las
empinadas laderas magníficos templos y un largo sendero hasta la cima, una
auténtica escalera que partiendo del mundo permite identificarse con la vía
celeste (T'ien-tao) y rozar el espíritu del Tao, causa permanente del
devenir universal y del mundo fenoménico que procede de él y vuelve a él.
Escalera al cielo
Desde tiempos inmemoriales el monte sólo ha tenido un sendero único, pero es
tan escarpado y estrecho -en algunos puntos el cielo parece un pequeño pozo-
que la sensación de peligro es permanente. Hay cadenas para ascender por los
escalones –unos diez mil- esculpidos en la roca, pero en algunas zonas del
recorrido es preciso sujetarse con las dos manos para evitar el vértigo y el
pánico, ya que buena parte del sendero atraviesa precipicios a ambos lados
como el del Dragón Negro (canglongling), esculpido en una empinada arista de
roca que tiene tan sólo 80 centímetros de anchura.
Hay varias secciones de "cuello de botella" casi verticales, que son
sumamente peligrosas cuando hay muchos peregrinos, sobre todo si además hay
hielo y agua. Y cuando uno piensa ingenuamente que ha dejado atrás lo más
duro de la escarpada ruta se encuentra con unos empinados peldaños que
ascienden por un desfiladero con un ángulo de 90 grados. Se trata de la
"garganta de los cien escalones". No acaban ahí los sustos: un poco más
adelante hay que atravesar el "puente de los dos inmortales", y luego el
"entrecejo del mono" para alcanzar caerya, paso que significa "subiendo a la
escalera del paraíso".
Una idea de la dificultad de la ascensión la muestra el hecho de que durante
la Revolución Cultural, los Guardias Rojos que intentaron destruir todos los
templos taoístas sólo consiguieran derrumbar los situados en la parte
inferior. Sin embargo, la prueba de resistencia física que supone el ascenso
a Hua-Shan no detiene a aquellos que desean disfrutar de este magnífico
escenario de picos y precipicios verticales, cascadas, manantiales y pinos
venerables. Los peregrinos chinos que visitan el monte parece que si
estuvieran haciendo una pequeña excursión y todas las primaveras, entre
lilos y almendros en flor, se ve ascender por el abrupto sendero a miles de
ellos sonrientes, incluidas ancianas de pies deformes.
Es un misterio cómo construyeron los antiguos taoístas este sendero. Se
cuenta que el gran filósofo Lao-Tse, morador de Hua-Shan, surcó los
escalones con un arado de hierro en una tarde al ver la dificultad que tenía
la gente para abrir un sendero en la montaña. Así y todo, tuvieron que
colgarse desde las rocas con cuerdas para esculpir los peldaños en el
desfiladero. Igualmente difícil tuvo que ser el acarreo de los materiales de
construcción para los numerosos templos que erigieron en los cinco picos.
Algunas de las piedras debieron de ser llevadas a rastras por la cara del
abismo con los monjes sujetos a cadenas, cuerdas y incluso lianas para
arrastrarse a gatas. Aunque ahora un funicular hasta el Pico Este resulta
muy caro y la mayoría de la gente precisa subir a pie, sobre los hombros,
todo lo necesario para abastecer las necesidades de los templos y de los
rudimentarios hoteles que hay en el camino. Desde Hua-Shan, el pueblecito
emplazado en su falda, se tarda unas diez horas sin descansar en alcanzar la
última cumbre, de forma que es preciso hacer noche.
Inscripciones y leyendas
Poetas, sabios y pintores han dejado inscripciones caligráficas en las rocas
de la montaña enriqueciendo así su belleza. Estas caligrafías suelen estar
hechas previamente con pincel y sobre papel y luego son copiadas en la
piedra por auténticos artesanos. Algunas son pensamientos o poemas escritos
en chino literario, incomprensible para muchos chinos modernos; otras
simplemente señalizan el camino o se refieren a los templos taoístas que
jalonan el sendero a las cumbres. Todos ellos poseen leyendas.
El templo de la Primavera de Jade, por ejemplo, se encuentra en la base del
monte y fue construido hace más de novecientos años en memoria del monje
taoísta Chen Tuan. Al parecer, Zhao Kuangyin, el fundador de la Dinastía de
la Canción del Norte (960-1127), jugó un día al ajedrez con dicho monje,
pero el futuro emperador perdió la partida y la montaña se convirtió en
propiedad de los taoístas. Desde entonces los emperadores feudales de las
dinastías posteriores nunca exigieron tributo a los taoístas de Hua-Shan. El
sitio de la famosa partida de ajedrez se ha preservado y hasta principios
del siglo XX poseía un tablero de ajedrez con las piezas colocadas tal y
como estaban al final de aquella famosa competición.
También hay leyendas relativas a los cuatro picos de granito que coronan
Hua-Shan situada en el condado de Huayin, 120 kilómetros al este de Xi'an,
con una altitud de 2.200 metros, que a su vez enlazan las cordilleras de
Quinling en el sur y bordean el Río Amarillo y el Wei en su parte noreste.
El Pico Medio de Hua-Shan también se llama el Pico de la Chica de Jade. Se
dice que en primavera y en otoño Nongyu, hija del duque Mugong del estado de
Quin, fue atraída por el sonido de una flauta que tocaba Xiaoshi. Abandonó
su vida en la corte y volando en un fénix siguió a Xiaoshi hasta aquel pico
para vivir recluida allí.
La leyenda del Pico Oeste explica la existencia de una gigantesca grieta en
la mitad como si se hubiera partido con un hacha. Los sacerdotes del templo
todavía muestran la marca. En el mango de un gran hacha hay una inscripción
que narra la historia: se dice que un erudito que iba de camino a Chang'an
para pasar un examen imperial atravesó el monte Hua-Shan y allí se encontró
a la diosa del monte. Se enamoraron y tuvieron un hijo. Como a los
inmortales no se les permitía amar a los mortales, la diosa fue apresada
bajo la gigantesca piedra. Cuando su hijo creció consiguió partir la piedra
con un enorme hacha y liberó a su madre.
También se cuenta que los taoístas inmortales se elevaban al Cielo desde las
cumbres de Hua-Shan. Ellos se elevaban al cielo, pero todo aquel que ha
subido a Hua-Shan se ha convertido en “medio inmortal” y, entre su mar de
nubes, ha estado más cerca del cielo.
LOS OCHO INMORTALES
Las gentes de la antigua China creían que era posible alcanzar la
inmortalidad. Las enciclopedias y textos religiosos recogían relatos de
hombres y mujeres que se hicieron inmortales y hablaban de ermitaños muy
ancianos que se mantenían sanos y jóvenes alimentándose de rocío y pan.
Aquellos que aspiraban a la inmortalidad seguían el sendero taoísta. Durante
la dinastía Ming (1368-1644) los taoístas escribieron una historia según la
cual al menos ocho personas -los ocho inmortales- habían alcanzado la unión
con el Tao. Uno de ellos era una mujer que hizo votos de permanecer virgen
toda la vida. Vivieron en diferentes épocas y procedían de clases sociales
diferentes. Un día, el Gran Inmortal de la Nube Blanca invitó a estos ocho
inmortales a un banquete en el paraíso de Penglai, su residencia en el mar.
Cada uno de los inmortales cruzó las aguas de una forma diferente.
· *LU DONGBIN llegó al paraíso caminando sobre las olas. Era un erudito que
no pasó el examen imperial en la dinastía Tang (618-907) y se convirtió en
un sacerdote taoísta errante.
· *CAO GUOJIU cruzó el mar ataviado pobremente en un colador de mimbre. Era
cuñado de un emperador de la dinastía Song (960-1279). Indignado por las
maldades de su hermano pequeño y temeroso de verse implicado en las mismas,
distribuyó su riqueza entre los pobres y se hizo taoísta.
· *LAN CAIHE hizo el viaje sobre ocho losas de jade.
· *IRON CANE LI era un inmortal cojo, con aire de vagabundo descuidado, que
caminó por el mar con la ayuda de una caña.
· *HAN XIANGZI navegó en un barquito de recreo que había sacado por arte de
magia de un cesto de flores. Era sobrino de un famoso escritor de la
dinastía Tang.
· *ZHANG GUOLAO siempre cabalgaba hacia atrás en un burrito blanco que al
parecer podía recorrer diez mil li (kilómetros) al día. Flotó por encima del
mar en una calabaza mágica que llevaba colgada a la espalda.
· *ZHON LIQUAN utilizó un abanico para atravesar el mar.
· *HE XIANGGU era la única mujer entre los ocho. Danzó sobre las aguas
sosteniendo una flor de loto.
(publicado en Año Cero,nº 136,noviembre 2001,páginas40-43)Isabela Herranz
No hay comentarios:
Publicar un comentario