Buda, en la búsqueda de la
iluminación, también intentaba descubrir cómo liberarnos de la ignorancia y el
sufrimiento.
Al igual que otros grandes sabios del pasado,
propuso una filosofía práctica que nos anima a centrarnos en las cosas más
sencillas como una vía para alcanzar metas mayores.
El taoísmo lo resumió
perfectamente en una frase: un camino de mil kilómetros empieza por un solo
paso.
Sin embargo, en la vida cotidiana
nos resulta difícil aplicar estas enseñanzas.
En el Majjhima Nikaya, una
colección de textos atribuidos a Buda que forman parte del Canon Pali, podemos
encontrar la "parábola de la flecha envenenada".
Gautama Buda le contó esta
historia a un discípulo que se mostraba impaciente por escuchar del maestro las
respuestas a las "14 preguntas sin respuesta" relacionadas con
cuestiones metafísicas como la vida después de la muerte.
"Hubo una vez un hombre que
fue herido por una flecha envenenada.
Sus familiares y amigos querían
procurarle un médico, pero el enfermo se negaba, diciendo que antes quería
saber el nombre del hombre que lo había herido, la casta a la que pertenecía y
su lugar de origen.
Quería saber también si ese
hombre era alto, fuerte, tenía la tez clara u oscura y también deseaba conocer
con qué tipo de arco le había disparado, y si la cuerda del arco estaba hecha
de bambú, de cáñamo o de seda.
Decía que quería saber si la
pluma de la flecha provenía de un halcón, de un buitre o de un pavo real...
Y preguntándose si el arco que
había sido usado para dispararle era un arco común, uno curvo o uno de adelfa y
todo tipo de información similar, el hombre murió sin saber las
respuestas".
Al leer la parábola la primera
idea que nos viene a la mente es que la actitud del hombre herido es absurda y
necia. Sin embargo, Buda nos está diciendo que todos nos comportamos de la
misma manera sin darnos cuenta.
De cierta forma, todos estamos
heridos con esa flecha envenenada ya que, antes o después, moriremos.
Vivimos sin ser
plenamente conscientes de nuestra mortalidad, por lo que a menudo le damos una
importancia excesiva a cosas intrascendentes que nos impiden disfrutar del
presente profundizando en un estado de preocupación innecesario.
Grandes enseñanzas para toda la
vida. Céntrate en lo que realmente te ocurre.
En muchas ocasiones, para
resolver un problema es importante no perderse en divagaciones, necesitamos
actuar. Lo más usual es que detrás de esas cavilaciones se esconda el miedo y
la incertidumbre.
Cuando nos enfrentamos a un
problema y nos vamos por las ramas, aunque sabemos cuál es la solución
definitiva, es porque tememos a algo.
Sin embargo, considera que a
largo plazo las soluciones tibias solo sirven para generar más problemas,
además de crear un estado de insatisfacción interior.
En otros casos activamos
mecanismos de defensa como la proyección o el desplazamiento mediante los
cuales trasladamos el problema fuera de nosotros mismos, o intentamos
esconderlo.
Generalmente esto se debe a que
no deseamos aceptar que formamos parte del problema, por lo que para
solucionarlo primero debemos trabajar sobre nosotros mismos.
En cualquier caso, la estrategia
nunca es mirar hacia otro lado, es importante comprender qué nos ocurre
realmente y aprender a priorizar aquí y ahora.
Da un paso a la vez
La mente puede convertirse en
nuestra mejor aliada o nuestra peor enemiga.
Podemos usarla en positivo para
solucionar problemas o podemos usarla en negativo encontrando un problema para
cada solución.
Para vivir con menos agobio y
estrés la clave consiste en ir paso a paso.
Eso no significa que no podamos
anticiparnos a los problemas, pero debemos asegurarnos de que no estamos
alimentando un pensamiento catastrofista.
Céntrate en el presente, valora
cuidadosamente la situación en la que estás y da un paso a la vez, ese paso no
te llevará directamente a tu destino, pero al menos te sacará de donde estás.
Vive día a día, como si cada
jornada fuera la primera y la última de tu vida.
Deja que todo fluya y que nada influya
A veces nos quedamos cautivos de
los problemas, aunque estos ya se hayan solucionado o formen parte del pasado,
ya que siguen rondando nuestra mente, provocando desazón, ira, frustración y
rencor.
Cuando nos aferramos a lo
sucedido, cuando no dejamos ir esas emociones y sentimientos, nos convertimos
en sus esclavos.
En este sentido, un estudio
llevado a cabo en la Universidad de Harvard reveló que pasamos el 47% de las
horas que permanecemos despiertos pensando en lo que nos ha ocurrido o lo que
nos podría ocurrir.
Esa "mente errática" es
la causa de que nos preocupemos excesivamente y de nuestra infelicidad. El
mejor antídoto es centrarse en el presente y experimentar gratitud por lo que
tenemos y lo que somos.
Así lograremos restarles impacto
a las experiencias negativas y alcanzar el equilibrio.
Elimina todo lo innecesario.
Leonardo da Vinci dijo, "la
simplicidad es la máxima satisfacción", y no andaba desacertado.
A lo largo de nuestra vida
cargamos con muchas cosas, que solo sirven para generar caos y abrumarnos.
Cuando te das cuenta de que puedes vivir sin ellas y ser aún más feliz, logras
valorar más lo que tienes y te liberas de un gran peso.
Eliminar todo lo innecesario también
se refiere a los sentimientos, creencias, estereotipos o sueños que no te
pertenecen y que solo son un obstáculo.
Cuando mires dentro de ti, te
asombrará descubrir que muchas de las frases de tu diálogo interior realmente
no son tuyas sino que te las han inculcado.
Haz una limpieza mental y
deshazte de las emociones que te dañan, como el resentimiento por un viejo
suceso, la angustia por algo que probablemente nunca ocurrirá y el miedo a
perder lo que tienes.
1. Reajusta las expectativas. Las
expectativas son nuestra mayor fuente de insatisfacción. De hecho, casi nunca
somos conscientes de ellas pero a menudo esperamos demasiado de nosotros mismos
y de los demás. Cuando nuestras expectativas no se cumplen, nos sentimos mal y
esto nos sume en un estado de frustración que genera muchísima basura
emocional. Por eso, el primer paso para mantener limpia nuestra mente consiste
en revalorar nuestras expectativas en función de nuestros recursos actuales y,
si es necesario, ajustarlas. Al contextualizar tus expectativas puedes replantearte
tus objetivos y llegar a tu meta sin tanta presión.
2. Mantén una actitud positiva.
La mayoría de las personas son conscientes de la importancia de enfrentar los
problemas asumiendo una actitud positiva pero lo cierto es que casi nadie lo
hace. Una buena estrategia consiste en llevar un diario de la positividad; es
decir, al finalizar cada día, tendrás que escribir al menos tres cosas
positivas que te hayan ocurrido, por muy irrelevantes que te parezcan. De esta
forma irás creando el hábito de ver y darle importancia a los aspectos
positivos de las situaciones, lo cual te llenará de energía y te dará fuerzas
para enfrentar incluso las peores jornadas.
3. Sé proactivo. No basta con
mirar dentro de sí y darse cuenta de toda la basura emocional que almacenamos
porque esto solo nos hará sentir mal, es imprescindible actuar. Recuerda que la
introspección sin la acción puede llegar a ser muy dañina porque nos sume en un
círculo vicioso que conduce a la lamentación. En vez de quedarte sentado viendo
cómo la basura emocional se amontona, ármate de valor y comienza a sacar poco a
poco esos sentimientos negativos que te impiden sentirte pleno. Por ejemplo,
puedes tomar un curso de manejo de la ira, si este es tu principal problema, o
aprender técnicas de relajación, si tu problema es la ansiedad. Recuerda que no
podrás eliminar toda la basura emocional de un plumazo porque es probable que
haya estado ahí durante meses o incluso años, pero si das un paso tras otro,
paulatinamente, lograrás limpiar tu mente.
4. Acepta y deja ir. Una gran
parte de la basura emocional que acumulamos proviene de errores del pasado que
no hemos aceptado y que continúan lastrando nuestro presente. Cuando no
logramos pasar página, las experiencias pasadas nos siguen dañando y, ante el
menor estímulo, los sentimientos negativos asociados a estas se vuelven a
activar. Por eso, es fundamental mirar atrás y liberarnos de las culpas, las
recriminaciones y las frustraciones. De la misma forma en que hacemos limpieza
en casa, debemos hacer limpieza en nuestra mente. Analiza las situaciones
pasadas que te perturban, pregúntate si las emociones que despiertan te
reportan algo bueno y, si no es así, prepárate para dejar ir esas sensaciones
desagradables. La técnica de las hojas del río es ideal para eliminar la basura
emocional ligada al pasado.
5. Sal de tu zona de confort.
Nuestra zona de confort es ese “lugar” en el que nos sentimos cómodos y seguros
porque tenemos el control de lo que sucede. Sin embargo, para que las cosas
sean diferentes hay que hacerlas de manera diferente. No es suficiente con que
limpies la basura emocional si continúas con los viejos hábitos y vuelvas a
llenarte de resentimiento. Salir de tu zona de confort te ayudará a ver la vida
desde otra perspectiva, te llenará de buenas vibraciones y te dará la energía
que necesitas para emprender nuevos proyectos.
Si vamos más ligeros de equipaje
no solo podremos llegar más lejos sino que también disfrutaremos más del viaje.