En la antigüedad se otorgaba la iniciación en los templos de Egipto y Grecia bajo severísimas condiciones, ya que era preciso hacer una rigurosa selección a fin de que llegaran a la real y verdadera iniciación solamente aquéllos de sobresalientes cualidades morales y espirituales. Los templos eran verdaderas fortalezas donde el que llegaba a solicitar la iniciación salía vencedor o no salía jamás, ya que si fracasaba quedaba en calidad de sirviente o esclavo.
Fue en Egipto donde muchos superhombres de la espiritualidad recibieron directamente de los sacerdotes la ciencia que les permitió “volver a crearse a sí mismos” o regenerarse, y entre ellos el mismo Jesús.
El candidato a la iniciación llegaba totalmente desprovisto de conocimientos, llevaba solamente el intenso deseo de conocer la verdad, el conocimiento de los misterios o leyes de la naturaleza, simbolizados por Isis.
¿Qué era lo que se les enseñaba a estos hombres?
¿Qué era lo que permitía forjar en estos templos hombres de la talla de un Pitágoras, por ejemplo?
Se les confería en toda su pureza la ciencia de las ciencias que es el Ocultismo, conocimiento que había sido celosamente transmitido y guardado. Por medio de estos conocimientos se lograba transmutar la naturaleza inferior o pasional del estudiante hasta lograr su completa identificación con su propio espíritu.
Hasta que esto llegaba, el neófito debía vencer innumerables pruebas que se le ponían en el camino para que demostrara su verdadero temple espiritual. Muchos eran los que fracasaban en estas pruebas, y muy pocos los que triunfaban.
Los que triunfaban salían al mundo a cumplir con la labor que se habían propuesto en beneficio de la Humanidad, ya que el iniciado se compromete solemnemente a utilizar todos los conocimientos y fuerzas que ha recibido, en bien de la Humanidad.
Su labor oculta es llegar a la paz mundial y para esto trabaja en silencio sin esperar nunca la aprobación o el aplauso de la masa.
Los Grandes Iniciados han sido en todas las épocas los verdaderos guías o conductores de la Humanidad. Sin embargo la mayoría ha vivido en el secreto y nunca se sabrá qué es lo que han hecho. ¿Cuál es la razón del secreto y sigilo de los iniciados?
Saben ellos que toda acción trae su reacción, que la bestia ataca furiosamente a quien inicia abiertamente una obra de verdadera superación humana.
Recuerdan el martirio de Jesús, recuerdan el gran maestro Jacobo de Molay, quemado por el papa Clemente V y Felipe el Hermoso, recuerdan las torturas de la Inquisición, y saben que es necesario callar y obrar en el silencio.
La Naturaleza confiere sus bienes a todos los seres sin distinción alguna, y a causa de esto el conocimiento de sus arcanos se justifica solamente para emplearlos en beneficio común.
Es por esto que hoy día la puerta de la iniciación está abierta para todo el mundo, para todos los hombres sin distinción de casta o raza.
¿Pero, cuántos serán capaces de encontrar la verdadera puerta?
Miles de puertas se ofrecen insinuantes y cada una de ellas ostenta la leyenda: “Entrada al camino de la sabiduría y la verdad”.
Sin embargo, solamente una de ellas conduce a la real iniciación al verdadero conocimiento de los misterios de la Naturaleza.
El que merece pasar por este portal será guiado por su espíritu inmortal. El que no lo merece puede buscarlo eternamente que no lo encontrará. Jesús dijo: “muchos serán los llamados y pocos los elegidos”.
Actualmente el conocimiento iniciático se encuentra sepultado bajo una maraña de falsedades y mentiras, ya que se ha llegado a calificar el Ocultismo de Magia y Brujería. Se ha perdido totalmente su verdadero significado que es el de un conocimiento que permite transformar el animal humano en un verdadero representante de Dios en la tierra.
Existen innumerables escuelas en el mundo que enseñan o pretenden enseñar Ocultismo, pero estas escuelas son solamente grupos de estudio que no confieren al individuo una real iniciación, que es la única que puede despertar en él la llama espiritual. Quien no lleva prendida esta llama es solamente un aparato parlante que repite aquello que ha leído o que le han enseñado. Es menester buscar cuidadosamente, pedir a nuestro propio espíritu que nos lleve y guíe hasta la verdad. Antes de esto es necesario hacerse un profundo examen de conciencia para saber si efectivamente queremos conocer la verdad, ya que la verdad es solamente para los hombres fuertes y no para los niños. Debemos pensar si somos capaces de abandonar nuestra personalidad para sacrificarnos por el bien común. El mundo atraviesa por un período crucial en que necesita desesperadamente hombres justos, fuertes, enteros y derechos, imbuidos de ideales de paz, amor, abundancia y bien común para todo el mundo.
¿Dónde están esos hombres? ¿Dónde están ahora el Pitágoras, el Sócrates, el Platón que alumbren al mundo con su ejemplo? ¿Dónde el Leonado da Vinci, el Rafael o el Miguel Ángel que derramen su genio creador sobre todos?
Parece que la luz que alumbrara al mundo en otras épocas se hubiera apagado. No basta con los adelantos científicos, ya que el espíritu también necesita su alimento. Estamos pasando por un período en que la Bestia se pasea por el mundo impunemente, en que los valores morales y espirituales están caídos. Sin embargo, la luz iniciática brilla en estos momentos en varias partes del mundo, y es allí donde debemos buscar la superación, es ahí donde aprenderemos a vencer nuestras pasiones humanas y reemplazarlas por virtudes.
El amor debe llegar a reinar en la tierra, y para que esto suceda cada ser humano tiene el deber ineludible de superarse moral y espiritualmente, para contribuir así a la paz mundial.
En el alma del planeta Tierra nada se pierde. Una mala palabra, una maldición, un estado de odio o rabia son verdaderas cadenas que se van agregando a la humanidad doliente.
Tú que lees esto, ¿cuál camino quieres seguir? ¿El del egoísta que emplea el alma de la tierra como recipiente de escoria arrojando allí lo peor o el de aquél que saca de sí mismo lo mejor, su amor, su tolerancia, sus buenos deseos, su alegría de vivir?
Hay que ayudar efectivamente a cultivar el jardín invisible del planeta, o sea, aquel mundo donde van a dar todos nuestros desplazamientos energéticos, ya que como volvemos a repetir nada se pierde. El alma del planeta Tierra es similar a la tierra fértil que concibe todas las simientes que allí se arrojan; igualmente el alma del planeta concibe todos los estados de ánimo del ser humano, que posteriormente influyen poderosamente en el destino mundial. El que tenga anhelos de paz y amor mundial debe contribuir con su propio amor a la Humanidad.
Para quien desee llegar más allá de esto y penetrar por la puerta de la iniciación, haremos algunas consideraciones de orden general sobre esta senda.
En primer lugar es menester aclarar que existen muchos caminos para adquirir conocimientos y superarse en mayor o menor grado e igualmente, para cultivarse espiritualmente.
Sin embargo, para llegar a la verdadera iniciación o mejor dicho a prender la llama del espíritu existe un solo camino y éste es entrar en contacto con un auténtico Guía espiritual que será el que lleve al aspirante de la mano por esta ardua y empinada senda. Este Guía es el punto de apoyo del discípulo, y sin este punto de apoyo no podrá jamás sortear con éxito las pruebas que se pondrán en su camino, pruebas que le serán impuestas por su propia naturaleza inferior o bestia, que resiste desesperadamente todo intento de domarla y educarla para que llegue a obedecer a la conciencia.
Por otro lado, el discípulo encontrará la oposición decidida de todos aquéllos que en una forma u otra sirven a la bestia. Pueden ser amigos, familiares, esposos, hermanos o padres los que tratarán por todos los meDios posibles de disuadirle de su resolución.
Innumerables veces será probada su fe en su propio Yo, en su propio espíritu.
Recordemos lo que hemos dicho en páginas anteriores sobre la conciencia y sobre el hombre que está dormido, y nos daremos cuenta que es necesario que el estudiante vaya pasando por una serie de choques psicológicos que lo vayan gradualmente despertando de su estado de sueño. Estos choques obran como timbres de alarma y son cuidadosamente preparados y estudiados por el maestro guía. A causa de esto, el discípulo debe llegar a adquirir una confianza y una fe absoluta y completa en el maestro, sin dejarse arrastrar en ningún momento por las apariencias, ya que todo lo que se hace en un grupo iniciático va destinado al beneficio de todos los que a él pertenecen. Antes de ingresar a uno de estos grupos es imprescindible dejar fuera el orgullo, la vanidad, los prejuicios, el egoísmo y la personalidad o personalismo. Una conquista tan grande como es la de lograr ponerse en, contacto con su propio espíritu no es algo que se vaya a realizar fácilmente. El común error en que caen los estudiantes después de algún tiempo es el de olvidar que han llegado a este grupo a aprender, ya que empiezan a analizar todo desde su propio punto de vista hasta que llegan a la deformación de la verdad.
La disciplina que se sigue en estos grupos no es mística ni dogmática. El guía se limita a enseñar lo que él muy bien sabe, para que los discípulos vayan poniendo en práctica aquello que aprenden y por propia experiencia comprueban su efectividad.
Quiero dejar establecido que el camino iniciático es algo sumamente serio que no puede ser tomado a la ligera, ya que puede llegar a ser peligroso para el estudiante que no se atenga estrictamente a las indicaciones del maestro.
Para dar una idea de este peligro diré solamente esto: para ponerse en contacto con su propio espíritu se debe morir primero para luego volver a nacer. Esta muerte simbólica indica la destrucción del personalismo, o sea, todo lo artificial del individuo. Llamémoslos automatismos mentales. Estos automatismos son la muralla que existe entre el hombre y su espíritu. Esta parte artificial adquirida por influencias exteriores es la que hay que destruir para crear después de acuerdo con la esencia, o sea, el espíritu. Si inmediatamente después de destruidos sus automatismos mentales, un discípulo se retira del grupo por algún motivo, se encontrará vacío internamente, sin ningún punto de apoyo, sin nada de qué aferrarse, lo cual desde luego, puede derivar en muchas consecuencias negativas. Es a causa de esto que el Guía deja de ser responsable del Discípulo en el momento justo en que éste deja de obedecerle.
Ya que la primera labor es de destrucción de lo negativo, es necesario extirpar en forma completa todos los complejos y vicios de una u otra naturaleza que pueda tener el estudiante, hasta llegar a limpiar su alma totalmente. Nada debe quedar en su subconsciente, el maestro debe desempeñar el papel de un verdadero psiquiatra, pero de un psiquiatra que sabe exactamente cómo destruir la raíz de aquella maleza destructiva que se manifestó como un complejo. El discípulo debe confiar a él hasta lo más oculto de su alma y ser totalmente sincero en sus confidencias, no debe contar verdades a medias, ya que si engaña al Guía es él mismo quien se está engañando, puesto que la labor del maestro es conducir al discípulo a la realización de todo lo que éste anhela en lo más profundo de su alma. Si el discípulo, por orgullo, incredulidad o desconfianza se resiste a seguir los consejos del maestro se está anulando a sí mismo con su actitud, ya que está siguiendo los dictados de su animal interno.
Nunca debe olvidar el Discípulo que tiene dos inteligencias dentro de él que representan el bien y el mal, la luz y las tinieblas, evolución e involución. Estas dos inteligencias son: el maestro interno o fuerza divina y el animal o fuerza involutiva que tratará por todos los meDios posibles de cerrarle el camino a la evolución. Toda iniciación es un largo camino que conduce gradualmente al aspirante a la comunicación con su maestro interno. Mientras ese momento llega, él debe obedecer ciegamente al maestro físico que es la representación visible y tangible de su maestro interno.
Mientras se atenga estrictamente a cumplir lo que el maestro le vaya indicando el discípulo está a salvo del animal. El hombre no puede vencer solo a su animal, porque su animal es él mismo y por lo tanto debe entregar su voluntad al maestro para que éste lo venza. Toda la iniciación es una lucha entre el bien y el mal, entre la fuerza ciega, animal y destructiva del discípulo y la conciencia inteligente del Guía. Son dos caminos que se presentan ante él en forma simultánea: por un lado el maestro dice sí y por otro el animal dice no. Es por esto que debe obedecer la voluntad del maestro ya que es lo único que puede salvarlo de realizar los dictados del animal. Cuando se ha conseguido encadenar en forma completa al animal, puede entonces el discípulo recuperar su voluntad y el maestro se convierte entonces en su consejero e instructor. Ya no es aquél que lo obliga a realizar tal o cual cosa. Esta obediencia exigida por el maestro es la primera barrera con que topa el aspirante a la verdad, pues es terriblemente difícil renunciar a sí mismo, sacrificar la propia voluntad para obedecer una voluntad ajena. Contra esta barrera son muchos los que se estrellan y renuncian a seguir adelante. Si examinamos el asunto objetivamente veremos que en realidad el aspirante no sacrifica ni renuncia a su voluntad por la sencilla razón de que nunca la tuvo, según lo que dejamos establecido al comienzo de este libro al hablar sobre el hombre. Al ir obedeciendo al guía se va produciendo en el estudiante una sintonía mental con su propio maestro interno, ya que, como dijimos, el guía va repitiéndole al discípulo lo que su propio maestro interno desea de él.
A través de esta luz comprenderemos lo ilusoria que es la iniciación basada únicamente en saturar al estudiante de conocimientos teóricos o hacerlo pasar por ceremonias destinadas a exaltar su conciencia, ya que mientras no haya vencido a la bestia no puede haber para él evolución ni camino posible.
Aquello sí que es verdadera magia negra, es decir dar conocimientos para utilizar las fuerzas mentales a individuos que están bajo el dominio de la bestia, ya que estos conocimientos serán utilizados por ella para satisfacer sus propios instintos y arrastrar a otros al abismo.
A causa de esto un maestro se cuida muy bien de dar conocimientos que puedan ser peligrosos a aquéllos que no han logrado liberarse de su propia animalidad. Durante su trabajo con un discípulo el maestro lo somete a repetidas pruebas para comprobar su avance. Estas pruebas tienen la característica de que el discípulo no advierte que lo están sometiendo a prueba alguna, y es menester que así sea, ya que se trata de conseguir reacciones totalmente auténticas para ver si realmente el individuo ha alcanzado cierto grado de dominio sobre sí mismo.
Desde este punto de vista el maestro desempeña el doble papel de “ángel del bien” y “ángel tentador”, ya que por un lado ilumina a su discípulo con su sabiduría y lo apoya en todo momento, y por otro lado lo somete a duras pruebas y tentaciones para hacerlo más fuerte y poder calibrar su verdadero temple espiritual.
Al hombre podemos llamarlo un animal inteligente y su parte animal es de una inteligencia extraordinaria, inteligencia que aplica únicamente al logro de sus propios fines de involución o animalización de la parte divina
o conciencia; o sea, que como animal desea arrastrar al espíritu a su propio nivel hasta llegar a absorberlo completamente dentro de sí. Como conoce las debilidades del individuo lo ataca justamente en sus aspectos más frágiles para desviarlo de la iniciación. Le insinúa, por ejemplo, que él con su inteligencia y voluntad no debe entregarse a otro individuo, que es un hombre igual a él, porque eso sería esclavitud. Le sugiere la duda, el temor y la desconfianza hacia las enseñanzas del maestro. Le pone en su camino aquellos obstáculos que serán insalvables para todo aquél que no posea una determinación a toda prueba de llegar hasta el final cueste lo que cueste. Es a causa de esto que son tan pocos los capaces de llegar a conseguir algo concreto y tangible en su camino iniciático, ya que la bestia se niega tenazmente a ser dominada por la voluntad del discípulo. Cuando éste ha avanzado en tal forma que la bestia ve peligrar su dominio, le concede cosas materiales que él ha anhelado toda su vida.
¿Seguirá firme su determinación de desarrollo espiritual si se enamora, por ejemplo, de una mujer que le pone como condición de su amor el abandono de la senda oculta? ¿O si es favorecido por la fortuna y alcanza una gran situación económica?
En forma muy sutil se le van presentando obstáculos que insensiblemente lo van desviando de su camino y es allí donde se prueba la autenticidad de su determinación y deseo de evolución espiritual, ya que este deseo puede haber sido motivado por causas puramente materiales o afectivas. Un hombre puede querer renunciar a todo y seguir este camino porque siente que no puede esperar nada de la vida, porque ésta le ha negado los dones que le ha concedido a otros. Si emprende el camino iniciático y alcanza después aquellos dones de los cuales había sido privado, terminará bruscamente todo interés de superarse espiritualmente, anhelo que era solamente un pretexto para conseguir sus propios y personales deseos. Ya hemos dicho que la iniciación es un camino de renunciación y sacrificio, y que no se justifica alcanzar el poder que brinda el dominio de las fuerzas de la naturaleza a menos que este poder se utilice exclusivamente en beneficio de la Humanidad.
Otro de los errores que comete frecuentemente el estudiante es el de pretender juzgar los actos de su maestro a la luz de su propia mentalidad; algo verdaderamente imposible, ya que el maestro se encuentra en un nivel de conciencia muy por encima del discípulo y no podrá éste elevarse hasta llegar a ver aquello que aquél está observando.
Consecuentemente es un error también el analizar “razonablemente” los consejos que se reciben de éste para decidir posteriormente si se seguirán o no, ya que en esto no puede haber términos meDios: o se obedece completamente en todo o no se obedece en nada. Antes de llegar a este estado de obediencia, que es el único que capacita al aspirante para la verdadera y efectiva realización espiritual, existen otros grados de contacto con el guía, grados en que éste se limita a aconsejar pero a nada obliga. Estos grados son solamente preparatorios para la verdadera transmutación alquímica que realiza el maestro sobre el estudiante. El maestro es sumamente exigente con los aspirantes a discípulos ya que los somete por un largo tiempo a prueba antes de aceptarlos definitivamente como discípulos. Esta exigencia se comprenderá al saber que por el hecho de recibir el maestro a un nuevo discípulo carga automáticamente con todo el karma de éste y pasa a ser directamente responsable de sus acciones. Si posteriormente el discípulo falla y defrauda al guía, éste habrá cargado innecesariamente con gran cantidad de karma del cual tendrá que desprenderse paulatinamente por medio de la transmutación espiritual en sus vehículos internos.
Algunas personas emprenden el camino de la iniciación sencillamente porque desean satisfacer su curiosidad intelectual. Toman esto muy a la ligera pensando que se reduce a efectuar ciertos estuDios de las leyes naturales y no se dan cuenta de que han emprendido una lucha hacia la conciencia que seguramente traerá un cambio completo en sus vidas. Al ver las reacciones que se le van produciendo en su camino por querer ser consciente se asustan y se retiran a su anterior vida de inconsciente en la cual nada verán porque caminarán con la vista vendada.
El que desee llegar a la iniciación debe estar tan sediento de conocer la verdad como para convertir su camino espiritual en el objetivo número uno de su vida, lo más importante, lo esencial. Es perder el tiempo tomar esto como algo secundario, como un asunto al que basta con dedicarle un determinado número de horas a la semana y el resto del tiempo despreocuparse de él. La disciplina espiritual es algo de todos los momentos, porque es una transformación que se realiza en el alma del individuo y por lo tanto se convierte en algo inseparable de su carácter.
¿Habrá alguien que llegue a comprender el verdadero alcance de la iniciación?
Es el premio mayor que puede ganarse el hombre, ya que es la vuelta al paraíso donde no existen dolor ni fealdad alguna. Es el camino que conduce al cielo, una verdadera escala al lugar donde mora Dios, o sea, la parte espiritual superconsciente del principio mente.
¿Qué puede ser más deseable que la iniciación? ¿Honores, riquezas, amor?
Éstos son solamente estados ilusorios que se desvanecen al pasar el tiempo. Lo único realmente duradero e inmortal es aquello que se realiza dentro del alma. Lo demás no lo podemos llevar al plano de la energía cuando termina su existencia el cuerpo físico. Todo lo material es pasajero y mudable y por lo tanto ilusorio. Todo lo espiritual es eterno e inmortal.
Admiramos a los niños porque viven en un mundo completamente aparte al de los adultos, un mundo de inocencia, pureza y felicidad; parece que estuvieran constantemente en contacto con Dios. Pues bien, la iniciación es el retorno a la pureza original del hombre, es el retorno a la inocencia, la vuelta a la madre, pero esta vez es la vuelta a la madre naturaleza.
El verdadero iniciado es inocente y puro como un niño, pero al mismo tiempo astuto e inteligente para que no abusen de su inocencia. Debe ser cándido como una paloma y astuto como el zorro. Recordemos las palabras de Jesús: “dejad que los niños vengan hacia mí”. Lo que acabamos de exponer es lo que ocultaban sus palabras que deberíamos traducir o interpretar de esta manera: “dejad que los iniciados vengan hacia mí”. Él hablaba siempre en parábolas porque sabía que la verdad puede quemar y destruir a aquél que no está preparado para recibirla. Sabía también que decir la verdad es peligroso. Al mundo no le gusta la verdad, prefiere las mentiras agradables a la verdad desnuda. Todo aquél que haya sentido alguna vez que hay algo que no marcha en la vida, que hay algo siniestro y fatal en la vida del hombre, una impotencia absoluta por controlar el destino y por llevar la vida que él desea íntimamente, se dará cuenta de que el hombre no es un ser perfecto, que está sometido a ciertas influencias desconocidas desde que nace y hasta que muere. Es como si después de toda una vida de trabajo y sacrificio viniera una mano gigantesca y le arrebatara de golpe todo el fruto de su esfuerzo para dejarlo tan desnudo como llegó al mundo, listo para volver a empezar otra vida de sacrificios y nuevas experiencias.
La iniciación es la libertad, la libertad de esta influencia misteriosa que maneja al ser humano como a un pelele.
Sin embargo hay quienes piensan que la iniciación consiste en sentarse una hora al día a orar y meditar. Éste es el camino de los flojos, de los que tienen un pequeño deseo de superación pero son demasiado perezosos para hacer algo concreto por su propia elevación moral y espiritual.
Iniciación es actividad, mucha actividad, es lucha tenaz y sangrienta, es sacrificio y más sacrificio, ya que el conquistarse a sí mismo es algo que no se consigue en un año ni en dos. Es obligar al cuerpo a entregar hasta su última célula a la voluntad del espíritu para que éste lo emplee conscientemente. No se piense por esto que es menester debilitar y someter al cuerpo a terribles privaciones como lo hacen los hindúes. Todo lo contrario, es necesario tener un cuerpo físico lo más fuerte y sano posible y esto se realiza al obligarlo a la superactividad ya que se ponen en movimiento fuerzas que comúnmente no se usan porque sencillamente el cuerpo no las necesita, ya que está muy acostumbrado a dormir siete u ocho horas, a recibir alimento en gran cantidad y a hacer lo que se le da la gana.
Vuelvo a repetir que la transformación interna se realiza por y a través de acciones externas o físicas. Cada acción constructiva que se ejecuta físicamente provoca un cambio en la psiquis del individuo. Cada movimiento físico produce un movimiento de determinadas fuerzas en el plano de la energía o mundo invisible. Con esta clave levantamos una punta del velo de los misterios litúrgicos y del poder de los signos, símbolos y de la palabra humana.
Por lo tanto el que aspira a la iniciación debe aprender a trabajar con sus manos, a fin de darles conciencia e inteligencia, para transformarse a sí mismo por medio de sus obras.
Cada cosa que se aprenda a realizar conscientemente es un aporte de energía a la conciencia del individuo, que crece y se vitaliza a través de la actividad. En esta escala de la conciencia, cada uno asciende hasta el peldaño que es capaz de subir, de manera que el término conciencia, también es relativo, ya que el que está en el segundo peldaño no es consciente con respecto al que está en el tercero, pero sí es consciente con respecto al que está en el primer peldaño. Entre los iniciados podemos encontrar entonces diversos grados de desarrollo que están todos relacionados con la conquista de cualidades que el individuo se imagina tener pero que en realidad no las tiene, como por ejemplo voluntad y libre albedrío.
Iniciados hay muchos en el mundo pero Maestros hay muy pocos y Adeptos menos todavía. Se ha especulado mucho sobre los maestros a quienes se les ha dado un carácter sobrenatural y misterioso. Se imagina que viven en constante estado de “desdoblamiento” y que poseen mágicos poderes para dominar a la naturaleza y realizar lo que ellos quieren. Se cree que viven en retiros inaccesibles de la India o en las montañas del Tíbet. La realidad siempre es más simple y escueta que la fantasía. El hecho de que un hombre haya llegado a conquistar el grado de Maestro no significa que pueda eludir sus obligaciones como ciudadano
o como miembro de la sociedad. Todo lo contrario, si quieren cambiar al hombre para elevarlo al nivel de lo consciente, deben vivir estrechamente ligados con él para poder así ejercer su acción en forma oculta. La posición social o económica nada significa para ellos, ya que está condicionada a la labor que han de realizar. Un maestro puede vivir como un mendigo, como un médico o un acaudalado hombre de negocios. Su aspecto exterior nada importa. Puede ser de un físico hermoso o de gran fealdad, pero su irradiación interna es la misma en todos ellos porque es la irradiación del Cristo.
Estando en su presencia se siente el individuo extrañamente tranquilo y sereno, siente saciada su sed interna, experimenta el calor de su magnetismo irradiante de amor y vida y la iluminación que fluye de su aura. Se nota inmediatamente que no es un hombre más, que es alguien que sale completamente de lo común. Jamás se llena a advertir que este hombre vive en otro mundo porque su conciencia mora en el plano de la mente. Puede conversar con nosotros, vérselo serio o alegre, pero en todo momento vive en otro plano por lo cual se nos aparece un poco lejano e inaccesible.
Para poder instruir a sus discípulos se ve obligado a descender hasta el mismo plano de ellos, ya que ellos no pueden subir todavía a su nivel espiritual. Si los discípulos no avanzan en su camino el maestro se ve forzado a vivir constantemente en un plano inferior a aquél en el que mora su conciencia, lo cual puede llevarlo a perder parte de sus conquistas espirituales por pretender elevar a otros a su misma esfera. Por el contrario, si los discípulos triunfan en su empeño, el maestro puede usar plenamente de sus facultades que no se ven mermadas por su asociación con otras personas, de vibración inferior. A causa de esto es la ley ineludible que ningún discípulo tiene derecho a pedir conocimientos a los cuales no se haya hecho acreedor.
La mayoría de los discípulos llegan a vislumbrar sólo una pequeña parte de las enseñanzas del maestro, por muy cerca de él que estén, ya que no son capaces de “arrancarle” la ciencia de la cual es poseedor.
Dijimos anteriormente que la conquista de las fuerzas de la Naturaleza se justifica solamente cuando se ejecuta una obra de beneficio colectivo, y por lo tanto, todo maestro, está empeñado en realizar una obra de beneficio universal.
Por lo tanto él enseñará y dará luz a sus discípulos solamente en la medida en que éstos cooperen en su obra. El equilibrio existe en todo y los maestros no pueden regalar sus conocimientos porque no están autorizados para ello. Cada nuevo conocimiento, cada resplandor de luz debe ganarlo el discípulo a costa de una tenaz lucha. ¿Acaso no debernos luchar en la vida para poder alimentarnos? ¿Por qué vamos a esperar entonces que un guía nos alimente espiritualmente sin costo alguno para nuestra tranquilidad y comodidad? Ésta es una de las claves que permite reconocer a un verdadero maestro. Nunca regala la luz, porque no se puede sacar nada del depósito universal del todo sin dar algo a cambio, porque esto sería un robo. El verdadero maestro siempre pide algo a cambio de su ayuda, siempre pide sacrificios, y mientras más grande los pide más honrado debería sentirse el discípulo porque quiere decir que más está dispuesto a darle su maestro. El equilibrio Universal no puede alterarse, y para mantener equilibrio es necesario dar para recibir. Si se toma algo que hay en el platillo de una balanza hay que poner un peso equivalente en el otro platillo. De manera que éste no es un camino para los cómodos y los flojos, o para los que gustan solamente del trabajo intelectual y temen ensuciarse las manos realizando alguna labor manual.
Esto que hemos expuesto es siempre fuente de discordia en los grupos iniciáticos, ya que algunos se sienten injustamente postergados y abandonados por el maestro, y no se dan cuenta de que éste da sus conocimientos a quien se hace merecedor de recibirlos. Basta que el discípulo se haga merecedor de algo por su labor para que el maestro esté pronto a otorgárselo.
De allí que causan risa las palabras orgullosas de los seudoocultistas cuando afirman que: “los conocimientos ocultos no se compran”.
Los desmiento abiertamente y digo: “los conocimientos ocultos se compran y se pagan bien caros”. No con dinero, porque no hay ningún dinero en el mundo que pueda comprar la luz, sino que se compran con sacrificio, con tesón, con ayuda a los demás, con ayuda a la labor de un maestro, cualquiera que sea la clase de apoyo que se le brinde.
Por todo se paga un precio porque ésta es la ley de la vida, el supremo arcano del equilibrio universal. No se puede esperar recibir sin pagar primero. “Dad y recibiréis.”
El poder de que dispone el maestro o adepto no es de él sino que es de la fuerza universal del todo, y como tal no puede derrocharlo, no puede darlo, al menos que reciba algo a cambio de esto.
He querido dejar esto bien en claro para terminar con aquéllos que piensan que pertenecer a un grupo iniciático dirigido por un maestro es encontrar una fuente de extracción de conocimientos y ayuda espiritual sin dar nada en cambio. A todo aquél que ingresa a un grupo iniciático se le pide un riguroso juramento de secreto, ya que los conocimientos que recibe van destinados solamente a él. Si alguno se retira posteriormente y viola este juramento se expone a recibir el castigo de la naturaleza por faltar a un compromiso que contrajo con su propio espíritu.
Es tan diferente, tan sublime el estado espiritual que llega a experimentar el discípulo a medida que avanza en su camino, que una vez que ha pasado más allá de cierto límite no puede volver a ser el mismo de antes aunque abandone totalmente el camino. El camino oculto es el verdadero néctar de los Dioses. Quien lo prueba queda eternamente subyugado y jamás puede volver enteramente al dominio de la bestia.
Mientras va escalando las alturas a las cuales lo lleva el gradual despertar de su conciencia va percibiendo verdades que jamás antes había advertido, va captando las irradiaciones de la Mente Universal, la música de las esferas, la conciencia que mora aún en la materia inanimada.
Es tan lejano y diferente el mundo donde mora un verdadero Adepto que no podemos juzgarlo de acuerdo con los cánones humanos. Él está regido por otras leyes, por otras verdades, por otra escala de valores.
Vive más allá del bien y del mal, más allá del placer y del dolor, más allá de la vida y de la muerte, porque él es con Dios.
Para nosotros es el eterno enigma mientras no podamos llegar a su nivel y tenemos que limitarnos a tratar de comprenderlo hasta donde nuestra conciencia nos lo permita.
Esta diferencia de nivel entre él y nosotros nos impresiona como si fuera un misterio viviente e inescrutable, cuando tratamos de asirlo se nos escapa, nos da una sensación de irrealidad como un personaje de cuentos de hadas. Hay momentos durante sus enseñanzas en que no sabemos si es real o irreal, si existe o no existe, ya que carece de aquello que podemos llamar una personalidad especial porque no tiene estados de ánimo, pues es dueño de sus sentimientos.
Con respecto a los poderes pretendidamente mágicos de los cuales se dota a los Adeptos es interesante anotar que es enteramente efectivo que llegan a tener ciertos poderes, pero no son de ninguna manera mágicos o milagrosos puesto que derivan del profundo conocimiento de las leyes de la naturaleza.
¿Puede haber un poder más grande que la práctica de las más elevadas virtudes? ¿Puede existir poder más excelso que el de un individuo que llega a ser el completo dueño de sí mismo?
Quien logra poseerse a sí mismo transforma y sublimiza toda su naturaleza animal para dar nacimiento al Yo superior. Cuando realmente se ha conseguido coronar al yo superior como rey del microcosmo que es el cuerpo, se alcanza indudablemente el poder de realizar ciertas cosas que no están al alcance del que no se ha encontrado a sí mismo.
Sin embargo, el poder de los poderes es el poder del amor. Pero, ¿quién sabe, quién conoce el verdadero y genuino amor?
¿Quién es capaz de sentir amor por sus enemigos? ¿Amor por las cosas sencillas, por los animales, las plantas y aun por las cosas inanimadas?
El Adepto es un maestro en el arte de transmutar las vibraciones, es un alquimista en el amplio sentido de la palabra, poder que puede adquirir cualquiera que llegue a controlar hasta la última onda vibratoria de sí mismo.
Otra característica que permite reconocer al verdadero maestro es la doble corriente de fuerza que existe en torno de él, de carácter atractivo por un lado y repulsivo por otro.
El que realmente desea superarse espiritualmente llega al lado del maestro como atraído por un imán. El que está lleno de dudas y persigue solamente objetivos materiales o puramente personales se encuentra con una fuerte oposición invisible que lo aparta del lado del maestro. Siempre existe una protección en torno de él para que solamente los que lo merecen puedan llegar su lado.
Con todo lo que hemos dicho queda establecido que la iniciación es un nuevo nacimiento del hombre, es la regeneración por medio de la conciencia. Esta regeneración le permite volver a su estado de pureza original porque lo coloca en contacto con su espíritu inmortal que es la parte de Dios que existe en él. Es la libertad del destino, de la causalidad, del error, la ignorancia, la mentira y el dolor; es contemplar cara a cara la verdad y llegar a identificarse con la conciencia universal o Dios.
El que ha llegado a realizar esto, plenamente consciente de sus deberes humanos, emprende una cruzada de ayuda impersonal a la Humanidad, a fin de cooperar a la paz universal y para dar oportunidad a otros a que tengan acceso a los mismos conocimientos que él ha recibido, formándose así la gran cadena universal de los Iniciados, cuyo origen se desvanece en la antigüedad del mundo y cuyo fin no llegará jamás porque la fuerza divina es infinita y eterna.
Si alguien, impulsado por un vehemente deseo de llegar a conocer la verdad y de superarse espiritualmente para ayudar a otros, quiere ingresar al Camino lniciático, puedo decirle que la puerta está abierta para todos sin distinción de raza, credo o clase social.
Únicamente deben analizar en forma desapasionada si están dispuestos a renunciar a su vida personal por un ideal de paz y amor universal.
Si no, es preferible que se limiten a estudiar ligeramente el Ocultismo teórico que tal vez pueda llegar a serles de alguna utilidad.
El que decide llegar a la Iniciación debe buscar aquella puerta única por donde comienza esta senda y debe empezar a buscarla dentro de sí mismo, ya que cuando consiga que su petición de llegar al lado de un maestro sea escuchada por su espíritu, éste lo conducirá en forma segura, al lado de un verdadero y real maestro.
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